Muy buena versión del segundo elenco de “WERTHER” en el Teatro Colón
QUIEN NO HAYA SUFRIDO POR AMOR, QUE TIRE LA
PRIMERA PIEDRA
Martha CORA ELISEHT
¿Quién no se enamoró de alguien que ya estaba comprometido o tuvo un amor
no correspondido?... Un tema que sigue tan vigente hasta el día de la fecha como en
1774, cuando Wolfgang von Goethe (1749-1832) escribe Las penas del joven Werther,
basado en su relación sentimental con Charlotte Buff -una mujer casada de la cual se
enamoró cuando era estudiante en Wetzlar, motivo por lo cual sufrió mucho- que, su
vez, fue el resultado de su experiencia con el movimiento romántico Sturm und Drang
(Tormenta e Impulso), que fomentaba el arte en total libertad y marcó una ruptura con
los cánones convencionales. Sin embargo, la idea de componer una ópera sobre el
drama de Goethe surgió casi un siglo después, cundo Jules Massenet (1842-1912)
descubrió que Las penas del joven Werther se adaptaba muy bien a su temperamento. El
proyecto se decidió en una reunión con el libretista Paul Millet y el editor Georges
Hartmann y, posteriormente, se le sumó Édouard Blau como tercer libretista. Massenet
demoró dos años en escribir la partitura (entre 1885 y 1887) y, finalmente, el estreno
tuvo lugar en la Hofoper de Viena en 1892 con traducción del libreto al alemán, porque
no condecía con lo establecido por l’ Opéra- Comique de París. Luego de representarse
en Ginebra y Weimar, el estreno parisino se produjo en 1893 y alcanzó no solamente
gran repercusión y éxito, sino que Massenet se transformó en el compositor por
antonomasia de la ópera romántica francesa.
Tras 10 años de ausencia, el Teatro Colón decidió reponer este gran clásico del
repertorio galo con dos elencos internacionales de prestigio, cuyas representaciones
tendrán lugar entre los días 24 de Agosto al 3 de Septiembre inclusive y que cuentan
con la siguiente ficha técnica: dirección de escena de Rubén Szuchmacher; escenografía
y vestuario de Jorge Ferrari; iluminación de Gonzalo Córdova; coreografía de Marina
Svartzman; asistencia de dirección de escena de Florencia Ayos y asistencia de
escenografía y vestuario de Florencia Tutusaus. Participan la Orquesta Estable y el Coro
de Niños del Colón dirigidos por Ramón Tebar y Helena Cánepa, respectivamente.
Quien escribe asistió a la función del pasado jueves 28 del corriente, con el
siguiente reparto: Arturo Chacón- Cruz (Werther), Alejandra Malvino (Charlotte),
Constanza Díaz Falú (Sophie), Sebastián Angulegui (Albert), Gustavo Gibert (El
alguacil), Luis Gaeta (Johann), Gabriel Centeno (Schmidt), Rocío Arbizu (Kätchen) y
Mauricio Meren (Brühlmann). Los hijos del alguacil fueron interpretados por los niños
Ana Caterina Cestari, Iulia Chernikova, Vera Scattini, Ariana Sofía Villanueva León,
Guillermo Martín D’Angelo y Tiziano Rodrigo González.
En la presente versión, en vez de situar la escena entre los meses de Julio y
Diciembre en la Alemania del siglo XVIII, Szuchmacher la traslada a 1930, trazando un
paralelismo con otra historia de amores contrariados: Boquitas pintadas, de Manuel
Puig, que también transcurre en un pueblo y que permite realizar una puesta sencilla,
funcional, que respeta la concepción original de la obra. El vestuario de época realizado
por Ferrari es de muy buen gusto y condice perfectamente con los meses del año en los
que tiene lugar la obra: verano en el 1° acto, otoño en el 2° e invierno, en el 3° y 4°. En
los dos primeros actos -donde todo es luminoso- aparece un telón blanco con una
mancha negra, dentro del cual está el nombre del protagonista, mientras que, en los dos
segundos, se invierten los colores y presagia el desenlace fatal. Por lo tanto, la
iluminación también acompaña la curva emocional de la obra, pasando de la luz a la
oscuridad, que indica el estado depresivo del protagonista y su intención de quitarse la
vida -cosa que finalmente sucede- ante el rechazo de la mujer que ama.
