domingo, 28 de abril de 2024

 Excelente concierto de Manuel Hernández Silva al frente de la Filarmónica en el Colón


ACERCA DE VIRTUOSISMO, LUJO Y CALIDAD


INTERPRETATIVA


Martha CORA ELISEHT


Ante la incomprensible ausencia de un director titular, muy a menudo la

Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (OFBA) es dirigida por prestigiosas batutas

pertenecientes al ámbito internacional, algunas de las cuales visitan rutinariamente la

Argentina. Tal es el caso del venezolano Manuel Hernández Silva, quien se presentó al

frente de la agrupación dentro de su Ciclo de Abono el pasado sábado 27 del corriente

en el Teatro Colón, con el debut en el país del violinista Robert Lakatos como solista.

El programa estuvo integrado por las siguientes obras:

- Concierto para violín n°1 en Fa sostenido menor, Op.14- Henryk

WIENIAWSKI (1835-1880)

- Glosa Margariteña (1° audición)- Inocente CARREÑO (1919-2016)

- “Un americano en París”- George GERSHWIN (1898-1937)


Famoso internacionalmente por su orquesta gitana de cuerdas, Robert Lakatos es un

virtuoso del violín e hizo su presentación sobre el escenario del Colón munido de su

Stradivarius para interpretar el mencionado concierto de Wieniawski. Mucho menos

difundido e interpretado que su homónimo en Re menor, fue compuesto en 1853,

estrenado ese mismo año por el compositor como intérprete en la Gewandhaus de

Leipzig y dedicado al rey Federico Guillermo IV de Prusia. Para aquel entonces,

Wieniawski ya era no sólo un virtuoso del instrumento, sino también un compositor

consagrado en las principales ciudades europeas. Consta de tres movimientos (Allegro

moderato/ Preghiera. Larghetto/ Rondó. Allegro giocoso), que permiten explorar todas

las facetas del instrumento en un ejemplo de virtuosismo. El Allegro moderato inicial

está escrito en forma de sonata y supera muy ampliamente en dificultad y duración a los

otros dos. Posee dos temas: uno, en ritmo punteado, de carácter dubitativo y el segundo,

en Si mayor -cuya apertura está a cargo de los cellos-, amplio y expresivo. Ambos están

ornamentados por pasajes de extrema dificultad técnica y gran virtuosismo, usando

pausas múltiples, armónicos y en la cadencia, donde se explora en forma extrema el

registro más agudo del instrumento. El movimiento lento (Preghiera) es un interludio

lírico breve en La mayor, con preponderancia de instrumentos de viento y cornos, que

desemboca en el vibrante Rondó final, donde el solista debe imbuirse de ritmo enérgico

y de pasajes de bravura. No pareció demasiado difícil para un violinista de semejantes

quilates, quien lo interpretó de memoria e hizo gala de fraseo, digitación y dominio de

la pirotecnia en materia de técnica. Por su parte, Hernández Silva dirigió a la

Filarmónica con maestría y enjundia para que todo saliera perfecto en materia de

equilibrio sonoro. Tras el estallido de aplausos y vítores, el solista interpretó una pieza


de Eugène Ysaÿe en carácter de bis. Tras tan excelsa interpretación, el Colón volvió a

rugir y el músico serbio se retiró sumamente satisfecho.

Compuesta en 1954, la Glosa Margariteña es la obra más conocida del venezolano

Inocente Carreño, donde plasma melodías tradicionales venezolanas y aires nativos en

una rapsodia basada sobre una canción tradicional (“Margarita es una lágrima”).

Además de director de orquesta y compositor, era cornista y escribe numerosos solos

para dicho instrumento en esta composición- de hecho, el corno lleva la melodía inicial,

que es posteriormente tomada por los vientos y luego, por las cuerdas hasta desembocar

en un poderoso tutti orquestal-. Con un orgánico prácticamente completo, la

Filarmónica brindó una excelente versión de esta obra, magistralmente dirigida por

Hernández Silva -quien, al final del concierto, se dirigió al público sumamente

emocionado por tener el privilegio de dirigir una obra de su país natal por primera vez

en el Colón, según sus propias palabras-. Todos los solistas de las diferentes secciones

de la orquesta pudieron lucirse, con magníficas actuaciones de Fernando Chiappero en

corno, María Cecilia Rodríguez en arpa y las cuerdas en general, encabezadas por el

concertino Xavier Inchausti y Elías Gurevich. Pero el broche de oro fue una memorable

versión de Un americano en París, donde la Filarmónica sufrió una colosal

metamorfosis, transformándose y sonando como una auténtica orquesta estadounidense.

La perfecta dirección de Hernández Silva y el manejo de los tempi dieron como

resultado final una versión de fuste, con una enjundia formidable por parte de todos los

integrantes. Desde los solos de las maderas -Néstor Garrote en oboe, Paula Llán de

Rosos en corno inglés, Matías Tchicourel en clarinete, Gabriel La Rocca en fagot, Jorge

de la Vega en flauta -quien reemplazó a Claudio Barile- y Sebastián Tozzola en clarinete

bajo-, pasando por los músicos especialmente contratados para esta ocasión -María Noel

Luzardo, Emiliano Barri y Frido Ter Beek en saxofón, Guillermo Salgado en celesta-,

Xavier Inchausti en violín y Dennis Golovin, en viola, pasando por todos los

instrumentos de percusión hasta el monumental solo de trompeta de Fernando Ciancio

que abre la parte de síncopa y jazz y el solo de tuba de Pedro Pulzován, la Filarmónica

sonó como nunca y fue una versión de lujo. Hacía mucho tiempo que una no escuchaba

una versión tan perfecta de este clásico de Gershwin, compuesto en 1928 y que logró un

éxito rotundo desde su estreno a cargo de Walter Damrosch al frente de la Filarmónica

de New York. El Colón volvió a estallar en aplausos y los integrantes de la orquesta se

retiraron sumamente satisfechos por el éxito obtenido.

Pese a todas las dificultades y a la falta de llamado a concurso para cubrir cargos

vacantes, la Filarmónica está pasando por un momento de excepcional calidad artística.

Posee la capacidad de sonar tanto como una orquesta europea o norteamericana y lo

demuestra en cada una de sus presentaciones. Si a esto se le suman solistas de primer

nivel o auténticos virtuosos, da cátedra de calidad interpretativa. “Valoren y respeten a

los profesores que la integran” fueron las palabras finales de Hernández Silva tras el

concierto. Nada más representativo para poner punto final a esta crónica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario