lunes, 25 de junio de 2018


POR FIN EN ESCENA

Teatro Colón, Temporada 2018, Ballet: “Coppelia”, en tres actos con Música de Leo Delibes, Libreto de Charles Nuttier y Arthur Saint-Léon en coreografía de Enrique Martínez. Interpretes: Macarena Giménez (Swanilda) Juan Pablo Ledo (Franz), Tindaro Silvano (Coppelius), Rocío Prina (Coppelia), Igor Gopkalo (Burgomaestre), Norma Molina (Madre), Roberto Zarza (Sacerdote), Maximiliano Cuadra (Tabernero), Ayelén Sánchez (Solista Czardas), Candela Rodríguez Echenique-Jiva Velázquez (Pareja Solista Mazurcas), Lautaro Bisognio (Marioneta Arabe), Nahuel Prozzi (Marioneta China), Vinicius Vasconcellos (Marioneta Arlequín), Luciana Barrirero (Marioneta Escocesa), Clara Sisti Ripoll (Marioneta Española), Rodrigo Cuadra (Marioneta del Astrólogo), Camila Bocca (Aurora), Paula Cassano (Plegaria). Ballet Estable del Teatro Colón, Directora: Paloma Herrera. Coreógrafa Repositora: Dalal Achcar. Escenografía y Vestuario: José Luciano Varona, Iluminación: Rubén Conde. Orquesta Filarmónica de Buenos Aires: Director Invitado: Martin West.

NUESTRA OPINION: EXCELENTE.

  Despues de una inaceptable cantidad de años de ausencia del escenario del Colón, Paloma Herrera (Directora del Ballet Estable) con excelente criterio programó para la presente temporada de danza la vuelta a escena de este “Clásico” con música de Leo Delibes y la estupenda y noble Coreografía del Cubano Enrique Martínez la que a cincuenta años de su estreno sigue manteniendo una inalterable vigencia. Y es así, porque supo plasmar  en formas e imágenes la belleza que la música de Delibes muestra, describiendo con exactitud y minuciosidad las acciones que presenta el argumento elaborado por  Nuitter y Saint –Léon, transformando en una comedia el relato de E.T.A. Hoffman “El Hombre de Arena”, el que tuviera memorable correlato en un capítulo de serie de la Radio Televisión Española de finales de la década del 70 del pasado siglo, al que se lo conoció  simplemente como “Coppelius” protagonizado (¿Cuando no?) por el inolvidable Narciso Ibáñez Menta, el que en nuestro país fuera emitido por el intervenido militarmente Canal 11 en momentos en que su Programador Artístico fuera el “Maestro” Jorge “Cacho” Fontana. Pasar un Viernes a la noche  de la comicidad de algunos programas como se estilaba en aquellos duros tiempos en ese día de la semana en el horario central, al fantasioso (y porque no fantasmagórico) relato de Hoffmann (Si  uno no quería tocar el dial y entonces ver la novela de Alberto Migré con Arturo Puig y María Valenzuela, que era la única competencia directa en ese entonces), constituyó (el día de esa emisión) en un pasaje de tópicos que no hizo mas que aumentar el carácter “truculento” de la trama argumental de ese “Coppelius”. Y entonces ese inventor, que experimentaba con órganos humanos, visualizado por un niño escondido entre los muebles de su laboratorio, volvía reencarnado en el “Señor Coppola” sirviendo al entonces niño que ahora estaba hecho hombre y que recordando su niñez veía en Coppola la reencarnación del inventor y, tras una serie de sucesos, un error forzado lo lleva a caer desde un tejado al vacío lo que acaba con su vida. Partiendo desde ese punto, Nuitter y Saint-Léon recrearon una muy distinta historia, con la aldea en sí como escenario de la acción, pero con una simpática parejita de novios (Swanilda y Franz), en donde el varón se “enamora” del experimento de Coppelius, una muñeca  que actúa con algunos movimientos humanos (hasta tirando besos). Bastará una excursión de Swanilda y sus amigas al laboratorio, para ver que el inventor creaba muñecos de aparencia humana, en diferentes composiciones:  Arabe, Chino, un  “Arlequín”, un “Astrólogo” y las infaltables Española y Escocesa. Descubrir a “Coppelia” escondida y ratificar que solo es una muñeca. Swanilda tomará su lugar vistiendo sus ropas, Franz ingresará por la ventana. Coppelius descubrirá a las amigas de la novia y luego de ahuyentarlas, también descubrirá al joven que le explica  su fascinación por la muñeca (sin saber que Coppelia es solo eso) a la que cree humana e hija, el Inventor lo embriagará y tratará con el una paga (o “dote”) por su invención, Franz cae rendido y será el turno de Swanilda tomando el rol de la muñeca quien merced a acciones desopilantes lo desorienta, hasta que le revela al creador que la verdadera Coppelia está desvestida en el desván. Franz despertará de su Borrachera y los dos escaparán con los otros muñecos moviéndose por todo el taller y el inventor desesperado, ve como ha sido puesto en evidencia. Los Novios recomponen su amor y se casarán, no sin antes recibir la visita de Coppelius  en medio de la boda que reclamará una paga por los destrozos en su taller, afrontada por el Burgomaestre del Lugar y así junto a sus afectos la pareja cristalizará su felicidad.

