jueves, 23 de marzo de 2023

 

Mahlerfest…

                                                                   Por Jaime Torres Gómez

Desde fines del 2022 e inicio de este año, se ofreció una secuencia de sinfonías de Gustav Mahler a cargo de la Filarmónica de Santiago, Sinfónica Nacional de Chile, Sinfónica Nacional Juvenil y la Orquesta Academia del Festival Internacional de Música Portillo, dándose una suerte de Festival Mahler.

Las obras de este compositor postromántico cada vez adquieren mayor interés, siendo hoy en día culto en buena parte de las orquestas profesionales, e incluso en agrupaciones amateur y juveniles aventajadas. Esto, fundamentalmente, ante el amplio arco de temáticas insertas en toda la producción mahleriana, al estar directamente imbuidas de ideas filosóficas provenientes desde SchopenhauerNietscheDostoyevski y otros, más una adhesión a una espiritualidad directamente influida por la tradición judeo-cristiana, aunque sin duda trasuntándola...

En el caso de las obras presenciadas, viéndolas como conjunto, tienen como elemento común la búsqueda de una trascendencia construida principalmente desde el amor más una visión del ser humano como sujeto de conquistas por ideales superiores, asimismo una atrapante contemplación del mundo como un todo, dándose una interesante simbiosis entre el hombre y la naturaleza (con visos panteístas), amén de la omnipresencia de una quasi hegeliana dialéctica ante los tormentos existenciales del compositor.

En lo intrínsecamente musical, como buen heredero del romanticismo, Mahler expande con entera propiedad el vuelo rupturista propio de ese período, adoptando una libertad formal completamente atípica, manifestada en una rara síntesis entre la música pura y lo programático, donde lo expresivo cobra relieves superiores, junto a un genial dominio de lo armónico y de la orquestación.            

Ante tan atrapantes elementos, es normal verlos traducidos en amplias convocatorias, y consecuentemente hitos de innegable popularidad, al umbral de los devocional… Y en el caso de lo ofrecido, quedó felizmente reflejado con importantes audiencias e interpretaciones en las Sinfonías 1, 2, 4 y 8, más La Canción de la Tierra.

Cronológicamente, a fin de octubre, se ofreció la Cuarta Sinfonía a cargo de la Filarmónica de Santiago deslumbrantemente dirigida por Maximiano Valdés, siendo dicha presentación distinguida por el Círculo de Críticos de Arte de Chile. A la vez, importante consignar que estuvo precedida de magníficas versiones de la Danza Fantástica de Enrique Soro y la música completa del ballet Mi Madre de Oca (Ma Mére L´Oye) de Maurice Ravel, al parecer estreno en Chile (normalmente se ofrece la suite de cinco números), con un resultado de alto idiomatismo más una atenta respuesta de los filarmónicos.

En cuanto a la Cuarta MahlerianaValdés nuevamente demostró su gran afinidad con este compositor (recordándose vivamente sus magníficas lecturas de la N°1 “Titán”, las N° 5 y 6, y una impactante versión de “La Canción de la Tierra”), validándolo como un genuino mahler specialist… Grandes logros en empáticos tempi, transparentes texturas e irrefutable carácter. Gran respuesta de los filarmónicos.

Luego en diciembre, y finalizando la temporada de abono de la Filarmónica, una esperada Segunda Sinfonía “Resurrección” con Paolo Bortolameolli, quien cada vez cosecha más logros en el abordaje de obras mahlerianas. Y si bien la Resurrección se ha ofrecido asiduamente, empero la presencia de Bortolameolli (Principal Director Invitado) revestía máximo interés, ante el referente de haberla dirigido junto a una de las más importantes orquestas de Berlín.   

Además, cabe señalar que esta presentación constituyó el retorno de los conciertos al escenario del Teatro Municipal de Santiago, debido al emplazamiento de la orquesta en platea a lo largo de la pandemia, elemento relevante ante la experiencia de una sonoridad distinta dentro de este período, y, por tanto, debiéndose acomodar a la histórica percepción auditiva. Así, ante un resultado desparejo en la primera función, era menester asistir nuevamente para aquilatar mejor la interpretación, estando presente -adicionalmente- en la última presentación.        

Importantes logros especialmente en el primer movimiento (notable manejo de los contrastes y acentos, más una bien resuelta globalidad), aunque algunas debilidades en el segundo (cierto almibaramiento -abuso del rubato- en detrimento del candoroso carácter requerido…), excelente análisis conceptual en el tercero (Predicación de San Antonio de Padua a los Peces), contenida entrega en el Urlicht (excelente Evelyn Ramírez como mezzo solista) y notables desarrollos posteriores, con calibrado manejo de la tensión-distensión-expansión sonora. Formidables intervenciones de las sopranos Yaritza Véliz y Paulina González, en la primera y última función, respectivamente, más una excelente preparación del Coro Profesional del Municipal de Santiago. Importante destacar el premio a esta presentación del Círculo de Críticos de Arte de Chile.   

