Presentación del Ballet Nacional de Rusia en el
Teatro Coliseo
UN
LAGO CON ALGUNOS DESNIVELES
El pasado jueves 17 del corriente
hizo su presentación el Ballet Nacional de Rusia en el Teatro Coliseo, como
parte de una gira latinoamericana que comprendió presentaciones en Argentina,
Chile y Perú. No sólo actuaron en Santiago y otras ciudades del país
trasandino, sino también en Mendoza, San Juan y Buenos Aires. Posteriormente,
la compañía regresará a Chile para bailar en Arica y Antofagasta, para luego
culminar su gira en Lima.
En la
Argentina, el repertorio comprendió una versión reducida de El Lago de los Cisnes de Tchaikowsky,
con coreografía de Reisinger y Gordeev (adaptación de la original de Maruis
Petipa, que se representó en el Coliseo) y una Gala donde se incluyeron fragmentos
de Don Quijote de Ludwig Minkus y Scheherezade, de Nikolai Rimsky-
Korsakov, que se representó en Mendoza y San Juan.
Es la primera vez que dicha compañía
de ballet hace su presentación en Argentina, bajo la dirección de quien fuera
uno de los máximos referentes del Ballet Bolshoi en la década del ’80:
Viacheslav Gordeev, quien junto a su esposa
- Nadieszhda Pavlova- visitó nuestro país en 1981 y ofreció una
memorable interpretación de Cascanueces en
el Colón (sumamente apreciada por quien escribe, que tuvo la oportunidad de
estar presente en dicha función). En esta oportunidad, también lo hizo como
coreógrafo.
La mayoría de los integrantes de la
compañía cuentan con antecedentes de peso, acorde a la gran tradición de ballet
en Rusia: por ejemplo, la primera bailarina Siori Fukuda – quien interpretó los
roles de Odette (reina de los
cisnes) y Odile (hija del mago Von Rothbart,
el cisne negro) ha sido ganadora del Gran Premio Internacional de Moscú y
Medalla de Oro en dicho certamen. Lo mismo sucede con Svetlana Ustyuzhaninova,
quien interpretó a la Reina (madre
del protagonista) y que ha sido declarada “Tesoro Nacional de Rusia”, que es
uno de los máximos galardones a los cuales puede aspirar un artista de dicha
nacionalidad. Y otros ostentan títulos de Artistas Honorarios, como Dmitry
Protsenko (el tutor del príncipe) o
Artista Honrado de la región de Moscú – el primer bailarín Anton Geyker, quien
interpretó al príncipe Sigfrido- . Sin embargo, sus dotes de bailarín no supieron
corresponderse con su interpretación del rol masculino principal. Si bien posee
muy buena técnica y presencia escénica, le faltó expresión. No transmitió
ninguna emoción al recibir su regalo de cumpleaños en el primer acto, y mucho
menos, en el encuentro con Odette en
el segundo. Aquí también hubo un error por parte de la protagonista- según
criterio de quien escribe- . Quizás, debido a los cortes que sufrió la música,
no se vio la escena donde Odette le
explica a Sigfrido que si mata a Von
Rothbart, ocasionaría no sólo su muerte, sino también la de todos
los cisnes del lago. Ya en el tercer acto, se lo vio algo mejor en la escena
donde confunde a Odile con Odette, al igual que en la escena final,
donde triunfa el amor de la pareja protagónica.
En cuanto a la primera bailarina, Siori
Fukuda interpretó una excelente Odette y
una mejor Odile. Posee una técnica
perfecta- notables sus panchées y developées- que, por momentos, hizo
recordar a Natalia Bessmertnova (quien interpretó dichos roles en el Colón
junto al Ballet del Bolshoi en 1986). Pese a la omisión de la escena del 2°
acto anteriormente mencionada, posee buenas dotes histriónicas. Pero las
mejores interpretaciones de la noche fueron las de los solistas Artem
Kudryashov y Alexei Zuev, quienes encarnaron a Von Rothbart y el Bufón,
respectivamente. El primero demostró ser un bailarín de carácter ideal:
excelente presencia escénica, histrionismo y con una caracterización impecable.
Al estar vestido con un traje donde los brazos simulaban ser plumas, fue un
placer en todos los sentidos; sobre todo, al hechizar a Odette para que volviera a recuperar su forma humana por la noche,
y al sacar a Odile debajo de su capa en el 3° acto. En esta
versión, Sigfrido le arranca sus
plumas en el último acto, con lo cual, el mago muere y se rompe el maleficio al
amanecer. Aquí, Kudryashov alcanzó su máximo rendimiento y fue ovacionado al
final. Y Alexei Zuev se llevó los laureles: técnica perfecta, excelente actor y
sorprendió a todos con su simpatía. Sus piruetas sobre el escenario fueron
memorables y demostró ser un digno ganador del Concurso Internacional de
Ballet.
