domingo, 31 de agosto de 2025

 


Kahki Solomnishvili y la Filarmónica de Buenos Aires en plena interpretación de la Novena Sinfonía de Gustav Mahler. Créditos: Prensa Teatro Colón, fotografía de Patricio Cortes.


TERMINO CONVENCIENDO

 

Teatro Colón, temporada 2025. Ciclo de conciertos de abono a cargo de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Director Invitado: Kahki Solomnishvili. Programa: Gustav Mahler: Sinfonía N º 9. 30/08/25.

 

NUESTRA OPINION: BUENO

 

 Una de las obras convocantes y por las que el público siente predilección, ya sea por su temática o por sus dificultades interpretativas, es la novena sinfonía de Gustav Mahler. Página que en los últimos cincuenta años se ha erigido en una favorita de toda buena orquesta que se precie de ser tal. Surgida en el verano boreal de 1909 en la hoy Dobiacco (Italia), en aquellos tiempos Toblach (Austria), en una casa de campo en los Dolomitas, célebre por la cabaña de madera que su esposa Alma hizo erigir allí para que este creador tenga su espacio, su silencio y que  de ese modo plasmara en el pentagrama las obras que surgían de su mente. En aquellos tiempos Mahler se hallaba envuelto en un verdadero torbellino. Su hija María Anna fallecida por escarlatina. Presiones externas lo llevaron a dimitir al cargo de Director Musical de la entonces Opera Imperial de Viena y, finalmente, su médico le revela que ha contraído una Endocarditis Bacteriana  que habrá de llevarlo al final de su vida  en poco tiempo. Obsesionado por superar el número 9 en cantidad de sinfonías (allí, entre otros, culminaron Beethoven y Schubert), se sumergió en esta obra que a la postre sería la última que el culminó,  ya que “La Canción de la Tierra” debe tomársela como un ciclo para voz y orquesta y de la  sinfonía Nº 10 solo pudo completar un Adagio que aparentemente debió ser el movimiento de apertura.

 

  Deryck Cooke, el biógrafo más célebre del compositor (quién además lideró el equipo que se sumergió con autorización de la Sra. de Mahler en la tarea de culminar la Sinfonía Nº 10),  sostuvo que ante el hecho irreversible de la muerte, Mahler brindó en música tres alternativas diferentes: la Segunda Sinfonía con su esperanzador enfoque de muerte y resurrección. La Sexta, con un desenlace por demás duro e inflexible que culmina con el fin del protagonista (que no es otro que El mismo) y en esta ocasión en donde la novena  (plagada de autorreferencias) va transitando un camino que culminará con una serena y resignada aceptación ante la inminencia del final de su vida. Quienes escuchamos el Adagio de la inconclusa décima sinfonía, podemos apreciar en que hay un dramático discurso, tras el cual nuevamente la resignación llega en el cierre de esta página.

 

 

  El “Andante Cómodo” con el que la sinfonía se inicia, muestra el germen de todo este trabajo. Tras compases introductorios de las cuerdas graves con apoyo de los cornos, una melodía plena de melancolía nos indica el comienzo de la despedida, el amor por la vida, por su terruño y, lógicamente, por su música. La presencia de su situación de salud se plasma en un ataque justamente del corno para que esa cuerda ahora exprese el drama y que tras una fanfarria, el tema inicial emerja triunfador. Tras ese momento, se inicia un segundo tema en que los vientos toman el discurso y de ahí irán surgiendo las diferentes llamadas que recordarán el duro momento que el compositor atraviesa. Desde ese instante, con intervenciones que graficarán a ese corazón gravemente afectado pero que aún late, intercaladas con el melancólico tema inicial, se desarrolla este movimiento que ubica al oyente frente al plan general de la obra.

 

  Comenzando con el análisis del concierto en sí, este tiempo, que marca la tendencia que dominará a toda la sinfonía, fue abordado en medio de muchas imprecisiones que dejan entrever que se necesitaba un mayor tiempo de preparación de la obra.  Debe destacarse la total predisposición de los maestros de la Filarmónica para superar los escollos de la partitura de la mejor manera posible ante cada requerimiento del Director.

 

  Tras este difícil pasaje, los tres movimientos restantes  (“En el Tiempo de un Cómodo Ländler”, “Rondo: Burleske” y el gigante “Adagio” con el que la obra culmina), mostró la mejor de las labores del Maestro Solomnishvili en Buenos Aires y la total mancomunión de esfuerzos que los Maestros demostraron junto al Director para ir construyendo de menor a mayor una labor que terminó convenciendo, ya sea por el acertadísimo enfoque que el Director tuvo del vals campesino en el segundo movimiento, el muy buen trabajo respecto al estilo contrapuntístico que domina todo el tercero y poder lograr la mejor interpretación posible del Adagio de cierre con una cuerda formidable a la que se la extrañaba en demasía y que aquí resurgió de manera extraordinaria, acompañada de vientos en el mismo nivel y de bronces que dieron en el punto justo ante cada intervención . El saludo final del maestro a los músicos. expresado con apretones de manos a los líderes de cada familia de instrumentos a las que luego hizo poner de pié en su totalidad, habla de la gratitud del conductor y del logro de una labor de equipo por demás encomiable.

 

  En el cierre, a medida que la música se iba extinguiendo, en igual forma fue disminuyendo la intensidad lumínica en el escenario. Es una idea respetable, pero las grandes versiones escuchadas de esta página por aquí en los últimos tiempos (Abbado-Filarmónica de Berlín, Decker con la propia Filarmónica de Buenos Aires, Calderón-Sinfónica Nacional) no hizo falta esto, sino un respetuoso silencio que dé paso a la retribución del público. Justamente, esto último hubiese sido muy necesario en este concierto.  Parece que a muchos les molesta y que por eso atacaron con aplausos sin dejar que se extingan por completo los últimos sonidos.

 

Donato Decina


 


Escena del encuentro del segundo acto entre Charlotte y Werther, captada para Prensa del Teatro Colón por Juanjo Bruzza


“Werther” en el Colón


UNA BUENA VERSIÓN

Teatro Colón

Viernes 29 de agosto de 2025

Escribe: Graciela Morgenstern


“Werther”, de Jules Massenet

Libreto: Édouard Blau, Paul Milliet y Georges Hartmann

Elenco: Jean-François Borras, Annalisa Stroppa, Jaquelina Livieri, Alfonso Mujica y

Cristián De Marco, Sebastián Sorarrain, Pablo Urban, Rocío Arbizu y Mauricio Meren

Coro de Niños del Teatro Colón. Directora: Helena Cánepa

Orquesta Estable del Teatro Colón 

Iluminación: Gonzalo Córdova

Escenografía y vestuario: Jorge Ferrari

Dirección de escena: Rubén Szuchmacher

Dirección musical: Ramón Tebar.


El Teatro Colón continuó su corta Temporada Lírica Oficial, con una buena versión

de Werther, la ópera basada en la novela epistolar “Las penas del joven Werther”, de

Johann Wolfgang Goethe. La atmósfera netamente romántica de la obra, es

subrayada por el dramatismo de la íntima partitura de Massenet, uno de los más

nítidos ejemplos de cómo se puede mantener la atención del público en forma

constante aun sin contar con una acción teatral pulsante. La esencia interior de los

personajes y conflictos íntimos, así como las situaciones que conducen al con-,

movedor desenlace, conforman una cadena acumulativa de teatralidad y de tensión

emocional. Massenet triunfó en el arte de delinear, musicalmente. la evolución

psicológica de sus personajes, los impulsos y las vallas morales que los separan y

en introducir algunos pasajes o toques de color que alivian la tensión.


Liderando el elenco. el tenor francés Jean-François Borras en el rol protagónico,

desplegó un canto seguro, de emisión pareja y fraseo elegante. A pesar de no contar

con la “physique du rôle”, actuó con entrega y convicción suficientes para encarar los

requerimientos del atribulado personaje.


Annalisa Stroppa tuvo a su cargo el rol de Charlotte, una parte genuinamente

coprotagónica. Su interpretación dramática estuvo a la altura de las circunstancias por

su intensidad. Desde el punto de vista vocal, si bien su Iínea de canto y fraseo fueron

inobjetables, su voz careció de la cualidad traslúcida que requiere su parte. De todas

maneras, realizó una actuación muy digna y aunque su Aria de las cartas fue

tímidamente aplaudida, recibió calurosos aplausos al finalizar la función.


La voz cristalina de Jaquelina Livieri, su simpatía y desenvoltura juvenil, de la mano

de su evolución vocal, lograron que el animado personaje de Sophie resultara

verosímil.


La actuación del barítono Alfonso Mujica como Albert, fue para el olvido, al igual que

sus anteriores participaciones en nuestro medio.


