miércoles, 9 de julio de 2025

 El viernes 4/7 se presentó la OFBA en la Sala Principal del Teatro Colón con su directora titular M° Zoe Zeniodi

En la primera parte se pudo escuchar de Louise Farrenc la Sinfonía N° 2 en re mayor Op. 35 . Una buena decisión de programación ya que la compositora fue además  pianista y profesora francesa muy destacada en su tiempo pero  poco difundida hoy en día.De acuerdo a los archivos de Primeras Audiciones de Música Sinfónica en Argentina, trabajo realizado por el Licenciado Julio Palacio,  hasta el año 2008( ya que fue  año de su fallecimiento, por lo cual  quedó trunco el archivo en ese año) NUNCA se estrenó en Argentina una obra de la autora
La  obra en cuestión se estrenó en un concierto especial en el mes de mayo de 1849, pocos meses después de haberse  terminado.Según criticas de la época sus sinfonías constituyeron  interesantes manifestaciónes musicales y consagraron a Mme Farrenc, situándola entre los compositores distinguidos de la época
En la segunda parte del concierto se  escucho el Concierto para piano n.º 1 de  Tchaikovsky. Compositor de dotes parejas es recordado como melodista excepcional que no le fue en zaga a su habilidoso ingenio rítmico. Pianista de medios técnicos más que meritorios,el capítulo de su producción para teclado es amplio y variado. El concierto se escucho en la interpretación magnífica de la pianista rusa Anna Geniushene  quien demostró  altísima calidad interpretativa
Siendo uno de los más conocidos del autor, integra con toda comodidad, una lista con los cinco ejemplares más célebres del mundo entero.Refiriéndose a su obra,Tchaicovsky dijo que se trataba más de un duelo que de un “duetto” entre el piano y la orquesta. Respeta la antigua disposición clásica de hacer durar al 1° movimiento  la suma de los dos restantes. El segundo movimiento se inicia con una evocadora melodía confiada al comienzo a la flauta.Aquí cabe destacar la presencia de Amalia Pérez en su rol de solista invitada de la Orquesta, que hizo escuchar el bello sonido de su instrumento, también cabe destacar en este movimiento, un breve pasaje solista de cello  del atril titular de la Orquesta, José Alberto Araujo, siempre haciendo maravillas con su instrumento
Después de grandes aplausos del público presente la solista ofreció como bis la Bagatela Op.33 N° de L.v. Beethoven 

                                                                                                                  Marta Lugo de Palacio

lunes, 7 de julio de 2025

 TRIUNFAL INICIO CON M. BUTTERFLY EN EL MUNICIPAL


Por Jaime Torres Gómez

Inusualmente, recién comenzando julio, arrancó la temporada lírica del Teatro

Municipal de Santiago, esta vez con una de las óperas más amadas del repertorio

como es Madama Butterfly, de Giacomo Puccini.

Luego de ocho años de ausencia en el Municipal, retorna Butterfly como un título

lógico y estratégico para reencantar a los operáticos tradicionales y a la vez para las

nuevas audiencias, estas últimas como público del futuro.

Aún por recuperar los tradicionales seis títulos de ópera pre-pandemia, se ha avanzado

gradualmente, destacando -a la luz de sus estupendos resultados artísticos y

económicos- la incorporación del musical “La Novicia Rebelde” en abril pasado, al ser,

de alguna forma, un derivado del género lírico tal como la opereta y la zarzuela, y por lo

tanto, compatibles de ofrecerse en el patrimonial coliseo artístico nacional. Sólo advertir

a futuro no desproporcionar la programación de este tipo de género en perjuicio de la

cantidad histórica de títulos de ópera, so pretexto de cautivar a nuevas audiencias,

propendiendo así a un natural equilibrio.

Con tan sólo anunciar este título pucciniano, es esperable disponer de una masiva

concurrencia, al punto que se han contemplado varias funciones adicionales ante la

alta demanda de público, validándose así el interés por el cultivo de la ópera como

género.

Cabe señalar los potentes referentes de M. Butterfly en el Municipal, como en 1968 con

la gran Raina Kabaivanska, la recordada y recientemente fallecida Gilda Cruz-Romo

(1977), la legendaria Renata Scotto en 1985, Yoko Watanabe (1990), como la

aclamada producción de Keita Asari en 2001 y 2007, asimismo la provocativa puesta

de Hugo de Ana en 2015.

La presente producción estuvo encabezada por la afamada soprano chilena Verónica

Villarroel, en su debut como regisseur, el destacado diseñador Pablo Núñez en la

escenografía y vestuario, y Ricardo Castro como iluminador. En esta oportunidad, a

diferencia de las producciones de Asari y De Ana, discurrió en una lograda visión

tradicional y libre de mayores alambicamientos discursivos propios de extemporáneas

bases estéticas, que terminan desdibujando la esencialidad de la obra. Empero, hubo

momentos de caprichosas libertades lindantes en lo brutal e inexacto respecto al libreto

original, como caracterizar el personaje de Kate de manera hiperbólicamente altiva,

asimismo, al umbral de lo imperdonable, exacerbar el final con la presencia del niño

mirando el cuerpo de su madre fallecida…

Tal como fue concebida, la acción se situó a finales del siglo 19, respetándose lo macro

de la obra de teatro original de David Belasco más el complemento de los libretistas

Illica y Giacosa, de notable correlación músico-drama. Así, con celebrada limpidez, del

todo logrado el contraste cultural oriente-occidente, sin caer en lo panfletario ni

caricaturesco. Y con certera empatía la caracterización de cada personaje, dándose

natural fluidez al desarrollo del discurso teatral sin rayar en naturalismo.

La disposición espacial, con esenciales elementos corpóreos sin adscribir a lo

minimalista, se mostró proporcionado para el cometido, facilitando un eficaz


desplazamiento de masas. Sin perjuicio de ello, no fue acertado emplazar la casa muy

a un costado, privando total visión al público ubicado en ese flanco, ante lo cual

siempre es deseable situar mejor los puntos de fuga en aras de una mayor

“democratización visual”… Y de refinado gusto la tenue policromía de colores de la

escenografía y vestuario, apostando por una celebrada amabilidad visual,

estupendamente apoyada por un acertado (y empático) apoyo lumínico.

En lo musical, gran concertación de Paolo Bortolameolli, completamente idiomática y

entendiendo a cabalidad las claves del lenguaje pucciniano, de refinada riqueza

armónica, tímbrica y colorística (no es fácil abordar Puccini, por su compleja simbiosis

entre lo peninsular, en lo melódico y expresivo, y lo galo, de exquisito tratamiento de

texturas instrumentales). De equilibrada lectura, con inteligente administración de la

contención y el desgarro, hubo una galería de certeros matices, acentos y

transparencias más una celebrada adopción de tempi. Gran apoyo a las voces,

logrando una interpretación bien integrada entre foso y palco escénico. Completa

adhesión de la Filarmónica de Santiago a la autorizada batuta de Bortolameolli, su

actual Director Titular Designado.

