Extraordinario concierto del Ciclo de Abono de la
Filarmónica en el Colón
TEMPERAMENTO Y
PERSONALIDAD EN ESCENA
Martha CORA ELISEHT
El presente Ciclo de Abono de la
Orquesta Filarmónica de Buenos Aires se caracteriza por tener solistas y
directores de prestigio, mientras que otros realizan su debut durante el
transcurso de la presente Temporada. Tal fue el caso del director venezolano Manuel
Hernández Silva y de la pianista croata Martina Filjak, quienes tuvieron a su
cargo el 7° Concierto del mencionado ciclo en el Colón el pasado jueves 27 del
corriente, donde se ejecutaron las siguientes obras: “Rincones de Buenos Aires”, de la compositora argentina Claudia
Montero (1963), el Concierto n° 2 para
piano y orquesta en Sol menor, Op. 22 de Camille Saint- Saëns (1835-1921) y
la Sinfonía n° 8 en Sol mayor, Op. 88 de
Antonin Dvorák (1841-1904).
El mencionado director nació en
Caracas y estudió en el Conservatorio Superior de Música en Viena, donde se graduó con las más
altas calificaciones. Dirigió las más importantes orquestas europeas y
latinoamericanas –entre otras, dos prestigiosos organismos sinfónicos de su
país natal: la Orquesta Juvenil “Simón Bolívar” y la Sinfónica Municipal de
Caracas-. Actualmente se desempeña como Director titular de las Orquestas
Filarmónica de Málaga y Sinfónica de Navarra.
Si bien no figura su edad en el programa de mano, Martina Filjak es una
joven pianista croata con una prestigiosísima carrera internacional, ya que ha
ofrecido conciertos como solista en las principales salas europeas y de Estados
Unidos. También es una notable pianista de cámara, con un repertorio que abarca desde Bach hasta Berio
y que se destaca no sólo por su técnica impecable, sino también por poseer una
personalidad avasallante sobre el teclado. Y, por sobre todas las cosas, por un
temperamento pocas veces visto sobre el escenario.
El concierto abrió con Rincones de Buenos Aires de Claudia Montero,
que es una suite compuesta por tres movimientos: Plaza Francia, Llueve en Buenos Aires y Microcentro 12.30. Nacida en 1963, esta compositora radica
actualmente en Estados Unidos y tras haber ganado cuatro veces el premio Grammy, es la primera vez que una de sus
obras se estrena en el Colón. Fue compuesta en 1994 para orquesta de cuerdas y,
posteriormente, realizó una versión sinfónica por encargo de la Orquesta de la
Universidad de Taipei- que fue la que se escuchó en el día de ayer-. El primero
de los tres movimientos –Plaza Francia- es
un pasaje agradable y lírico, que –según la autora- remite a una sonoridad
francesa, con un solo de violín hacia el final del mismo, que –en la presente
versión- es ejecutado por la flauta, con una magnífica actuación de Claudio
Barile, mientras que el segundo –Llueve
en Buenos Aires- suena algo más barroco, con pasajes a cargo del oboe y
clarinete. Sin embargo, a quien escribe
le pareció que el único movimiento que presenta música verdaderamente porteña
es el tercero- Microcentro 12.30- que,
precisamente, pinta al caos del microcentro porteño mediante influencias de
tango, con ribetes típicamente piazzolianos. Si bien es una obra muy melódica,
agradable al oído y fácil de comprender, los dos primeros movimientos parecen
más música de película romántica de Hollywood que viñetas porteñas. De todos
modos, la labor desarrollada por los músicos fue estupenda y tuvo muy buena
aceptación por parte del público presente.