Muy buena labor cumplió el bajo Cristián De Marco como Le Bailli, tanto vocalmente

como en lo actoral.


Tanto el resto del elenco como el Coro de Niños del Teatro Colón realizaron buenas

actuaciones.


La dirección escénica, a cargo de Rubén Szuchmacher, no sobresalió especialmente,

se desarrolló en un marco de corrección, con un cambio de época innecesario pero

que no molestó. La escenografía de Jorge Ferrari no fue de especial belleza, por

momentos, resultó infantil y el vestuario, también de su autoría, se ajustó a la época

en que se ubicó a la obra. Buena la iluminación de Gonzalo Córdova.


Buena labor la de la Orquesta Estable bajo la batuta de Ramón Tebar, quien dio fuerza

dramática de la partitura, sin dejar de resaltar también, las sutilezas que la misma

entraña.


Un espectáculo digno en definitiva.


CALIFICACIÓN: BUENO

 Muy buena versión del segundo elenco de “WERTHER” en el Teatro Colón


QUIEN NO HAYA SUFRIDO POR AMOR, QUE TIRE LA


PRIMERA PIEDRA


Martha CORA ELISEHT


¿Quién no se enamoró de alguien que ya estaba comprometido o tuvo un amor

no correspondido?... Un tema que sigue tan vigente hasta el día de la fecha como en

1774, cuando Wolfgang von Goethe (1749-1832) escribe Las penas del joven Werther,

basado en su relación sentimental con Charlotte Buff -una mujer casada de la cual se

enamoró cuando era estudiante en Wetzlar, motivo por lo cual sufrió mucho- que, su

vez, fue el resultado de su experiencia con el movimiento romántico Sturm und Drang

(Tormenta e Impulso), que fomentaba el arte en total libertad y marcó una ruptura con

los cánones convencionales. Sin embargo, la idea de componer una ópera sobre el

drama de Goethe surgió casi un siglo después, cundo Jules Massenet (1842-1912)

descubrió que Las penas del joven Werther se adaptaba muy bien a su temperamento. El

proyecto se decidió en una reunión con el libretista Paul Millet y el editor Georges

Hartmann y, posteriormente, se le sumó Édouard Blau como tercer libretista. Massenet

demoró dos años en escribir la partitura (entre 1885 y 1887) y, finalmente, el estreno

tuvo lugar en la Hofoper de Viena en 1892 con traducción del libreto al alemán, porque

no condecía con lo establecido por l’ Opéra- Comique de París. Luego de representarse

en Ginebra y Weimar, el estreno parisino se produjo en 1893 y alcanzó no solamente

gran repercusión y éxito, sino que Massenet se transformó en el compositor por

antonomasia de la ópera romántica francesa.

Tras 10 años de ausencia, el Teatro Colón decidió reponer este gran clásico del

repertorio galo con dos elencos internacionales de prestigio, cuyas representaciones

tendrán lugar entre los días 24 de Agosto al 3 de Septiembre inclusive y que cuentan

con la siguiente ficha técnica: dirección de escena de Rubén Szuchmacher; escenografía

y vestuario de Jorge Ferrari; iluminación de Gonzalo Córdova; coreografía de Marina

Svartzman; asistencia de dirección de escena de Florencia Ayos y asistencia de

escenografía y vestuario de Florencia Tutusaus. Participan la Orquesta Estable y el Coro

de Niños del Colón dirigidos por Ramón Tebar y Helena Cánepa, respectivamente.

Quien escribe asistió a la función del pasado jueves 28 del corriente, con el

siguiente reparto: Arturo Chacón- Cruz (Werther), Alejandra Malvino (Charlotte),

Constanza Díaz Falú (Sophie), Sebastián Angulegui (Albert), Gustavo Gibert (El

alguacil), Luis Gaeta (Johann), Gabriel Centeno (Schmidt), Rocío Arbizu (Kätchen) y

Mauricio Meren (Brühlmann). Los hijos del alguacil fueron interpretados por los niños

Ana Caterina Cestari, Iulia Chernikova, Vera Scattini, Ariana Sofía Villanueva León,

Guillermo Martín D’Angelo y Tiziano Rodrigo González.

En la presente versión, en vez de situar la escena entre los meses de Julio y

Diciembre en la Alemania del siglo XVIII, Szuchmacher la traslada a 1930, trazando un

paralelismo con otra historia de amores contrariados: Boquitas pintadas, de Manuel


Puig, que también transcurre en un pueblo y que permite realizar una puesta sencilla,

funcional, que respeta la concepción original de la obra. El vestuario de época realizado

por Ferrari es de muy buen gusto y condice perfectamente con los meses del año en los

que tiene lugar la obra: verano en el 1° acto, otoño en el 2° e invierno, en el 3° y 4°. En

los dos primeros actos -donde todo es luminoso- aparece un telón blanco con una

mancha negra, dentro del cual está el nombre del protagonista, mientras que, en los dos

segundos, se invierten los colores y presagia el desenlace fatal. Por lo tanto, la

iluminación también acompaña la curva emocional de la obra, pasando de la luz a la

oscuridad, que indica el estado depresivo del protagonista y su intención de quitarse la

vida -cosa que finalmente sucede- ante el rechazo de la mujer que ama.

En cuanto a la parte vocal, se logró una excelente preparación del coro de Niños

y todos los intérpretes de roles coprimarios estuvieron muy bien, destacándose Luis

Gaeta como Johann, Gabriel Centeno como Schmidt y Gustavo Gibert como el Alguacil

(padre de Charlotte y Sophie). Con respecto de este último rol, Constanza Díaz Falú se

lució como la alegre y coqueta hermana de Charlotte, feliz y despreocupada hasta que

se da cuenta que su hermana sufre por la partida del protagonista. Su línea de canto, su

coloratura y sus dotes de soprano ligera le permitieron encarar su personaje a la

perfección, destacándose en el aria del 2° acto (“Du gai soleil, plein de flamme”),

mientras que Sebastián Angulegui interpretó un muy correcto Albert. En esta función, el

rol de Charlotte fue interpretado por Alejandra Malvino -quien tuvo que remplazar en

último momento a María Luisa Merino Ronda por problemas de salud- y lo hizo con

excelencia vocal e interpretativa. Es especialista en este tipo de repertorio y lo demostró

con creces sobre el escenario del Colón, luciéndose en el aria de las cartas del 3° acto

(“Werther! Qui m’aurait dit… Ces lettres!”), tras la cual, el Colón estalló en aplausos.

El rol protagónico tuvo un digno representante en el mexicano Arturo Chacón- Cruz,

quien lo ha cantado en numerosas oportunidades. No sólo es un especialista en

repertorio francés -hay que recordar su memorable Condenación de Fausto de Berlioz

en 2019 junto a la Filarmónica de Buenos Aires-, sino que posee una voz melodiosa, de

gran caudal, con muy buenos matices y una impecable línea de canto. Su interpretación

fue magistral desde su aparición en el 1° acto (“O, Nature, pleine de grâce”) y, a

medida que fue aumentando la tensión dramática por la desilusión amorosa, sus dotes

histriónicas y los matices fueron creciendo en intensidad (“Lorsque l’enfant revient

d’un voyage”) hasta la celebérrima aria de Ossian del 3° acto (“¿Pourquoi me révellier,

ó souffle du printemps?”). El público comenzó a aplaudir y vitorear calurosamente ni

bien terminó la primera estrofa de dicha aria antes de que comenzara a cantar la

segunda. El rugido del Colón se sintió una vez más -ahora sí- luego de su finalización.

Lo mismo sucedió en el aria donde decide poner fin a sus días (“Ouvraira ma tombe”)

a fines del 3° acto.

Merece un párrafo aparte la impecable dirección del valenciano Ramón Tebar al

frente de la Orquesta Estable, respetando la poderosa orquestación, lirismo y

cromatismo característicos de Massenet. El sonido fue brillante y, por sobre todas las

cosas, romántico. Los cantantes infantiles que participaron como los hijos del Alguacil

estuvieron perfectamente selecionados bajo la muy buena dirección de Helena Cánepa

al respecto. Al culminar la función, todo el elenco se retiró sumamente aplaudido.


En líneas generales, ha sido una muy buena producción en todos los aspectos,

con intérpretes dignos de un teatro lírico de la jerarquía del Colón. Éstos son los

espectáculos que una siempre quisiera ver y apreciar. La renovación de este clásico

francés mediante una puesta en escena atemporal fue un acierto que permite que los

nuevos públicos se interesen por este tipo de obras. En este caso particular y,

parafraseando la Biblia: el que no haya tenido una pena de amor, que arroje la primera

piedra.

sábado, 30 de agosto de 2025

 


Ricardo González Dorrego durante su presentación en el teatro Nacional Cervantes captado por la cámara de la autora del presente comentario


Magnífico concierto de canciones inglesas en el Ciclo de Lieder del Teatro Cervantes


PRIMERAS AUDICIONES EN UN CICLO DE EXCELENCIA

Martha CORA ELISEHT


Uno de los eventos culturales más importantes que posee la amplia oferta en la

materia en Buenos Aires es el Ciclo de Música Lieder en el Teatro Nacional Cervantes.

