lunes, 2 de octubre de 2023

 



                            Créditos: Prensa Teatro Colón, fotografía del Maestro Arnaldo Colombaroli


Festival Rachmaninov, Concierto 3

.Orquesta Filarmónica de Buenos Aires

.Director: Srba Dinic

.Solista: Nelson Goerner

.Teatro Coliseo, 30 de septiembre, hora 20.

Con el último concierto del Festival Rachmaninov, correspondiente al

programa del Teatro Colón, concluyó el ciclo dedicado al genial compositor,

ruso.

El programa dio comienzo con las Danzas Sinfónicas opus 45, que,

escritas en 1940, son la última obra sinfónica de Rachmaninov.

“Un refrito de viejos trucos”, señaló una crítica refiriéndose a la obra en

ocasión de su estreno; juicio que lo único que testimonia es la excesiva

importancia dada a los lenguajes de vanguardia, privilegiados por encima de la

música en sí misma, la ceguera ante ciertos aspectos de su escritura y ante el

brillo de una obra de evidente virtuosismo orquestal. Acerca de ello, el

compositor declaró “En mis composiciones, no he hecho ningún esfuerzo

consciente por ser original, o romántico, o nacionalista, o cualquier otra cosa.

Escribo sobre el papel la música que oigo dentro de mí, con la mayor

naturalidad posible. Soy un compositor ruso, y la tierra donde nací ha influido

en mi temperamento y mi forma de ver las cosas. Mi música es el producto de

mi temperamento, y así es la música rusa.... Tchaikovsky y Rimsky…Lo que

intento al escribir mi música es que diga de forma sencilla y directa lo que hay

en mi corazón cuando compongo. Si ahí hay amor, o amargura, o tristeza, o

religión, esos estados de ánimo pasan a formar parte de mi música, y ésta se

vuelve bella o amarga o triste o religiosa". Tales son las manifestaciones de un

compositor sincero que siguió su propia auténtica y profunda voz.

Los bocetos de la obra se remontan al esbozo del ballet Los Escitas,

1915 y sus ideas fueron retomadas muchos años más tarde. A despecho de

sus críticos, trabajó sobre aspectos del lenguaje contemporáneo, como el

elemento rítmico, tan frecuente en Prokoviev y Stravinsky , bajo la égida de su

propia inspiración melódica.

La versión obtenida por el maestro Dinic y la Orquesta Filarmónica

permitió apreciar en todos sus aspectos a esta gran obra, de ritmos, dinámicas

y timbres que conforman un desarrollo donde aparecen claramente las dos

gran vertientes de la música de Rachmaninov: el intelectualismo y la

inspiración. Intelectualismo por el rigor de su arquitectura y por las ideas que

marcan la composición. Inspiración por la belleza de los motivos, el colorido

tímbrico y el manejo rítmico que plantea una expectativa por un desarrollo

marcado siempre por algo inesperado (tanto en la sucesión de los motivos

como en su belleza y concisión).

Va de suyo que estas características se traducen en una necesidad de

marcación muy clara. En efecto, tanto el color orquestal (la frase de un

instrumento que continúa otro) como la sucesión de intervenciones,

constituyen piezas que van calzando en un mecanismo donde la fluidez del

fraseo es esencial. Es de gran compromiso para los intérpretes: por citar un


lugar, en el último movimiento mientras las trompetas citan el Dies Irae las

cuerdas interpretan un pasaje cruzado con ese otro elemento.

Los motivos rusos, las citas –literales o transformadas- del Dies Irae, el

desarrollo de la obra sobre un motivo central en sí mismo breve y sencillo, son

las características no solo de esta obra sino de mucha de la música del genial

compositor.

Destacaron especialmente María Noel Luzardo (saxo alto); Matías

Tchicourel (clarinete), Sebastián Tozzola (clarinete bajo), Nestor Garrote

(oboe), Michelle Wong (corno inglés), Claudio Barile (flauta), Fernando Ciancio

(trompeta), Fernando Chiappero (corno).


El Concierto para piano y orquesta nro. 3, en re menor, opus 30 fue

interpretado en la segunda parte.

