Ecos del Concierto de la Filarmónica
de Buenos Aires ofrecido el pasado jueves en el Colón
UNA ADECUADA VERSIÓN DEL
ROMANTICISMO
El Ciclo de Abono de la Orquesta
Filarmónica de Buenos Aires presentó el jueves 3 del corriente su cuarto
concierto en el Teatro Colón, bajo la dirección de Enrique Arturo Diemecke,
donde se interpretaron dos obras que, hoy en día, se ejecutan en escasas oportunidades
en los programas habituales de las Temporadas de conciertos: la Sinfonía n°4 en Sol mayor de Gustav
Mahler y el Concierto en Re menor para
violín y orquesta de Robert Schumann. Actuaron como solistas el violinista
ruso Ilya Gringolts y la soprano Laura Rizzo.
Si bien el mencionado Concierto en Re menor para violín y orquesta
de Schumann no posea la popularidad de sus homónimos de Tchaikowsky y
Sibelius, o la brillantez de su par de Mendelssohn, es una obra bellísima y
compleja, que no forma parte de los programas de concierto habituales por su
difícil ejecución e interpretación por parte del solista. En este caso, la
orquesta ofreció una muy buena versión, caracterizada por las indicaciones
expresas en la partitura en los tres movimientos de la obra (In kräftigen, nicht zu schnellem (Poderoso,
no demasiado rápido); Langsam (lento) y Lebhalft,
doch nicht schnell (Animado, aunque no rápido)), donde se respetaron los tempi, el equilibrio entre la orquesta y
el solista y los planos sonoros. Sin embargo, no puede decirse lo mismo de
Gringolts, quien posee una muy buena técnica y un fraseo adecuado, pero cuya
interpretación careció de emoción y brillo. Por momentos, el violín sonó
completamente opaco y deslucido, pese al cuidadoso equilibrio que Diemecke
impuso a la orquesta, para que el sonido del instrumento solista pudiera
sobresalir. Tal es así, que el público respondió con un aplauso tibio, carente
de vítores. No obstante, posteriormente ejecutó un bis, que fue algo más aplaudido. Su interpretación dejó mucho que
desear, en comparación a su presentación anterior en el mismo escenario del
Colón junto a la Filarmónica hace unos años atrás y con el mismo director en el
podio.
De las nueve sinfonías de Mahler,
la 4° Sinfonía en Sol mayor es la que
más se representaba en los Ciclos de Conciertos de la Filarmónica y la
Sinfónica Nacional hace más de 25 años atrás y la más escuchada por parte de
quien escribe. Posteriormente, cayó en desuso y no figuró en los programas de
conciertos; quizás, debido a la interpretación de otras Sinfonías del mismo
compositor, como la 8° Sinfonía (“De los
Mil”, ofrecida hace dos años atrás por Enrique Diemecke a cargo de la
Orquesta Estable, con gran suceso de público y crítica, al igual que la versión
ofrecida en 2010 por la Orquesta del Teatro Argentino der La Plata,
magistralmente dirigida por Alejo Pérez) y la 9°(dirigida por Diemecke en la temporada de la Filarmónica el año
pasado), que son más complejas, estridentes y que requieren de mayor
orquestación. Afortunadamente, ha sido recuperada y la Filarmónica demostró que, al igual que hace tanto tiempo
atrás, sabe ejecutarla perfectamente. El director puso énfasis, brillo,
luminosidad y una armonía perfecta en los diálogos y contrapunto entre los
diferentes grupos de instrumentos. Muy destacadas las actuaciones de los
solistas (el concertino Pablo Saraví
utilizó dos violines: uno, afinado en Mi, y el otro, en Fa, para brindar cierta
disonancia que luego, se incorpora y amalgama perfectamente con el resto de la
orquesta en el 2° movimiento de la obra) y de Laura Rizzo, quien interpretó con
dulzura el aria de la soprano del 4° movimiento (Sehr behaglich/ Muy cómodo), donde el sonido de los cascabeles y
oboe retoma el tema original del 1° movimiento (Bedächtig, nicht eilen/ Prudente, no acelerado). Por otra parte, lo
hizo sin sobresalir, siguiendo el precepto wagneriano donde la voz se comporta
como un instrumento más. Pero lo
mejor fue la interpretación del Adagio del
3° movimiento de dicha obra (Ruhevoll.
Poco adagio), donde el equilibrio sonoro fue perfecto y el sonido, etéreo.
Previamente a la ejecución de la 4° Sinfonía,
Enrique Diemecke anunció el alejamiento del flautista Luis Rocco con motivo de
su jubilación, siendo el último concierto que interpretó junto a la orquesta
donde se desempeñó por tantos años. El
público estalló en aplausos y vítores al final de la sinfonía, que, sin lugar a
dudas, fue lo mejor de la noche. Pese a los altibajos por parte de Ilya
Grinholts, el espíritu del Romanticismo se mantuvo intacto y totalmente vigente
en los albores del siglo XXI.
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