Excelente servicio general de los roles protagónicos y comprimarios, principiando por

una notable Erika Grimaldi como Cio Cio San, de consumada inteligencia y

profundidad interpretativa; sin duda, de las más grandes Butterfly que se tenga

recuerdo en el Municipal. De pareja línea de canto, con fortalezas en firmes agudos

más una formidable administración de las medias voces, compone un physique du rôle

de penetrante psicología enfatizado en una idealización del contexto no

necesariamente de una adolescente de 15 años, sino expandido a toda persona

obsesionada por una causa…

De los demás roles, con hermoso timbre y buenos medios vocales y de actuación, el

tenor José Simerilla Romero logra un entregado Pinkerton, aunque, en momentos, de

proyección errática y ciertas sinuosidades en el passaggio. La mezzo Kai Rüütel-

Pajula, de importante material, ofrece una acertada Suzuki, aunque a ratos poco

audible. Notable como Sharpless el barítono Eleomar Cuello, con una entrega del todo

creíble en musicalidad y actuación. Notable y justificada la venida desde Europa del

tenor Mikeldi Atxalandabaso para el ingrato rol de Goro, normalmente atendido por

cantantes locales, explicándose esta presencia ante, quizás, la escasez de voces

nacionales para dicho rol. De los demás roles comprimarios, acertados resultados de

Matías Moncada como Bonzo, Ismael Correa en un extraordinario Yamadori, Pilar

Garrido como Kate y Pedro Alarcón como Comisario Imperial.

En suma, un triunfal inicio de la temporada lírica del Teatro Municipal de Santiago, y

buen referente para proyectar las futuras temporadas de ópera del decano coliseo

artístico nacional.

 

Una vez mas Miceal O'Rourke dando muestras de su talento, esta vez en la Usina del Arte. Fotografía de la autora del presente comentario


Excelente recital de Miceál O’Rourke en el Ciclo de Cámara de la Usina del Arte


EL SONIDO PRÍSTINO COMO VALOR AGREGADO

Martha CORA ELISEHT


Asiduo visitante de la Argentina en numerosas oportunidades, el pianista

irlandés Miceál O’Rourke es sinónimo de maestría y calidad en sus interpretaciones.

Tras haber actuado durante el transcurso del corriente año en el Salón de Honor del

Palacio Domingo Faustino Sarmiento y en el Salón Dorado del Teatro Colón junto al

Cuarteto BRÍOS, este prestigioso intérprete ofreció el pasado domingo 6 del corriente

un recital de piano dentro del Ciclo de Cámara de la Usina del Arte, donde se

interpretaron las siguientes obras:

- Variaciones sobre una canción popular rusa en Re menor (Chanson russe

variée)

- Nocturno en Mi menor n°8, H 46- John FIELD (1782-1837)

- Andante spianato y Gran Polonesa brillante, Op.22- Frederic CHOPIN (1810-

1849)

- Cuadros de una Exposición- Modest MUSSORGSKY (1839-1881)

Ante una sala de cámara que contó con numeroso público, Miceál O’Rourke

abrió el recital con dos obras del compositor irlandés John Field, cuya extensa

producción se encargó de rescatar y difundir mediante una serie de grabaciones que se

encuentran disponibles en plataformas digitales. La primera data de 1818 y se trata de

una serie de variaciones sobre un tema popular ruso, que abordó con una interpretación

magistral, diáfana y cristalina. Precisamente, una de las principales características de

este gran pianista es el sonido puro y prístino de sus interpretaciones -

independientemente de su prodigiosa memoria-. No sólo fue muy prolífico, sino que

John Field fue el primer compositor de la historia de la música que escribió quintetos

para piano y cuarteto de cuerdas, además de acuñar el término nocturno para referirse a

una serie de composiciones breves para piano, ya que era un eximio intérprete de dicho

instrumento. Provenía de una acomodada familia de músicos e hizo numerosas giras por

Inglaterra, Francia, Viena y Moscú -donde finalmente, falleció tratando de buscar la

cura contra un cáncer que puso fin a sus días- y escribió 7 conciertos para dicho

instrumento, motivo por el cual se lo considera un compositor emblemático en su país

natal. Por dicho motivo, O’Rourke eligió el Nocturno en Mi menor n°8 H 46, que data

de 1821 y que sonó de manera brillante y precisa.

Siendo ganador de la medalla Chopin por la Sociedad Chopin de Varsovia por la

calidad de sus interpretaciones del poeta del piano, no podía faltar dentro del presente

recital una obra emblemática del gran compositor polaco: el Andante spianato y Gran

Polonesa brillante en Mi bemol mayor, Op.22, que fue compuesta en dos períodos:

primero, la Gran Polonesa brillante en Mi bemol mayor, que data de 1830- 1831.

Posteriormente y, a modo de introducción extensa, Chopin le agrega el Andante

spianato en 1834. A diferencia de la polonesa, está escrito en Sol mayor y, en la


presente versión, Miceál O’Rourke ofreció una interpretación magistral, sutil, vibrante

y, por sobre todas las cosas, solemne de esta célebre obra. El pianista fue sumamente

aplaudido al finalizar la misma y, tras una breve pausa, se dirigió nuevamente al teclado

para ofrecer una versión de fuste de otra obra: Cuadros de una Exposición de

Mussorgsky, compuesta originalmente en 1874 como una suite para piano basada en

una exhibición póstuma de 10 pinturas de su amigo y artista plástico Viktor Hartmann

(1834-1873) organizada por el crítico de arte y asesor del Grupo de los Cinco Vladimir

Stásov (1824-1906). Posteriormente, Maurice Ravel realiza su célebre orquestación en

1922, que forma parte de repertorio de cualquier orquesta sinfónica que se precie como

tal. Los cuadros que la integran son: Gnomos, El viejo castillo, Tullerías, Bydio (cabeza

de ganado), Ballet de los polluelos en sus cáscaras, Samuel Goldenberg y Schmuyle, El

mercado de Limoges, Catacumbas, La cabaña de Baba Yaga (sobre patas de gallina) y

La gran puerta de Kiev. A esto se le suma el motivo conductor (Promenade), donde el

visitante entra al salón donde se exhiben los cuadros. Escrito en estilo diatónico, este

pasaje describe la acción y crea la tensión. Luego de la quinta repetición del motivo, da

la impresión que el visitante se ensambla con los cuadros y forma parte del universo

pictórico.

Desde el punto de vista pianístico, la suite posee dos tipos de armonización: la

diatónica, para los cuadros poéticos, y la cromática, mediante escalas de tonos enteros,

octatónicas y yuxtaposición de pasajes para los cuadros de tono fantástico y misterioso.

En la presente versión, la Promenade sonó solemne desde el principio hasta el final, con

un sonido prístino y una precisión absoluta en cada una de las partes que integran esta

suite. Logró unos matices increíbles en cada una de las partes con un perfecto dominio

de tempi y majestuosidad en la cadencia final que cierra la obra. El público lo ovacionó

y el intérprete ofreció dos bises: El viejo castillo y un Nocturno en Mi menor de Chopin,

que sonaron magistralmente para poner punto final a un brillante recital.

Con un intérprete de semejantes quilates que visita tan asiduamente la Argentina,

sería muy bueno que Miceál O’Rourke tuviera su lugar sobre el escenario del Colón; ya

sea para ofrecer un recital o interpretar algún concierto para piano y orquesta en calidad

de solista. Ha dado muestras de sobra para merecerlo y sería muy bueno que esta

crónica sirva para que las actuales autoridades del Colón lo tengan en cuenta al

momento de programar una próxima temporada.

 Regular desempeño de Zoe Zeniodi al frente de la Filarmónica en el Colón


UN PROGRAMA DESLUCIDO Y BASTANTE OPACO

Martha CORA ELISEHT


Tras el excelente homenaje con motivo del centenario del nacimiento de Luciano

Berio de la semana pasada, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires volvió al ruedo de

la mano de su titular -Zoe Zeniodi- el pasado viernes 4 del corriente en el Teatro Colón

dentro de su tradicional Ciclo de Abono. En esta ocasión, contó con la pianista Anna

Geniushene en calidad de solista para brindar el siguiente programa:

- Sinfonía n°2 en Re mayor, Op.35- Louise FARRENC (1804-1875)

- Concierto n°1 para piano y orquesta en Si bemol menor, Op.23- Piotr I.

