domingo, 25 de marzo de 2018


LA GRIETA TAMBIEN LLEGO A LOS CONCIERTOS

Teatro Colón, Temporada 2018, Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, Tercer concierto de abono, Director: Enrique Arturo Diemecke. Solista: Homero Francesch (Piano). Programa: Obras de Johannes Brahms y Richard Strauss. 22 de Marzo de 2018.

NUESTRA OPINION: BUENO

  La expresión acuñada hace unos años por Jorge Lanata, respecto a la existencia de una amplia grieta entre los Argentinos donde a cada lado se ubican quienes se sienten representados por una idea política que es defendida hasta el fanatismo, existe desde hace muchísimos años (o décadas) en el Teatro Colón. A ambos lados de ella se situarán los “Callistas” o “Tebaldistas”, “Arrauístas” o “Rubisteinístas”,  partidarios de tal o cual instrumentista, cantante, regísta o Director de Orquesta. Este Concierto no fue la excepción. En el centro se ubicó la interpretación que el Pianista Uruguayo Homero Francesch realizó del Concierto N 1, Op. 15 de Brahms, única obra de la primera parte del programa. Opiniones a posteriori desde el “maravilloso” hasta “ aburrido” y por supuesto, imposible establecer un punto de contacto entre ambos bandos como para lograr algo de acuerdo. Voy entonces a desarrollar mi opinión.

  Francesch es un veterano solista que desde hace aproximadamente medio siglo reside en Europa. Su semblanza inserta en el programa de mano reza que ha actuado tanto en recitales como en conciertos con Orquestas de altísima importancia: Berliner Philarmoniker, Wiener Philarmoniker, Concertgebouw de Amsterdam, Sinfónica de Londres, New York Philarmonic, además de Cleveland, Filarmónica de Munich, Nacional de Francia, entre otras tantas, es decir, el poker de ases de la música sinfónica y algunas de las que le siguen en importancia en los circuitos mundiales. Y si hablamos de Batutas acompañantes: Bernstein. Masur, Marriner, Chailly, Mackerras, Dutoit, Frühbeck de Burgos, Gielen, Janowski, Bertini, Blomstedt, Colin Davis. Como se ve, otro seleccionado de inmensos apellidos que han honrado el podio. Y sin embargo, debo decir que en treinta y cinco años acumulados de Teatro Colón, jamás tuve referencia de El o conocimiento de noticias que provinieran desde la querida “Vecina Orilla”, como si se hace allí con nombres como el Director de Orquesta José Serebrier,  la pianista Raquel Boldorini o la Soprano María José Siri, por lo que la inquietud y la curiosidad casi devenida en intriga se impuso en mi. Para mi enfoque, la versión que solista, Director y Orquesta ofrecieron de una obra tan inmensa estuvo muy lejos de ser la ideal. No tuve la fortuna como dije de escucharlo anteriormente, pero el Francesch actual acomete este concierto de Brahms con lenta digitación, procurando que se escuchen exactas todas las notas y ello a mi criterio trae aparejado el que se sacrifiquen agilidad, carga dramática y el énfasis de pasajes de bravura.  Esto se percibió mas nítidamente en el extenso primer movimiento, que aquí fue aun mas extenso de lo habitual, no exento de algunas desprolijidades del conjunto orquestal, con una inicial emisión muy “sucia”, la que se fue corrigiendo en el transcurso de la interpretación. También se vió a Diemecke, resaltando entradas y hasta dirigiendo al solista, imponiendo el “tempi” para que no decaiga la intensidad. El segundo movimiento fue lo mas inspirado de la versión, ya que al ser un lento, le permitió al solista crear esa atmosfera de intimidad que la página contiene. Y si bien el tercer movimiento tuvo algo mas de dinámica, faltó mayor vuelo y mayor garra interpretativa, por lo que el producto final puede catalogarse de una “lavada” versión que quedó a mitad de camino de todo.

  La segunda parte nos deparó una nueva versión del conductor Azteca de “Muerte y Transfiguración”, el magnífico Poema Sinfónico  de Richard Strauss, el que mas allá de algunas llamativas imprecisiones (¿será que al estar desarrollando tantas funciones a la vez, no tiene quizás todo el tiempo suficiente para pulir mas los detalles y expresar de manera mas manifiesta su concepción de la obra? [a mayor abundamiento, me llamó la atención también la Séptima de Beethoven ofrecida en Mar del Plata y venida aquí por la televisión, a un “tempi” mas lento de lo habitual para Diemecke]), llegó a muy buen puerto y la esencia de la obra siempre estuvo presente en el escenario.

   El cierre le cupo a una muy buena versión de la suite de “El Caballero de la Rosa” en donde Diemecke hizo gala del canto orquestal tan presente en El, con rendimientos excelentes en  solistas y un conjunto de  sonido homogéneo. Lo mas redondo de la noche, para dejar la grieta a un lado y disfrutar al máximo de la pureza de la música.

Donato Decina

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