Muy buena transmisión por streaming de “CARMEN”
desde el Metropolitan
FRANCESA POR EXCELENCIA
Y UNIVERSAL POR ANTONOMASIA
Martha CORA ELISEHT
Ante la falta de espectáculos en
vivo, las transmisiones por streaming hacen
furor en todos los géneros. Y dentro de la amplia gama que ofrece el
Metropolitan Opera House de New York al respecto, el pasado viernes 3 del
corriente se representó un clásico del repertorio francés: CARMEN de Georges Bizet (1838-1875) con producción de Richard Eyre,
escenografía y vestuario de Rob Howell, iluminación de Peter Mumford y
coreografía de Christopher Wheeldon. La dirección orquestal estuvo a cargo de
Pablo Heras- Casado, con dirección coral a cargo de Donald Palumbo y Anthony
Piccolo, a cargo del coro de Niños de la institución. Por su parte, Joyce Di
Donato actuó como presentadora.
La presente producción se ofreció en
2013 con el siguiente reparto: Anita Rachetsvitsvilli (Carmen), Aleksander Antonienko (Don
José), Anita Hartig (Micaela), Ildar
Abdrazakov (Escamillo), John Moore (Morales), Keith Miller (Zúñiga), Kiri Deonarine (Frasquita), Jennifer Johnson Cano (Mercedes), Malcolm Mc Kenzie (El Dancairo) y Eduardo Valdes (El Remendao). Hubo también una pareja
de bailarines solistas en alusión a la pareja protagónica, integrada por María
Kowrovski y Martin Harvey.
Este auténtico clásico de la opéra- comique francesa marca la
transición de dicho género hacia el verismo
italiano, que recién tendrá lugar entre 10 a 12 años después. Bien puede
decirse que Bizet fue un adelantado y precursor de dicho género, basándose en
la novela homónima de Próspero Merimée para narrar una clásica historia de
amor, celos y muerte entre Carmen y Don José. La gitana es una mujer libre,
dueña y señora de sí misma –una auténtica mujer
sujeto- en vez de ser una posesión del hombre –mujer como objeto amoroso, y
como tal, pertenencia exclusiva del mismo-. En cambio, es Don
José quien cae presa de su embrujo
amoroso y su seducción permanente, que lo llevarán a su degradación moral –de
soldado e hijo ejemplar a bandolero, y posteriormente, asesino-. Hoy en día,
sería un ejemplo de feminicidio y violencia de género. Y si bien está
ambientada en España, es una criatura francesa por excelencia, que ha pasado a
ser universal.
La puesta en escena se basa en un
escenario semicircular desmontable, que con ayuda del escenario giratorio
permite realizar los cambios de escena en los diferentes lugares donde
transcurre la ópera (Cuartel, Plaza de Toros, desfiladero de montaña y la
escena final entre la pareja protagónica). Por su parte, las cigarreras
ascienden desde una escalera subterránea. Y en la taberna de Lilas Pastia se incorpora un tablado flamenco circular al centro,
donde tendrá lugar un número de danza española típica –sevillanas- previo a la
célebre Chanson bohème. El vestuario
es clásico, efectivo y acorde a la concepción original de la obra: Micaela aparece con un vestido de corte chémisier de mangas largas y falda larga
color azul petróleo en el 1° Acto y azul con velo del mismo color sobre su
cabeza en el 3° -a la usanza navarra-, mientras que Carmen, Frasquita y Mercedes lucen
atuendos gitanos característicos, excepto en el 4° Acto, donde se visten de
gala para ir a la Plaza de Toros, usando mantilla, peinetón o pañuelo atado
sobre la cabeza. Los soldados, uniformes militares y los bandidos, saco largo,
pantalón y botas –el mismo atuendo que usará Don José cuando decide seguir a Carmen
y a sus secuaces tras haberse batido a duelo con Zúñiga-. Y en el caso de Escamillo,
traje español característico en el 2° y 3° Actos y el típico traje de luces
en la corrida de toros, mientras que las cigarreras usan chalecos color crudo
sobre vestidos o enaguas. Lo mismo sucede con Carmen cuando hace su aparición en escena. En líneas generales, la
caracterización de los personajes estuvo perfecta, pero merece especial
atención el Coro de Niños (“Comme les
petites soldats”), magistralmente preparado por Anthony Piccolo.
