jueves, 20 de junio de 2019


Maravilloso recital de Elina Garanca en el Colón

DERROCHE DE BELLEZA, GRACIA Y CANTO SOBRE EL ESCENARIO
Martha CORA ELISEHT

            Dentro del Ciclo de Grandes Intérpretes Internacionales ofrecido por el Teatro Colón, finalmente se produjo el tan ansiado debut en el escenario de nuestro mayor coliseo de la mezzosoprano letona Elina Garanca el pasado miércoles 19 del corriente junto a la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, dirigida por Enrique Arturo Diemecke. 
            Es la primera vez que esta gran artista visita la Argentina y hubo temor de que su recital se suspendiera como consecuencia de un problema de salud que tuvo lugar hace aproximadamente 3 semanas atrás –fractura de dos costillas- , lo que obligó a la cantante a cancelar varias de sus actuaciones en Europa. Afortunadamente, confirmó su presencia y ofreció un repertorio donde demostró sus excelentes cualidades vocales, además de exhibir su belleza y su increíble simpatía, lo que le valió el cariño y el aplauso del público asistente. Y, como no podía ser de otra manera, al estilo de las grandes noches de Colón, con el cartel de “LOCALIDADES AGOTADAS” ante un teatro atiborrado de gente.
            El programa comprendió las siguientes obras: Obertura de “Orfeo en los Infiernos” de Jacques Offenbach (1819-1880); “Voi io sapete” de “CAVALLERÍA RUSTICANA” de Pietro Mascagni (1863-1945); las arias “Io son l’umilde ancella” y “Acerba voluttá” de “ADRIANA LÉCOUVREUR” de Francesco Cilea (1866-1950); la Bacanal y el aria “Mon coeur s’ouvre à ta voix”  de “SANSÓN Y DALILA” de Camille Saint- Saëns (1835-1921); la Danza Española n° 1 de “LA VIDA BREVE” de Manuel De Falla (1876-1946); la Canción de Paloma de la zarzuela “EL BARBERILLO DE LAVAPIES” de Francisco Asenjo Barbieri (1823-1924); la Canción Española de la zarzuela “EL NIÑO JUDÍO” de Pablo Luna Carré (1879-1942) y tres fragmentos de “CARMEN” de Georges Bizet (1838-1875): el célebre Preludio, la Habanera y la Chanson Bohême (Les tringles des sistres tintaient).
            Dentro de los festejos por el bicentenario del nacimiento de Offenbach, la Filarmónica volvió a ofrecer una magnífica versión de la Obertura de “Orfeo en los Infiernos” –ya la había interpretado el pasado jueves 13 del corriente en la Usina del Arte, bajo la dirección de Gustavo Fontana-. En este caso, hubo un muy buen trabajo de preparación previa y los pasajes que marcan el descenso del protagonista al infierno para salvar a su amada Eurídice estuvieron perfectamente bien logrados, al igual que el excelente solo de violín ofrecido por el concertino Pablo Saraví antes del vals, donde posteriormente se amalgama la orquesta. La versión de Diemecke se caracterizó por estar absolutamente equilibrada, sonando sin excesos –tanto en el staccato que precede al celebérrimo can-can como al final de la misma-.
            Tras los aplausos, Elina Garanca hizo su aparición sobre el escenario y recibió una ovación de vítores antes de comenzar a cantar. Lo hizo con el aria de Santuzza “Voi io sapete” de CAVALLERÍA RUSTICANA. Y no sólo demostró sus dotes vocales, sino también, actorales, brindando una magnífica versión de la protagonista al sentirse traicionada por Turiddu. Su voz sonó muy potente en los momentos de más hondo dramatismo, pero a la vez, cálida y con excelentes matices. Tras la misma, el público estalló en aplausos. Garanca siguió con el aria de Adriana “Io son l’umilde ancella”, que si bien el rol protagónico corresponde a una soprano, también puede ser cantado por una mezzosoprano. No es fácil cantar dos arias de una ópera tan célebre como ADRIANA LÉCOUVREUR para dos registros de voz diferentes, pero Elina Garanca lo hizo. Posteriormente a su intervención en el aria de SANSÓN Y DALILA (“Mon coeur s’ouvre à ta voix”), cantó el aria de la Princesa de Bouillon (“Acerba voluttá”), donde se desespera ante el temor de ser descubierta por amar a Mauricio (Conde de Sajonia quien, a su vez, está enamorado de Adriana). Y lo hizo con singular delicadeza y maestría –tanto desde el punto de vista vocal como actoral-, interpretando ambos roles, lo que fue doblemente meritorio. También brindó una soberbia versión de Dalila en el aria anteriormente mencionada, con un excelente acompañamiento por parte de la orquesta, donde los instrumentos solistas tuvieron su momento de gloria. Las intervenciones de Mariano Rey y Eloy Fernández Rojas (clarinete solista y requinto, respectivamente) fueron estupendas, al igual que las de Michelle Wong (corno inglés) y Néstor Garrote (oboe). También tuvieron una destacada actuación Gertrud Stauber (fagot),  Fernando Chiappero (corno), Daniel Marcel Crespo (trompeta) y las arpistas María Cecilia Rodríguez y Lucrecia Jancsa –contratada especialmente para esta ocasión-. Sin embargo, la versión de la célebre Bacanal no tuvo el brillo ni la homogeneidad sonora que el público esperaba.  Por más que hubiera cambios en los principales solistas de los diferentes grupos de instrumentos respecto de la excelente versión ofrecida la semana pasada, hubo ciertos errores (una pifia en los cornos, que se sintió) y algunos desacoples. Hacia el final, donde la orquesta desemboca en un tutti frenético apoyada por la percusión, se notó cierto exceso en la marcación de los tempi. Es bien conocida la tendencia de Diemecke de exacerbar los forti y dar finales con mucho ímpetu y no fue la excepción. Fuera de ese detalle, fue lo único que opacó la muy buena labor desempeñada por la orquesta.   