TCHAIKOVSKY (1840-1893)

Llama la atención el orden de las obras comprendidas en el programa, ya que figura

una sinfonía como primera obra y un concierto para piano y orquesta tan famoso como

el enunciado en calidad de obra de fondo. Según declaraciones de la directora helénica

en redes, “un concierto para piano y orquesta tan conocido y de semejantes

dimensiones es una obra enorme”. ¿Acaso una sinfonía no lo es, independientemente

de su autor -o autora- en este caso?... Sea como fuere, lo importante es que se incluyó

una obra de una compositora francesa prácticamente desconocida en el medio local:

Louise Farrenc (1804-1875), nacida en París como Jeanne- Louise Dumont y hermana

del escultor Auguste Dumont. Estudió piano y composición en el Conservatorio de París

con Antoine Reicha, Ignaz Moscheles y Johann Nepomuk Hummel. Posteriormente, se

casó con el compositor y editor musical Aristide Farrenc, de quien tomó su apellido y

quien la catapultó a la fama por presentar dotes extraordinarias como pianista y

compositora. Si bien compuso tres sinfonías entre 1843 y 1849, abundante música de

cámara- de las cuales, su Septeto en Mi menor es la más famosa-, obras corales y una

extensa obra para piano, su obra cayó en el olvido por haberse dedicado exclusivamente

a la música instrumental y no haber compuesto ópera, género muy popular en Francia

en el siglo XIX. No obstante, por haber vivido en la misma época que Mendelssohn y

Schumann, su estilo reúne elementos comunes de estos grandes compositores

románticos. Su Sinfonía n°2 en Re mayor – escrita en forma de sonata- data de 1849 y

posee 4 movimientos: Andante- Allegro/ ndante/ Scherzo. Vivace/ Andante. Allegro, que

combinan temas de gran lirismo con coros de maderas que aportan calidez, sonando

muy beethoveniana en determinados pasajes y schumaniana en otros. Con una

formación característica del repertorio romántico, la Filarmónica ofreció una buena

versión de esta obra, que no se caracterizó por poseer gran brillo, excepto en el Scherzo.

Según opinión de quien escribe, se le pudo haber sacado un poco más el jugo

brindándole mayor vuelo orquestal o explorando la paleta tonal en toda su dimensión.

Compuesto en Moscú entre 1874 y 1875, el celebérrimo Concierto n°1 en Si bemol

menor para piano y orquesta, Op.23 de Tchaikovsky constituye el paradigma del

concierto romántico para dicha formación. Originalmente dedicado a Nikolai


Rubinstein- su profesor en el conservatorio de Moscú-, éste manifestó su desagrado

cuando lo ejecutó. Profundamente decepcionado por su actitud, Tchaikovsky decidió

cambiar la dedicatoria a Hans von Bülow, quien lo estrenó en Boston en Octubre de

1875, gozando de un éxito rotundo que predomina hasta la actualidad. Sus tres

movimientos (Allegro non troppo e molto maestoso (en Re bemol mayor)- Allegro con

spirito (en Si bemol menor) / Andantino semplice- Prestissimo (Re bemol mayor) /

Allegro con fuoco (Si bemol mayor)) representan un auténtico desafío para el solista, ya

que las cadencias, arpegios y pasajes son de extrema dificultad técnica. Por ser una

obra tan famosa universalmente, cualquier falla se aprecia enseguida. Si bien se apreció

una mejor calidad de sonido por parte de la orquesta por ser una obra de repertorio, la

pianista incursionó en numerosos errores de interpretación: ralenteo de tempi al final del

1° movimiento, numerosas notas en blanco y algunos errores en la resolución de

pasajes, pese a que su pulsación y el manejo de los arpegios usando elementos de la

escuela rusa era sorprendente. En cambio, los solistas de los principales grupos de

instrumentos tuvieron una destacada actuación en sus solos -José Araujo en violoncello,

Amalia Pérez en flauta, Néstor Garrote en oboe y Juan Ignacio Ferreirós en timbal, entre

otros-. Si bien hubo muy buen dominio de tempi en el movimiento final por ambas

partes, Anna Geniushene volvió a dar notas falsas en el Allegro con fuoco. Una pena

que se haya arruinado un concierto tan hermoso y célebre, a pesar de que fue aplaudido.

La pianista aprovechó para ofrecer un bis: un Impromptu de Schubert, que sonó muy

bien y sumamente prolijo. Ahí se la pudo apreciar en toda su dimensión.

Se están apreciando numerosas irregularidades en el desempeño de Zoe Zeniodi

como directora titular de la Filarmónica en los conciertos que tiene a su cargo. Esta

diferencia es aún mayor y se incrementa luego de haber apreciado el excelente

desempeño y la mejoría de la calidad de sonido de la orquesta por parte de otros

directores invitados. Es hora de tomar una decisión al respecto para salvaguardar el

prestigio de la orquesta y sus integrantes, ya que parece ser que el cargo le queda

demasiado grande o no le sienta bien el sayo con el que la han investido.

domingo, 6 de julio de 2025

 


Final de la escena de la corte marcial de Billy Budd de Benjamin Britten en el Teatro Colón de Buenos Aires. Créditos: Prensa Teatro Colón, fotografía de Lucía Rivero.



Estreno argentino de “Billy Budd”, en el Colón

 

UNA MUY BUENA VERSIÓN

Escribe: Graciela Morgenstern

Jueves 3 de julio, 2025

Sala: Teatro Colón

Fotos: Arnaldo Colombaroli, Prensa Teatro Colón

 

“Billy Budd”, de Benjamin Britten

Libreto: Edward Morgan Forster y Eric Crozier

Elenco: John Chest, Toby Spence, Hernán Iturralde, Homero Pérez Miranda, Gonzalo Araya, Alejandro Spies, Fernando Radó Sebastián Angulegui, Santiago Martínez, Leonardo Estévez y otros

Coro Estable del Teatro Colón. Director: Miguel Martínez

Coro de niños del Teatro Colón. Directora: Helena Cánepa

Orquesta Estable del Teatro Colón

 Iluminación: José Luis Fiorruccio.

 Escenografía: Diego Siliano. 

Vestuario: Luciana Gutman.

Dirección de escena: Marcelo Lombardero

Dirección musical: Erik Nielsen

 

Por fin el Teatro Colón materializó el postergado estreno de “Billy Budd”, de Benjamin Britten.  El libreto de E. M. Forster y Eric Crozier, basado en la novela de Herman Melville presenta el conflicto entre la ley y la verdadera justicia, entre la belleza exterior e interior y la maldad. La versión presentada fue muy buena.

El elenco, totalmente masculino fue homogéneo, en términos generales, con muy buen rendimiento vocal tanto de quienes encarnaron los roles principales como de los que cantaron los numerosos papeles comprimarios que la ópera contiene.

John Chest como Billy Budd se desempeñó con soltura escénica y desplegó su voz,  de bello metal y buen caudal, para concretar una excelente actuación. A su lado, Toby Spence (Capitán Vere) cumplió con su papel de manera satisfactoria, a pesar de que se notó un cierto desgaste vocal en algunas notas. A pesar de que el personaje de John Claggart requiere un bajo profundo, Hernán Iturralde realizó una muy buena interpretación del mismo desde todo punto de vista.

El resto del elenco, como ya se dijo, cumplió con sus personajes de manera muy eficiente.

Sin duda, en esta ópera, las escenas corales son de gran relevancia y tal vez, las más atractivas. El Coro Estable mostró una vez más, su solvencia vocal y ductilidad, bajo la dirección de Miguel Martínez, en una magnífica labor.

No menos importante fue la actuación del Coro de Niños, dirigido por: Helena Cánepa.