Bajo la producción y dirección general de Martín Queraltó, este prestigioso ciclo no

sólo se dedica a la difusión de tradicional canción de cámara alemana, sino que también

se incluyen temas en otros idiomas. Las interpretaciones son de alta calidad y cuenta

con entrada libre y gratuita.

En esta oportunidad, les tocó el turno a las canciones de cámara inglesas en un

concierto ofrecido el pasado miércoles 27 del corriente en la Sala Luisa Vehil de dicho

teatro, donde participaron los siguientes cantantes: Daniela Prado (mezzosoprano),

Ricardo González Dorrego (tenor) y Alejandro Spies (barítono) acompañados en piano

por Carlos Koffman y Malena Levin para ofrecer el siguiente programa:

- “Danish Songs” (Canciones danesas) (1° audición)- Frederick DELIUS (1862-

1934):

- “The Violet” (2)- RT V/21

- “In the Seraglio Garden” (7)- RT III/4

- “Silken Shoes” (7)- RT III/4, n°1

- “Autumm” (2)- RT V/21

- “Irmelin” (7)- RT III/4, n°2

- “Summer nights” (7)- RT III/4, n°3

- “Through long, long years” (7)- RT III/4, n°6

- “Wine Roses” (7) - RT III/4, n°5

Solista: Daniela PRADO Piano: Carlos KOFFMAN


Henry COWELL (1847-1965):

- “St. Agnes Morning” (1914)

- “Daybreak” (1946)

- “The Little black boy” (1952)

- “Three anti- modernist songs” (1938) (estreno local)

Charles IVES (1874-1954):

- “Songs my mother taught me” (1895)

- “General William Booth enters into Heaven” (1914) (estreno local)

Solista: Ricardo GONZÁLEZ DORREGO Piano: Malena LEVIN


- “The Travel Songs”- Ralph VAUGHAN WILLIAMS (1872-1958):

- “The Vagabond”

- “Let beauty awake”

- “The roadside Fire”

- “Youth and Love in dreams”

- “The infinite shinning”

- “Heavens”

- “Whither must I wander”

- “Bright is the Ring of Words”

Solista: Alejandro SPIES Piano: Carlos KOFFMAN


A su vez, Martín Queraltó fue el encargado de presentar a los intérpretes y

realizar una breve reseña sobre los compositores y las obras. En el caso particular de las

Danish Songs (Canciones Danesas) de Delius sobre textos del poeta Jens Peter

Jakobsen (1847-1885) no existen antecedentes de que se hayan interpretado

anteriormente en el país debido -entre otras cosas- a la dificultad en conseguir las

partituras. Por lo tanto, representa la primera audición a nivel local. Fueron compuestas

en 1897 durante su estancia en Noruega -era muy amigo de Edvard Grieg y Christian

Sinding- como Seven Danish Songs y, posteriormente, se agregaron The Violet y

Autumm, que datan de 1900. Su estreno tuvo lugar en 1901 en París, donde Delius

residía desde 1897. Su estilo postromántico, impresionista y refinado se pone de

manifiesto en este ciclo al igual que su exuberante cromatismo musical, que permite el

lucimiento de la voz. En este caso, Daniela Prado fue la intérprete ideal: amplio dominio

del registro vocal, histrionismo, voz aterciopelada con excelentes matices románticos y

dramáticos y una interpretación que se vio coronada por el perfecto acompañamiento al

piano de un consabido instrumentista como Carlos Koffman. Ambos se retiraron

sumamente aplaudidos al final para dar paso a la dupla integrada por Malena Levin y

Ricardo González Dorrego, quienes interpretaron obras inéditas de dos autores

estadounidenses: Henry Cowell y Charles Ives. El primero de ellos adquirió fama por

ser anticonvencional y controvertido, pero se convirtió en un compositor emblemático

de la primera mitad del siglo XX y la vanguardia americana. Su lenguaje musical

fusiona elementos folklóricos, contrapunto disonante, temas paganos irlandeses y

orquestación no convencional para crear un lenguaje propio. Para ello, estudió música

oriental -lo que le permitió romper con las normas y cánones europeos- y su música se

caracteriza por el indeterminismo -indicaciones y guiños en la partitura que permiten la

improvisación en ciertos temas, en vez de ser fijos- en contraposición al serialismo.

Tampoco se encontró registro de representación de sus canciones en Argentina, de modo

que también se ofrecieron en calidad de estreno local.

La primera de ellas (St. Agnes’ Morning) tiene letra de Maxwell Anderson y

posee una melodía tonal agradable, que permite el lucimiento del tenor tanto en

crescendi como en pianissimi. Los textos de Daybreak y The Little black boy son de

William Blake y esta última fusiona melodías típicas de los negro spirituals con el ritmo

oriental ya mencionado. En cambio, las Tres canciones antimodernistas pertenecen a

Nicolás Slonimsky y poseen elementos clásicos como una sucesión de arpegios y


glissandi en piano previamente a la entrada del tenor -que remedan mucho a Forårsregn

(Chubasco de Primavera) de Grieg- y luego, golpes en el registro grave del piano que

remedan el sonido de un tambor, con una muy buena traducción musical de los sonidos

onomatopéyicos. También se lograron muy bien los efectos de sonido modernos

mediante una sucesión de escalas, pasajes y arpegios en el piano – similares a La

Consagración de la Primavera de Stravinsky- y una serie de onomatopeyas hacia el

final en el piano mientras el tenor narra el texto, sin perder línea de canto ni tonalidad.

Una tarea magnífica por parte de Malena Levin y Ricardo González Dorrego, que le

valieron un aplauso cálido y sostenido por parte del público antes de pasar a Songs my

Mother taught me (Canciones que me enseñó mi madre), compuestas por Charles Ives

en 1895 sobre texto del poeta checo Adolf Heyduk. Basada en su homónima de Dvořak

para canto y piano, la de Ives se caracteriza por poseer una melodía romántica, pero a su

vez, nostálgica. Por último, la dupla cerró con General William Booth enters into

Heaven, con texto de Vachel Lindsay sobre la vida del fundador del Ejército de

Salvación -un pastor metodista que brindó ayuda a los pobres, necesitados y marginados

durante la Revolución Industrial en el siglo XIX-. La melodía es una perfecta transición

y collage entre la tonalidad y atonalidad -tema en el que Ives era un experto- donde el

piano marca una serie de acordes que imitan el sonido de un bombo, pero que se hacen

cada vez más tonales a medida que se repite el estribillo (“¿Te has purificado en la

sangre del Cordero de Dios?”). Este exceso de material en el piano se va “limpiando” a

medida que transcurre la melodía y el tenor ofrece su recitativo. La labor desempeñada

por ambos intérpretes fue sublime, lo que les valió infinidad de aplausos y vítores por

parte del público.

A diferencia de los otros ciclos de canciones, el de Ralph Vaughan Williams

(The Travel Songs) fue interpretado hace algunos años atrás por el barítono Alejandro

Meerapfel. Fueron compuestas para barítono y piano entre 1905 y 1907 sobre textos de

Robert Louis Stevenson, quien fuera el escritor predilecto del músico inglés. No

obstante, recién se publicó como ciclo completo de canciones en 1960 -dos años

después de su fallecimiento-. Se inicia con The Vagabond (El Vagabundo), donde el

piano toca un ritmo de marcha de carácter ambiguo -la nostalgia por lo que dejó atrás y,

a su vez, el orgullo de abandonar-, que se repite en la mayoría de las canciones. La

segunda (Let beauty awake) posee arabescos y glissandi que brindan un tinte francés a

una melodía sumamente romántica. En la tercera (The roadside Fire) se repite la misma

base rítmica, pero con un tema mucho más romántico, que brinda un efecto de

caleidoscopio sonoro. La interpretación de Alejandro Spies fue excelsa desde todo

punto de vista: matices, esmalte, material vocal, línea de canto, perfecto dominio de

pianissimi y una tesitura soberbia en todas las canciones -especialmente, en Youth and

Love, la melancólica In dreams, The infinite shining Heavens y la espectacular ¿Whither

must I wander?, que deja un mensaje de esperanza pese a que es alguien que abandona

su tierra-. Por su parte, Carlos Koffman lo acompañó maravillosamente bien. Al

terminar, todos los artistas salieron a saludar y agradecer los aplausos del público.