En cuanto a las escenas de conjunto,
se notó la perfección, sincronización de movimientos y disciplina por parte de
todos los integrantes de la compañía. Cabe destacar también su alto grado de
profesionalismo (sobre todo, si se tiene en cuenta que luego de una gira maratónica,
tuvieron muy poco tiempo para ensayar y conocer el escenario). Y dentro de los
números a cargo de los solistas principales, se destacaron Daria Darina y
Ekaterina Loseva en el Pas de Trois del
primer acto, mientras que Denis Zverev demostró cierta inseguridad, al
compararlo con sus compañeras de elenco. Excelente el celebérrimo Pas de Quatre del segundo acto
(interpretado por Elena Bulatova, Nina Koloskova, Zlata Levandovskaya y Erica
Kolotova), donde la coordinación de movimientos entre las cuatro bailarinas fue
perfecta, mientras que las solistas principales Daria Darina, Elena Titova y
Anastasia Kolesnikova encarnaron el trío de cisnes que acompañaron a Siori
Fukuda en el segundo acto.
Luego del intervalo, las mismas
primeras solistas y solistas principales encarnaron a las princesas que
pretenden conquistar el corazón de Sigfrido
al comienzo del tercer acto (Darina,
Loseva, Bulatova, Kolotova y Koloskova), impecablemente vestidas con tutú
romántico blanco. Dentro de las danzas del 3° acto, sólo se interpretaron la Mazurka (intervinieron Ksenia Bugaeva,
Elena Titova, Anastasia Chekhovskaya, Egor Bolshukhin, Dmitry Zhukov, Denis Zverev y Alexey Rybin), la Danza Napolitana (donde actuaron la
mencionada Zlata Levandovskaya junto a Kristina Semenova, Bianka Navari,
Elizabeta Nazimova y Andrei Semyonov) y la Danza
Española (magistralmente interpretada por los primeros solistas Matisse
Love y Carly Denlinger). Por tratarse de una versión reducida, faltaron las
célebres Czardas húngaras y la Danza Rusa, al igual que algunos números
comprendidos en el Pas de Deux de El Cisne Negro. Por momentos, los
solistas que encarnaron estos roles secundarios tuvieron mejores
interpretaciones que el primer bailarín Anton Geyker. Hay que tener en cuenta
que este último es aún muy joven, pero se considera que debe mejorar sus dotes
actorales para poder interpretar grandes papeles. No sólo basta con tener buena
técnica, sino también poseer soltura escénica a la hora de interpretar un rol
de semejante magnitud.
La reducción musical de esta
representación también jugó en contra en el cuarto y último acto de la obra.
Faltaron números a cargo del conjunto en el Divertimento
y en la Danza de los Pequeños Cisnes
(según el libreto original, debe ser
interpretada por niñas o adolescentes tempranas, vestidas con tutú clásico de
color gris o negro, en contraste con el plumaje de los cisnes blancos).
Posteriormente, el crescendo dramático
entre los tres protagonistas principales tomó vuelo y recuperó trascendencia
hacia el final de la obra, donde se desencadenan los acontecimientos que en
este caso, llevan al triunfo del amor en
vida (a diferencia de la versión de Jack Carter, donde Odette y Sigfrido aparecen
juntos en la transfiguración que marca el vencimiento del amor eterno más allá
de la muerte). Al caer el telón, Fukuda y Kudryashov fueron ovacionados por
parte del público.
Ha sido lamentable el hecho de no
contar con programas de mano ni con ficha técnica por varios motivos. En primer
lugar, es una absoluta falta de respeto hacia los artistas, ya que fueron lisa
y llanamente ignorados. En segundo lugar, tampoco pudo saberse quiénes
estuvieron a cargo de la escenografía y el vestuario. Si bien este último fue espléndido,
el hecho de usar telones pintados con el castillo y el lago de fondo jugó en
contra de la entrada de los bailarines; sobre todo, si se tiene en cuenta que
el escenario es pequeño. Bien pudo
haberse reemplazado por una proyección digital, en una época donde se cuenta
con la tecnología suficiente y necesaria para montar un espectáculo de
jerarquía.
Por último, es una falta de respeto
hacia el público presente y el periodismo especializado, ya que no se puede
escribir una crítica sin saber quiénes fueron los participantes. Afortunadamente,
uno cuenta con gente que le proporciona los datos, pero no es así como
funcionan las cosas. El periodista especializado debe contar con la información
necesaria para poder emitir un juicio de valor en base al desempeño de los
protagonistas. Ha sido una versión más de una obra celebérrima, donde hubo
muchos altibajos. Y por sobre todas las cosas, un Lago que
presentó alternancia de momentos brillantes con marcados desniveles.
Martha CORA ELISEHT
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