Muy buena producción de “EINSTEIN
ON THE BEACH” en Colón Contemporáneo
CUANDO
LO MÍNIMO SE MAXIMIZA Y SE POTENCIA
Martha
CORA ELISEHT
Dentro
de la música del siglo XX, una de las tendencias que predominó desde 1968 en
adelante es el minimalismo, que nace como respuesta a la tendencia del
serialismo integral -una técnica de composición que data de principios del
siglo XX- y que se caracteriza por presentar los siguientes elementos:
repetición de frases musicales cortas con variaciones mínimas durante un largo
período de tiempo; éclasis (movimiento lento, que se representa muchas veces
como zumbidos o tonos largos); énfasis en una armonía tonal/ modal y pulso
constante. Mientras el serialismo elude la repetición, el minimalismo la
celebra con regocijo y rompe con la tradición impuesta por el realismo
dodecafónico, donde las doce notas que la integran no deben repetirse antes que
todas hayan aparecido -tanto en forma simultánea como sucesiva-.
La
primera obra perteneciente a este género es el Trio for Strings del
compositor estadounidense La Monte Young y data de 1958. Sin embargo, el
término inglés minimal music (música minimalista, en español) se acuñó
recién en 1968, cuando el compositor inglés Michael Nyman se refirió a una obra
de su colega Cornelius Cardew. Numerosos autores de la talla de György Ligeti,
Arvo Pärt y Brian Eno han adherido a este movimiento, pero el más prolífico ha
sido el estadounidense Philip Glass (1937) con más de 25 óperas, 13 conciertos,
14 sinfonías y música para piano solo y órgano, así como también música para
películas. Se considera a su ópera EINSTEIN ON THE BEACH (EINSTEIN EN LA
PLAYA) como la primera compuesta dentro de este género. Su estreno se
produjo en Avignon en 1976, con textos de Christopher Knowles, Samuel Johnson y
Lucinda Childs, coreografía de esta última y puesta en escena de Bob Wilson, con
un suceso rotundo. El pasado martes 13 del corriente se representó una versión
reducida de esta ópera de Martín Bauer y Rodrigo de Caso dentro del ciclo COLÓN
CONTEMPORÁNEO en calidad de estreno latinoamericano, con el siguiente
reparto: Maricel Álvarez (Narradora 1), Analía Couceyro (Narradora
2), Iván García (Narrador 3), Carla Filipcic Holm (soprano
solista), Gustavo Lesgart (Bailarín solista), Marina Giancaspro (Bailarina
solista), un cuerpo de baile integrado por Federico Fontán, Constanza
Feldman, Eugenia Roces, Mariela Puyol, Gerardo Merlo, Ramiro Cortez, Luciana
Brugal y Lucas Minhondo, coro a 4 voces y el siguiente conjunto instrumental:
Daniel Robuschi (violín), Patricia García (flauta), Fabio Godoy y
María Noel Luxardo (flautas y saxofones), Lautaro Abrego (clarinete
bajo), Lucas Urdampilleta y Malena Levin (órgano, sintetizador y
teclados), dirigidos por Leo Warynski.
La
presente producción contó, además, con la siguiente ficha técnica: Martín Bauer
(director de escena), Mariana Tirantte y Matías Sendón (concepto
escénico), Alejo Moguillansky (dirección cinematográfica), Carlos
Casella (coreografía), Luciana Gutman (vestuario), Sebastián
Rivas (electrónica), Gustavo Biazzi (cámara), Daniel Osorio (diseño
y operación de sonido), Rodrigo de Caso (coordinación y producción
musical), Carolina Martín Ferro (coordinación de producción), Emanuel
Fernández (asistente de dirección de escena), Martina Nosetto (asistente
de escenografía), Cintia Dattoli (asistente de coreografía), María
Armanini (enlace de régie) y Facundo di Stefano (Stage manager). El
equipo cinematográfico estuvo a cargo de El Pampero Cine.
Junto
con SATHYAGRAHA (1980) y AKNATHÉN (1983), EINSTEIN ON THE
BEACH integra la trilogía de óperas compuestas por Philip Glass sobre Hombres
que cambiaron al Mundo. Pero a diferencia de las anteriores, que versan
sobre aspectos biográficos de Mohandas K. Gandhi y el faraón egipcio Akenatón
respectivamente, EINSTEIN ON THE BEACH no se basa en la biografía del
autor de la teoría de la relatividad, sino que representa un alegato antinuclear
escrito por un psicótico, donde cada elemento del género operístico es alterado
y renovado constantemente. No posee ni la estructura de una ópera tradicional
(arias, diálogos, dúos, etc.) ni una línea argumental definida. Los actores
narran un monólogo, donde -por momentos- deben ejercer un tartamudeo o
modificar las inflexiones de la voz para que el texto minimalista sea más
dinámico. Con excepción de los solistas principales, los bailarines tampoco
ejercen una coreografía determinada y la soprano solista solamente vocaliza la
letra A durante todo el tiempo que dura su aria. La imagen de Einstein aparece sobre
una pantalla de filmación en los diferentes fragmentos, de los cuales, Prison
tiene lugar en la playa y representa una prisión simbólica. Se recurre a la
amplificación vocal, coral e instrumental durante las 5 horas que dura
originalmente la obra, dividida en 4 actos.