Es una pena que este tipo de eventos no tenga mayor difusión. Una se enteró por

invitación personal y, de no ser por las redes sociales y por los programas especializados

en música clásica, el público ignora que estos ciclos existen. Sería muy bueno que los

grandes medios tuvieran su agenda y su sección correspondiente para dar cabida a este

tipo de ciclos de excelencia, donde se pueden escuchar estas auténticas gemas.

 


No cabe duda que solo un genio como Igor Stravinsky pudo producir un trabajo de la talla de "La Historia de Un Soldado" aquí la autora del presente comentario captó este instante de la presentación de la obra hecha por el "ArtHaus Ensamble" bajo la Dirección de Pablo Drucker



Impactante versión de “HISTORIA DEL SOLDADO” por el Ensamble ArtHaus


LA PELIGROSA CONSECUENCIA DE PACTAR CON EL DIABLO

Martha CORA ELISEHT


Fundado a fines de 2022, el Ensamble ARTHAUS está formado por músicos de

alto nivel y su objetivo fundamental es la difusión de la música experimental del siglo

XX en adelante dentro del proyecto ARTHAUS Central, que reúne las artes visuales,

tetro, música y cine contemporáneos. El septeto instrumental integrado por Federico

Landaburu (clarinete), Abner Da Silva (fagot), Valentín Garvié (trompeta), Pablo

Fenoglio (trombón), Bruno Lo Bianco (percusión), Guillermo Rubino (violín) y Julián

Medina (contrabajo) se presentó bajo la dirección de Pablo Drucker dentro del ciclo

Conciertos del Mediodía -organizados por el Mozrteum Argentino- en la Sala Argentina

del Palacio Domingo F. Sarmiento el pasado miércoles 27 del corriente para interpretar

HISTORIA DEL SOLDADO de Igor Stravinsky (1882-1971), con la participación de los

actores Mara Mantelli, Luciano Mansur y Mariano Del Pozzo. La producción contó con

la siguiente ficha técnica: dirección general de Andrés Buhar; asistencia de producción

de Mara Mantelli; iluminación de Sebastián Francia; colaboración artística de Julián

Cnochaert; dirección artística de Lucas Fagin y Daniel D’Adamo y coordinación de

producción artística de Beatriz Quintero. La puesta en escena, realización de títeres y

objetos estuvo a cargo de Román Lamas.

Compuesta en 1917 sobre texto del poeta francés Charles Ferdinand Ramuz para

tres actores (el soldado José, el Diablo y la Princesa) y pertenece al período estético

ruso del compositor. Su argumento está basado en un cuento popular ruso de inspiración

faustiana, donde el soldado José se topa con el Diablo cuando regresa a su casa y éste lo

engaña ofreciéndole un libro sobre cómo ganar dinero a cambio de su violín – que

representa su alma-. El soldado se queda tres días con él para enseñarle a tocar el

instrumento, pero cundo regresa a su pueblo, se da cuenta que pasaron tres años. Nadie

lo reconoce, su madre lo ha olvidado y su amada se casó con otro. Triste y abatido,

amasa una gran fortuna en base a los poderes del libro, pero se da cuenta que el dinero

no compra la felicidad. Sale en busca del Diablo, apuesta toda su fortuna en una partida

de cartas y, pese a que el Diablo gana, aprovecha para robarle el violín y volver a ser el

mismo. Escuchó que la hija del Rey está muy enferma y que el monarca la casará con

quien la cure. José toca su violín y lo logra, casándose con ella, pero no pueden salir de

los límites del reino porque si lo hacen, el Diablo lo llevará al infierno. Ante la

insistencia de su esposa de conocer sus orígenes, José decide correr el riesgo y el Diablo

lo atrapa. Su estreno tuvo lugar en Lausanne (Suiza) en 1918, pero el definitivo debió

postponerse hasta 1924 como consecuencia de la pandemia de gripe española de 1921.

Originalmente, era una suite de 5 tiempos para clarinete, violín y piano. En 1920

se compone la orquestación que se conoce actualmente y que consta de 9 números:

Marcha del soldado, Música para la escena 1 y 2, Marcha real, Pequeño concierto,

Tango/ Valse/ Ragtime, Danza del Diablo, Pequeño y Gran Coral y Marcha triunfal del

Diablo. En la presente versión y, para facilitar el trabajo actoral, se la dividió en dos


partes formadas por los siguientes números: Introducción. Marcha del Soldado/

Pequeña poesía al borde del arroyo/ Marcha del Soldado/ Pastoral/ Pequeñas piezas al

borde del arroyo (primera parte) y la segunda, formada por: Introducción. Marcha del

Soldado/ Marcha Real/ Pequeño concierto/ Tres danzas (tango, vals, ragtime) / Danza

del Diablo/ Pequeño coral/ Canción del Diablo/ Gran coral/ March triunfal del Diablo.

Desde ya, la versión no sólo se caracterizó por la excelencia del ensamble

instrumental y la magnífica dirección de Pablo Drucker al respecto, sino por la

espléndida coordinación de los actores, el empleo de máscaras, los efectos de

iluminación mostrando los diferentes elementos que ilustran la historia y -por sobre

todas las cosas- el manejo de los títeres y el desempeño actoral en perfecta coordinación

con los golpes e intervalos musicales. Las dotes histriónicas y las inflexiones de voz por

parte de Mara Martelli, Luciano Mansur y Mariano Del Pozzo fueron magníficas, al

igual que la perfecta iluminación de Sebastián Francia. La concepción escénica de

Román Lamas fue soberbia: el Diablo siempre gana, está en todas partes y se presenta

de mil formas para tentarnos. Y rescata el origen callejero y trashumante de la pieza

mediante la representación con títeres. Si se tiene en cuenta que asisten chicos de varios

colegios a los conciertos del Mediodía, no sólo es una forma inteligente de introducir a

los niños en el mundo de la música y los conciertos, sino que, además, les deja una

enseñanza mediante una moraleja: lo que puede suceder si se pacta con el diablo y sus

nefastas consecuencias. Una maravillosa versión de esta célebre pieza, muy bien

montada e interpretada, que hizo que el público que se dio cita en la Sala Argentina

estallara en aplausos y vítores.

Sería muy bueno que esta obra tuviera más representaciones, ya sea dentro o

fuera del Espacio ARTHAUS. Los esfuerzos de producción conjunta así lo ameritan y,

asimismo, contribuyen a la formación de nuevos públicos en este tipo de repertorio.

viernes, 29 de agosto de 2025

 


La tragedia está por consumarse, dúo decisivo de "Werther" de Massenet  entre Annalisa Stroppa y Jean François Borras bajo la batuta de Ramón Tebar y la lente atenta de Juanjo Bruzza para Prensa del teatro Colón


Werther – Teatro Colon 27/08/2025


En la función de Gran Abono del día 27 agosto subió a escena en

el Teatro Colon una representación de Werther, de Jules

Massenet.

Este gran compositor francés fue autor de 27 operas, de las

cuales Manon y Werther son las más representadas a pesar de

que en su catálogo figuren obras tan valiosas y fascinantes como

Thaïs, Herodiade, Esclarmonde, La Navarraise, Don Quijote,

Griselidis, Le roi de Lahore…..etc.

La historia de Werther en el T. Colon comienza en la temporada

de 1912, donde por entonces, el tenor amado por el público de

Buenos Aires, Giuseppe Anselmi, fue su protagonista junto a

Emilia Reussi, como Charlotte, bajo la dirección del maestro

Molinari. A partir de ahí, Werther se representó en 13

temporadas.

La función ofrecida el día 27, contó como protagonista al tenor

francés Jean Francois Borras, un buen cantante con el estilo de

canto de la escuela francesa, la que supo lucir estupendamente

sobre todo en el acto IV.

El personaje de Charlotte, estuvo a cargo de la mezzosoprano

Annalisa Stroppa, ya conocida en el Colon por sus actuaciones en

las temporadas de 2012 y 2019. Su actuación fue correcta. Si

bien sus dotes vocales son muy buenas, su timbre pastoso y

oscuro que para otros personajes son ideales, resultaron un poco

pesados para un rol más lírico como el de Charlotte. Pero en

definitiva se trata de una muy buena cantante y su

interpretación, desde un punto de vista general, no defrauda.


Jaquelina Livieri volvió a lucirse como Sofie, un personaje que ya

había interpretado en el Colon en la temporada de 2015. Esta

vez mucho más sólida en su canto y actuación con momentos de

gran belleza vocal y unos filados estupendos.

Intrascendente trabajo del barítono Alfonso Mujica, cantante

que el Colon insiste en contratar.

Destacada labor del bajo Cristian de Marco como Le Bailli, tanto

actoralmente como en lo vocal.