En tanto, Erik Nielsen dirigió a la Orquesta Estable, realizando un trabajo muy bien logrado en cuanto a tiempos, pulso y equilibrio sonoro.

La marcación escénica, a cargo de Marcelo Lombardero, fue impecable, con importantes contribuciones de Diego Siliano, cuya escenografía estuvo perfectamente adaptada a los ambientes de la obra y permitió cambios de escena rápidos y eficaces. De la misma manera, el adecuado vestuario de Luciana Gutman y la iluminación de José Luis Fiorruccio contribuyeron al espléndido efecto general.

 

Un estreno esperado que fue recibido con entusiasmo por parte del público.

 

CALIFICACIÓN: MUY BUENO


sábado, 5 de julio de 2025

 

Escena de Billy Budd de Benjamin Britten en la espectacular visión de Marcelo Lombardero y Equipo para el Teatro Colón. Créditos: Prensa Teatro Colón y la muy buena captura de Lucía Rivero.


Britten; Billy Budd – Teatro Colon 2025

Finalmente, el Teatro Colon estrena la opera de Benjamin

Britten, Billy Budd, que en el año 1982 había sido programada

por el entonces Director Artístico del teatro, el recordado Enzo

Valenti Ferro. En ese entonces, las circunstancias que vivía el país

con motivo de la guerra de Las Malvinas, llevó a que Valenti

Ferro debiera hacer algunas modificaciones en cuanto a títulos y

elencos, motivo por el cual el estreno de esta interesante opera

de Britten no puedo ser ofrecido.

La versión que hoy nos ofrece el Teatro Colon es realmente muy

buena, tanto desde el punto de vista escénico como musical.

Por motivos de salud, en la función del miércoles 2, no

participaron el tenor Stephen Costello en el rol de Billy Budd, ni

el bajo David Leigh, como Johnn Cleggart. Esos roles fueron

asumidos por los cantantes que participan en el reparto del

primer elenco de la obra; Toby Spence y Hernán Iturralde,

respectivamente. Ambos aristas cumplieron una destacada labor

en sus respectivos roles.

John Chest y Sean Michel Plumb fueron los encargados del papel

de Billy Budd. El primero cantó en la función del jueves 3. Chest

fue un estupendo Billy, de potente y hermosa voz, y le dio al

personaje carácter y soltura escénica. Plum, en la función del día

2, fue muy eficiente en su rol y con una actitud más inocente en

su interpretación de Billy. Una marcada diferencia en la

interpretación entre ambos, igualmente válidas y valorables.

También fueron remarcables las actuaciones de Leonardo

Estevez, como Dansker; Santiago Martinez, como Un novato; y

Gonzalo Ayala como Squeak. Aún en roles menores, el reparto

tuvo un buen desempeño lo que contribuyó a la calidad del

espectáculo.


El Coro Estable, en una estupenda labor, digna de la jerarquía

que durante cien años ha demostrado este cuerpo.

El maestro Erik Nielsen al frente de la estable, tuvo un estupendo

desempeño y fue un factor clave para el éxito la función.

La puesta en escena que Marcelo Lombardero y Diego Siliano

crearon para el estreno Sudamericano de Billy Budd, en Santiago

de Chile en 2013, fue agiornada y adaptada para el Teatro Colon.

Un gran trabajo de ambos donde la acción se desarrolla en el

ambiente natural que la obra requiere y la acción escénica

permite seguir el relato argumental coherentemente y sin

sobresaltos.

En síntesis; muy buen espectáculo.

Roberto Falcone

 Maximiano Valdés y Sinfónica en Viña: excelencia a borbotones…

Por Jaime Torres Gómez

Desde la reapertura del emblemático y patrimonial Teatro Municipal de Viña del

Mar en diciembre del 2023, luego de 13 años inutilizado post terremoto del 2010,

ha cosechado logros de una permanente continuidad en la oferta de las artes

musicales y escénicas.

Destacable ha sido la curatoría programática liderada por la actual administración,

convocando a buenos conjuntos del ámbito docto y popular con contenido, amén

de una equilibrada política de accesos -gratuitos y pagados-, reflejado en altas

audiencias promedio.

Dentro de lo presenciado desde comienzo de año, importantes han sido las

presentaciones de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, Sinfónica Nacional

Juvenil, Orquesta de Cámara de Chile, más interesantes programas de

Candlelight como deslumbrantes producciones de los musicales Cats y Mamma

Mia, a cargo de Luis Fierro Producciones.

En este contexto, terminando este primer semestre, llega nuevamente la

Sinfónica Nacional de Chile, la decana orquestal del país, en esta oportunidad

dirigida en calidad de invitado por el prestigioso maestro chileno Maximiano

Valdés Soublette, de ancestros viñamarinos.

Muy acertado el homenaje ofrecido (con un minuto de silencio) por las autoridades

del Municipal al recordadísimo maestro Rodolfo Saglimbeni, director titular en

ejercicio de la Sinfónica, recientemente fallecido, y quien en enero se presentó en

la misma sala junto a esta agrupación en un recordado concierto…

Con un lleno total, el programa -sin presentación en Santiago y preparado

únicamente para Viña-, contempló obras de raigambre germana de notable

factura, como los Dos Preludios para Orquesta de Alfonso Leng, la Obertura

Leonora 3 de L.V.Beethoven y la Segunda Sinfonía de J. Brahms.

En el caso de los Dos Preludios de Leng -compositor fundamental de la música

de tradición escrita en Chile-, se trata de un orgánico de dos piezas compuestas

entre 1905-1906, y que se enmarcan en una estética cercana a Wagner e incluso

a Scriabin. Magníficamente concebidos, su trama interna evoca desgarro y

nostalgia servida de completa poesía, amén de un completo oficio de armonía y

orquestación. De amplia difusión es el arreglo para cuerdas del Primer Preludio

hecho por el mismo Leng, conocido como Andante para Cuerdas.

Notable versión de Valdés, de irrefutable autoridad ante su cabal entendimiento de

la obra. Gran trabajo en transparencias, ensamble y texturas, proveyendo total

claridad del tejido armónico. Los sinfónicos, en total sintonía con la batuta invitada.


Posteriormente, una interesante versión de la Obertura Leonora N° 3 de

Beethoven, que, en realidad, es un interludio entre el penúltimo y último acto de

su ópera Fidelio, sintetizando magistralmente la esencia de la misma, desde el

cautiverio de Florestán en la mazmorra, luego una cita a su gran aria del segundo

acto interrumpida por el evocativo toque del clarín (trompeta), preludiando la

libertad encabezada por su esposa (Leonora), para terminar con un arrebatador

júbilo final como canto a la libertad y el amor conyugal.

Valdés inscribe su versión con una óptica de mayor relieve interior por sobre la

extraversión, delineando pulcramente los diversos motivos y transiciones con

prístinas exposiciones de las líneas melódicas, amén de una inteligente

administración del caudal sonoro (estupendo control de fortes-pianissimi). Atenta

respuesta de la decana en todo orden, y mejor potenciada ante la fabulosa

acústica de la patrimonial sala.

Finalmente, una importante versión de la Segunda Sinfonía de Brahms,

largamente ausente en la zona. A diferencia de sus otras sinfonías, se trata de un

paréntesis en carácter, más bien asociado a lo “bucólico”. De claros contrastes

(casi de visos dialécticos), dispone de motivos ora de aguerridos tintes, ora de

tierna amabilidad, trascendiendo finalmente un aura de jubiloso espíritu. 

Extraordinaria lectura del maestro  Valdés, con irredargüible coherencia expositiva,

pletórica en matices, estupendos fraseos y calibrada progresividad expresiva. Los

sinfónicos, con atenta respuesta general, en especial las cuerdas y buena parte de

las maderas, aunque en deuda la homogeneidad de los bronces… Con todo, un

importante resultado artístico, y debidamente justipreciado por el numeroso

público asistente.

