domingo, 19 de agosto de 2018

NOCHE SUPERLATIVA Orquesta Sinfónica Nacional, Director Invitado: Stefan Lano. Solista: Muza Rubackyté (Piano). Programa: Obras de Liszt y Shostakovich (CCK-Sala Sinfónica, 3 de Agosto de 2018). NUESTRA OPINION: MUY BUENO. Reiterando el concepto que emití en mi artículo sobre la anterior presentación de la Sinfónica Nacional junto a Stefan Lano, la inteligencia en la formulación del programa se vio una vez mas puesta de manifiesto. Acalladas ya las voces y acallados los ecos respecto a las actuaciones que Daniel Barenboim y la Staatskapelle de Berlín ofrecieran en la sala Sinfónica del CCK y luego de la anterior presentación de la Sinfónica con Lano al frente el Viernes pasado con el estreno Sudamericano(así lo hizo notar mi querido colega de Chile Jaime Torres Gomez) de la Sinfonía de Erich Korngold , se llegó a un programa conformado por dos obras de alto compromiso: el Concierto para Piano y Orquesta Nº 2 de Franz Liszt y la Sinfonía Nº 15 en La mayor, Op. 141 de Dimitri Shostakovich. La velada marcó el regreso a Buenos Aires de la gran pianista Lituana Muza Rubackyté. La anterior oportunidad en que tuve el placer de escucharla, fue también junto a Stefan Lano pero junto a la Filarmónica de Buenos Aires en el Teatro Gran Rex en tiempos de Colón cerrado (año 2008). Ha pasado una década y Rubackyté ha mostrado un crecimiento interpretativo de excepción. Sus manejos del tiempo, la sutileza de sus “pianissimi” y, fundamentalmente, de los silencios para una partitura que pide eso y mucho mas, dejan al espectador al límite del asombro. Construyó junto a Lano y la Orquesta una versión sencillamente de antología y si no hay lugar para algún elogio mas es porque el Conjunto está en plena etapa de asentamiento de sus nuevos componentes y es entonces que aún falta un mayor dominio de la sutileza (tampoco es defecto de Lano), por lo que en pasajes de absoluto detallismo sonoro para el piano y los solistas orquestales intervinientes, estos últimos emitían a una sonoridad mayor que la solista y entonces aquí se percibió a pleno la notable acústica de la Sala Sinfónica, que puso al descubierto todos estos detalles. Aplaudida y ovacionada por el público, retribuyó gentilezas con una muy buena versión del “Sueño de Amor” de Liszt. Agil, plena, para nada pesante ni edulcorada, coronando una presentación de excepción. Hablar de la Sinfonía N 15 de Dimitri Shostakovich es hablar de la despedida de ese genero del último gran sinfonista de nuestra historia y, porque no decirlo, de la despedida de ese genero mismo, tal como siempre se lo conoció. Si bien creadores como Leif Segerstam siguen componiendo sinfonías (y este ya superó las 300), la estuctura de composición es muy distinta a lo que los gigantes de la música componían. Toques de ironía, mordacidad, ¿porque no decir tambien autocompasión? (Como la alusión velada a pasajes de su polémica sinfonía N 4, incluso en el notable final, en donde al igual que en esa la orquesta va reiterando el tema hasta extinguirse por completo). Las alusiones a dos héroes como “Guillermo Tell” (citando el celebre tema de la Obertura de Rossini) y “Sigfrido” (con la cita previa a la Marcha fúnebre de “El Ocaso de los Dioses” de Wagner) , nos dicen que el Compositor se despide de esta forma del género puramente sinfónico viéndose así mismo como un impensado héroe, retomando en el final de etapa esa estructura que apuntaba a un mayor desarrollo y que por la reconversión a la que fue sometido por el Comisariato Cultural Stalinista de 1934, no pudo lograr y solo aquí vuelve para participar de la despedida (1969, casi junto con la llegada del hombre a la luna). Momentos de profunda tensión, como en el Adagio-Largo (2º Movimiento, especialidad de Shostakovich, que no podía estar ausente de esta página), brillo como en el Allegretto inicial o jugando con la ironía (3º Movimiento) y un cierre magistral, tal vez pesante y muy introspectivo, pero dejando la rúbrica suya en cada nota. Lano cuidó todos los detalles y la Nacional estuvo a la altura del desafío en todas sus secciones. Particular mención merece la labor del solista de Violonchelo Jorge Pérez Tedesco tanto en el diálogo Violonchello/Piano del Concierto de Liszt, como aquí con pasajes severamente comprometidos como en el segundo movimiento. Igual valoración merecen: Luís Roggero (Concertino), Pablo Fenoglio (Trombón), Sandra Acquaviva (Flautín Piccolo), Amalia Pérez (Flauta), Lucio Maestro (Trompa) y la totalidad de la sección de percusión. No dudo en señalar que ha sido por lejos la mejor visita de los últimos tiempos de Lano a la Argentina. Debe pensarse (Y así se lo manifesté al Programador de la orquesta, Ciro Ciliberto) en convocarlo con mayor frecuencia. Demostró con creces que es el preparador ideal que la Sinfónica Nacional hoy precisa. Donato Decina

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