El maestro Ramon Tebar, condujo la Orquesta Estable con buen

estilo y sobriedad. Destacada ejecución de “Nochebuena”,

interludio entre los actos III y IV.

La dirección de escena de Rubén Szuchmacher fue sencilla y

correcta a pesar del cambio de época en que originalmente se

desarrolla la obra y que en esta ocasión, salvo algún pequeño

detalle, mantiene la coherencia entre la acción y la palabra.

La escenografía de Jorge Ferrari, sin ser vistosa, es práctica a los

fines del argumento.

En resumen: una buena reposición de Werther.

Roberto Falcone

martes, 26 de agosto de 2025





Momento de la presentación de la Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación bajo la dirección del Maestro Bernardo Teruggi captado por la autora del presente comentario.


 Muy buen desempeño de Bernardo Teruggi al frente de la Orquesta de Cámara del

Congreso


UNA PERFECTA CONJUNCIÓN ENTRE LOCALES Y GRINGOS

Martha CORA ELISEHT


La Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación sigue ofreciendo conciertos

de gran calidad sonora y jerarquía interpretativa en la temporada de su 35° aniversario.

La prestigiosa agrupación se presentó dentro de su habitual ciclo en el Salón de los

Pasos Perdidos del Congreso Nacional el pasado lunes 25 del corriente bajo la dirección

de Bernardo Teruggi, con participación de Paula Pomeraniec (violoncello) en calidad de

solista.

El programa se denominó “CRIOLLOS Y ESLAVOS” y comprendió las

siguientes obras:

- Andante cantábile para violonchelo y orquesta, TH 63- Piotr I.

TCHAIKOVSKY (1840-1893)

- Triste (Adagio doloroso) para violoncello y orquesta- Juan Bautista MASSA

(1885-1938)

- “Piruca y yo” (Historieta sentimental)- Gilardo GILARDI (1889-1963)

- Serenata para cuerdas en Mi bemol mayor, Op.6- Josef SUK (1874-1935)

El nombre del presente concierto temático se debió a que se incluyeron dos obras

de compositores argentinos y el resto, de compositores de origen eslavo como el checo

Josef Suk -quien fuera discípulo y yerno de Antonin Dvořak- y Piotr I, Tchaikovsky,

cuyo Andante cantábile para violoncello y orquesta fue el elegido para abrir la velada.

Forma parte del Cuarteto para cuerdas n°1 en Re mayor, que despertara las lágrimas del

escritor León Tolstoi durante su estreno en 1871. Escrito originalmente para violín en Si

mayor, posteriormente fue orquestado en forma aparte en su tradicional versión para

violoncello y orquesta de cuerdas. Tchaikovsky se inspiró en una canción típica

ucraniana para componer esta bellísima melodía, donde un campesino sueña con su

enamorada y le declara su amor. Una ha escuchado infinidad de versiones por grandes

intérpretes de esta célebre pieza, pero la de Paula Pomeraniec fue brillante,

destacándose con un sonido prístino y profundo en su solo. La orquesta supo

acompañarla a la perfección para culminar con un cálido aplauso por parte del público.

Con motivo de cumplirse el 140° aniversario del nacimiento del compositor

argentino Juan Bautista Massa, se decidió incluir en el programa su Triste para

violoncello y orquesta. Es un adagio doloroso de breve duración y de singular belleza

melódica, cuya apertura está a cargo del violoncello y la orquesta. El instrumento solista

lleva la melodía, que es replicada posteriormente por los violines. En este caso, se

lograron una muy buena profundidad sonora y bellos matices, lo que valió nuevamente

al conjunto y a la solista el aplauso del público.


Seguidamente, el ensamble ofreció una versión jocosa y vibrante de Piruca y yo, del

compositor argentino Gilardo Gilardi. Se trata de una suite para orquesta de cámara de

cuerdas, definida por su autor como “historieta sentimental” que consta de 4 números:

Piruca se quiere ir (milonga, huella y prado) / Piruca se ha ido (vidala) / Piruca quiere

volver (palito) y Piruca ha vuelto (Triunfo y marcha). El autor de Gaucho con botas

nuevas repite el estilo de humorada sinfónica característico de sus composiciones,

logrando un muy buen sonido y marcación de tempi desde los primeros compases del 1°

movimiento, mientras que, en el segundo, impera el carácter triste y melancólico de la

vidala, con una muy buena introducción por parte de las violas, seguida de llanto en los

violines. El 3° movimiento está escrito en ritmo de gato, jovial y alegre, con cuerdas en

fraseo y pizzicato, mientras que el último es un triunfo con aires de zamacueca y

chacarera, con un muy buen contrapunto en cellos y contrabajos. La impecable

marcación de Teruggi hizo posible una muy buena versión de este clásico local, que fue

sumamente aplaudida.

La Serenata para cuerdas en Mi bemol mayor, Op.6 de Josef Suk data de 1892 y fue

dedicada a Antonin Dvořak, quien fuera su profesor en el Conservatorio de Praga. El

célebre compositor checo notó que la música de su alumno era triste y melancólica y,

por lo tanto, le recomendó que compusiera algo más alegre. Basándose en la pieza

homónima de su maestro, Suk interpretó sólo dos movimientos de su obra en 1893 en

Tábor, pero la primera representación completa tuvo lugar en 1895 en el Conservatorio

de Praga bajo la dirección de Antonin Bennevitz, quien fuera su profesor de violín en

dicha institución. Fue muy bien recibida y es la obra de cámara más interpretada de este

compositor. Sus movimientos son: Andante con moto/ Allegro ma non troppo e

grazioso/ Adagio/ Allegro grazioso, ma non troppo presto, que fueron interpretados con

fuste, enjundia y precisión, logrando una versión excelsa, rica en matices, equilibrio,

empaste y profundidad sonora. La interpretación fue sumamente sentida, donde el canto

interno de la orquesta se sintió muy melancólico en el Adagio y brillante en los Allegro.

El presto final fue sublime y la dirección de Bernardo Teruggi, soberbia. Era la primera

vez que la orquesta interpretaba esta bellísima y difícil obra y lo hizo con maestría,

brindando una versión superlativa. Un nuevo mérito del organismo en su larga lista de

logros y una ovación de aplausos y vítores para un excelente concierto.

En la Argentina, la mayor parte de la inmigración eslava se alojó en la Mesopotamia

y, por ser rubios y de ojos claros, se los conoció como los gringos. No sólo se adaptaron

muy bien a la nueva tierra, sino que también se fusionaron con los criollos, dando ese

hermoso crisol de razas típico del país. En este caso, la fusión entre eslavos y criollos se

repitió perfectamente bien en materia de música.

domingo, 24 de agosto de 2025

 


Aurelien Pascal, Manuel Hernandez Silva y la Filarmónica de Buenos Aires, protagonistas de este concierto en la sala grande del Teatro Colón, captados para el Servicio de Prensa del teatro Colón por la certera toma de Juanjo Bruzza.


Muy buen concierto a cargo de Manuel Hernández Silva al frente de la Filarmónica

 

UN PROGRAMA CLÁSICO BIEN LLEVADO A CABO

Martha CORA ELISEHT

 

            Una de las características del presente Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (OFBA) es que prácticamente todos los conciertos han estado a cargo de directores extranjeros durante el transcurso del corriente año. En este caso, el venezolano Manuel Hernández Silva -quien ha dirigido a la Filarmónica en numerosas ocasiones- retornó nuevamente al escenario del Teatro Colón el pasado sábado 23 del corriente junto al violonchelista francés Aurélien Pascal para ofrecer el siguiente repertorio:

-         Obertura del Festival Académico, Op.80- Johannes BRAHMS (1833-1897)

-         Concierto n°1 en La menor par violoncello y orquesta, Op.33- Camille SAINT- SAËNS (1835-1921)

-         Sinfonía n°2 en Re mayor, Op.73- Johannes BRAHMS (1833-1897)

      Luego de la tradicional afinación de instrumentos a cargo del concertino Xavier Inchausti, Manuel Hernández Silva hizo su aparición para comenzar con la mencionada Obertura del Festival Académico, así denominada en agradecimiento por un doctorado honoris causa que la Universidad de Breslau le otorgó a Brahms en 1879. En agradecimiento a dicha mención, el genio de Hamburgo compuso esta famosa pieza en 1880. Se trata de una fantasía sinfónica que incluye motivos de diferentes temas estudiantiles (Wir hatten gebautet, Der Landesvater, Was kommt dort von der Höh y la célebre Gaudeamus igitur, con la cual culmina la obra) perfectamente engarzados y coloreados con una disposición tímbrica distinta. Su duración aproximada es de 10 minutos y se estrenó en Breslau en 1881 bajo la dirección del propio compositor. En la presente versión, hubo varias imprecisiones en la entrada -sobre todo, por parte de los cornos- que, posteriormente, se fueron subsanando a medida que transcurría la música y se logró una interpretación correcta.        

