sábado, 5 de mayo de 2018


Repercusiones sobre la nueva producción escénica de “La Italiana en Argel” en el Colón

LA ÓPERA NO ES REVISTA, NI EL COLÓN ES EL MAIPO
El viernes 4 del corriente se presentó en el Colón la reposición de “L’Italiana en Algheri” (La Italiana en Argel), con motivo del sesquicentenario del fallecimiento de Giacchino Rossini, en una nueva producción escénica realizada en cooperación con el Festival  San Lorenzo del Escorial (Madrid) y la Quincena Musical de San Sebastián (España), bajo las órdenes de Joan Anton Rechi como director de escena y con escenografía de Claudio Hanczyk. El vestuario estuvo a cargo de la española Mercé Paloma y la iluminación, por Sebastián Marrero.
Los roles principales fueron interpretados por los siguientes cantantes: Fabiola Herrera (Isabella), Xabier Anduaga (Lindoro), Nahuel Di Pierro (Mustafá), Luis Gaeta (Haly), Damon Ploumis (Taddeo), Oriana Favaro (Elvira) y Mariana Rewerski (Zulma).La Orquesta Estable fue dirigida por el italiano Antonello Allemandi y el Coro Estable, por Miguel Martínez.
Antes de comenzar la obra, el escenario estaba cubierto por una pantalla con símbolos alusivos a ese Oriente mágico y misterioso (en especial, hacia lo turco y lo árabe, soñados en época de Rossini), donde la ambientación se desarrollaba en el Casino de Argel. Hacia el lado izquierdo, un simpático dromedario – con cabeza y ojos móviles- acentuaba aún más la presencia del África colonizada por los bereberes, mientras que sobre el lado derecho había lámparas de neto corte oriental. Pero al levantarse el telón luego de la obertura, el serallo del bey Mustafá se transformó en un teatro de revistas, con un montón de figurantes travestidos con ropajes brillantes y abanicos de plumas, y otras 6 bailarinas vestidas de mucamas  a la usanza occidental. Las únicas vestidas como odaliscas fueron las sopranos Oriana Favaro y Mariana Rewerski- excelentes en sus roles e interpretaciones como Elvira y Zulma, respectivamente- , mientras que los personajes de Mustafá, Lindoro y Haly lucieron sacos y smoking a la usanza occidental. Sí hubo muy buena caracterización por parte del coro –sarracenos e italianos- durante todo el transcurso de la obra.
En cuanto al aspecto vocal, el tenor vasco Xabier Anduaga impresionó desde la primera aria (“Languir per una bella”) por el gran caudal de su voz, fresca y joven (sólo tiene 22 años), lo que constituyó una revelación. Si bien la mezzosoprano Fabiola Herrera posee un hermoso color y timbre de voz- muy buenos graves y alcanzó perfectamente las notas agudas-, por momentos, se vio algo deslucida ante los tutti orquestales. No obstante, supo resolver las arias más difíciles merced a sus dotes actorales (“Pensa alla patria” y la cavatina “Cruda sorte”). Pese a que ya no quedan voces magistrales de bajos buffos de la talla de Sesto Bruscantini, Enzo Dara o Paolo Montarsolo, el rol de Mustafá estuvo magistralmente interpretado por Nahuel Di Pierro, quien se lució vocal y actoralmente (pese a que tuvo un comienzo tibio, luego se afianzó en escena). También tuvieron destacadas actuaciones Luis Gaeta y Oriana Favaro, donde su voz sobresalió en el quinteto final del 1° acto (“Din din”) y demostró gracia, talento y holgura escénicas. Lo mismo sucedió con el bajo/ barítono Damon Ploumis, quien interpretó un Taddeo excelente. La dirección orquestal a cargo de Antonello Allemandi fue estupenda y sonó auténticamente rossiniana desde los primeros compases de la obertura.
La escenografía contó con recursos perfectamente adaptados a los cambios de escenas en el serallo, pero jugaron en contra varios factores: en primer lugar, hubo exceso de uso de una cortina drapeada de color dorado (similar a las usadas en los teatros de revistas). Eso demuestra falta de imaginación y uso inadecuado de elementos en demasía. En segundo lugar, el ambiente revisteril no condice ni con la esencia de la ópera ni con el escenario del Colón: por tratarse de un teatro lírico, donde si bien se han ofrecido puestas en escena muy modernas, no se puede comparar con un teatro de revistas. Por lo tanto, era inapropiado. Si se hubiera tratado de desdramatizar una ópera seria utilizando elementos de la revista, vaya y pase, pero, precisamente, se trataba de una ópera buffa: por ende, y acorde a la correcta interpretación de dicho término en italiano, era cómica y no había necesidad de desdramatizar absolutamente nada.
Por último, el rol de los bailarines y figurantes fue controvertido. Si bien hubo momentos donde hicieron reír al público (por ejemplo, haciendo que Mustafá hiciera gimnasia), aparecieron en demasiadas escenas, donde no se comprendía bien qué rol estaban jugando. Una cosa es un ejército de sirvientes apantallando al bey con plumas, mientras que otra muy distinta era ver a las mucamas desmayándose en los diferentes fragmentos del aria de Lindoro y en el trío del acto 2°, donde Lindoro y Taddeo explican a Mustafá el significado de ser un papatacci. Si no se hubiera caído en ese exceso, quizás, hubiera sido más interesante.
En líneas generales, la bella italiana cumplió su objetivo de seducir al bey y rescatar a su amado, pero lo hizo con un escenario que no condecía. Si lo hubieran hecho de otra manera, quizás, hubiera resultado más atractivo. Como dice el refrán: “Zapatero, a tus zapatos”. La ópera buffa no es una revista, ni el Colón es el Maipo.
                                                   Marta CORA ELIZHET

No hay comentarios:

Publicar un comentario