lunes, 8 de abril de 2024

 


El Maestro Mario Benzecry y la Sinfónica Juvenil Nacional "Libertador General San Martín" ofreciendo al público del Ciclo de Grandes Conciertos de la Facultad de Derecho una vibrante versión de la Octava Sinfonía en Do menor de Anton Bruckner. Creditos: Martha Cora Eliseht.


A VARA MAS ALTA, RESPUESTA DE CATEGORIA

 

Ciclo de Grandes Conciertos de la Facultad de Derecho, temporada 2024: Orquesta Sinfónica Juvenil Nacional “Libertador General San Martín”, Director: Mario Benzecry. Programa: Figueiras: “La Frontera”; Bruckner: Sinfonía Nº 8 en Do menor, Wab 108. Salón de Actos de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la U.B.A., 06 de Abril de 2024.

 

NUESTRA OPINION: MUY BUENO.

 

  Seguramente amigos lectores habrán de  preguntarse, tras leer la composición del programa de este concierto, porqué el mismo no se realizó en el CCK, en lugar del Salón de Actos de la Facultad de Derecho de Buenos Aires. Aparentemente hubo carencia de fechas para ello y, al igual que ocurriera en ocasión de la interpretación de la Sexta Sinfonía de Mahler, el recinto de la Av. Figueroa Alcorta suplió tal circunstancia . De todos modos, recordemos que la Octava Sinfonía de Bruckner tuvo su estreno en la Argentina en 1963, en la misma sala de la Facultad, con la Dirección de uno de los conductores más apreciados por el público porteño de la segunda mitad del siglo pasado: Franz Paul Decker, quien debutaba en la Argentina al frente de la desaparecida Orquesta Sinfónica de Radio Nacional, la misma que un par de años después estrenaría en el Colón, en velada de gala, la Sinfonía “Resurrección” de Mahler.

 

  Tras unas palabras del Mtro. Juan Carlos Figueiras, Coordinador del Ciclo de Conciertos, en donde hizo hincapié en la severidad de la situación reinante en la casa de estudios, producto de las restricciones presupuestarias impuestas por el Gobierno Nacional y  exhibir las virtudes del sistema universitario argentino, consecuencia de la reforma de 1918 en lo que hacen a la gratuidad de la enseñanza y de apertura en cuanto a la extensión cultural, el Mtro. Benzecry ingresó a la sala para comentar las aristas salientes del programa a interpretarse, tras lo cual, los jóvenes músicos ingresaron a la sala ante el aplauso del público para atacar en primer término con “La Frontera” del propio Maestro Juan Carlos Figueiras, revelando una vez más las cualidades  de este trabajo que destaqué en mi comentario del anterior concierto en el que se produjo su estreno mundial, comisionado por el Mtro. Benzecry y la Orquesta para celebrar el trigésimo aniversario de la creación del Organismo.

 

  Tras esta primera obra, pasamos al plato fuerte que es ese verdadero “Pezzo Grosso” llamado Octava Sinfonía en Do Menor de Anton Bruckner. Como siempre en estos casos, surgen todos los interrogantes y expectativas que se formulan ante cada interpretación. En mi caso particular, uno de ellos lo constituyó el hecho de ver a los jóvenes (al menos en mi caso por primera vez) interpretar en las tubas wagnerianas y cuál sería la respuesta a ello. También preguntarse qué versión se emplearía (sabido es que Bruckner, víctima de su propia inseguridad, daba más importancia a las opiniones de sus allegados en lugar de confiar en su intuición y en su propia música) y, por sobre todo, el resultado final del producto ofrecido. También debo recordar que en el análisis que efectué de la obra el año pasado, en ocasión de su interpretación por la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, señalé la incidencia que tuvo en el compositor la entrevista de Olomoc (Olmutz en esa época) entre el Kaiser Guillermo II, el Zar Nicolás II de Rusia y el Emperador Franz Joseph de Austria que puso fin a las tensiones entre esas naciones evitando la entrada en guerra entre ellas y el rol que Bruckner le asignó en su música a un simpático personaje de la campiña austríaca: Miguel, quién para él sería el mensajero de lo surgido en dicha entrevista. Como consecuencia de todo ello, la imponente coda final con que la obra concluye, para un hombre de fe cristiana como Bruckner, debe ser interpretada como una acción de gracias a Dios por el hecho de que la conflagración fue evitada. Párrafo aparte lo constituye el momento más impactante de toda la producción Bruckneriana: el Adagio que constituye el tercer  movimiento, en el que sin ninguna duda se muestra tal cual es. Partiendo de su reconocida introspección, su música es una verdadera catarsis en donde expone a flor de piel sus sentimientos y en donde las tubas wagnerianas en la re-exposición del tema principal llevan la música a un final conmocionante.

 

         

  En los últimos tiempos, la versión que se empleó para este monumental trabajo es la definitiva, revisada por la editorial Leopold Nowak, la que incluye cortes abruptos en los dos últimos movimientos. Sin embargo, luego de escuchar la presente interpretación, estoy convencido de que se empleó la otra versión, publicada por la editorial Robert Haas, la que a mi juicio ofrece un discurso más coherente en el ya mencionado “Adagio” y  en el ”Finale” que cierra la composición. El Concierto fue ofrecido a la memoria del clarinetista Carlos Céspedes, fallecido en la víspera del concierto, miembro fundador e instructor de  su instrumento en el conjunto juvenil.

 

    La interpretación escuchada tuvo momentos de altísimo vuelo interpretativo con una cuerda en verdadero “estado de gracia”, vientos de estupenda prestancia, una solvente percusión y bronces a los que por tratarse de un conjunto formativo se les puede tolerar algunas imprecisiones, las que en nada afectaron al espíritu de la obra. La carga dramática del movimiento de apertura, el “Scherzo” que lo continúa en donde Bruckner traza el retrato de “Miguel” junto a su bellísima sección central, la que pareciera prolongarse en la belleza del “adagio” que le sigue y el paso de la tensión a la alegría en el “Finale” fueron expuestos de manera muy noble.

 

  Un momento de tensión surgió durante la interpretación del tercer movimiento ya que una espectadora presa de una situación nerviosa se plantó frente al escenario intentando interrumpir el concierto, ante el estupor y enojo del Mtro. Benzecry junto a la sorpresa de los espectadores.  Personal de seguridad y miembros de la Policía de la Ciudad junto al Maestro Figueiras intentaron retirar a la espectadora. Sin embargo, el propio Maestro  persuadió a la señora quién se sentó en primera fila, y ya tranquilizada presenció el resto del concierto. Se debió interpretar “da capo” el tercer movimiento, el que surgió mejor aún desde las entrañas del conjunto dando pruebas de superar también momentos de extrema preocupación.

 

  El saldo final es el de un muy interesante trabajo, con instantes de logros plenos y de una Orquesta que supera la valla cada vez más alta que su Director le impone. Eso es trabajo, no existen los secretos y misterios.

 

Donato Decina


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