viernes, 25 de mayo de 2018


Muy buena actuación de la Filarmónica de Buenos Aires en la Usina del Arte

DEL BRILLO DE TCHAIKOWSKY A LAS BRUMAS DANESAS

            Dentro de los conciertos correspondientes al Ciclo “Mi Primera Sinfonía” ofrecidos por la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires en la Usina del Arte, el pasado 24 del corriente tuvo lugar en dicha entidad el tercer concierto del mencionado ciclo, bajo la dirección de Alejandra Urrutia Borlando en el podio y con la presencia del violinista Humberto Ridolfi.
            El repertorio comprendió el Concierto para violín y orquesta en Re mayor, Op.35 de Piotr Illych Tchaikowsky y la 1° Sinfonía en Sol menor, Op.7 de Carl Nielsen. En realidad, el programa original estaba constituido por el Concierto para violín y orquesta en Re menor, Op.47 de Jan Sibelius, pero se decidió reemplazarlo por su celebérrimo homónimo de Tchaikowsky, que representa un desafío para cualquier ejecutante de dicho instrumento; precisamente, por su complejidad en el fraseo y en los agudos. Además, es una obra tan archiconocida y tan popular que el público se da cuenta cuando se comete un error en su ejecución. Humberto Ridolfi no sólo lo interpretó magníficamente, sino que      demostró ser un digno discípulo de Alberto Lysy (su forma de pararse sobre el escenario, sus gestos y su técnica lo confirmaron). Supo sortear sin problemas los infinitos obstáculos que presenta esta obra y se destacó en los pasajes más difíciles del 1° movimiento, donde el violinista debe interpretar notas muy agudas- sin caer en chirridos ni estridencias-. El solo de violín del 2° movimiento- Canzonetta: Andante- fue interpretado con la cadencia de manera exacta y precisa, acorde a la partitura. La orquesta mantuvo un diálogo fluido con el instrumento solista en todo momento, lográndose un equilibrio justo y perfecto. El Allegro vivacissimo con el que culmina la obra se ejecutó sin interrupción entre el 2° y el 3° movimiento- tal como lo expresó el compositor- , de forma solemne y magistral. El público destalló en aplausos hacia el final, donde la directora y el solista fueron largamente vitoreados por el público, lo que obligó a Ridolfi a hacer un bis: nada más ni nada menos que una transcripción para violín de Adiós, Nonino de Piazzolla, luego de la cual, el público estalló en aplausos. De no haber sido por un gesto del violinista, el público no lo hubiera dejado ir: quería otro bis más.
            La Sinfonía n° 1 en Sol menor, Op.7 de Carl Nielsen es una obra que se ejecuta muy raramente dentro de los programas de conciertos fuera de Dinamarca. Compuesta entre 1890 y 1892 bajo forma de sonata tradicional (3 flautas, 2 oboes, 2 clarinetes, 2 fagots, 4 cornos, 3 trombones, timbal y cuerdas), tiene una poderosa influencia de compositores como Beethoven (en espíritu, lo que se demuestra en los crescendi de la obra),  Brahms (en escritura) y Dvorak (en el carácter colérico del 1° movimiento, Allegro orguglioso), fue estrenada en Copenhague el 14 de Marzo de 1894 por la Orquesta Real Danesa, bajo la dirección de Johan Svendsen, con buen suceso de público y crítica. En aquel entonces, Nielsen formaba parte como parte de los segundos violines de dicha orquesta y ya desde su 1° Sinfonía imprimió la característica que lo haría célebre: el empleo de la tonalidad expansiva y grandes coros de instrumentos para pasar de una tonalidad a la otra (era amante de la polifonía de los antiguos griegos, como lo demuestra posteriormente en la Obertura Helios). En este caso, la obra abre con un acorde colérico por parte de las cuerdas y apoyado en los metales en Do mayor/Sol menor, que se repite a lo largo del 1° movimiento, hasta que la flauta y el oboe conducen al segundo tema, que será desarrollado según la estructura clásica de sonata (desarrollo central/ recapitulación/final). En este caso, culmina en un clímax dinámico en Do mayor. Alejandra Urrutia imprimió su sello personal al dirigirla de memoria, marcando bien los crescendi, tempi y tutti característicos de la misma.
            A diferencia del 1° movimiento, el 2°movimiento (Andante) posee un carácter bucólico y pastoral, que posteriormente, tiene momentos de tinte dramático en intensidad, hasta que se restaura el tema inicial. Muy buenas las actuaciones de los flautistas Claudio Barile y Gabriel De Simone, al igual que la oboísta Natalia Silipo. Urrutia supo mantener un equilibrio orquestal delicado en esta parte de la obra, con buen contrapunto por parte de las cuerdas. Si bien el inicio del 3° movimiento (Scherzo- Allegro comodo) sonó algo rápido, posteriormente, tomó el ritmo marcado en la partitura. Se logró el efecto de Scherzo ondulante por parte de las maderas y las cuerdas (arranca en tonalidad de Mi bemol, que luego pasa a Sol menor/Do mayor en los pasajes de mayor lirismo) y el contrapunto por parte de los metales (trío de trombones y dúo de trompetas, antes del final). Por último, el movimiento final (Allegro con fuoco) sonó magistralmente y con la misma vivacidad del inicio, con destacadas actuaciones por parte de todos los grupos de instrumentos, para terminar en un final triunfante, en tonalidad de Do mayor.
            Pese a que la interpretación de la Sinfonía fue excelente, no se tradujo en grandes  aplausos por parte del público. Esto puede deberse a dos motivos: o no se conoce la obra en profundidad (muchos de los presentes deben haberla escuchado por primera vez), o no gustó la interpretación. Una tiende a pensar más en la primera opción que en la segunda, ya que al conversar con los músicos a la salida del concierto, todos estaban muy conformes y satisfechos con su desempeño y el de la directora. Previamente a su cargo actual como titular de la Orquesta de Cámara de Chile, Alejandra Urrutia se había desempeñado como titular en la Orquesta Sinfónica Provincial de Santa Fe, donde sus actuaciones fueron de gran prestigio. Y no le faltaron méritos: no es fácil dirigir una obra de la complejidad de esta sinfonía de memoria, y lo hizo siguiendo estrictamente la partitura original.
            De todas formas, es bueno rescatar del olvido este tipo de obras y reponerlas periódicamente, al igual que hacer ciclos completos de sinfonías de determinados compositores. La Filarmónica lo viene demostrando desde hace tiempo con los Ciclos integrales de sinfonías de Beethoven, Tchaikowsky y Dvorak. Y, bajo una batuta adecuada, está en perfectas condiciones de poder ofrecer un Ciclo integral  de las sinfonías de Carl Nielsen. Sólo falta saber cuándo.
                                                                  Martha CORA ELISEHT

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