 


Tito Ceccherini, el  Octeto Vocal y La Filarmónica. Protagonístas dele xtraordinario concierto de abono del Sábado 28. Créditos Prensa Teatro Colón con la magnífica captura de Juanjo Bruzza.


rdinaria actuación de Tito Ceccherini al frente de la Filarmónica en el Colón

 

EL REPERTORIO CONTEMPORÁNEO, DE PARABIENES

Martha CORA ELISEHT

 

            Con motivo de cumplirse el centenario del nacimiento del compositor italiano Luciano Berio (1925-2003), el Teatro Colón organizó una serie de conciertos y conferencias en su homenaje. El primero tuvo lugar dentro del Ciclo COLÓN CONTREMPORÁNEO el pasado sábado 28 del corriente, donde participó la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (OFBA) bajo la dirección de Tito Ceccherini, con la presencia de un octeto vocal integrado por los siguientes cantantes: las sopranos Sabrina Sosa y Alejandra Cabral; las contraltos Verónica Notro y Griselda Adano; los tenores Esteban Manzano y Luca Eizaguirre y los bajos Federico Trillo y Jonathan Favilla preparados por Rodrigo de Caso para interpretar el siguiente programa:

-          Circulating Oceans (estreno sudamericano)- Toshio HOSOKAWA (1955)

-          Sinfonía para 8 voces y orquesta- Luciano BERIO (1925-2003)

Este concierto contó con el auspicio del Instituto Italiano de Cultura y Barry Editorial, quien brindó las partituras para su realización.

Con un orgánico prácticamente completo que incluyó piano, celesta, órgano y abundante percusión, el concertino Nicolás Favero brindó la tradicional afinación de instrumentos previa al ingreso de Tito Ceccherini para interpretar en calidad de estreno sudamericano Circulating Oceans de Hokosawa, obra en 9 movimientos inspirada en el ciclo del agua, sus movimientos y el proceso de la respiración humana trasladado al lenguaje orquestal. Fue encargada a pedido del Festival de Salzburgo en 2005 y su estreno tuvo lugar en la Groβes Festspielhaus de dicha ciudad por la Filarmónica de Viena dirigida por Valery Gergiev. Según palabras del propio compositor:

“A la vista de los nombres de los movimientos, puede parecer una ilustración musical sobre el ciclo del agua. Pero CIRCULATING OCEANS es más que eso: el ciclo del elemento agua simboliza el ciclo de la vida humana, nuestro apego a la Naturaleza, nuestra búsqueda de la vacuidad, la superación de los límites y la perfección. Intento comprender el sonido como el elemento líquido. Las olas que van y vienen se pueden sentir como la voz de la eternidad”.

    Los 9 movimientos integrantes de la mencionada obra son los siguientes: Introducción, Silent Ocean (Océano silencioso), Waves from the Ocean (Olas del Océano), Cloudscape in the sky (Paisaje de nubes en el cielo), Storm (Tormenta), Waves (Olas), Breeze in the Ocean (Brisa sobre el Océano), The wáter returning to the sky again (El agua retorna nuevamente al cielo) y Mist on the Ocean (Niebla sobre el Océno). Se inicia con un ostinato en cuerdas de estilo minimalista hasta la entrada de maderas y metales, con contrapuntos numerosos entre cuerdas, arpa, celesta y percusión, con numerosos glissandi y trémolos en cuerdas. Estos últimos -en contrapunto con las maderas- dan el efecto sonoro del agua como motivo conductor. La obra presenta una muy buena policromía, crescendi, diminuendi y desarrollo temático, que incluye un bellísimo solo de flauta baja (de sonido más grave que la flauta en Sol) y fagot en contrapunto con el violoncello y el violín -brillantes actuaciones de Horacio Massone, Gabriel Larocca, José Araujo y Nicolás Favero, respectivamente-. No sólo Tito Ceccherini es un especialista en este tipo de repertorio, sino que, además, hizo brillar a la Filarmónica con ese sonido europeo que siempre la caracterizó -y que una ya daba por perdido-. Al final, la melodía se diluye para brindar el efecto sonoro de la niebla sobre el océano. Una magnífica versión, que fue muy bien recibida por el público y coronada por numerosos aplausos.

Oriundo de Oneglia -el mismo pueblo natal de la familia Belgrano-, Luciano Berio fue descendiente de una familia de músicos. Su padre y su abuelo eran compositores y completó sus estudios en el Conservatorio “Giuseppe Verdi” de Milán bajo la tutela de Giulio Cesare Paribeni y Federico Ghedini. Posteriormente, viaja a Estados Unidos para estudiar composición con Luigi Dallapiccola en Tanglewood, donde incursiona en el serialismo. Seguidamente, se traslada a Darmstadt (Alemania) para tomar clases de música contemporánea en los cursos de Verano de Nueva Música, donde conoce a Györgi Ligeti, Karlheinz Stockhausen, Pierre Boulez y Mauricio Kagel. Ahí comenzó su interés por la electroacústica y fundó en 1954 junto a Bruno Maderna el Studio de fonología Musicale en la RAI de Milán, que se transformó en el primer estudio de música electrónica en Italia y de donde salieron obras innovadoras como Thema. Omaaggio a Joyce, basada en “Sirenas” de ULISES y Secuencias, donde conjuga la tradición técnica- interpretativa con desafío de técnicas extendidas y aborda la voz humana en todos sus aspectos como un caleidoscopio de fonemas, gestos melódicos y textos en diferentes idiomas. En 1968 compone “O, King” luego de la muerte del líder religioso afroamericano para 8 voces y orquesta que, posteriormente, se incluye en su obra más famosa: Sinfonía, que data del mismo año y que también está compuesta para la misma formación. En este caso, las voces utilizan amplificación y no sólo cantan de manera entonad, sino que, demás, susurran, gritan y recitan palabras de Le cru et le cuit de Claude Lévi- Strauss mezclado con fragmentos de El innombrable de Samuel Beckett. Su estreno se produjo en Octubre de 1968 por encargo de la Filarmónica de New York con motivo del 125° aniversario de la orquesta mientras se desempeñaba como profesor de composición en la Julliard School of Music, dirigiendo a la mencionada agrupación desde el podio. Se divide en 5 partes y posee un orgánico muy completo -que incluye piano, celesta, órgano, cémbalo y una orquesta de cámara de 8 integrantes ubicada sobre el lado derecho del escenario, en diálogo con el resto de la masa principal. La melodía conjuga atisbos de atonalidad con reminiscencias de compositores como Bach, Ravel (La Valse) y, principalmente, Gustav Mahler, a quien Berio homenajea en el 3° movimiento (In ruhig flieβender Bewegung) insertando fragmentos de sus sinfonías. También inserta fragmentos de La Mer de Debussy y los hilvana con el ensamble vocal y elementos de electroacústica. El ensamble vocal abre el 4° movimiento, mientras que la soprano solista lo hace en el movimiento final, acompañada por la melodía en el piano. Mediante una serie de tutti orquestales enlazados con variaciones sobre el primer tema junto al ensamble vocal, el movimiento se desarrolla hasta que, hacia el final, la música se desvanece hasta desaparecer. La magistral conducción de Tito Ceccherini, la profesionalidad de los músicos de la Filarmónica y el perfecto ensamble de las 8 voces participantes lograron una excelente versión de esta obra tan compleja y difícil, que permitió el lucimiento de todos los artistas. Y, pese a ser una obra contemporánea de las características anteriormente mencionadas, fue muy aplaudida al final de la interpretación.

