domingo, 26 de mayo de 2024

 


El Pianísta Teo Gheorghiu y el Maestro Manuel Hernández Silva Junto a la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires el pasado Viernes en el Teatro Colón. Créditos: Prensa Teatro Colón Fotografía del Mtro. Arnaldo Colombaroli.


Muy buen concierto de Teo Gheorghiu y Hernández Silva al frente de la Filarmónica


UN REPERTORIO VARIADO Y CONVINCENTE


Martha CORA ELISEHT


Una de las principales características del actual Ciclo de Abono de la Orquesta

Filarmónica de Buenos Aires (OFBA) es la alternancia de intérpretes -tanto nacionales

como internacionales- que ya han participado o dirigido la misma, con aquellos que

hacen su presentación sobre el escenario del Colón. El pasado viernes 24 del corriente le

tocó el turno al pianista canadiense Teo Gheorghiu bajo la dirección de un habitué: el

venezolano Manuel Hernández Silva, quienes ofrecieron el siguiente programa:

- Lágrimas de Tahuarí (1° audición)- Gabriel SIVAK (1979)

- Concierto en La menor para piano y orquesta, Op.16- Edvard H. GRIEG (1843-

1907)

- Sinfonía n°12 en Re menor, Op.112 “El año 1917”- Dmitri SHOSTAKOVICH

(1906-1975)

Esta vez, la responsabilidad del concertino titular recayó en Ana Cristina Tarta,

quien se desempeña como concertino suplente de la Orquesta Estable del Teatro

Argentino de La Plata y que tuvo a su cargo la tradicional afinación de instrumentos

previamente al inicio del concierto. A continuación, Manuel Hernández Silva anunció

que el compositor argentino Gabriel Sivak se encontraba presente en el auditorio para

participar de la primera audición de Lágrimas de Tahuarí en el Colón. Compuesta por

encargo de la Orchestre des Pays de la Loire y la Fundación Banque Populaire, la obra

está dividida en 5 movimientos (Entrada no mato, Huka- Huka, Aguas de Barití, Danse

et polyrythmie, Kuikuros) y narra la experiencia del compositor en convivencia con los

pueblos originarios de la selva amazónica (kuikuros) en 2022. Posee un buen colorido

orquestal, cromatismo y describe perfectamente los sonidos de la selva, las costumbres

y los cánticos de los habitantes de la Amazonia, mediante recursos rítmicos tales como

la síncopa y el ostinato. La orquestación lleva cuerdas, maderas por dos, dos cornos,

dos trompetas y abundante percusión, donde a los instrumentos tradicionales se le

suman silbatos para emular el canto de los pájaros y sogas para originar distintos

efectos, tales como chasquidos o el movimiento de una serpiente. También hay

mangueras que se soplan bajo recipientes con agua y sirenas para ilustrar el daño que el

hombre le provoca al medio ambiente. El primer número evoca la entrada a la selva y el

ritual fúnebre donde los Kwarup exorcizan el dolor provocado por la muerte de un ser

querido, mientras que el segundo (Huka- huka) es un arte marcial de dichos pueblos.

Aguas de Burití se refiere a la inmersión de un baño en la Naturaleza y Danse et

polyrythmie, a la imagen de la Naturaleza y al daño infringido por el hombre -motivado

por los incendios que destruyeron buen parte de los bosques nativos en 2019-. Por

último, Kuikuros alude a la música de las etnias del territorio Xingú. Los numerosos

contrapuntos entre cuerdas, maderas y percusión más su intenso cromatismo la hacen

una obra fácil de escuchar, muy descriptiva y agradable al oído. Su término, Hernández

Silva invitó a Sivak a subir al escenario, retirándose sumamente aplaudido.


Inspirado en su homónimo de Schumann, el celebérrimo Concierto en La menor

para piano y orquesta, Op.16 de Grieg fue compuesto en Søllerød (Dinamarca) en 1868

y estrenado al año siguiente en Copenhague, bajo la batuta de Holger Paulli.

