La Pianísta Claire Huangci en el escenario del Teatro Colón para el Mozarteum Argentino captada por la Sra. Liliana Morsia
Impresionante debut de Claire Huangci en el Colón por el Mozarteum Argentino
IMPACTANTE Y DESLUMBRANTE
Martha CORA ELISEHT
Con el correr del tiempo, una ha escuchado y apreciado infinidad de pianistas
muy buenos y sumamente talentosos. Sin embargo, en los últimos años se viene
produciendo un fenómeno: una nueva generación de súper estrellas del instrumento, que
se destacan por su técnica, virtuosismo, velocidad en la digitación e interpretación.
Muchas de las actuales estrellas del firmamento pianístico como Damiil Trifonov, Lang
Lang, Vitaly Pisarenko y Yuja Wang se han presentado en el medio local con gran
suceso y esta vez le tocó el turno a Claire Hungci. Esta gran pianista estadounidense de
ascendencia oriental hizo su debut el pasado lunes 15 del corriente en el Teatro Colón
invitada por el Mozarteum Argentino dentro de su Ciclo de Abono, donde interpretó el
siguiente programa:
- Fantasía brillante sobre “Las Bodas de Fígaro”, Op.493- Wolfgang A.
MOZART (1756-1791) / Carl CZERNY (1791-1857)
- Sonatine
- Jeux d’eau
- Pavane pour une infante difunte
- La Valse- Maurice RAVEL (1875-1937)
- Adagio de la suite n°2 del ballet “ESPARTACUS Y PHRYGIA”- Aram
KACHATURIAN (1903-1978)
- Cuadros de una exposición- Modest MUSSORGSKY (1839-1881)
Nacida en Rochester (New York), estudió en el Curtis Institute of Music de
Filadelfia, siguió su formación en Hannover (Alemania) y saltó a la fama internacional
por haber ganado numerosos certámenes -incluyendo los Concursos Chopin europeo y
estadounidense-, el ARD Music Competition y el Gran Premio de la Paris Play Direct
Academy. Se ha presentado en los escenarios más importantes del mundo y su debut en
el Colón no pudo haber sido mejor: impactante y deslumbrante desde los primeros
compases de la Fantasía brillante sobre “Las Bodas de Fígaro” que Czerny compuso
sobre la ópera mozartiana y que fuera publicada por dos editoriales en 1842. El arpegio
que recorre el teclado y abre la obra fue el preámbulo de un recital de excelencia desde
todos los aspectos en materia de técnica -sumamente precisa y depurada- como de
interpretación y una absoluta obra maestra. Independientemente de estar ataviada con un
sugestivo vestido color plateado que permitía lucir sus piernas -al mejor estilo Yuja
Wang-, sorprendió al público por su poderosa pulsación y velocidad de digitación.
Interpretó todas las obras comprendidas en el recital de memoria – lo cual, no es un
detalle menor- y demostró su virtuosismo en todo momento. Su interpretación de las
obras de Ravel fue sublime, comenzando por la Sonatina, compuesta en 1903 para un
concurso organizado por la revista anglo-francesa Weekly Critical Review para la
creación de un primer movimiento de una sonata para piano. El genio de Ciboure la
compuso como Sonatina en Fa sostenido menor y condensó el allegro de sonata clásico
tripartito en un solo movimiento. Debido a que no prosperó, Ravel la completó en 1906
en tres movimientos: Moderé- Mouvement de minuet- Animé. La versión fue precisa y
deslumbrante desde los primeros compases, donde Huangci puso elegancia, ímpetu y
pasión en la interpretación. Al apreciar los gestos de su rostro, una se dio cuenta que
vivía cada pieza con auténtica emoción y de manera única, tal como lo hiciera la gran
Mitsuko Uchida, cuyos gestos interpretativos eran colosales. Los glissandi y la
pirotecnia pianística se pusieron de manifiesto en toda su extensión en Jeux d’eau
(Juegos de agua), compuesta en 1901 y estrenada al año siguiente. Ravel se inspiró en
la obra homónima de Liszt (“Les jeux d’eaux à la Villa d’Este”) y está no sólo inspirada
en el sonido del agua, sino de los sonidos musicales que ejercen las fuentes del agua,
arroyos y cascadas. La clave para su interpretación fue dada en el epígrafe de la
partitura por el propio compositor: “Dios del río riéndose del agua que le hace
cosquillas” y pertenece al poeta Henri de Régnier.