En
la presente versión, la adaptación de Martín Bauer y Rodrigo del Caso sobre el
original de Glass y Wilson duró 3 horas y media y se representó sin intervalos
para que el público pudiera desplazarse libremente -cosa muy fácil de realizar
en la platea o los palcos del Colón, pero muy difícil en los pisos superiores
dada la angostura de los pasillos-. El ensamble instrumental y el coro
estuvieron ubicados estratégicamente en el foso y la Narradora 1 hizo su
presentación sobre el escenario del Colón a media luz en la sala unos 15
minutos antes del comienzo de la función, seguida por los Narradores 2 y 3 mientras
los integrantes del equipo de escenario y luminotecnia colocaron pantallas y
luces para realizar los cambios de escena dentro de los diferentes fragmentos
en los cuales se divide la obra (Knee Play 1, Train, Trial, Knee Play 2/
Dance 1, Night Train, Knee Play 3/Trial 2, Prison, Dance 2, Knee Play 4/
Building, Bed (Cadenza- Prelude- Aria), Spaceship, Knee Play 5). Mientras
los intérpretes toman su lugar en el escenario, sus posturas y gestos se ven
reflejados en pantallas y, en determinado momento, dos reflectores se dirigen
al público iluminando la sala y haciendo que participe en la obra.
La
labor de edición de fragmentos de diferentes películas sobre juicios famosos
que alternan con la imagen de Einstein y la proyección del hongo atómico han
sido un excelente trabajo de coordinación y compaginación por parte del equipo
actuante, al igual que la participación del conjunto de bailarines en las
diferentes coreografías al compás de la música. Y, con respecto de la pareja de
bailarines solistas, Gustavo Lesgart descolló merced a su plasticidad y su
gracia. No puede decirse lo mismo de su compañera Marina Giancaspro, cuya
actuación fue muy buena desde el punto de vista acrobático, pero carente de
expresión en las escenas a su cargo. Fue muy buena la coordinación de
movimientos donde la pareja de bailarines participa junto a los tres narradores
en el penúltimo número del 4° Acto. Y fue un auténtico placer escuchar al bajo
venezolano Iván García en el recitativo de amor del número final (Knee Play
5) narrado en castellano. La labor de las actrices Maricel Álvarez y Analía
Couceyro fue magnífica, tanto en la pronunciación del inglés como en la
modulación del relato y las inflexiones vocales. Brillante actuación de Carla
Filipcic Holm en la Bed Scene del 4° acto (única intervención vocal de
la obra), donde sólo vocaliza la letra A durante los 8 minutos que
aproximadamente dura su aria.
La
dirección del francés Leo Warynski fue estupenda, al igual que la labor del
conjunto instrumental, donde todos y cada uno de los músicos intervinientes tuvieron
oportunidad de lucirse en las secuencias de notas y frases cortas a repetición.
Los solos de violín a cargo de Daniel Robuschi sonaron magistralmente, al igual
que las cadencias en órgano, sintetizador y teclados a cargo de la dupla
formada por Lucas Urdampilleta y Malena Levin. El desempeño del ensemble coral
fue monumental, teniendo en cuenta que sólo entonan frases cortas o cadencias
de notas (Fa- La- Do- Si- La y Mi- Do- Re en Night Train). La selección
de voces fue perfecta y todos los artistas intervinientes se retiraron
sumamente aplaudidos.
Pese
a que el público que asiste al ciclo Colón Contemporáneo es completamente
distinto al que concurre asiduamente a funciones de ópera, ballet y conciertos,
hubo una notable deserción luego de los primeros 30 minutos de comenzada la
obra. El minimalismo puede resultar reiterativo y algo pesado para quienes no
están habituados a escucharlo y más aún, cuando se representa una obra que no
posee la estructura de una ópera tradicional. No obstante, cuando se suman las
partes, el todo se transforma en una obra maestra y eso fue lo que una pudo
apreciar anoche sobre el escenario del Colón. Un espectáculo de alta calidad y
jerarquía que marcó el inicio de un ciclo prestigioso.
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