El español Pablo Heras- Casado es un
director joven, que contagió su garra y su ímpetu a la orquesta mediante una
perfecta marcación desde la celebérrima Obertura,
haciendo énfasis en los Interludios,
preludios y en las arias de mayor dramatismo. Al concluir la misma, aparece
una pareja de bailarines que hace alusión a los protagonistas sobre fondo rojo,
que anuncia lo que va a pasar desde el preámbulo. Y en el preludio al 3° Acto,
lo hace sobre fondo azul –resaltando el amor libre entre Carmen y Don José y la
falta de obligaciones en el marco de las montañas- . La actuación de los solistas María Korowsky y Martin Harvey fue
técnicamente perfecta, sumamente expresiva y demostró una gran plasticidad.
Con respecto de los principales
solistas, la mezzosoprano georgiana Anita Rachetvtitsvilli no sólo fue
vocalmente estupenda, sino que además, bailaba con suma gracia, seducía todo el
tiempo haciendo gala de sus piernas y exhibiéndolas cuando era necesario,
flirteando con Zúñiga luego del
altercado en la fábrica de tabaco…En resumidas cuentas: es CARMEN. Se puso en la piel del personaje y lo cumplió de cabo a
rabo y de principio a fin. Sus matices vocales son estupendos desde la Habanera (“L’amour est un oiseau rebélle”), pasando
por “Pres
les ramparts de Seville” y “Je vais
dancer à votre honeur”, donde prácticamente cantó recostada sobre el piso,
con mucho juego erótico para seducir a su amante. Sus dotes histriónicas,
insuperables. En cambio, el tenor Aleksander Antonienko careció de la sutileza
y la dulzura necesarias para cantar un rol tan versátil como el de Don José. Es un cantante ideal para
interpretar roles rudos, ya que posee una buena técnica vocal y alcanza bien
los agudos, pero le falta línea melódica. Esto se notó mucho desde el 1° Acto (“Parlez-moi de ma mère”) y en el aria
principal (“La fleur que tu m’avais
jetté”). Se lo notó algo mejor en el duelo con Escamillo, pero nada más. La soprano austríaca Anita Hartig dio
vida a una estupenda Micaela: cándida,
inocente y a la vez, graciosa en su entrada junto a Morales y los soldados (“Je
reviendrai avec la garde entrante”). Su aterciopelada voz se lució en la cavatina del 3° Acto (“Je dis que rien m’épouvant”) y el Met
la ovacionó tras su interpretación. Lo mismo sucedió con el barítono ruso Ildar
Abdrazakov, quien interpretó un excelente Escamillo.
Es un rol que lo interpretó en numerosas oportunidades y que representa uno
de sus “caballitos de batalla”, ya que lo hace maravillosamente bien; sobre
todo, en sus dos arias principales (“Votre
toast, je poux le rendre” y “Toreador”- esta última, fuera de
escena-). Keith Miller brindó un muy buen Zúñiga,
al igual que John Moore como Morales.
La sorpano ligera Kiri Deonarine fue
una revelación como Frasquita, que se
lució no sólo en el célebre quinteto del 2° Acto (“Nous avons in tête un affaire”), sino también en el Aria de las Cartas del 3° Acto junto a
Jennifer Johnson Cano como Mercedes. Ese
trío fue excelente y junto a Anita Rachetsvitsvilli demostraron ser tres
bailarinas estupendas en la taberna (“Les
sonnes des sistres tinaient”). Muy buenas actuaciones del barítono Malcolm
Mc Kenzie como El Dancairo y el tenor
Eduardo Valdes como El Remendao. Y el
Coro se lució en las arias principales, magistralmente preparado por Donald
Palumbo.
Este clásico de clásicos gusta a
todo el mundo no sólo por su bella música, sino también por su temática. Una
historia de amor, celos y muerte, que toca un tema de candente actualidad como
el feminicidio y la violencia de género. Por eso es universal. Y si se
representa con una escenografía adecuada y vestuario de época, se aprecia esta
gran gema de la ópera francesa en todo su esplendor.
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