    Seguidamente, Aurélien Pascal hizo su debut sobre el escenario del Colón para brindar una excelsa versión del Concierto n°1 en La menor para violoncello y orquesta, Op.33 de Saint- Saëns, compuesto en 1872 y dedicado a Auguste Tolbecque, descendiente de una prestigiosa familia de músicos franceses y que luchaba por intensificar las virtudes del violoncello como instrumento. En aquella época, el violín y el piano eran los instrumentos solistas por excelencia en Francia y sólo se representaban obras de compositores locales ancianos o muertos. Por lo tanto, su estreno – ocurrido en el conservatorio de París en 1873 con la presencia de Tolbecque como solista- ayudó a mejorar la reputación de Saint- Saëns como compositor, ya que era considerado como “modernista y profeta de Wagner”. Desde su estreno, este concierto fue muy bien recibido y considerado como “uno donde el instrumento solista demuestra todo su registro sin la menor dificultad de penetrar a la orquesta”. En vez de estructurarlo en 3 movimientos, su autor lo escribió en un solo movimiento en forma de sonata, dividido en 3 secciones:  Allegro non troppo/ Allegretto con molto/ Tempo primo. Y, en lugar de la clásica introducción a cargo de la orquesta, ésta se reduce a un breve acorde por parte del organismo, luego del cual el violoncello toma la melodía principal compuesta sobre una base de tresillos. A partir de allí, la orquesta y el solista comienzan un juego de pregunta y repuesta subrayando el discurso melódico mediante un juego de dobles cuerdas en el instrumento solista y un tempo cada vez más rápido, mientras que el movimiento central tiene la forma de un minuetto lírico delicado, que se entrelaza con la orquesta en una melodía majestuosa y turbulenta. Cuando el violoncello entra solo, el resto de la orquesta forma como una caja de música que realza el sonido del instrumento y sus cadencias. El final comienza con los tresillos de la primera sección a cargo de la orquesta, mientras el violoncello ejecuta una serie de síncopas donde el ritmo suena a modo de sarabanda. Mediante una serie de pasajes de extrema dificultad técnica que permiten explorar los matices del instrumento y el virtuosismo del solista en un rondó, los tresillos del tema inicial desembocan en una coda que regresa a la tonalidad inicial para dar fin al concierto. Una versión sublime de esta célebre pieza que una escuchó en infinidad de oportunidades sobre el escenario del Colón por intérpretes de gran jerarquía, pero en este caso, por parte de un auténtico virtuoso en todos los aspectos. El cellista francés fue una total revelación: independientemente de haberlo tocado de memoria, posee un perfecto dominio del fraseo, matices, registro del instrumento y digitación para brindar una interpretación descollante y vibrante. El Colón estalló en aplausos y vítores y, posteriormente, el músico galo ofreció dos encores de compositores de su país natal: el Étude n°7 de Jean- Louis Duport y el 3° movimiento de la Suite para violoncello de Gaspard Cassado (información que el intérprete cedió muy generosamente a esta cronista luego del concierto, ya que no fueron anunciados).   

La celebérrima Sinfonía n°2 en Re mayor, Op. 77 es una de las más hermosas obras de la tetralogía sinfónica de Brahms y consta de 4 movimientos: Allegro non troppo/ Adagio non troppo/ Allegretto grazioso- rondó/ Allegro con spirito. El tema bucólico del 1° movimiento ha hecho que se catalogue a esta sinfonía como “Pastoral” sin realmente serlo, ya que es más bien nostálgico, mientras que el Adagio non troppo es más romántico y envolvente. El vertiginoso Allegretto grazioso es un rondó con un contrapunto magistral, rico en matices, fresco y vivaz hasta desembocar en el monumental Allegro con spirito, escrito en forma de sonata y que representa un auténtico desafío para el director de orquesta. Un muy buen dominio del contrapunto, una perfecta marcación de los tempi, con fuste, garra, entusiasmo e interpretación con impronta y sello personal hicieron que Hernández Silva brindara una muy buena versión de esta sinfonía, que permitió el lucimiento de toda la orquesta y de los principales solistas de grupos de instrumentos.

En esta ocasión, se optó por elegir un repertorio clásico pero muy bien logrado, con la participación de un verdadero virtuoso del instrumento y una de las revelaciones de la presente temporada en materia de conciertos. No obstante, todavía falta para que la Filarmónica recupere ese sonido de calidad que siempre la caracterizó.   

 


La siempre muy bienvenida presencia del tenor Ricardo Gonzalez Dorrego, en este caso en los ciclos del Centro Cultural Paco Urondo. Fotografía de la autora del presente comentario.


Muy buena versión de “TIERKREIS” en el Centro Cultural Paco Urondo

 

UN AUTÉNTIO CALEIDOSCOPIO DE TEXTURAS SONORAS

Martha CORA ELISEHT

 

            Buenos Aires es una de las ciudades con mayor oferta cultural del mundo; no sólo por la cantidad y variedad de espectáculos en todos los géneros, sino también porque muchos son absolutamente gratuitos. Dentro de estos últimos, el Centro Cultural Paco Urondo – sito en la sede del Centro de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires- es uno de los pocos reductos donde se puede apreciar música de autores contemporáneos. Precisamente, el pasado viernes 22 del corriente tuvo lugar un concierto en dicha sala que contó con la presencia de los siguientes intérpretes: el Ensamble de Guitarras NUTERPE y Ricardo González Dorrego (tenor), Silvina Suárez (soprano) y Malena Levin (piano) para interpretar el siguiente programa:

-          “TIERKREIS” (ZODÍACO) (versión para tenor, soprano y piano)- Karlheinz STOCKHAUSEN (1928-2007)

-          “Resonancia” (estreno mundial)- Agustina CRESPO

-          “Aguas escritas” – Tomás CAVADO

-          “Cabeza de Orfeo” (estreno local)- Teté DE ELÍAS

 

El ciclo cuenta con la curaduría de un experto en la materia: Marcelo Delgado, quien también ofició como presentador anunciando las obras. En primer lugar, se presentó TIERKREIS de Stockhausen, compuesta en 1974 como una serie de miniaturas para 12 cajas de música, donde cada una representa un signo zodiacal. Sin embargo, no sigue el orden tradicional establecido en el horóscopo, sino que puede comenzar por cualquiera de los signos. Dio la casualidad que justo ese día culminaba el período correspondiente a Leo y, por lo tanto, se comenzó por dicho signo. En la presente versión para tenor, soprano y piano, cada uno de los cantantes canta su línea -que se repite tres veces- en diferentes idiomas: latín, inglés, alemán y español -entre otros- y lo hacen en forma alternada hasta que ambos cantan juntos en el número final. En este caso, correspondió al signo de Cáncer. Silvina Suárez tuvo a su cargo el inicio y los signos de números pares (Libra, Sagitario, Acuario, Aries y Géminis), mientras que Ricardo González Dorrego, los impares (Virgo, Escorpio, Capricornio, Piscis y Tauro) antes de finalizar ambos en Cáncer. En este último número, se comienza cantando a cappella antes de la introducción del piano. La preparación vocal y la interpretación por parte de ambos cantantes fue excelente y, en determinados números, el tenor colocó sus manos alrededor de la boca para regular el volumen de voz. Silvina Suárez posee una voz con muy buenos matices, melodiosa, de amplio registro, mientras que Ricardo González Dorrego se lució en los números ya mencionados: especialmente, Escorpio, donde la tercera línea se canta a bocca chiusa. Malena Levin fue una excelente pianista acompañante, destacándose en los glisssandi y trinos simulando la melodía de las cajas de música para la cuales fue compuesta originalmente. Hubo momentos donde sostuvo la cuerda -en vez de percutirla- para lograr las diferentes texturas sonoras. Una versión que fue sumamente aplaudida en un auditorio a sala llena.

A continuación, el Ensamble NUNTERPE presentó tres obras para cuarteto de guitarras: la primera de ellas, en calidad de estreno mundial (Resonancias, de Agustina Crespo, que contó con la presencia de la compositora argentina en sala). Se inicia con deslizamiento de las manos sobre el encordado que remeda el sonido del agua, mientras el resto puntean y realizan golpes de percusión sobre la caja. La línea melódica posee algunos ribetes españoles y otros, disonantes, que se entrelazan entre sí. La segunda (Aguas escritas, del argentino Tomás Cavado) es para cuarteto de guitarras con cuerdas de acero, donde cada una está afinada en una tonalidad diferente. Sobre una base rítmica de 4 notas, las guitarras se acoplan entre sí logrando un sonido agradable, con matices completamente diferentes y dan el efecto de melodía inconclusa o suspendida. Un verdadero caleidoscopio sonoro, que fue muy aplaudida. Por último, Cabeza de Orfeo pertenece al compositor peruano Teté De Elías y se presentó en carácter de estreno local. Se inicia con un rasgido al unísono en una afinación más grave que lo habitual, donde se pasa muy rápidamente de los tonos agudos a los graves mediante rasgueo y golpes sobre la caja mediante una serie de acordes ascendentes y descendentes y golpes sobre el puente del instrumento. Finaliza con un fuerte rasgueo a todo volumen, que actúa como si fuera una gran caja de resonancia al estar multiplicado. Los intérpretes se retiraron muy aplaudidos.

