Una triunfal Cármina Burana…
Por Jaime Torres Gómez
Si bien pareciera excesiva la programación local de Cármina Burana, la reciente
presentación de la Sinfónica Nacional junto al Coro Sinfónico de la Universidad
de Chile tuvo plena justificación al ser ofrecida en la flamante Gran Sala Sinfónica
Nacional, actual sede de la decana orquestal del país, como una forma de calibrar
su sonoridad en dicho espacio, aún en etapa de ajuste acústico.
En parte, la asidua presentación en Chile de esta magnífica (y “magnética”) obra,
obedece a la inevitable asociación a la legendaria coreografía de Ernst
Uthoff de 1953 para el Ballet Nacional Chileno, ofreciéndose en el tiempo, quizás,
con excesiva rutina, principalmente en formato de concierto, extrañándose mayores
reposiciones coreográficas de la misma.
Esta cantata dramática (escénica) de Carl Orff (1895-1982), estrenada en 1937,
posee una atractiva adopción de lo rítmico y melódico, más la incorporación de
elementos del canto gregoriano, el lied y danzas populares, plasmando una original
conjunción de elementos en base a la colección de poesías profanas latinas hechas
por los goliardos -clérigos descarriados, como estudiantes vagabundos y trovadores
del Medioevo- que cantaban motivos amorosos, hedonistas y sarcásticos contra el
orden establecido. Y si se agrega lo dancístico, conforme a la concepción de Orff,
hacen de Cármina una obra de arte total y expandida a una fenomenología de
atávicas dimensiones… De allí, tan directa y masiva conexión con el público…
Dirigida por el destacado maestro argentino Carlos Vieu (actual Director Musical del
Teatro Argentino de La Plata) en su segunda visita a la Sinfónica Nacional, obtuvo
un sólido resultado musical, signado por una visión globalmente muy bien resuelta,
de trazos firmes, idiomática expresividad -con genuina fuerza interna sin caer en
destemples de tintes ampulosos y feroces-, más un celebrado trabajo en sonoridad
con estupendas texturas, timbres y colores. Excelente adopción de tempi, logradas
dinámicas y admirable colaboración con las voces.
Ejemplar ajuste de los sinfónicos y coreutas a los autorizados requerimientos de
la batuta visitante, a pesar de desbalances por rectificar en la nueva sala de
conciertos santiaguina…
Estupendo desempeño de los solistas, destacándose Tabita Martínez (soprano) en
una candorosa Amor volat undique, emotiva en In trutina y con admirable alta
tesitura en el Dulcissime. El contratenor Moisés Mendoza destacó con magnífico
falsete en el canto del cisne en el asador (Olim lacus colueram). Y del todo
autorizado el experimentado barítono Patricio Sabaté en todas sus intervenciones,
especialmente en Omnia sol temperat, con exquisitos pianissimi y musicalidad a
borbotones.
En suma, un triunfal estreno de Cármina Burana en la Gran Sala Sinfónica Nacional,
liderada por un director de fuste junto a estupendos solistas, más
una orquesta y coro en plenitud de rendimiento.
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