Regular desempeño de Zoe Zeniodi al frente de la Filarmónica en el Colón
UN PROGRAMA DESLUCIDO Y BASTANTE OPACO
Martha CORA ELISEHT
Tras el excelente homenaje con motivo del centenario del nacimiento de Luciano
Berio de la semana pasada, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires volvió al ruedo de
la mano de su titular -Zoe Zeniodi- el pasado viernes 4 del corriente en el Teatro Colón
dentro de su tradicional Ciclo de Abono. En esta ocasión, contó con la pianista Anna
Geniushene en calidad de solista para brindar el siguiente programa:
- Sinfonía n°2 en Re mayor, Op.35- Louise FARRENC (1804-1875)
- Concierto n°1 para piano y orquesta en Si bemol menor, Op.23- Piotr I.
TCHAIKOVSKY (1840-1893)
Llama la atención el orden de las obras comprendidas en el programa, ya que figura
una sinfonía como primera obra y un concierto para piano y orquesta tan famoso como
el enunciado en calidad de obra de fondo. Según declaraciones de la directora helénica
en redes, “un concierto para piano y orquesta tan conocido y de semejantes
dimensiones es una obra enorme”. ¿Acaso una sinfonía no lo es, independientemente
de su autor -o autora- en este caso?... Sea como fuere, lo importante es que se incluyó
una obra de una compositora francesa prácticamente desconocida en el medio local:
Louise Farrenc (1804-1875), nacida en París como Jeanne- Louise Dumont y hermana
del escultor Auguste Dumont. Estudió piano y composición en el Conservatorio de París
con Antoine Reicha, Ignaz Moscheles y Johann Nepomuk Hummel. Posteriormente, se
casó con el compositor y editor musical Aristide Farrenc, de quien tomó su apellido y
quien la catapultó a la fama por presentar dotes extraordinarias como pianista y
compositora. Si bien compuso tres sinfonías entre 1843 y 1849, abundante música de
cámara- de las cuales, su Septeto en Mi menor es la más famosa-, obras corales y una
extensa obra para piano, su obra cayó en el olvido por haberse dedicado exclusivamente
a la música instrumental y no haber compuesto ópera, género muy popular en Francia
en el siglo XIX. No obstante, por haber vivido en la misma época que Mendelssohn y
Schumann, su estilo reúne elementos comunes de estos grandes compositores
románticos. Su Sinfonía n°2 en Re mayor – escrita en forma de sonata- data de 1849 y
posee 4 movimientos: Andante- Allegro/ ndante/ Scherzo. Vivace/ Andante. Allegro, que
combinan temas de gran lirismo con coros de maderas que aportan calidez, sonando
muy beethoveniana en determinados pasajes y schumaniana en otros. Con una
formación característica del repertorio romántico, la Filarmónica ofreció una buena
versión de esta obra, que no se caracterizó por poseer gran brillo, excepto en el Scherzo.
Según opinión de quien escribe, se le pudo haber sacado un poco más el jugo
brindándole mayor vuelo orquestal o explorando la paleta tonal en toda su dimensión.
Compuesto en Moscú entre 1874 y 1875, el celebérrimo Concierto n°1 en Si bemol
menor para piano y orquesta, Op.23 de Tchaikovsky constituye el paradigma del
concierto romántico para dicha formación. Originalmente dedicado a Nikolai
Rubinstein- su profesor en el conservatorio de Moscú-, éste manifestó su desagrado
cuando lo ejecutó. Profundamente decepcionado por su actitud, Tchaikovsky decidió
cambiar la dedicatoria a Hans von Bülow, quien lo estrenó en Boston en Octubre de
1875, gozando de un éxito rotundo que predomina hasta la actualidad. Sus tres
movimientos (Allegro non troppo e molto maestoso (en Re bemol mayor)- Allegro con
spirito (en Si bemol menor) / Andantino semplice- Prestissimo (Re bemol mayor) /
Allegro con fuoco (Si bemol mayor)) representan un auténtico desafío para el solista, ya
que las cadencias, arpegios y pasajes son de extrema dificultad técnica. Por ser una
obra tan famosa universalmente, cualquier falla se aprecia enseguida. Si bien se apreció
una mejor calidad de sonido por parte de la orquesta por ser una obra de repertorio, la
pianista incursionó en numerosos errores de interpretación: ralenteo de tempi al final del
1° movimiento, numerosas notas en blanco y algunos errores en la resolución de
pasajes, pese a que su pulsación y el manejo de los arpegios usando elementos de la
escuela rusa era sorprendente. En cambio, los solistas de los principales grupos de
instrumentos tuvieron una destacada actuación en sus solos -José Araujo en violoncello,
Amalia Pérez en flauta, Néstor Garrote en oboe y Juan Ignacio Ferreirós en timbal, entre
otros-. Si bien hubo muy buen dominio de tempi en el movimiento final por ambas
partes, Anna Geniushene volvió a dar notas falsas en el Allegro con fuoco. Una pena
que se haya arruinado un concierto tan hermoso y célebre, a pesar de que fue aplaudido.
La pianista aprovechó para ofrecer un bis: un Impromptu de Schubert, que sonó muy
bien y sumamente prolijo. Ahí se la pudo apreciar en toda su dimensión.
Se están apreciando numerosas irregularidades en el desempeño de Zoe Zeniodi
como directora titular de la Filarmónica en los conciertos que tiene a su cargo. Esta
diferencia es aún mayor y se incrementa luego de haber apreciado el excelente
desempeño y la mejoría de la calidad de sonido de la orquesta por parte de otros
directores invitados. Es hora de tomar una decisión al respecto para salvaguardar el
prestigio de la orquesta y sus integrantes, ya que parece ser que el cargo le queda
demasiado grande o no le sienta bien el sayo con el que la han investido.
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