Muy buena actuación de la
Filarmónica de Buenos Aires en la Usina del Arte
DEL BRILLO DE TCHAIKOWSKY A LAS
BRUMAS DANESAS
Dentro de los conciertos
correspondientes al Ciclo “Mi Primera Sinfonía” ofrecidos por la Orquesta
Filarmónica de Buenos Aires en la Usina del Arte, el pasado 24 del corriente
tuvo lugar en dicha entidad el tercer concierto del mencionado ciclo, bajo la dirección
de Alejandra Urrutia Borlando en el podio y con la presencia del violinista
Humberto Ridolfi.
El repertorio comprendió el Concierto para violín y orquesta en Re
mayor, Op.35 de Piotr Illych Tchaikowsky y la 1° Sinfonía en Sol menor, Op.7 de Carl Nielsen. En realidad, el
programa original estaba constituido por el Concierto
para violín y orquesta en Re menor, Op.47 de Jan Sibelius, pero se decidió
reemplazarlo por su celebérrimo homónimo de Tchaikowsky, que representa un
desafío para cualquier ejecutante de dicho instrumento; precisamente, por su
complejidad en el fraseo y en los agudos. Además, es una obra tan archiconocida
y tan popular que el público se da cuenta cuando se comete un error en su
ejecución. Humberto Ridolfi no sólo lo interpretó magníficamente, sino que demostró ser un digno discípulo de
Alberto Lysy (su forma de pararse sobre el escenario, sus gestos y su técnica
lo confirmaron). Supo sortear sin problemas los infinitos obstáculos que
presenta esta obra y se destacó en los pasajes más difíciles del 1° movimiento,
donde el violinista debe interpretar notas muy agudas- sin caer en chirridos ni
estridencias-. El solo de violín del 2° movimiento- Canzonetta: Andante- fue interpretado con la cadencia de manera
exacta y precisa, acorde a la partitura. La orquesta mantuvo un diálogo fluido
con el instrumento solista en todo momento, lográndose un equilibrio justo y
perfecto. El Allegro vivacissimo con
el que culmina la obra se ejecutó sin interrupción entre el 2° y el 3°
movimiento- tal como lo expresó el compositor- , de forma solemne y magistral.
El público destalló en aplausos hacia el final, donde la directora y el solista
fueron largamente vitoreados por el público, lo que obligó a Ridolfi a hacer un
bis: nada más ni nada menos que una transcripción para violín de Adiós, Nonino de Piazzolla, luego de la
cual, el público estalló en aplausos. De no haber sido por un gesto del
violinista, el público no lo hubiera dejado ir: quería otro bis más.
La Sinfonía n° 1 en Sol menor, Op.7 de Carl Nielsen es una obra que se ejecuta muy
raramente dentro de los programas de conciertos fuera de Dinamarca. Compuesta
entre 1890 y 1892 bajo forma de sonata tradicional (3 flautas, 2 oboes, 2
clarinetes, 2 fagots, 4 cornos, 3 trombones, timbal y cuerdas), tiene una
poderosa influencia de compositores como Beethoven (en espíritu, lo que se
demuestra en los crescendi de la
obra), Brahms (en escritura) y Dvorak
(en el carácter colérico del 1° movimiento, Allegro
orguglioso), fue estrenada en Copenhague el 14 de Marzo de 1894 por la
Orquesta Real Danesa, bajo la dirección de Johan Svendsen, con buen suceso de
público y crítica. En aquel entonces, Nielsen formaba parte como parte de los
segundos violines de dicha orquesta y ya desde su 1° Sinfonía imprimió la
característica que lo haría célebre: el empleo de la tonalidad expansiva y
grandes coros de instrumentos para pasar de una tonalidad a la otra (era amante
de la polifonía de los antiguos griegos, como lo demuestra posteriormente en la
Obertura Helios). En este caso, la
obra abre con un acorde colérico por parte de las cuerdas y apoyado en los
metales en Do mayor/Sol menor, que se repite a lo largo del 1° movimiento,
hasta que la flauta y el oboe conducen al segundo tema, que será desarrollado
según la estructura clásica de sonata (desarrollo central/
recapitulación/final). En este caso, culmina en un clímax dinámico en Do mayor.
Alejandra Urrutia imprimió su sello personal al dirigirla de memoria, marcando
bien los crescendi, tempi y tutti característicos de la misma.
A diferencia del 1° movimiento, el
2°movimiento (Andante) posee un
carácter bucólico y pastoral, que posteriormente, tiene momentos de tinte
dramático en intensidad, hasta que se restaura el tema inicial. Muy buenas las
actuaciones de los flautistas Claudio Barile y Gabriel De Simone, al igual que
la oboísta Natalia Silipo. Urrutia supo mantener un equilibrio orquestal
delicado en esta parte de la obra, con buen contrapunto por parte de las
cuerdas. Si bien el inicio del 3° movimiento (Scherzo- Allegro comodo) sonó algo rápido, posteriormente, tomó el
ritmo marcado en la partitura. Se logró el efecto de Scherzo ondulante por parte de las maderas y las cuerdas (arranca
en tonalidad de Mi bemol, que luego pasa a Sol menor/Do mayor en los pasajes de
mayor lirismo) y el contrapunto por parte de los metales (trío de trombones y
dúo de trompetas, antes del final). Por último, el movimiento final (Allegro con fuoco) sonó magistralmente
y con la misma vivacidad del inicio, con destacadas actuaciones por parte de
todos los grupos de instrumentos, para terminar en un final triunfante, en
tonalidad de Do mayor.
Pese a que la interpretación de la
Sinfonía fue excelente, no se tradujo en grandes aplausos por parte del público. Esto puede
deberse a dos motivos: o no se conoce la obra en profundidad (muchos de los
presentes deben haberla escuchado por primera vez), o no gustó la interpretación.
Una tiende a pensar más en la primera opción que en la segunda, ya que al
conversar con los músicos a la salida del concierto, todos estaban muy
conformes y satisfechos con su desempeño y el de la directora. Previamente a su
cargo actual como titular de la Orquesta de Cámara de Chile, Alejandra Urrutia
se había desempeñado como titular en la Orquesta Sinfónica Provincial de Santa
Fe, donde sus actuaciones fueron de gran prestigio. Y no le faltaron méritos:
no es fácil dirigir una obra de la complejidad de esta sinfonía de memoria, y
lo hizo siguiendo estrictamente la partitura original.
De todas formas, es bueno rescatar del
olvido este tipo de obras y reponerlas periódicamente, al igual que hacer
ciclos completos de sinfonías de determinados compositores. La Filarmónica lo
viene demostrando desde hace tiempo con los Ciclos integrales de sinfonías de
Beethoven, Tchaikowsky y Dvorak. Y, bajo una batuta adecuada, está en perfectas
condiciones de poder ofrecer un Ciclo integral
de las sinfonías de Carl Nielsen. Sólo falta saber cuándo.
Martha CORA ELISEHT
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