Durante el presente recital se interpretó la versión original para piano de la célebre
Pavana para una infanta difunta, compuesta en 1899 cuando Ravel todavía estudiaba
con Gabriel Fauré en el conservatorio de París -de hecho, se basó para componerla en la
Pavanne, Op.50 de su maestro- y está dedicada a su mentora, la princesa de Polignac.
Recrea la elegancia y distinción de una infanta bailando una pavana -danza lenta
renacentista muy popular entre los siglos XVI y XVII- en la corte española (de hecho,
inspirada en los cuadros de Diego Velázquez) y su título no tiene nada que ver con la
composición. Según palabras del propio Ravel: “Simplemente me gustó cómo sonaban
las palabras y así las escribí en la partitura. Eso es todo”. Posteriormente, fue
orquestada en 1910. Claire Huangci se destacó por la elegancia y sutileza en la
interpretación para posteriormente, culminar la primera parte del presente recital con
una monumental versión de La Valse desde los primeros compases hasta el final. Escrita
entre 1919 y 1920, evoca los valses vieneses en homenaje a Johann Strauss (h). La
ascendente progresión sonora envolvente a la cual se refiere su autor fue perfectamente
encausada en todos sus matices en esta versión para piano solo, donde el rugido del
Colón se sintió tras su interpretación, coronando la labor con un sinfín de aplausos y
vítores.
Para abrir la segunda parte del recital, Claire Huangci eligió un bellísimo tema de la
suite del ballet ESPRTACO: el célebre Adagio que narra el amor entre Espartaco y su
esposa Frigia, compuesto en 1941 por Kachaturian durante la invasión nazi a la Unión
Soviética. Su estreno recién se produjo en 1956 por el Ballet del Kirov – hoy, Teatro
Marinskii de San Petersburgo- y su autor había compuesto 4 suites orquestales sobre el
mismo. Una versión sublime, repleta de sutilezas, maestría y expresividad, que le valió
una nueva ovación de aplausos para la pianista antes de pasar a otra obra de fuste:
Cuadros de una Exposición de Mussorgsky, compuesta originalmente en 1874 como
una suite para piano basada en una exhibición póstuma de 10 pinturas de su amigo y
artista plástico Viktor Hartmann (1834-1873) organizada por el crítico de arte y asesor
del Grupo de los Cinco Vladimir Stásov (1824-1906). Posteriormente, Maurice Ravel
realiza su célebre orquestación en 1922, que forma parte de repertorio de cualquier
orquesta sinfónica que se precie como tal. Los cuadros que la integran son: Gnomos, El
viejo castillo, Tullerías, Bydio (cabeza de ganado), Ballet de los polluelos en sus
cáscaras, Samuel Goldenberg y Schmuyle, El mercado de Limoges, Catacumbas, La
cabaña de Baba Yaga (sobre patas de gallina) y La gran puerta de Kiev. A esto se le
suma el motivo conductor (Promenade), donde el visitante entra al salón donde se
exhiben los cuadros. Escrito en estilo diatónico, este pasaje describe la acción y crea la
tensión. Luego de la quinta repetición del motivo, da la impresión que el visitante se
ensambla con los cuadros y forma parte del universo pictórico.
Desde el punto de vista pianístico, la suite posee dos tipos de armonización: la
diatónica, para los cuadros poéticos, y la cromática, mediante escalas de tonos enteros,
octatónicas y yuxtaposición de pasajes para los cuadros de tono fantástico y misterioso.
En la presente versión, la Promenade sonó solemne desde el principio hasta el final, con
un sonido prístino y una precisión absoluta en cada una de las partes que integran esta
suite. Logró unos matices increíbles en cada una de las partes con un perfecto dominio
de tempi y majestuosidad en la cadencia final que cierra la obra. El público la ovacionó
y Claire Huangci se dirigió al público en su idioma natal para agradecer los aplausos y
ofrecer dos bises de George Gershwin: The man I love y la segunda parte de la célebre
Rhapsody in Blue, que sonaron de manera íntima el primero y como una verdadera
orquesta, el segundo. De más está decir que se sintió el famoso rugido del Colón al final
del recital en una noche digna del Mozarteum Argentino, donde el talento y la
perfección se hicieron presentes.
Hacía mucho tiempo que una no escuchaba una pianista de semejantes condiciones.
Reúne la velocidad de digitación de Yuja Wang con una precisión absoluta sobre el
teclado, posee una técnica excepcional y unas dotes interpretativas asombrosas. No le
hace falta nada para triunfar y brillar de forma impactante y deslumbrante sobre el
escenario. Un debut iridiscente en una auténtica noche de Colón con el sello de
excelencia del Mozarteum.
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