Excepcional transmisión histórica por streaming de
“LA BOHÈME” desde el Metropolitan
TODO SONÓ PERFECTO EN
LA BUHARDILLA PARISINA
Martha CORA ELISEHT
El pasado domingo 19 del corriente,
el Metropolitan Opera House de New York realizó otra de sus habituales
transmisiones históricas por streaming:
LA BOHÈME, de Giacomo Puccini (1858-1924) que data de 1982, con producción
general y escenografía de Franco Zefirelli, vestuario de Peter Hall e
iluminación de Gil Wechsler. El consabido binomio James Levine/ David Stivender
se hizo cargo de la dirección de la orquesta y Coro estables de la institución,
respectivamente.
El elenco estuvo integrado por los
siguientes cantantes: José Carreras (Rodolfo),
Teresa Stratas (Mimí), Richard
Stillwell (Marcello), Renata Scotto (Musetta), Allan Monk (Schaunard), James Morris (Colline), Italo Tajo (Benoit/ Alcíndoro), Dale Caldwell (Parpignol), Glenn Golpear (Sargento) y James Brewer (Oficial).
La más romántica de las óperas de Puccini
contó con una puesta en escena magistral, poniendo énfasis en la humilde buhardilla
donde viven Marcello, Rodolfo, Schaunard y
Colline; en el Barrio Latino, donde
se desarrolla el 2° Acto- y se hallan tanto el Café Momus como la feria
navideña-. Para poder desarrollar convenientemente la escena, se emplea una
escalinata por donde pasará el desfile militar (y que servirá de escapatoria a
los bohemios en compañía de Musetta) y
un balcón, donde se instala el Coro viendo pasar el desfile, mientras que en la
parte inferior se sitúa el célebre café. Y la hostería donde se refugian Marcello y Musetta en la afueras de la ciudad (Barrière d’Enfer), donde acude
Mimí en busca de Rodolfo poniendo
en riesgo su salud. El vestuario de época resultó sumamente apropiado para
exaltar la humildad de Mimí –el
clásico vestido celeste con cuello blanco, delantal y un chal de lana durante
los dos primeros actos, que rota a negro en el 3° y blanco en el 4°- versus la
extravagancia de Musetta –ataviada en
un vestido de terciopelo rojo con capucha al tono y estola de visón cuando se
encuentra bajo la protección del rico Alcíndoro-
, quien posteriormente usa un atuendo más modesto cuando cambia su
condición social. Y los hombres, con saco y pantalón típicos de la moda
francesa de fines del siglo XIX, época en que está ambientada la historia (Escenas de la vida de bohemia, de Henri
Mugler). Musetta hace su monumental
entrada en un carruaje –calesa- al llegar al Momus mientras que Parpignol vende
sus juguetes en una pequeña carroza ricamente adornada para hacer las delicias
de los niños.
Un joven James Levine puso energía,
entusiasmo y énfasis en la partitura desde el inicio de la obra, exaltando los
momentos más románticos y dramáticos, logrando el clima perfecto para deleite
de la audiencia. El Coro también sonó perfecto en sus intervenciones en el 2° y
3° Actos de la obra, al igual que el Coro de Niños tras la aparición de Parpignol. Dale Caldwell es un histórico
del Metropolitan y casi siempre ha interpretado este rol secundario, al igual
que el bajo Italo Tajo en el doble papel de Benoit
y Alcíndoro. Si bien son roles de
muy corta intervención, requieren de gran preparación actoral, porque el primero debe soportar el ridículo
por parte de los bohemios y el segundo, sufrir el desplante de Musetta, cosa que hizo perfectamente
bien. Lo mismo sucedió con el Sargento y
el Oficial del 3° Acto en las voces
de Glenn Golpear y James Brewer, respectivamente.
En cuanto a los roles principales,
todos los intérpretes no sólo se destacaron, sino que además estuvieron
perfectamente caracterizados. Oculto tras una espesa barba y larga cabellera
oscura, James Morris dio vida a un Colline
soberbio, al cual el Met aplaudió y vitoreó tras su aria principal en el 4°
Acto (“Vecchia zimarra, senti”), mientras
que Allan Monk se lució como el músico Schaunard.
Por su parte, el barítono Richard Stillwell interpretó un muy buen Marcello, luciéndose en los dúos con Rodolfo (“Questo Mar Rosso…” y “In un coupe?”) y Mimí (“Mimí?... Fa freddo”). Y su encuentro con Musetta fue magistral en el 2° Acto. Un
muy joven José Carreras encarnó un Rodolfo
que se caracterizó por la ternura y dulzura de su voz en las escenas de
amor. Si bien careció del caudal de sus contemporáneos Plácido Domingo y
Luciano Pavarotti –grandes intérpretes de este rol- , lo compensó con sus perfectas dotes actorales
y las inflexiones de su voz en arias tan famosas como “Che gélida mannina”, “O soave fanciulla” y en los dúos (“O, Mimí tu piú non torni…” y “Msrcello, finalmente… Mimí e una
civetta…”). Desde ya, el Met estalló en aplausos al finalizar cada una de
las mismas.
Renata Scotto brindó una Musetta de antología: seductora,
caprichosa, irascible, temperamental, rebelde, pero asimismo generosa y
bondadosa hasta último momento, ayudando a trasladarse a Mimí para que muera dignamente junto a sus amigos y al hombre que
realmente amó. Fue una de las más
grandes intérpretes de este rol y brilló desde su aparición en escena con la
celebérrima “Quando m’en vo”.
Insuperable desde todo punto de vista.
Los expresivos ojos de Teresa
Stratas ayudaron muchísimo a la composición de una cándida, humilde y angelical
Mimí, cuya caracterización fue
perfecta. Apareció con una notable palidez desde su entrada –perfecto para una
enferma de tuberculosis- y sus pianissimi
en la célebre “Sí, mi chiamano Mimí” fueron
de una perfección absoluta. Al terminar el aria, el Met la ovacionó. Y brilló
en el 3° Acto, interpretando tanto su aria
(“Donde lieta usci al tuo grido
d’amore”) como el monumental cuarteto donde los personajes deciden
separarse (“Dunque: e proprio finita!”). Y cuando se está muriendo, cantó prácticamente
todo el acto acostada, levantándose apenas sólo para cantar “Sono andati?... Fingeva di dormire”, donde confiesa su amor por Rodolfo. Naturalmente, el Met estalló en
aplausos tras su intervención. Era una tuberculosa muriéndose al ritmo de la
música, con apenas un hilo de voz.
Independientemente del sesgo de
preferencia que una siente por esta ópera, ha sido una de las mejores versiones
de este gran clásico pucciniano que una escuchó en la vida desde todo punto de
vista: vocal, actoral y musical. Por lo tanto, la buhardilla del viejo París se
transformó en una magnífica caja de resonancia, donde todo brilló por su
presencia y sonó como los dioses.
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