Una siempre insiste que la renovación del repertorio y la incorporación de este tipo de obras es algo muy enriquecedor para cualquier orquesta sinfónica y este concierto no ha sido la excepción a la regla, sino todo lo contrario. Fue algo que le hizo muy bien a la Filarmónica y le permitió reencontrarse con su sonido típico y característico.







La pianista Monica Zubzuck durante su presentación en la Casa de Rusia en Buenos Aires. Fotografía de la autora del presente comentario,



Muy buen recital de piano a cargo de Mónica Zubczuk en la Casa de Rusia

UN NUEVO ESPACIO Y REFUGIO DE LA CULTURA
Martha CORA ELISEHT

Sita en el barrio de Almagro, la Casa de Rusia siempre ha sido un punto de
encuentro de todos los inmigrantes oriundos de dicho país en Argentina y centro de
referencia para los amantes de su cultura, sus costumbres y la enseñanza del idioma ruso
para todos aquellos interesados en aprenderlo. Últimamente, la institución se ha
transformado en un nuevo espacio dentro de la vasta oferta cultural que tiene la Ciudad
de Buenos Aires donde -entre otras cosas- se ofrecen conciertos de cámara y recitales.
Precisamente, el pasado viernes 27 del corriente tuvo lugar en dicho espacio un recital
de piano a cargo de maestros y pianistas egresados del Conservatorio de Música “Julián
Aguirre” de Banfield bajo la dirección de su titular -Mónica Zubczuk- integrado
exclusivamente por obras de uno de los más grandes compositores rusos para dicho
instrumento: Sergei Rachmaninov (1873-1943) a modo de homenaje.
Se interpretaron las siguientes obras:
- Elegía: primera pieza de Fantasía, Op.3 (Jonathan RIVERO)
- Serie de Preludios, op.23:
- N°4 (Mónica ZUBCZUK)
- N°5 (David DUARTE)
- N°6 (Leandro ROMERO)
- Momentos Musicales, Op.16, n°1 y n°4 (Mónica ZUBCZUK)
- Seis piezas, Op.11 (para piano a cuatro manos) (Matías WILSON y Anabel
LOZA SUBÍA)
La apertura estuvo a cargo de las autoridades de la Casa Rusa y de su encargado
de Cultura, quienes dieron la bienvenida al público y presentaron a Mónica Zubczuk,
quien, a su vez fue la encargada de anunciar las obras y presentar a los intérpretes.
No sólo Rachmaninov ha sido uno de los mayores compositores para piano, sino,
además, un pianista eximio. Nacido en el seno de una familia de músicos perteneciente
a la aristocracia, comenzó a tocar piano a los 4 años y, posteriormente, se graduó en el
Conservatorio de Moscú en 1892. Para ese entonces, ya había compuesto varias piezas
orquestales y para piano. Luego de la Revolución de Octubre de 1917, el compositor y
su familia abandonaron Rusia para radicarse primero en Finlandia, Dinamarca, Noruega
y desde allí, a Estados Unidos, país donde fallece en 1943. Su vasta obra para piano no
sólo comprende los 4 concierto para dicho instrumento y la célebre Rapsodia sobre un
tema de Paganini, sino varias de las composiciones ofrecidas en el presente recital, que
datan del período entre 1892 y 1896, de gran complejidad y difícil ejecución.
La primera de las obras con las que abrió el presente recital data de 1892 y pertenece
a una serie de 5 piezas de fantasía (Morceaux de Fantasie) Es una Elegía en Mi bemol
menor escrita en tempo moderato, con una muy buena interpretación caracterizada por

su precisión y finura por parte de Jonathan Rivero. Seguidamente, Mónica Zubczuk
hizo gala de su maestría y calidad interpretativa en el Preludio n°4 en Re mayor
(Adagio), perteneciente a la serie de Diez Preludios, Op.23, compuestos en 1901 y
estrenados en 1903 tras el matrimonio del compositor con Natalia Satin. Le siguió
David Duarte con el célebre Preludio n°5 en Sol menor (Alla marcia), de carácter
netamente ruso y epítome del nacionalismo de Rachmaninov. No obstante, sonó algo
más fuerte que lo habitual, pese a que el tempo estuvo muy bien marcado. En cambio,
Leandro Romero se caracterizó por la elegancia y refinamiento en su interpretación del
n°6 en Mi bemol mayor (Andante). Seguidamente, Mónica Zubczuk interpretó dos de
los Seis Momentos Musicales Op.16, compuestos entre Octubre y Diciembre de 1896: el
n°1 (Andantino en Si bemol menor), que, a su vez, es el más prolongado de los seis y el
n°4 (Presto en Mi menor), que -por momentos- remeda al Estudio Revolucionario de
Chopin y que es un auténtico tour de force para el ejecutante en términos de resistencia
y precisión. Una magnífica versión para cerrar la primera parte del recital y una ovación
de aplausos para la intérprete.
Para la segunda parte se eligieron las Seis piezas Op.11 para piano a cuatro manos,
compuestas en 1894 y que son las siguientes: Barcarola, Scherzo, Thème russe, Vaalse,
Romanza y Slava. Mientras Matías Wilson marcaba la melodía con una excelente
pulsación, Anabel Loza Subía hizo gala en cuanto a matices, sutileza y calidad
interpretativa. Posteriormente, los pianistas se fueron alternando en sus roles, logrando
una versión muy precisa en los temas auténticamente rusos (Thème russe y Slava), que
sonó de manera marcial y solemne hasta culminar al unísono en esta última pieza. La
interpretación se caracterizó no sólo por la calidad de los solistas, sino también por su
brillo y matices. Ambos se retiraron muy aplaudidos y el resto de los pianistas se
presentaron para realizar el saludo final, donde no faltaron los ramos de flores atados
con cintas con los colores de la bandera rusa: rojo, azul y blanco. Agradecieron a las
autoridades por el apoyo otorgado para la realización del concierto y la oportunidad
brindada. Un gran homenaje a Rachmaninov en manos de grandes intérpretes.

 

El Maestro Ricardo Sciamarella, magnífico protagonísta del reciente concierto de la Orquesta Sinfónica Municipal de General Pueyrredón. Fotografía del autor del presente comentario.


Concierto de la Orquesta Sinfónica Municipal de Mar del Plata

.Orquesta Sinfónica Municipal de Mar del Plata

.Director: maestro Ricardo Sciammarella

.Teatro Municipal Colón, Mar del Plata, 28 de junio, hora 20.

El maestro Ricardo Sciammarella condujo como director invitado a

nuestra Orquesta Sinfónica Municipal en su último concierto.

El programa estuvo dedicado a obras y autores de la última parte del

siglo XVIII y comienzos del XIX y orientado a conceptualizar los opus

abordados como concebidos en una época de cambios, estéticos y políticos,

que el movimiento Sturm un drang (tormenta e impulso) supo llevar al arte.

Fue, desde este punto de vista y del de la técnica interpretativa una

relectura de la obras de referencia.

El primer opus del programa fue la Obertura para la música de escena

del drama Egmont, de Göthe, opus 84 de Ludwig van Beethoven (1770-1827),

una música descriptiva que narra las alternativas de la lucha por la liberación

de Flandes del dominio español; en el más puro sentido –acordes netos y

profundos- y un desarrollo marcadamente rítmico es una música dramática.

En su sequedad melódica, la obertura ya contiene todos los elementos

del drama tanto como las particularidades de la escritura Beethoveniana: la

construcción a partir de materiales limitados que se expanden y planteo de

clima intensos.

