viernes, 31 de mayo de 2024

 Espectacular concierto de la Sinfónica de 3 de Febrero junto al Polifónico en el CCK


EL MEJOR ANTÍDOTO CONTRA LOS MALOS ESPÍRITUS

Martha CORA ELISEHT


En algunas ocasiones, las obras que se incluyen dentro del repertorio de

conciertos sinfónicos poseen un eje temático. En el caso particular de la Orquesta

Sinfónica Municipal de 3 de Febrero, el pasado miércoles 29 del corriente se presentó

junto al Coro Polifónico Nacional en la Sala sinfónica del Centro Cultural Kirchner

(CCK) para abordar un programa cuyo común denominador eran las brujas y los malos

espíritus. Participaron como solistas la mezzosoprano María Florencia Machado, el

tenor Marcos Guido y el barítono Mauricio Meren bajo la dirección musical de Ezequiel

Fautario.

El programa estuvo integrado por las siguientes obras:

- “La Tregenda” (intermezzo de la ópera LE VILLI)- Giacomo PUCCINI (1858-

1924)

- La primera noche de Walpurgis, Op.60- Félix MENDELSSOHN BARTHOLDY

(1809-1847)

- Ridda e fuga infernale, de la ópera MEFISTOFELE- Arrigo BOITO (1842-1918)

Tras la tradicional afinación de instrumentos a cargo del concertino Pablo

Sangiorgio, Ezequiel Fautario se presentó sobre el escenario mayor del Auditorio

Nacional para brindar una muy buena versión del mencionado intermezzo de LE VILLI,

la primera de las óperas de Giacomo Puccini basada en el mito de las Willis. Fue el

primer compositor italiano que abordó la consabida leyenda de las almas en pena de

novias -o enamoradas- abandonadas por sus novios y muertas en víspera de su boda en

1884, cuando sólo tenía 25 años y se presentó a un concurso de ópera organizado por la

editorial Sonzogno. Lamentablemente, fue un fracaso, pero logró que su competidora -

RICCORDI- la publicara, a cambio de expandir la historia: de sólo un acto, pasó a tener

dos, de los cuales, se representó “La Tregenda” (El espectro) para permitir un mayor

lucimiento de la orquesta en todos sus matices. Puccini ofrece un contrapunto entre

maderas y cuerdas en el mencionado intermezzo -auténtica melodía del Romanticismo

tardío-, donde se perfila como un gran sinfonista. La interpretación de la orquesta fue

magnífica, con un sonido muy bien equilibrado y una marcación muy precisa por parte

del director.

Seguidamente, el Coro Polifónico Nacional hizo su presentación junto a los solistas

y Ezequiel Fautario no sólo aprovechó la oportunidad para agradecer al público, a los

integrantes de la orquesta y a las autoridades del Municipio de 3 de Febrero presentes en

la sala, sino también para brindar comentarios alusivos a la obra de Mendelsssohn. Fue

compuesta originalmente como una cantata para coro, solistas y orquesta en 1832, con

letra de Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) que hace alusión a la fiesta que se

celebra el 1° de Marzo, como antítesis de la Fiesta de todos los Santos (1° de

Noviembre) y cuyo nombre deriva de los devotos de Santa Walpurga. Si bien en sus


inicios era una festividad cristiana, terminó convirtiéndose en una fiesta pagana -

coincidente en el hemisferio Norte con el equinoccio de primavera-. En la obra de

Goethe, la Noche de Walpurgis narra la historia de los druidas celtas y su resistencia

frente al cristianismo opresor, que impedía celebrar la Fiesta de Mayo. Su estreno se

produjo en la Sing- Akademie de Berlín en 1833, con la presencia del compositor al

podio. Posteriormente, Mendelssohn realiza una revisión de la obra en 1843 y la

transforma en una cantata compuesta por una obertura programática (Tempo inclemente)

y 9 números: Llegada de la primavera (tenor), Adagio et animam (mezzosoprano),

Allegro e leggero, Recitativo (barítono), Allegro molto, L’istesso tempo, Allegro non

troppo y andante maestoso. Bien es reconocida la labor de Ezequiel Fautario como

director y preparador de ópera y brilló dirigiendo tanto a la orquesta como al coro. El

Polifónico sonó muy bien preparado- merced a la magnífica labor de Antonio

Domeneghini-, al igual que los solistas. El repertorio alemán de cámara le sienta de

maravilla a una mezzosoprano de los quilates de Florencia Machado, quien se lució

interpretando a la anciana, al igual que el barítono Mauricio Meren como el sacerdote

druida. El tenor Marcos Guido también se lució en su aria, pero su voz sonó algo más

acotada y justa en el acompañamiento coral y los tutti orquestales. Una obra que se

ejecuta muy pocas veces y que ha sido un verdadero y auténtico placer que se haya

rescatado de un prolongado letargo.

Por último, se eligió en carácter de obra de cierre el imponente Ridda e fuga

infernale correspondiente al 2° acto de MEFISTOFELE de Arrigo Boito -ópera que no

se representa desde 2000 en el ámbito oficial-. Compuesta en 1868, el autor rompió con

los cánones tradicionales de la ópera italiana y pretendió introducir el estilo wagneriano,

ya que era un ferviente admirador del genio de Bayreuth. Si bien su estreno fue un

fracaso rotundo, tras la revisión posterior realizada en 1875 ganó gran aceptación entre

el público y se transformó en un éxito. En el 2° acto, Mefistófeles lleva a Fausto a las

montañas del Hartz para festejar la noche de Walpurgis (Sabbat). Los espectros

infernales alaban a Mefistófeles y le ofrecen una esfera de cristal como representación

del mundo (“Ecco il mondo”). La esfera se rompe en mil pedazos tras ser arrojada al

suelo y la multitud reinante danza y canta frenéticamente bajo un manto de notas de los

metales y un coro largo e intenso. Ese clima de brujería, frenesí y aquelarre fue

magistralmente recreado tanto por la orquesta como por el coro, con una precisión

matemática en los golpes de percusión y los tutti. La labor de ambos organismos se vio

coronda por una multitud de aplausos y vítores, pese a que no llegó a cubrirse la

totalidad de la capacidad del Auditorio.

Ha sido un digno homenaje a Puccini en el centenario de su fallecimiento y un

programa fantástico, que estuvo muy bien logrado. Para una noche de brujas, no hay

nada mejor que la buena música como un excelente antídoto contra los malos espíritus.

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