En cuanto a la parte vocal, se logró una excelente preparación del coro de Niños
y todos los intérpretes de roles coprimarios estuvieron muy bien, destacándose Luis
Gaeta como Johann, Gabriel Centeno como Schmidt y Gustavo Gibert como el Alguacil
(padre de Charlotte y Sophie). Con respecto de este último rol, Constanza Díaz Falú se
lució como la alegre y coqueta hermana de Charlotte, feliz y despreocupada hasta que
se da cuenta que su hermana sufre por la partida del protagonista. Su línea de canto, su
coloratura y sus dotes de soprano ligera le permitieron encarar su personaje a la
perfección, destacándose en el aria del 2° acto (“Du gai soleil, plein de flamme”),
mientras que Sebastián Angulegui interpretó un muy correcto Albert. En esta función, el
rol de Charlotte fue interpretado por Alejandra Malvino -quien tuvo que remplazar en
último momento a María Luisa Merino Ronda por problemas de salud- y lo hizo con
excelencia vocal e interpretativa. Es especialista en este tipo de repertorio y lo demostró
con creces sobre el escenario del Colón, luciéndose en el aria de las cartas del 3° acto
(“Werther! Qui m’aurait dit… Ces lettres!”), tras la cual, el Colón estalló en aplausos.
El rol protagónico tuvo un digno representante en el mexicano Arturo Chacón- Cruz,
quien lo ha cantado en numerosas oportunidades. No sólo es un especialista en
repertorio francés -hay que recordar su memorable Condenación de Fausto de Berlioz
en 2019 junto a la Filarmónica de Buenos Aires-, sino que posee una voz melodiosa, de
gran caudal, con muy buenos matices y una impecable línea de canto. Su interpretación
fue magistral desde su aparición en el 1° acto (“O, Nature, pleine de grâce”) y, a
medida que fue aumentando la tensión dramática por la desilusión amorosa, sus dotes
histriónicas y los matices fueron creciendo en intensidad (“Lorsque l’enfant revient
d’un voyage”) hasta la celebérrima aria de Ossian del 3° acto (“¿Pourquoi me révellier,
ó souffle du printemps?”). El público comenzó a aplaudir y vitorear calurosamente ni
bien terminó la primera estrofa de dicha aria antes de que comenzara a cantar la
segunda. El rugido del Colón se sintió una vez más -ahora sí- luego de su finalización.
Lo mismo sucedió en el aria donde decide poner fin a sus días (“Ouvraira ma tombe”)
a fines del 3° acto.
Merece un párrafo aparte la impecable dirección del valenciano Ramón Tebar al
frente de la Orquesta Estable, respetando la poderosa orquestación, lirismo y
cromatismo característicos de Massenet. El sonido fue brillante y, por sobre todas las
cosas, romántico. Los cantantes infantiles que participaron como los hijos del Alguacil
estuvieron perfectamente selecionados bajo la muy buena dirección de Helena Cánepa
al respecto. Al culminar la función, todo el elenco se retiró sumamente aplaudido.
En líneas generales, ha sido una muy buena producción en todos los aspectos,
con intérpretes dignos de un teatro lírico de la jerarquía del Colón. Éstos son los
espectáculos que una siempre quisiera ver y apreciar. La renovación de este clásico
francés mediante una puesta en escena atemporal fue un acierto que permite que los
nuevos públicos se interesen por este tipo de obras. En este caso particular y,
parafraseando la Biblia: el que no haya tenido una pena de amor, que arroje la primera
piedra.
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