La Sinfonía nro. 104, en re mayor, Hob. I: 104, Londres de Franz

Joseph Haydn (1732-1809) fue la segunda obra de la primera parte. Ultima de

la serie de sinfonías de Londres y también de la producción sinfónica de

Haydn, se abre con un fuerte acorde que inicia la introducción con la cual la

sinfonía comienza solemnemente, para dar lugar a un bello tema distendido

que contrata con la introducción y que es elaborado en la forma Allegro de

sonata. En el Andante del segundo movimiento es elaborado un tema en sí

sencillo que, tras el pasaje de las maderas. El tercer movimiento Menuet-

Allegro-Trío en re mayor, con un bellísimo trío central en re menor.

El cuarto movimiento es un Finale spirituoso que toma danzas

populares, una rápida alternancia entre cuerdas y maderas marca el comienzo.

Es de gran exigencia, con un rápido diseño en los pasajes de las cuerdas, a

las que no da tregua en casi ningún momento. Se trata de una trama ágil y

cerrada que alterna con momentos de distención.

Un digno broche para la enorme producción sinfónica de Haydn.

El programa finalizó con la Sinfonía nro. 40, K.550, en sol menor, de

Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791).

En la extensa conversación con el maestro Sciammarella el día anterior

al concierto, mencionó que Mozart escribió sus tres últimas sinfonías en el

corto periodo de cinco meses, en 1788. El nivel de elaboración musical que

tienen es un indicador tanto del genio mozartiano como de su capacidad de

trabajo.

Es (junto con la nro. 25) una de las dos únicas sinfonías escritas en

modo menor de toda la producción; en ella, señala el profesor José Luís Conde


en su análisis de las obras de Mozart, el compositor abandona el estilo grácil,

luminoso y galante en pos de algo muy diferente. Si recordamos aquellas

versiones de Waldo de los Ríos (hoy felizmente olvidadas) se la ha tomado

como algo alegre, el maestro Nikolaus Harnoncourt dijo de ello “como pudo

suceder este gran malentendido”.

En efecto, no hay tema de comienzo sino un rápido diseño cromático

descendente, que, desde el barroco connota tristeza, y que es un elemento

decisivo en la construcción musical.

No hay comienzo ni final, dijo el maestro Sciammarella, aludiendo a

que tras el complejo nudo dramático en el final del desarrollo del último

movimiento Allegro assai sobreviene poco después un final que es más un

interrogante que un cierre.

Las complejidades y características formales son muy numerosas para

abordarlas en esta instancia. En algunos lugares, como en el primer

movimiento Molto allegro el puente modulante entre el primero y el segundo

tema es más extenso e intrincado que los propios temas. Todo es así.

La sensación que deja es de maravilla por la concepción sonora y de

desconcierto por la falta de resolución, con lo cual estamos ante la idea –con la

cual el maestro Sciammarella acuerda- de Nikolaus Harnoncourt, quien toma

en vasto corpus de las tres últimas sinfonías mozartianas como una unidad, un

vasto oratorio sin voces.

La interpretación

El maestro Sciammarella, es formador del Ensamble Concentus,

dedicado a la interpretación historicista de la música y un profundo estudioso

de los aspectos técnicos, culturales y estéticos de esta concepción, que busca

brindarnos una alternativa que nos acerque al paradigma sonoro en el cual las

obras fueron concebidas e interpretadas al momento de su estreno.

La orquesta formó con los primeros violines del lado izquierdo del podio,

los segundos del lado derecho y cellos y violas delante de la ubicación del

director, mientras que los contrabajos fueron situados detrás de los primeros

violines.

Cornos y trompetas fueron ubicados respectivamente del lado izquierdo

y derecho respecto al podio y las maderas mantuvieron la ubicación habitual.

En la cuerda, la disposición permite apreciar el aspecto textural del

discurso, ya que en ocasiones la melodía la llevan los segundos violines y

mientras que los primeros o acompañan o introducen un elemento nuevo.

No obstante, la gran diferencia estuvo en el sonido y en los relieves

dinámicos.

En la pausa del ensayo, compartido el café con un cellista, le pregunté al

músico si había sido bajada la afinación de la cuerda o si simplemente el

sonido era producto del menor vibrato. Era de esperar que si la afinación

hubiese sido más baja en la cuerda también lo debería serlo en el resto de las

secciones. La respuesta fue que el cambio obedecía simplemente al menor

vibrato empleado, lo cual daba por resultado un sonido no incisivo y más plano.

Asimismo, la diferencia de intensidades y la flexibilidad en los tempos en

las secciones de enunciación de un motivo y de respuesta marcaban

diferencias y ofrecían un mayor relieve al discurso musical.

Los directores pueden concebir el discurso en unidades largas y marcar

una dirección o bien conceptualizar el discurso en otras unidades más


pequeñas, cada una con su propia intensidad, que fue el caso de lo que

escuchamos.

La línea puede tomar una dirección y seguirla para llegar a un

determinado lugar o bien ir paso a paso porque cada uno de esos pasos es un

fin en sí mismo y la sucesión de dichos pasos en el fraseo es lo que le da

relieve a la obra.

Fue una experiencia distinta en el modo de concebir un discurso musical

y presentar de un modo diferente obras que siempre tendrán mucho para

decirnos; también que el aporte de directores del calado musical del maestro

Sciammarella significan algo muy positivo que permite apreciar las

posibilidades de la orquesta.


Eduardo Balestena

martes, 24 de junio de 2025

 


Mariano Rey .luego del triunfo, exhibiendo su instrumento con el que descollara en la interpretación del Concierto Kv. 622 de Mozart ante los aplausos del Mtro. Maximiano Valdes y sus compañeros de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Créditos: Prensa Teatro Colón, fotografía de Juanjo Bruzza.RUTILANTE PRESENTACIÓN DEL M° Mariano Rey  EN EL TEATRO COLÓN

En la la sala Principal del Teatro Colón el sábado 21/6 se presentó Mariano Rey junto a la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires con el M° Maximiano Valdés en el podio
Después de una correcta versión de la Obertura de la ópera El Holandés Errante, continuó en la primera parte el Concierto para Clarinete y Orquesta de W.A Mozart donde el M° Rey utilizando su clarinete di bassetto (un tipo diferente de clarinete, más largo como tubo y que por ello alcanza notas aún más graves de lo habitual) brindo una brillante performance, donde supo reflejar la densidad emocional de la obra, que velando sus tortuosidades con una máscara afable y liviana, hacen de este concierto una de las creaciones más extraordinarias del compositor, El virtuosismo del solista reflejo plenamente la densidad emocional de la partitura
Al finalizar el concierto y después de interminables aplausos, el M. Rey brindó fuera de programa una transcripción de "E lucevan le stelle" de la ópera Tosca de G. Puccini. Recordando al virtuoso Anton Stadler, para quien dedicó Mozart su concierto, este refería que Stadler "hacia cantar a su instrumento" así el M. Rey logró generar saltos tan amplios en los arcos cantabiles, de modo que pudo escucharse un auténtico solo de voz operística en su versión de esta aria
Finalizando se pudo escuchar la Sinfonia N°1 en mi menor op.39, donde la Orquesta, brilló a pleno. En esta sinfonía, aunque influida por las convenciones clásicas,sobre todo en los movimientos primero y tercero, ya se pueden apreciar las "tormentas romanticas"con frecuentes cambios de clima y ruptura de tonos, que serán características del arte de Sibelius y que la Orquesta dejó translucir de la mano de su director, el maestro chileno Maximiano Valdés
Así la platea devolvió la entrega de los músicos con grandes aplausos finales 


                                                                                                                Marta Lugo de Palacio





domingo, 22 de junio de 2025

 

Mariano Rey, Maximiano Valdes y la Filarmónica , registrados de manera magistral por Juanjo Bruzza para el servicio de Prensa del Teatro Colón.


