lunes, 22 de diciembre de 2025

 Un concierto con aportes e interrogantes…


        Por Jaime Torres Gómez

Como parte de los últimos conciertos post abono de la Sinfónica Nacional en su

flamante sede de la Gran Sala Sinfónica de la Universidad de Chile, contempló un

ecléctico programa, y nuevamente a cargo a la joven directora polaca Barbara Dragan.

Designada como Consejera Artística de la Sinfónica tras el fallecimiento del titular en

ejercicio, maestro Rodolfo Saglimbeni, en esta oportunidad se presentó en su cuarto

programa junto a la decana sinfónica nacional, pudiendo apreciarle otras facetas y

capacidades conforme sus anteriores contribuciones. Y considerando sus exitosas

presentaciones previas, ahora se apreciaron resultados variables más

algunas interrogantes respecto su afinidad con ciertas obras.  

Luego de siete años de ausencia en la Sinfónica, abrió con “Las Alegres Travesuras de

Till Eulespieguel”, de Richard Strauss, uno de los más extraordinarios poemas

sinfónicos del gran compositor bávaro, y por cierto, de completo virtuosismo orquestal,

como buena parte de la producción straussiana. Siendo una obra de juventud (1895),

posee una consumada madurez musical en cuanto claridad discursiva, tratamiento

armónico y pleno dominio del tejido instrumental.

Lamentablemente, la versión (si es que la hubo…) firmada por la maestra Dragan

desacertó en carácter y claridad narrativa, dándose un entramado inentendible que no

facilitó distinguir la rica variedad temática inserta. Con soporíferos tempi más una

monocorde e insufrible exposición global, no brindaron la amplia variedad de contrastes

que demanda la obra, amén de un rendimiento desajustado de varias secciones como las

maderas y desafinaciones en algunos bronces, asimismo, una errática calidad sonora

general, evidenciando falta de ensayos, y peor aún, nula conexión de la batuta con la

obra…

Por bastante mejor carril discurrió posteriormente el estreno en Chile (y al parecer, en

Latinoamérica) de “Synaphaï” del extraordinario compositor griego Iannis Xenakis

(1922-2001), sin duda unos de los más gravitantes de la música contemporánea. Cabe

señalar que este estreno se dio en un contexto de extensión del exitoso Festival de

Música Contemporánea de la Universidad de Chile realizado en septiembre, quedando

pendiente la realización de este estreno ante un inesperado retraso en la llegada de las

partes de la orquesta.

De amplia formación -ingeniero y arquitecto (estudiante de Le Corbusier)-, su música

fusiona elementos melódicos, rítmicos y texturantes plasmados en una escritura dominada

por estructuras matemáticas no necesariamente fáciles de entender en lo racional,

aunque, felizmente, grata de escuchar, no obstante mucho por procesar. A la postre, a

Xenakis más que interpretarlo, hay que abrirse a que por sí sólo hable… Y en el caso de

“Synaphaï” (traducida del griego como “conexiones”), naturalmente asociado a un

concierto para piano, finalmente se trata de una pieza concertante, no obstante la

presencia de una destacada parte del piano solo con una gran cadenza, que en su

conjunto se aleja de la convencional estructura dialogante solista-orquesta, fundiéndose

con entera eficacia el instrumento solista a la masa orquestal.

Descollante cometido del destacado pianista y compositor griego Ermis Theodorakis,

muy conocido por su difusión de la obra para piano de Xenakis, quien tuvo recientemente

una importante participación en el Festival de Música Contemporánea de la Universidad


de Chile con obras del mismo Xenakis y otras de su autoría. Notable dominio técnico para

una obra bestialmente difícil para la parte del piano escrita en diez pentagramas, uno

para cada dedo del pianista… logrando un impresionante impacto en la audiencia. A la

vez, muy buen trabajo de la maestra Dragan en abordar una concertación en sí con

extremos requerimientos para el gran orgánico orquestal (86 músicos), con una amplia

gama tímbrica y colorística, más muchos súbitos cambios de tempo. Sin duda, un trabajo

de excelencia.

Como encore, Theodorakis ofreció una antológica versión de “Evryali” (escrita en 1973 y

traducida del griego como “mar abierto…”), pieza también de extrema dificultad pianística

donde el solista, para llevar a cabo su ejecución, debe adaptarla mediante la omisión de

algunas notas y a la vez trasponer otras, amén de brindar particulares texturas y colores

no fáciles de producir. Theodorakis, con memoria prodigiosa y exacta digitación, dio

cuenta de irreprochable idiomatismo, relevando uno de los momentos más altos de toda

la actividad musical del año…

Finalizó con la siempre bienvenida Cuarta Sinfonía de Johannes Brahms. Obra

fundamental del repertorio sinfónico, es fiel expresión de la devoción de Brahms por la

figura tema-variación, donde su original (y desgarrador) último movimiento se inscribe

dentro de los cánones de la chacona o passacaglia, con 32 notables repeticiones en

forma de variaciones, amén de un continuum evolutivo de notables armonías y texturas a

lo largo de sus cuatro movimientos.

La versión liderada por la maestra Dragan, a la luz del recuerdo de su impresionante

interpretación de la Sinfonía en re menor de Cesar Franck, hacía presagiar una buena

versión de esta Cuarta Brahmsiana. Lamentablemente, distó del carácter requerido, con

un monocorde enfoque (ausencia de dinámicas), anémicas evoluciones expresivas y

pocos contrastes, más una sonoridad pesante que dificultó percibir las ricas fluctuaciones

armónicas y nitidez de voces de la obra. Si bien la orquesta obtuvo buen ensamble

general, empero, poca prolijidad en la calidad de sonido, especialmente ante la crudeza

sonora de los violines. Definitivamente, una malograda versión de una obra capital en la

historia de la música…

En suma, un concierto programáticamente atractivo que aportó un importante estreno

junto a un solista de excepción, aunque planteando dudas de la afinidad de la batuta en

dos obras fundamentales del repertorio sinfónico…

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