Posteriormente, Grieg realiza una revisión entre 1906 y 1907, que es la que se

representa hasta la actualidad. Tuvo un suceso rotundo desde su estreno, ya que

combina la estructura tradicional de un concierto romántico con elementos y melodías

del folklore noruego desde la impetuosa cascada descendente con la que comienza y

termina el primer movimiento (Allegro molto moderato en La menor, 4/4). El piano

tiene numerosos pasajes de lirismo, virtuosismo y una cadencia soberana, además de

hermosos contrapuntos con la flauta y el clarinete. Teo Gheorghiu resultó ser un pianista

de grandes cualidades, ya que su interpretación fue precisa y exquisita desde los

primeros compases, al igual que en el bellísimo adagio en Re bemol mayor (3/8), con

una perfecta resolución de los trinos. Y el último movimiento (Allegro moderato molto

e marcato- Quasi presto- andante maestoso en 2/4, que alterna las tonalidades de La

menor, Fa mayor y La mayor) sonó con una marcación perfecta en tempo de halling

(danza típica noruega que bailan sólo los hombres, en ritmo de ¾), tanto por parte del

solista como de la orquesta. La Filarmónica supo acompañarlo perfectamente, con

grandes actuaciones de los solistas (Claudio Barile en flauta, Mariano Rey en clarinete,

Martcho Mavrov en trompa y Franco Rapetti en timbales). El auditorio estalló en

aplausos tras su interpretación, motivo por el cual el solista -quien se dirigió al público

en un perfecto castellano- ofreció como bis Arabesque, de Schumann.

La Sinfonía n°12 en Re menor, Op.112 “El año 1917” de Shostakovich integra el

grupo de las denominadas “sinfonías patrióticas” del gran compositor ruso, ya que junto

con la n°2, 3, 7 (“Leningrado”) y 11 (“El año 1905”) se refieren a hechos históricos.

En este caso, a la revolución bolchevique y, más precisamente, a la memoria de

Vladimir Lenin, a quien está dedicada. Se estrenó en 1961 con la Orquesta Filarmónica

de Leningrado, dirigida por Yevgeni Mravinski y consta de 4 movimientos: Petrogrado

revolucionario (Moderato- Allegro, en Re menor), Razliv (Adagio), Aurora (Allegro) y

El amanecer de la Humanidad (Allegro- L’istesso tempo), que se ejecutan de forma

attaca (sin interrupción). Esta monumental obra posee dos temas: el primero, que se

presenta al inicio del 1° movimiento y narra la opresión y la lucha contra la misma

(presentado en el Allegro de dicho movimiento), mientras que el segundo es más sereno

y marcial, que representa la esperanza y la victoria sobre los opresores. Estos temas se

alternan durante toda la obra y se presentan de forma grandilocuente; especialmente, en

la marcha cercana al final del 3° movimiento y en la impactante coda del Finale, donde

la percusión se luce en su máximo esplendor y magnitud mediante una serie de acordes

fff (fortisssimo). De todas las sinfonías de Shostakovich, no se representa muy

comúnmente a nivel local y, por ende, una no está tan familiarizada como con la 7° y la

11°. La versión ofrecida por Hernández Silva fue muy buena, con una perfecta

marcación de tempi, aunque la percusión sonó un tanto excedida a oídos de quien

escribe en la mencionada coda final. Para corroborar si estaba o no errada, una apeló a

otras versiones interpretadas tanto por orquestas europeas como latinoamericanas y

confirmó que su diagnóstico inicial era correcto. De todas maneras, la interpretación fue

muy bien recibida y sumamente aplaudida por el público.

El hecho de incluir obras de compositores argentinos -y sea en carácter de estreno o

primera audición- es un logro y algo sumamente positivo, al igual que una obra de cierre


que se represente escasamente o no se interprete muy a menudo. Un acierto por parte de

los programadores, que enriquece al repertorio de la orquesta y que representa un deleite

para los oídos del público.

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