Este ciclo tiene lugar en este centro cultural los últimos viernes de cada mes, con entrada libre y gratuita y representa una muy buena opción para los artistas que se dedican a interpretar este género. En este caso, una sorpresa muy grata y un verdadero caleidoscopio de texturas sonoras.    


martes, 19 de agosto de 2025

 


Finalmente se produjo el esperado debut del Tenor Jonathan Tetelman en el Teatro Colón de Buenos Aires, acompañado por Angel Rodriguez en el piano y con la sorpresiva participación como invitado de su colega Arturo Chacón Cruz. Creditos: Prensa Teatro Colón con la muy buena fotografía de Juanjo Bruzza.


Muy buen comienzo del Ciclo Aura

 

DEBUT DE JONATHAN TETELMAN EN EL COLÓN

 

Escribe: Graciela Morgenstern

Fotos: Juanjo Bruzza

Domingo 17 de agosto

Teatro Colón

 

Jonathan Tetelman, tenor

Angel Rodríguez, piano

Programa:

Francesco P. Tosti: Ideale, L’alba sepàra dalla luce l’ombra, ‘A vucchella

Vincenzo Bellini: «Casta Diva» de Norma (piano)

Giuseppe Verdi: “Oh figli …” de Macbeth

Jules Massenet: «Pourquoi me réveiller» de Werther

Francesco Cilea: «È la solita storia del pastore» de L’arlesiana

Giacomo Puccini: «Vals de Musetta» de La bohème (piano)

                                «E lucevan le stelle» de Tosca

Ernesto De Curtis: Torna a Surriento, Tu, ca‘ nun chia

Ariel Ramirez: Alfonsina y el Mar (Piano Solo)

Salvatore Cardillo: Core ‘ngrato

Nino Rota: Parla più piano

Gerónimo Giménez: Intermedio de La boda de Luis Alonso (Piano)

Pablo Sorozábal: «No puede ser» de La tabernera del puerto

Agustín Lara: Granada

 

 

El ciclo Aura, que consiste en cuatro recitales de cantantes de relevancia internacional, tuvo un muy buen comienzo con el debut del tenor Jonathan Tetelman. Se trata de un cantante joven con una carrera en ascenso, que se viene desarrollando en los escenarios más emblemáticos de Europa y el Metropolitan de Nueva York.

El programa fue muy variado e incluyó canciones de distinta índole, arias de ópera italiana y francesa, zarzuela, para concluir con “Granada”.

En todas ellas, Tetelman exhibió un material vocal de importantes cualidades. Su voz, con belleza tímbrica, sonó tersa y con brillo. Su importante caudal sonoro y facilidad para abordar la zona aguda impactó en la audiencia en varias oportunidades, en que arrancó calurosos aplausos. Debería cuidar, sin embargo, su fraseo y trabajar para lograr los matices adecuados, sobre todo al momento de “apianar”. Pero es un elemento muy joven y seguramente, lo logrará.   

A su lado, el pianista cubano Angel Rodríguez realizó una actuación destacada   como acompañante y también como solista.

Concluido el programa previsto, ante la efervescencia del público asistente, Tetelman cantó “O sole mio”, con una sorpresa: la aparición del tenor Arturo Chacón-Cruz, quien interpretará “Werther” en los próximos días.  Ambos cantaron no sólo la canzonetta sino también “El día que me quieras”. A eso siguió “Nessun dorma”, con el público haciendo las veces de coro y “Funiculí, funiculà”, también con la participación de la concurrencia que aplaudió enfervorizada la actuación del joven tenor.

El Ciclo Aura seguirá el 14 de septiembre con la presentación de Aigul Akhmetshina, el 20 de octubre, con Elina Garança y concluirá el 3 de diciembre, con Nadine Sierra.

CALIFICACIÓN: MUY BUENO 


lunes, 18 de agosto de 2025

 


El Trío Fainstein Day-Calderari-Mas durante su presentación en la Sala de Cámara de la Usina del Arte de la Ciudad de Buenos Aires. Fotografía de la autora del presente comentario-


Muy buena presentación del Trío Calderari- Fainstein- Mas en la Usina del Arte


LA SUMA DE LAS PARTES LOGRA UN GRAN RESULTADO

Martha CORA ELISEHT


Uno de los ámbitos más propicios para el desarrollo de conciertos es la Sala de

Cámara de la Usina del Arte. No sólo posee una excelente acústica por su revestimiento

en madera de guatambú -que actúa como una gran caja de resonancia-, sino porque es

uno de los edificios más hermosos de la Ciudad de Buenos Aires, donde se puede

disfrutar de una visita guiada o escuchar un buen concierto de manera totalmente

gratuita. El Ciclo de Cámara que tiene lugar los domingos por la mañana reúne a

prestigiosos intérpretes -tanto nacionales como internacionales- y el pasado domingo 17

del corriente se presentó el Trío integrado por Jorge Calderari (violín), María Teresa

Fainstein- Day (violoncello) y Javier Mas (piano) para brindar el siguiente programa:

- Trío para violín, violoncello y piano n°3, Op.1 en Do menor- Ludwig van

BEETHOVEN (1770-1827)

- Trío para violín, violoncello y piano en Sol menor- Héctor PANIZZA (1875-

1967)

Debido a que justo el domingo coincidió con el 175° aniversario del pase a la

inmortalidad del Gral. José de San Martín, los integrantes del trío decidieron

homenajear al Padre de la Patria con música del compositor argentino Héctor Panizza,

del cual se cumplieron recientemente 150 años de su nacimiento. Y, pese a que su obra

figuraba en primer término, el conjunto comenzó el concierto con el Trío par violín,

violoncello y piano n°3, Op.1 de Beethoven, compuesto en 1795 y dedicado no sólo a su

maestro Joseph Haydn, sino también al príncipe Carl von Lichnovsky, en cuya

residencia en Viena se estrenó durante ese mismo año con la participación del propio

compositor en su ejecución. Consta de 4 movimientos (Allegro con brío/ Andante

cantábile con variazioni/ Minuetto: quasi allegro/ Finale: Prestissimo), que, a

diferencia de los otros dos incluidos en la misma serie, posee una vehemencia explosiva

y una belleza lírica oscura, además de ser el único que no reemplaza al minuetto por un

scherzo. Posteriormente, Beethoven revisa la obra y la transforma en su Quinteto para

cuerdas, Op.104. Escrito en forma sonata, el Allegro con brio inicial está escrito en Do

menor en ¾ con apertura al unísono y, posteriormente, el piano ejecuta una serie de

cadencias, escalas y arpegios hasta que el violoncello y el violín toman la melodía, de

carácter lirico y que marca el estilo característico del compositor: intenso, heroico y

tormentoso, lo que permitió el lucimiento de los intérpretes -sobre todo, de Teresa

Fainstein- Day hacia el final, donde el violonchelo toma la iniciativa-. El 2° movimiento

(Andante cantábile con variazioni) está escrito en Mi bemol mayor en 2/4 que permite

el lucimiento de los solistas en las variaciones -sobre todo, el cello y el violín-, mientras

que el 3° vuelve a la tonalidad original en ¾, con un perfecto fraseo por parte de las

cuerdas y los contrastes explosivos característicos del compositor. Por último, el

Prestissimo en 2/2 toma la melodía inicial, donde el piano ejecuta una serie de acordes

cuya melodía es muy similar a la sonata Waldstein, donde Beethoven yuxtapone


violencia y agitación con un tema lírico y tierno. Una extensa coda en pianissimo

permite el lucimiento de los tres instrumentos para desembocar en una resolución

mínima, que fue perfectamente ejecutada por los intérpretes en una versión de muy

buena calidad, coronada por numerosos aplausos.

Si bien Héctor Panizza no fue un compositor muy prolífico en materia de

música de cámara, sus obras son de excelente calidad y de una musicalidad exquisita.

