Concierto de cámara con auspicio de
la Embajada de Hungría en el Centro Naval
UN
REPERTORIO INÉDITO Y SUMAMENTE INTERESANTE
Martha
CORA ELISEHT
Hungría
no sólo forma parte de la Mittel Europa, sino también de una encrucijada
geográfica, que ha permitido que su música sea rica, variada y con numerosas
influencias de regiones vecinas. Debido a esta riqueza musical folklórica, ha
sido fuente de inspiración para numerosos compositores como Johannes Brahms o
el mismo Franz Liszt (Férenc Liszt, en su idioma original). Y dentro del
nacionalismo musical húngaro, además de compositores de trayectoria
internacional como Béla Bartók y Zoltan Kodaly, hubo otros que no tuvieron
trascendencia fuera de las fronteras de dicho país, pero que se inspiraron en sus
raíces folklóricas para llevar la música tradicional al ámbito de las salas de
conciertos. Por dicho motivo, la agrupación ARS HUNGARICA decidió
organizar un concierto denominado “EXPRESIONES DE LA MÚSICA HUNGARA”,
que tuvo lugar el pasado martes 13 del corriente en el Centro Naval de Buenos
Aires, que contó con el auspicio de la Embajada de dicho país y la dirección
artística de Sylvia Leidermann. Participaron el Coral femenino Hungaria y una
orquesta de cámara integrada por los siguientes músicos: Oleg Pishenin ((concertino
y solista), Zenón Juan Manuel Salvarezza (segundo violín), Simón Da
Silva (viola), Gabriel Marinovich (cello), Silvet Salieva (contrabajo),
Adrián Sevilla (piano), Nubia Bado (flauta dulce), Arauco
Yepes y Luciano Slaibe (percusión).
Tras
una breve presentación a cargo del vicepresidente del Centro Naval, la
Embajadora de Hungría en Argentina agradeció la presencia del público antes de
presentar al Cónsul Honorario de Hungría en el Chaco -Alejandro Pajor-, quien
estuvo a cargo de los comentarios y del significado de las melodías. La velada
comenzó con las Canciones del pueblo Csangó para entonar en las noches
(Estéli notazás) para coro femenino y piano de Jószef Karai (1927-2013). Es
una recopilación de cantos tradicionales nocturnos mediante un canon a
dos voces (sopranos/ contraltos) desarrollados en tres melodías: Adagio/
Nocturno/ Czarda. Por tratarse de un coro no profesional, sonó muy bien.
Seguidamente, Oleg Pishenin y Adrián Sevilla interpretaron las Tres
canciones folklóricas para violín y piano de Lajos Bardos (1899-1986),
quien fuera sucesor de Zoltan Kodaly en materia coral y fundador del movimiento
“Singing youth”. Esta obra se basa en temas folklóricos típicos -uno de
los cuales es tomado por Brahms en la Danza húngara n°5-. A
continuación, el coro brindó las Cuatro danzas para el casamiento para coro
femenino y piano de György Ligeti (1923-2006), basadas en melodías
folklóricas de Transilvania (tierra natal del compositor). A diferencia de la
microtonalidad característica de su música, posee una buena línea melódica, con
armonías características de la música centroeuropea. De las 4 melodías, dos son
lentas y las otras dos, rápidas y se caracterizan por su cromatismo.
Dentro
de los compositores húngaros del siglo XIX, uno de los más conocidos fue Márk
Rószavölgyi (1787-1848), que pasó a la posteridad como “el padre de las
czardas”, pero además, fue un gran compositor de verbunkos (Canciones
de reclutamiento), que se usaban para reclutar voluntarios en el ejército. En
este caso, se interpretaron tres verbunkos para orquesta de cuerdas: Campamento
militar (Toborzó), Palabras significativas (Ömledez) y Három a táncz
(Tres para bailar). Muchas de ellas poseen una cadencia (similar a la de
las Rapsodias húngaras n°1 y 2 de Liszt) y se caracterizaron por una muy
buena interpretación, con un efecto chicharra por parte del violín y la viola
en contrapunto con el violoncello y contrabajo. En el último movimiento, hubo
una cadencia del violín en ritmo de polka -excelente labor de Oleg Pishenin al
respecto- y el conjunto instrumental se retiró sumamente aplaudido.
La
velada cerró con las Cinco canciones para coro femenino y orquesta de Bela
Bartók (1881-1945), que comienza con un canon orquestal y coral de
carácter vivaz y breve (Canción del húsar), mientras la siguiente es un
lamento (¡No te vayas! ¡No me dejes!) caracterizado por un cantábile en
cuerdas. La tercera de las 5 canciones (Canción de los perezosos) es un canon
en forma alternada entre contraltos y sopranos alegre y vivaz, con
acompañamiento orquestal que repite el juego de las voces. Cielo rojo evoca
la tristeza provocada por la evocación de un incendio que destruye los bienes
más preciados de una persona- inclusive, un rosal-. Tras el lamento inicial
introducido por el coro mediante un canon a tres voces, la orquesta
repica posteriormente la melodía. La obra cierra con Cipósütés (Preparación
del pancito), que narra una sucesión de eventos donde todos los animales
del bosque intervienen en la fabricación de un pan hasta que se lo comen. Esto
se logra mediante una melodía alegre interpretada por la orquesta, mientras el
coro describe la acción in crescendo. Esta última obra se destacó por
una muy buena preparación del coro, al igual que el acompañamiento brindado por
la orquesta.
El
bellísimo salón del segundo piso del Centro Naval -con sus magníficos estucados
en blanco y dorado- fue el marco perfecto para este tipo de eventos, ya que
cuenta con buena capacidad para desarrollar un concierto de cámara. Y por
momentos, permitió remontarse a los tiempos del antiguo Imperio Austro-
Húngaro, donde este tipo de música brillaba en toda su plenitud.
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