sábado, 29 de septiembre de 2018

alento, versatilidad y carisma en el recital de Juan Diego Florez en el Colón CABALLERO DE FINA ESTAMPA Y HERMOSA VOZ Martha CORA ELISEHT Parafraseando uno de los valses peruanos más bellos que compuso la talentosa Chabuca Granda, el pasado miércoles 26 del corriente se presentó en el escenario del Colón un auténtico caballero de la lírica: el tenor peruano Juan Diego Florez, quien estuvo acompañado por el pianista italiano Vincenzo Scalera. En esta oportunidad, ofreció un repertorio complejo y variado, que incluyó obras de Mozart, Donizetti, Verdi, Massenet, Gounod y Puccini, en un repertorio muy variado y extenso, integrado por arias que- en su momento- supieron interpretar grandes tenores, de la talla de Alfredo Kraus y Plácido Domingo. La primera parte del recital comenzó con el consabido “Dies Bildnis ist bezaubend schön” de La Flauta Mágica, de Mozart, donde Florez demostró sus cualidades de gran intérprete: Una voz cálida, con buenos matices, impecable coloratura y excelente técnica. Por su parte, Scalera resultó ser un magnífico pianista acompañante, quien tuvo excelentes ejecuciones de pasajes extremadamente difíciles de las diferentes arias – tanto en calidad de acompañante como solista-. Su interpretación de la Meditación de Thaïs de Massenet resultó muy vitoreada y aplaudida por el numeroso público que se dio cita esa noche. Lo mismo sucedió con el Vals en Do mayor de Gaetano Donizetti, que sirvió de preludio a la celebérrima “Una furtiva lacrima” de El Elixir de Amor. Previamente, Florez interpretó un aria poco conocida en nuestro medio: “Si spande al sole in faccia” de Il Re Pastore de Mozart. Debido a que es un aria típica de coloratura, no cualquier tenor está en condiciones de interpretarla. Juan Diego Florez sí lo hizo, y magistralmente. Y luego de la mencionada aria de Donizetti, ni hablar: literalmente, el Colón estalló en aplausos y vítores de todo tipo – cosa que no se veía desde la magnífica actuación de Javier Camarena el año pasado- .Seguidamente, interpretó otra aria de dificultad intermedia: “Tombe degli avi miei… Fra poco a me recovero” de Lucia di Lamermoor, con singular maestría, nivel de actuación y canto. Luego de una breve pausa, llegó el turno de Giuseppe Verdi con “La mia letizia infondere” de I Lombardi- otro título que no se escucha en el Colón desde hace muchos años- para finalizar con la célebre aria de Alfredo: “Lunge da lei… Demiei volenti spiriti”, de La Traviata. En ambas arias, Florez hizo uso de su maravillosa voz, sus dotes histriónicas y de una técnica vocal impecable, con un sonido diáfano, que hizo que el público estallara en aplausos. Para la segunda parte del recital, el dúo Florez- Scalera eligió obras del repertorio francés: abrió con tres arias de Manon de Jules Massenet (1842-1912): “Ouvre trs yeux bleus”, “En fermant les yeux” y la maravillosa aria cuya acción transcurre en Sans Souci: “Ah, foyez douce image”.A pesar de que no había traducción simultánea, una pudo entender lo que el artista decía en francés y pudo seguirlo perfectamente. Además de ser un gran tenor y una de las mejores figuras de la lírica actual, Florez posee un carisma que hace que su estilo sea único y personal. Sabe transmitir sus emociones al público y está consciente de ello. Unido esto al bello timbre de su voz, interpretó una increíble versión de Des Grieux y el público lo aplaudió a rabiar. Tras el intermezzo brindado por Vincenzo Scalera con la Meditación de Thaïs anteriormente mencionada, siguió con otra aria célebre: “Salut, demeure chaste et pure” del Fausto de Gounod, donde mostró su versatilidad y los espléndidos matices de su voz. Al final del aria, el tenor debe dar un Do de pecho y sostenerlo, mientras el piano queda en silencio, para luego finalizar con un delicioso pianissimo. (Cosa que sabía hacer perfectamente bien Plácido Domingo en su primera época). Y Florez supo hacerlo magistralmente. La última aria del repertorio francés elegida para esta ocasión también es celebérrima y difícil, donde el tenor expresa su angustia ante un amor no correspondido: nada más ni nada menos que “Pour- quoi me révellier?” de Werther, también de Massenet, y cuyo máximo intérprete fue Alfredo Kraus- a quien tuve la suerte de poder escuchar en el Colón en varias oportunidades, antes de su muerte-. Nuevamente, Florez logró una interpretación excelente y puso en juego su técnica vocal y sus dotes histriónicas. El resultado fue una versión sublime, donde el Colon estalló y se deshizo en aplausos. Lo mismo sucedió cuando le correspondió cantar nada más ni nada menos que “Che gélida manina” de La Bohème , donde encarnó a un magnífico Rodolfo. Al final de semejante recital, no podían faltar los bises. Se produjo un breve silencio, donde el público comenzó a pedir diferentes arias y valses peruanos: entre otros, “Amarraditos” y “La Flor de la Canela”. Florez comenzó a deambular de un lado a otro del escenario, como queriendo decir: “¿Algo más?”.. “¿Alguna otra sugerencia?”… Y se destapó con “A mes amis” de “La Hija del Regimiento” de Donizetti, donde el tenor debe dar un Do sobreagudo en la mitad del vals. A esa altura de la noche, ¿qué era lo que Florez no fue capaz de hacer?... Nada. Absolutamente todo. A tal punto, que retornó al escenario, tomó una guitarra, se puso a afinarla, se quitó el moño para estar más desacartonado y comenzó a tocarla, mientras cantaba “¡Ay, Paloma!” (una canción mexicana, al mejor estilo de Jorge Negrete), sosteniendo las notas agudas a más no poder, a punto tal que el público aplaudía entre su interpretación. Seguidamente, se dirigió al piano, afinó la guitarra con el mismo e interpretó una canción peruana (“José Antonio”), para luego, ofrecer un fragmento de “La Flor de la Canela”, de Chabuca Granda. Tras interpretar el segundo Himno Nacional del Perú, Florez retornó al escenario para seguir ofreciendo lo que ya era un auténtico recital de música latinoamericana. En este caso, hizo subir al escenario – de manera totalmente espontánea, sin estar planificado- al guitarrista Arturo Zeballos, con quien cantó el tango “Volver”. Luego del mismo, se retiró absolutamente ovacionado y, cuando todos el mundo creyó que el recital había terminado, sorpresivamente, Fl.orez y Scalera regresaron a escena y aprovecharon los consabidos ramos de flores para cantar otro clásico de Agustín Lara: Granada- de la cual, el peruano es un eximio intérprete- y, luego de otra ovación, cerró con “Nessun Dorma” de Turandot, donde invitó al público a hacer el coro “a bocca chiusa”. ¡Qué placer poder haber acompañado a un intérprete de semejantes quilates! Literalmente, el Colón se vino abajo y a esa altura de la noche, el romance entre el artista y su público llegó a su clímax. Se retiró ovacionado y profundamente agradecido. Fue un auténtico derroche de talento, simpatía, carisma y bel canto, pero por sobre todas las cosas, romance. Juan Diego Florez supo conquistar y enamorar al público argentino desde su anterior visita en 2005- bajo los auspicios del Mozarteum Argentino- y demostró que dicho romance sigue intacto. Un auténtico caballero de fina estampa… y un verdadero belcantista. De los que casi ya no quedan

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