Su Trío para violín, violoncello y piano data de 1902 y fue el único que compuso para

dicha formación de instrumentos. Precisamente, el Trío Calderari- Fainstein- Mas lo

rescató de un prolongado letargo en 2022 mediante la recuperación y digitalización de

la partitura. Está escrito en 4 movimientos: Allegro appasionato/ Andante calmo/

Scherzo- Presto y Finale: Allegro vivace y posee una bellísima línea melódica que -a

diferencia de otros compositores locales- no incluye temas folklóricos argentinos, sino

ribetes operísticos. Su estilo es lírico, de neto corte europeo y el 1° movimiento se inicia

con la exposición de la melodía por parte del violoncello y el violín, que,

posteriormente, es tomada por el piano. Los integrantes se lucieron en cada uno de sus

solos y lograron un soberbio sonido propio, característico de una formación de cámara.

En el 2° movimiento (Andante calmo), el violín lleva la melodía, repicada por el

violoncello en un bellísimo cantábile a cargo de las cuerdas mientras el piano se hace

cargo de la armonía. Los solos fueron de una exquisitez y calidad insuperables,

logrando una versión sublime. A diferencia de los movimientos anteriores -donde

predomina el lirismo-, el Scherzo posee un carácter chispeante y jocoso, donde el piano

lleva la melodía con las cuerdas en pizzicato y luego, en fraseo. Este movimiento posee

ribetes beethovenianos y -por momentos- también remeda a El aprendiz de Brujo de

Paul Dukas. Por último, el Allegro vivace final es de carácter más operístico y posee dos

temas: uno, más lírico, introducido por el pino y desarrollado por las cuerdas en

contrapunto -impecable labor de los tres músicos- y el otro, más romántico, introducido

por el piano y desarrollado por las cuerdas -con ribetes de Granados- que,

posteriormente, desemboca nuevamente en el tema principal para culminar al unísono

con un final brillante. La Sala de Cámara estalló en aplausos y vítores, lo que obligó al

trío a hacer un bis de neto corte patriótico: una transcripción para el trío instrumental de

la Canción a la Bandera de AURORA, de Panizza, que también sonó acorde a la fecha.

Esta particular selección del repertorio permite trazar un paralelismo: ambos tríos en

tonalidad menor, compuestos por 4 movimientos y por autores disímiles, pero

románticos. Dos hermosísimas obras interpretadas por músicos de excelencia, que

lograron versiones soberbias. Independientemente de que cada uno de los integrantes de

la formación se desempeñe como solista y/o director en las orquestas más importantes

del país, el sonido del trío ha sido de alta calidad. El todo es mucho más que la suma de

las partes.

 


Instante de la excepcional presentación de Raul Canosa el pasado Sábado en el Salón Dorado del teatro Colón. Fotografía de la autora del presente comentario.


 Impactante recital de Raúl Canosa en el Salón Dorado del Teatro Colón


UN GRAN CRECIMIENTO PROFESIONAL Y EN VIRTUOSISMO

Martha CORA ELISEHT


Dentro de la nueva generación de pianistas jóvenes, el español Raúl Canosa

sorprende por la calidad y jerarquía de sus interpretaciones. Nacido en Madrid, obtuvo

su título superior de música en el Centro Superior de Enseñanza Musical Katarina

Gurska de Madrid y su debut en público se produjo a los 15 años interpretando el

concierto n°1 de Beethoven. Desde entonces ha sido invitado a presentarse como solista

en numerosas orquestas en España, Estados Unidos y Argentina y ha ofrecido recitales

en diferentes países europeos y americanos. A los 20 años fue admitido en el Master en

Piano en la Coburn School de Los Ángeles y obtuvo su Diploma en la SMU de Dallas.

Se perfecciona actualmente con Bruno Gelber y durante el transcurso del corriente año

participó en el prestigioso Concurso Internacional Chopin en Miami (Estados Unidos),

donde si bien no fue galardonado, tuvo una destacada actuación.

Con el auspicio de la Embajada de España, este joven intérprete brindó un recital

en el Salón Dorado del Teatro Colón el pasado sábado 16 del corriente, donde se

incluyeron las siguientes obras:

- Sonata n°6 en Fa mayor, op.10- Ludwig van BEETHOVEN (1770-1827)

- Balada n°3 en La bemol mayor, Op.47- Frederic CHOPIN (1810-1849)

- “El Corpus Christi en Sevilla” del Libro I de “Iberia”- Isaac ALBÉNIZ (1860-

1909)

- “Gaspard de la Nuit”- Maurice RAVEL (1875-1937)

Durante el presente recital, quien escribe observó un notable crecimiento

profesional de este joven intérprete luego de su perfeccionamiento y de su participación

en el Concurso Internacional Chopin en Miami durante el transcurso del corriente año.

Ofreció el recital íntegramente de memoria, comenzando con una versión sumamente

precisa de la mencionada Sonata n°6 en Fa mayor de Beethoven, compuesta entre 1796

y 1798 y dedicada a la condesa Anna Margarete von Browne. Consta de tres

movimientos: Allegro/ Allegretto/ Presto, donde el pianista demostró un perfecto

manejo de trinos, tresillos y cadencias desde los primeros compases del allegro inicial,

logrando una versión muy bien marcada y precisa, con un perfecto dominio de la

pulsación y la digitación. Esto se apreció durante toda la obra, pero muy especialmente,

en el movimiento final, donde existe un desarrollo fugado de difícil ejecución. Supo

salir airoso y sumamente aplaudido luego de una interpretación brillante, con sonido

auténticamente beethoveniano.

Seguidamente, Canosa brindó una bellísima versión de la célebre Balada en La

bemol mayor n°3, op.47, compuesta en 1841 y dedicada a la Princesa de Noailles. Es la

más completa de las 4 baladas que escribió Chopin y posee una serie de modulaciones

(dolce/ mezza voce/ piano/ forte) que permiten aumentar la tensión mediante una serie


de cadencias y arpegios que fueron ejecutados de manera sentida, precisa y, a la vez,

romántica desde los primeros compases hasta el final. Una interpretación exquisita y de

gran calidad, con un excelente dominio de la pulsación y la digitación que hizo que el

público estallara en aplausos.

Del Libro I de la suite IBERIA de Albéniz, El Corpus Christi en Sevilla es la

pieza más larga de las tres que lo componen y, a su vez, la de mayor complejidad

técnica en su ejecución, debido a que el compositor dejó plasmadas numerosas

indicaciones de matices, fraseo y expresión. Se estrenó en la Sala Pleyel de París en

1906 y comienza con una sucesión de acordes bien acompasados que semejan el redoble

de un tambor a los que les sigue una marcha basada en la canción popular La tarara

(allegro giocoso). Posteriormente, el segundo tema (La saeta) es de carácter más calmo

y tranquilo. Luego de una transición con motivos típicamente andaluces, se logra un

desarrollo contrapuntístico y rítmico muy rico que culmina en pianissimo. Raúl Canosa

demostró un notable crecimiento profesional en el dominio técnico mediante una

perfecta ejecución de trinos, arpegios, arabescos y glissandi en los temas anteriormente

mencionados, logrando una versión de altísima calidad. El público lo ovacionó tras tan

excelsa interpretación.

Por su enorme dificultad técnica y su profunda estructura musical, Gaspard de la

Nuit está considerada como una de las obras más complicadas del repertorio para piano.

Basada en el poema homónimo de Aloysius Bertrand (Gaspard de la Nuit, Fantasies à

la maniére de Rembrandt et de Callot), Ravel la compuso en 1908 y su estreno se

produjo al año siguiente en París. Posee tres movimientos: Ondine, Le Gibet y Scarbo,

que fueron interpretados de manera sublime y magistral, logrando un sonido mágico y

envolvente desde los primeros compases de Ondine, mientras que Le Gibet se

caracterizó por la riqueza en el manejo de matices y sutilezas para desembocar en una

colosal versión de Scarbo -la más conocida de las tres piezas y la más difícil-. Si a eso

se le suma que la interpretó de memoria, doble mérito para el pianista español, que

brindó una rutilante demostración de virtuosismo en el marco del Salón Dorado del

Colón. La ovación del público no se hizo esperar: un aplauso prolongado motivó a que

Canosa brindara dos bises: el primero, una excelsa versión de la transcripción para

piano de Franz Liszt sobre la Muerte de Amor (Liebestod) de TRISTAN E ISOLDA de

Wagner, donde el español volvió a demostrar su virtuosismo para culminar el recital con

una bellísima versión de la Danza Oriental de Enrique Granados, que sonó magistral.

Es extraordinario poder apreciar la evolución y el crecimiento profesional de un

intérprete en comparación con el último recital ofrecido a fines del año pasado. En este

caso, notable y sorprendente en materia de virtuosismo. Por dichos motivos, ha sido

electo para interpretar el concierto de apertura de la próxima edición del Festival

CHOPINIANA en Octubre. Tiene sobradas condiciones y un gran futuro por delante.