MUY BUENA NOCHE DE CONCIERTO

 

Teatro Colón, temporada 2025. Concierto de abono correspondiente al ciclo a cargo de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Director: Maximiano Valdes. Solista: Mariano Rey (Clarinete). Programa: Obras de Wagner, Mozart y Sibelius. Sabado 21 de Junio de 2025.

 

NUESTRA OPINION: MUY BUENO.

 

  La Filarmónica retornó a su serie de conciertos en la sala de la calle Libertad, en esta oportunidad bajo la conducción del muy buen maestro chileno Maximiano Valdes, el que nunca defrauda en cada presentación a la que se lo convoca. Junto a El y a la Orquesta, se desempeñó como solista un brillante intérprete integrante de sus filas, el clarinetista Mariano Rey.

 

  El comienzo estuvo marcado por una correcta versión de la Obertura de “El Holandés Errante” de Wagner (A propósito, ¿no es hora de que se la ofrezca íntegra en el escenario del Colón, habida cuenta de que han pasado ya 23 años de la polémica puesta Suarez Marzal-Kuitca y que perfectamente se la puede montar en la sala sin ningún problema de duración, horas extras y demás yerbas?). Una vez más flotaron en la sala los temas de los marineros, del protagonista, Senta, los festejos y la redención por el amor. Valdes condujo esta apertura con pericia, discurso sostenido y total dominio de la página. La Orquesta, más allá de algunas pequeñas imperfecciones, respondió muy bien al desafío con un sonido amalgamado y muy buenas intervenciones de los principales solistas de instrumentos.

 

  Uno de los más destacados valores que integran la Filarmónica lo es, sin dudas, el clarinetista Mariano Rey, notable interprete de su instrumento, quien ha trascendido fronteras y se ha posicionado como uno de los mejores intérpretes iberoamericanos en el presente. Junto a Valdes y a sus compañeros ofrecieron una inspiradísima versión del concierto Kv. 622 de Mozart, la última obra que el genio de Salzburgo compuso para combinación instrumento solista y orquesta  y que dedicó a su amigo Anton Stadler. Estructurado en los cánones del genero con tres movimientos, intensos y con brillo los de punta (Allegro, Rondó-Allegro)  y absolutamente reflexivo el central (Adagio), es una obra que permitió el total lucimiento del solista. Mariano Rey es portador de un exquisito y refinado sonido, el que brotó de su instrumento de manera inmaculada y que tuvo en el adagio central su punto más alto con una descollante versión. La  orquesta, bajo la atenta guía del Maestro Valdes se acopló perfectamente en el acompañamiento, redondeando de esta manera una inmejorable interpretación. Ante el sostenido aplauso del público, Rey retribuyó con una magnífica interpretación del solo de clarinete con el que se inicia la célebre aria “E Lucevan le Stelle” de “Tosca” de Giacomo Puccini, la que logró hacer concentrar al público de tal manera que un prolongado y bienvenido silencio se interpuso entre el final y los aplausos. Bienvenido fue eso. Justa ovación para un extraordinario artista.

 

  La primera sinfonía op. 39 de Jean Sibelius se enrola dentro de la primera etapa de su producción de corte verdaderamente nacionalista, Puede decisre que su música en muchos pasajes de la misma pinta como pocas veces  a su Finlandia natal. Desde un inicio desde las notas más bajas, hasta las primeras intervenciones de la cuerda, pareciera que el compositor quisiera describirle al oyente una pintura de su patria. Un segundo movimiento de expansión del discurso con momentos de exaltación en la música, al que sigue un brillante tercer movimiento y culminar luego con pasajes en donde surge la clara influencia de compositores de la época (por momentos puede decirse que el final de “Scheherezade” de Rimsky-Korsakov ha obrado como disparador de ideas). Valdes pudo plasmar su pensamiento respecto a esta notable página prácticamente en toda la interpretación. Obtuvo muy buenas respuestas de todos los sectores del conjunto, eligió tiempos muy precisos y sostuvo el discurso orquestal. Ha sido un acierto la elección de esta obra y fue muy grato escuchar a la Filarmónica en la misma.

 

  El balance nos entrega entonces la magnífica actuación de un estupendo solista y una orquesta que cuando está en muy buenas manos, logra lucir.

 

Donato Decina




miércoles, 18 de junio de 2025

 



Otro momento del muy buen recital de Javier Camarena del pasado Lunes en el Teatro Colón junto a Angel Rodriguez captado para Prensa del Mozarteum Argentino de manera magistral por la Sra. Liliana Morsia.


Concierto de Javier Camarena para Mozarteum

 

Una noche para recordar

Teatro Colón

Lunes 16 de Junio de 2025

 

Escribe: Graciela Morgenstern

Fotos: Liliana Morsia

 

Javier Camarena, tenor
Ángel Rodriguez, piano

 

Programa

 

Giovanni Bononcini: “Vado ben spesso cangiando loco”

Christoph Gluck: Orphée et Eurydice: J’ai perdù mon Eurydice” 

George F. Händel: Serse: Ombra mai fu” 

Gaetano Donizetti: “Me voglio fa na casa”

                              La Favorita: “Spirto gentil”

Gioacchino Rossini: La danza

Jules Massenet: Werther: Pourquoi me réveiller?”

Giuseppe Verdi: I Lombardi alla prima crociata: “La mia letizia infondere”. 

Francesco P. Tosti: “Aprile”

“Apri!”

“Vorrei morire!”

“Chitarrata abruzzese”

José Serrano: La Dolorosa: La roca fría del calvario” 

Pablo Sorozábal: La tabernera del puerto: “No puede ser” 

 

 

Un óptimo concierto por el tenor Javier Camarena, dejó al público de Mozarteum más que satisfecho y entusiasmado. Su nombre está claramente asociado al repertorio belcantista y con la emisión de agudos y sobreagudos. En la actualidad, su registro medio se ha ido engrosando y está en un momento de transición entre el belcanto y las obras para el repertorio lírico, motivo por el cual el programa elegido fue ecléctico en cuanto a estilos.

 

Su voz es caudalosa, de registro amplio y parejo, bello esmalte, con agudos seguros que mantiene sin esfuerzo aparente. Exhibe, técnica sólida, flexibilidad y buen manejo del fiato. Su legato es óptimo y canta con gran entrega y profundo sentimiento: cada palabra está vertida con intención, con una comunicatividad a la cual contribuye el excelente manejo de los matices.

 

La primera parte comenzó con Vado ben spesso cangiando loco”, seguida de J’ai perdù mon Eurydice”, en la que mantuvo un delicado  equilibrio entre la calidez de su tono vocal y su inteligencia emocional y musical. En Ombra mai fu”,  el tenor hizo gala de un admirable control y dosificación del fiato. Y siguió con " Spirto gentil" , cantada con refinamiento, sutileza y elegancia en el fraseo.

 

Luego de una briosa interpretación de “La danza”, de Rossini, vino una dramática y sentida rendición de Pourquoi me réveiller?”, para concluir la primera parte con el aria "La mia letizia infondere", de "I lombardi alla prima crociata".


Ya en la segunda, abordó cuatro canciones de Tosti, tal vez la parte más débil del espectáculo desde el punto de vista interpretativo. Y luego vino la zarzuela.
La roca fría del calvario”, de “La Dolorosa” y una conmovedora versión de No puede ser”, de “La Tabernera del Puerto”, para concluir.

 

El pianista Ángel Rodriguez realizó una excelente labor, que contribuyó a dar realce a las obras abordadas.

.

Al finalizar, el público los ovacionó con alegría.


Para coronar una gran noche, el tenor obsequió canciones mejicanas fuera de programa y tres tangos.


No quedaron dudas de que Javier Camarena es uno de los más destacados tenores de la actualidad y que su concierto será inolvidable.


CALIFICACIÓN: SOBRESALIENTE