Concebido como carta de presentación para su gira por los Estados

Unidos, Rachmaninov lo escribió en Ivanovka, la residencia veraniega de la

familia, en 1909.

Se trata una de las obras más extensas, virtuosas y técnicamente

difíciles para piano y orquesta.

Se encuentra estructurado a partir del sencillo primer motivo que, luego

de la breve introducción de la orquesta, expone el piano, casi inmediatamente,

la orquesta retoma el tema inicial del piano mientras que éste lo varía bajo la

forma de extensas figuraciones. A partir de allí comienza la permanente

variación motívica del material, que se expande hacia otros motivos derivados

hasta la aparición del segundo tema.

El extenso movimiento está concebido como una forma sonata ampliada

en la cual el tema inicial es vuelto a exponer varias veces, incluso luego de la

gran cadencia del instrumento solista

Hay básicamente dos maneras de interpretarlo: rallentando y fraseando

los motivos, buscando el lirismo de las concisas melodías o afrontándolo

enérgicamente, entendiendo que se trata de una obra rápida, intensa y virtuosa

cuya característica es la rapidez de todos los pasajes. Este fue el modo de

abordarlo de Nelson Goerner: pedales prolongados, extensiones amplias,

fuerza, claridad, intensidad, con un dominio absoluto sobre una obra de tales

requerimientos.

El intermezzo-adagio, es un tema con variaciones concebido en una

forma ABACA y no es para nada un movimiento lento. Rachmaninov utiliza

aquí técnicas que llevaría a la Rapsodia sobre un tema de Paganini (1934): el

tema expuesto en forma más rápida y compacta, con el agregado de notas; el

desarrollo de episodios tomando un intervalo de una parte; la aparición de

notas que subrayan partes del tema y omiten otras y el enriquecimiento por la

orquesta, que lo toma y expande, también de diversas maneras, todo ello a lo

largo de un extenso y cambiante desarrollo que conduce y se resuelve, casi sin

solución de continuidad.

En el Finale: alla breve, de gran fuerza, es una forma sonata modificada

que recapitula sobre el tema del primer movimiento y utiliza, para marcar sus

distintas secciones, un estribillo que aparece dos veces y que contrasta con el

testo del material.

En el comentario de la versión que hizo Sergio Tiempo hice una

consideración enteramente aplicable ahora, señalando que “Es una exposición


de la mayor intensidad en el instrumento solista y también en la orquesta, que

cuando el piano intensifica la exposición del tema inicial y lo transforma, va

virtualmente cruzada con dicho instrumento. Todos los recursos son explotados

en sus mayores posibilidades: la transformación motívica, la aparición de

desarrollos a partir de fragmentos, la fuerza arrolladora del conjunto y la

cohesión, dada en gran medida por el uso de los intervalos del tema, una

cohesión que nunca se pierde pese a la diversidad de medios utilizada”.

El diálogo de la orquesta con el instrumento solista es permanentemente

estrecho, dado en pasajes siempre rápidos, lo cual es indicador del grado de

dificultad de la obra en ambas instancias: el conjunto orquestal y el instrumento

solista. Un ejemplo es el accelerando de la orquesta hacia el final en un pasaje

que combita la gran rapidez como la precisa intervención de todas las voces

instrumentales.

Fue un digno broche de oro para un festival absolutamente logrado en el

cual Nelson Goerner demostró que es un pianista virtuoso en quien la técnica

no prevalece sobre lo estético y lo hizo con la integral de la obra concertística

de uno de los mayores compositores de la música.

Sergei Rachmaninov nació en Novgorod el 20 de marzo de 1873 y murió

en Los Ángeles el 20 de marzo de 1943. Vivió gran parte de su vida en un exilio

que lo marcó profundamente a él y a su música y le dio el tono de fuerza y

nostalgia que caracterizó su propia vida.

A ciento cincuenta años de su nacimiento y ochenta de su muerte,

gracias a intérpretes como los que animaron este festival, celebramos su vida y

su legado musical.


Eduardo Balestena



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