Posteriormente, en enero, el festival mahleriano de marras adquirió mayor protagonismo, concentrando tres obras representativas de diversos períodos creativos, como la Sinfonía N°1 “Titán”, la N°8 “De los Mil” y “La Canción de la Tierra”. Sin embargo, no fue oportuna la cercanía de fechas entre la 1 y 8, quedando la primera algo eclipsada en convocatoria ante el mega-despliegue de producción de la última, al ser un estreno largamente esperado.      

Así, la llegada de la Octava de Mahler fue posible concretarla sobre la base de una fuerte voluntad desde la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles (Foji) para celebrar en grande sus 30 años de existencia, proyecto admirablemente liderado en lo artístico por Paolo Bortolameolli como Titular de la Sinfónica Nacional Juvenil. Y sin soslayar el inmenso aporte de la Foji al desarrollo formativo, lo concreto que el hito de ofrecerse la Sinfonía de los Mil amerita completa plausibilidad, máxime al saberse que intentos anteriores no llegaron a puerto por la complejidad de sus enormes requerimientos. Y para darle debida concreción, fue del todo adecuado ofrecerla en el Teatro Caupolicán, emblemático recinto multipropósito y de amplia capacidad global.    

La versión de Bortolameolli superó todas las expectativas respecto a lo esperable de los jóvenes músicos y del amplio contingente de coros convocados, labor del mayor encomio y que dio cuenta del buen momento de los jóvenes talentos existentes en Chile, amén de una excelente salud coral junto al magnífico nivel de cantantes para los roles solísticos. Por su parte, Bortolameolli nuevamente demostró ser un magnífico mahleriano ante su completa claridad de conceptos interpretativos, radicados en una admirable unidad global. Importantes logros en la uniformidad de las cuerdas, más buen ensamble de maderas y percusión, quedando algo pendiente mayor homogeneidad en los bronces.

Excelentes desempeños del octeto de cantantes nacionales (varios radicados en el extranjero) Constanza Olguín (soprano), Andrea Aguilar (soprano), Evelyn Ramírez (contralto), Camila Guggiana (soprano), María Luisa Merino (mezzo), Juan Pablo Dupré (tenor), Ramiro Maturana (barítono)  y Sergio Gallardo (bajo). Asimismo, el conjunto de nueve coros provenientes desde varias regiones (incluidos varios de Santiago) constituyó un gran estímulo para que agrupaciones profesionales en el futuro repliquen esta experiencia, máxime al disponerse del adecuado nivel artístico para un proyecto de tal monumental magnitud…        

En el intertanto, y dentro del concierto aniversario de la Sinfónica Nacional, se ofreció la Sinfonía N° 1 “Titán”. Siendo muy recurrente localmente, el mayor interés estribó presenciarla por el actual titular sinfónico, el destacado maestro Rodolfo Saglimbeni, a quien poco se le conoce en Mahler (se le recuerda una gran versión del Adagio de la Décima Sinfonía más Las Canciones del Caminante), pudiendo ahora verlo en una obra de otras dimensiones y carácter. Felizmente se pudo corroborar la afinidad mahleriana de Saglimbeni, no obstante no estar ciento por ciento de acuerdo con la edición usada (al parecer, de cierta aproximación a la original, donde se realzan bruscos giros en perjuicio de las transiciones, especialmente en los dos primeros movimientos). Grandes momentos a partir del tercero, con impactantes honduras expositivas globales (soberbia administración de lo emotivo y descriptivo). Grandes logros de conjunto (esmalte sonoro y ensamble) y solísticos (formidable el solo del contrabajo en el tercer movimiento), dando cuenta del buen nivel de la decana orquestal del país.                

Y con inmensa satisfacción se recibió "La Canción de la Tierra" en una versión pletórica de idiomatismo liderada por Alejandra Urrutia, quien demostró profundo conocimiento de la partitura, y ante todo, con estremecedora humildad, dejando hablar por sí misma a la obra… Importante aporte haberla ofrecido en su versión masculina, en complemento a la recurrente de mezzo-contralto.

A la vez, impresionante el resultado de la Orquesta Academia del Festival Internacional de Música Portillo, donde sus jóvenes integrantes -aún en formación- lograron una respuesta con altísimo nivel de ensamble y musicalidad. Gran trabajo de los instructores internacionales. Asimismo, descollante el desempeño de Patricio Sabaté (barítono) y Javier Weibel (heldentenor), cada uno absolutamente consubstanciado en el espíritu de la obra y con entera autoridad en el “decir” de los textos. Magnífico Weibel en esta nueva experiencia como heldentenor (más se le conoce como barítono), con un mayor asentamiento vocal y sin duda hoy en día de los más apropiados en Chile para La Canción de la Tierra. Por su  parte, Sabaté estremecedor en el abschied (final de la obra), con cabal empoderamiento, más una vocalidad y musicalidad irredargüiblemente ad hoc para la parte.   

A su vez, muy oportuna la intervención previa de Elicura Chihuailaf (Premio Nacional de Literatura), con alta correlación reflexiva entre el sentido interno de la obra y su macro visión de la Madre Tierra… sumándose a un completo triunfo global en musicalidad, excelencia de preparación y alto sustrato de contenido…    

En suma, un Mahlerfest que consolidó una importante recuperación de la oferta programática -aún en los estertores de la pandemia-, sólo convocado por el gran Gustav

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