  Lo primero que debo especificar es que Paloma Herrera ha logrado encauzar al conjunto entero y que ese trabajo se vió en plenitud en los movimientos previos al final en donde Interpretes y Compañía toda realizaron desplazamientos perfectamente sincronizados arrancando aplausos y bravos del público como hace rato que este cronista no apreciaba en la sala del Colón. Por supuesto que también es mérito de la repositora Dalal Achcar, discípula de Martínez con quién trabajara a finales e los ochenta y principios de los noventa del pasado siglo, durante la estancia del Cubano en Brasil hacia donde fue convocado para trabajar. A Partir de ahí, comencemos por analizar a quienes tuvieron a cargo los roles co-primarios. Camila Bocca como Aurora y Paula Cassano como Plegaria, tuvieron magníficas intervenciones en el tercer acto durante la escena de la boda. Ambas con técnica depurada e impecable y luciendo sus recursos a pleno. Simpática tarea les cupo a quienes actuaron como muñecos en el segundo acto (Taller de Coppelius). Entonces tanto Lautaro Bisognio como el Arabe, Nahuel Prozzi como el Chino, Vinicius Vasconcellos como el Arlequín, Luciana Barrirero  como la Escocesa, Clara Sisti Ripoll como la Española y Rodrigo Cuadra como el Astrólogo recrearon alos muñecos de Coppelius  moviéndose todos acertadamente y  trazando simpáticas composiciones que ayudaron a mantener la calidad del espectáculo.

   Por supuesto que en intervenciones mas actuadas que danzadas, los roles de mayores tienen también su destaque, así que entonces para Igor Gopkalo como un magnífico Burgomaestre, Norma Molina como la comprensiva Madre, Roberto Zarza como el simpático sacerdote que se confunde con los jóvenes en medio de la danza y un correcto Maximiliano Cuadra como el Tabernero, ayudaron en las escenas complementarias. Ayelén Sánchez lució en el cuadro de las Czardas del primer acto moviéndose con gracia y elegancia. Rocío Prina caracterizó a la muñeca Coppelia con acierto con total precisión en sus movimientos. Candela Rodríguez Echenique y Jiva Velázquez fueron excelente pareja de solistas en las Mazurcas y en el caso de Este último con estupendos giros que me llevaron a recordar que en esos roles surgieron a consideración del Público Julio Bocca y Maximiliano Guerra.  Tindaro Silvano (quien además vino como asistente de la repositora Achcar) fue un estupendo Coppelius, magnífico en los movimientos, gestualidad impecable y gracia por sobre todas las cosas. Y por último los protagonísitas. Juan Pablo Ledo fue un magnifico Franz, soberbio en los solos, estupendo al integrarse con Macarena Giménez. El “Pas de Deux” de ambos en el tercer acto fue memorable y en la actuación tuvo gestualidad, transmisión y absoluta entrega. Macarena Giménez fue la figura de la noche. Una sobresaliente protagonista, con técnica, desplazamientos certeros, maravillosa gestualidad, derroche de simpatía, superando con creces su intervención en el “Cascanueces” del año pasado . Estuvo a la altura de la última gran Liliana Belfiore o de la Venezolana Zhandra Rodríguez tanto como Nuestra Cristina Delmagro quien junto al inolvidable Daniel Escobar formaron una magnífica dupla protagónica. La Dupla Giménez-Ledo cautivó al público que los ovacionó justicieramente. Y todo esto no hubiese sido posible, sin la presencia en el podio del Inglés Martin West al frente de la Filarmónica. Precisión y sincronización con los movimientos del Cuerpo de Baile, Orquesta ajustadísima y aportes magníficos de sus solistas que ayudaron a redondear una función brillante.

  Es inadmisible que “Coppelia” haya estado tanto tiempo ausente del escenario del Colón. La cabe a Paloma Herrera el mayor elogio por devolverla y por elevar la Calidad del Cuerpo de Baile Estable. Ahora es el momento de programarla con mayor periodicidad.

Donato Decina

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