Acto seguido, llegó la presentación
de Martina Filjak, quien impresionó al auditorio no sólo por su estatura-
aproximadamente 1,80 m-, sino por su arrolladora personalidad sobre el
escenario. El mencionado concierto de Saint- Saëns es una obra muy poco
frecuente en los programas de
conciertos- hacía prácticamente 30 años desde su última interpretación
en el Colón, a cargo de Philippe Éntremont- y se inicia con un solo de piano en
Sol menor en el 1° movimiento (Andante
sostenuto), donde Martina Filjak demostró ser una experta en marcación de tempi –ejecutó con pianissimi con una sutileza y una sensibilidad exquisitas y los forti y tutti, con ahínco y garra- y brindó un arpegio magistral
previamente al tutti con el cual
entra el resto de la orquesta, ofreciendo una versión magnífica, muy sólida,
compacta y con un equilibrio sonoro perfecto. No sólo hizo alarde de su
magistral pulsación y de su prestigiosa digitación, sino que a la vez, mostró su singular temperamento interpretativo. Una recuerda
pocas pianistas con una personalidad tan
avasallante en escena – por ejemplo, Elsa Puppulo, quien se imponía sobre el
teclado-, lo cual fue aún mejor. La orquesta acompañó perfectamente a la
pianista, bajo la magistral dirección de Hernández Silva. En el segundo de los
tres movimientos (Allegro scherzando), el
scherzo de Filjak fue magistral, con
una profundidad y equilibrio sonoro entre orquesta y solista como hacía rato
que no se escuchaba en el Colón. Se puede establecer un paralelismo entre este
movimiento y la Serenata de Det var engang (Había una vez…) del
compositor danés Peter Erasmus Lange- Müller (1850-1926), ya que ambas obras
poseen un pasaje donde se escucha la misma melodía en Sol mayor. Finalmente,
una tarantela (saltarello) abre el
velocísimo 3° movimiento (Presto),
donde tanto el piano como la orquesta avanzan velozmente hacia el tumultuoso
final, arrancando en Sol menor y culminando el Sol mayor. Hacia el final, el público estalló en aplausos y obligó a la
pianista a hacer un bis. Martina
Filjak se dirigió en un modesto castellano hacia la audiencia para interpretar
una obra de autor argentino (probablemente, de Jacobo Fischer), que ejecutó con
gran solemnidad. Y volvió a cosechar aplausos.
Para la segunda parte del concierto,
Manuel Hernández Silva eligió la Sinfonía
n° 8 en Sol mayor de Dvorák, obra que integra el repertorio habitual de la
Filarmónica y que la ha ejecutado en un sinfín de oportunidades. Pero pocas han
alcanzado el nivel de perfección y
luminosidad que la ofrecida anoche por Hernández Silva, que descolló por su
brillante calidad interpretativa y por la pureza de su sonido. Se ajustó fielmente
a la partitura, donde los cuatro
movimientos que componen la misma sonaron tal como lo indican sus nombres en
italiano: Allegro con brio/ Adagio/
Allegretto grazioso/ Molto vivace y Allegro
ma non troppo. En este último, hay intercalados fragmentos de danzas de la
región de Bohemia (Furiant) y abre
con una fanfarria, ejecutada por un solo de trompeta –excelente desempeño de
Daniel Marcel Crespo- que, posteriormente, da lugar al tema principal del
primer movimiento, que comienza con un arpegio en Sol mayor, para luego
recapitular con el mencionado Furiant,
donde toda la orquesta entra al unísono, con una difícil cadencia a cargo de
los cornos. Durante el 1° movimiento, Claudio Barile se lució como solista en
flauta, seguido por el resto, mientras que Néstor Garrote en oboe y Mariano Rey
en clarinete fueron las figuras principales en el 2° movimiento (Adagio en Do menor, que abre en
2/4), al igual que los cornistas
Martcho Mavrov y Margaret Mengel –las entradas de los 3° y 4° cornos fueron
perfectas en todos los movimientos-, mientras que Nicolás Favero figuró en
calidad de concertino invitado. Sería
injusto no mencionar al resto, porque todos y cada uno de los músicos han contribuido para ofrecer la magistral
versión de esta sinfonía.
Cuando hay ensayo, disciplina y esfuerzo, la
Filarmónica demuestra su calidad, sonando como una orquesta europea. En este
caso, Manuel Hernández Silva ha sido un ingrediente más, que contribuyó con su personalidad
y talento para dar brillo y luminosidad
a la misma, en una noche digna del Colón. Una auténtica revelación sobre
el escenario de nuestro mayor coliseo.
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