            Con excepción de CARMEN –criatura francesa por excelencia y antonomasia, pese a que se encuentra ambientada en España-, Elina Garanca eligió un repertorio íntegramente español, compuesto por arias de zarzuelas para la segunda parte del recital. Previamente, la Filarmónica ofreció una muy buena versión de la Danza Española n° 1 de “LA VIDA BREVE” de Manuel De Falla, caracterizada por su equilibrio sonoro y por ser brillante pero, a su vez, delicada. La mezzosoprano apareció vestida con una blusa blanca y una falda larga y amplia de color rojo –muy apropiada para su interpretación de Carmen- y encarnó a la protagonista de “EL BARBERILLO DE LAVAPIES” (Paloma) con un derroche de buen canto, gracia y soltura escénica. Y la orquesta supo suplir perfectamente en forma instrumental las partes donde canta el coro en la obra original, dando un marco sonoro perfecto para el lucimiento de la mezzosoprano. Particularmente, quien escribe no recuerda una versión tan perfecta de esta aria desde aquel estupendo recital de Teresa Berganza en 1992 –cuando visitó por última vez el Colón-. Lo mismo sucedió con la bellísima Canción Española de “EL NIÑO JUDÍO”, donde Garanca demostró ser una estupenda cantante de zarzuela. Radicada en España desde hace muchos años y casada con un director de orquesta gibraltareño, domina el castellano a la perfección. Pero además, brindó su interpretación con garbo, gracia y salero característicos, que dejó traslucir a través de su voz. Si se tiene en cuenta que no es nativa –a diferencia de dos grandes intérpretes de ese rol, como lo fueron Teresa Berganza y Montserrat Caballé- , es mucho más meritorio. Naturalmente, el público la ovacionó al final de la misma. Posteriormente, la Filarmónica brindó una magnífica versión del Preludio de CARMEN y antes de que finalizara el mismo, Elina Garanca apareció sobre el escenario con su imponente presencia para cantar la célebre Habanera que marca la entrada de la protagonista. Su versión fue magistral en todos sus aspectos: dotes histriónicas, cualidades vocales, soltura y dominio escénico. Tras los consabidos aplausos, se sentó sobre el podio mientras la orquesta interpretaba los acordes iniciales de la Chanson Bohème –muy buena actuación de Gabriel De Simone y Gabriel Romero en flautas, al igual que el pizzicato en las cuerdas-.  Cuando Garanca comenzó a cantar el primer renglón del aria (Les tringles de sistres tintaient), su excepcional voz fue creciendo a medida que la melodía se desarrollaba en forma frenética. Se puso de pie en la segunda de las tres estrofas que componen la misma para interpretar su rol de manera impecable hasta que, al final, dio pasos de baile agitando su amplia falda roja. Y provocó una ovación generalizada, que se vio coronada por un hecho que hacía mucho que no sucedía en el Colón: llovieron ramos de flores que el público arrojó desde los palcos avant- scène de Tertulia, que la letona supo recibir, atrapar en el aire y agradecer.
            Luego de los aplausos al final del recital, Elina Garanca pidió hacer silencio y se dirigió al público en un perfecto castellano para anunciar el primero de los múltiples bises que ofreció: el aria Carcelera de la zarzuela “LAS HIJAS DEL ZEBEDEO” del compositor valenciano Ruperto Chapí. Es uno de sus roles predilectos, ya que la cantado en numerosos recitales y estupendamente bien, derrochando gracia y salero sobre el escenario, además de poseer una espléndida coloratura en su voz. Gustó tanto, que se animó a interpretar un aria reservada a los tenores: No puede ser, de “LA TABERNERA DEL PUERTO” de Pablo Sorozábal –inmortalizada por Plácido Domingo- y que encaró con singular maestría. El público estalló en aplausos y pedía más. A esta altura, el romance con el público era total y sorprendió con una exquisita interpretación melódica de EL DÍA QUE ME QUIERAS, de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera. La orquesta sonó romántica y brindó un  perfecto acompañamiento para la gran mezzosoprano, que se retiró –una vez más- ovacionada por el público. Y hubo lugar para un bis  más: GRANADA, del mexicano Agustín Lara –otra obra reservada para los tenores, pero ideal para su voz-, donde Garanca brindó una versión sublime, llena de gracia y vocalmente magnífica.
            Al final, se despidió sumamente agradecida, saludando al público y recibiendo los ramos de flores que le brindó un espectador desde la platea. Sorprendió a todos por su simpatía y su calidez y brindó un recital sublime, en una auténtica noche de Colón. ¡Ojalá que la próxima vez sea interpretando un protagónico en una ópera o una zarzuela!
           

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