Muy buena reposición de “LA FLAUTA MÁGICA” por
Juventus Lyrica en el Avenida
IMBUIDOS DE LA MANO Y
DEL ESPÍRITU MOZARTIANO
Martha CORA ELISEHT
Dentro de la gran oferta en materia de
espectáculos de música clásica y ópera que ofrece Buenos Aires en estas
vacaciones de invierno, el pasado viernes 26 del corriente se llevó a cabo el
segundo título de la 20° Temporada de Juventus Lyrica en el teatro Avenida: “LA FLAUTA MÁGICA” de Wolfgang Amadeus
Mozart (1756-1791), en coproducción con la compañía de ópera holandesa
OPERA2DAY, bajo la dirección musical de Hernán Schvartzmann y la dirección
artística de María Jaunarena, quien también diseñó el vestuario. La iluminación
y la escenografía estuvieron a cargo de Gonzalo Córdova y la dirección de
escena, de Matías Fernández, con el siguiente elenco: Nazareth Aufé (Tamino), Jaquelina Livieri (Pamina), Gabriel Carasso (Papageno), Ana Sampedro (Papagena), Oriana Favaro (Reina de la Noche), Walter Schwarz (Sarastro), Patricio Olivera (Monostatos), Laura Penchi (Primera Dama), Verónica Canaves (Segunda Dama), Rocío Arbizu (Tercera Dama), Felipe Cudina Begovic (Spracher y Sacerdote), Rodrigo Olmedo (Sacerdote y Hombre de Armas) y los
niños Sol Sánchez Arteaga, Micaela Sánchez Arteaga y Abril Roitman (Los tres Ñiños Sabios), mientras que
Francisca D’Alessandro, Tomás Podzun y Gretel Tomas dieron vida a la prole de Papageno y Papagena en el cuadro final. Participó también el Coro de la
entidad, dirigido por Hernán Sánchez Arteaga, que se destacó por la excelente
preparación de sus voces y por brindar un perfecto acompañamiento en las
escenas de conjunto.
De todas las óperas de Mozart, LA FLAUTA MÁGICA es la predilecta de
esta cronista, quien tuvo la oportunidad de verla en numerosas oportunidades;
inclusive, en el Teatro de Marionetas de Salzburgo, donde los titiriteros
animan a sus marionetas con excelentes versiones –de la talla de directores
como Herbert von Karajan o Karl Böhm y de voces espléndidas como las de Wilma
Lipp, Roberta Peters, Dietrich Fischer- Dieskau, Hermann Prey o Fritz
Wunderlich-, pasando por las ofrecidas en 2013 y 2016 por el Metropolitan de
New York, caracterizadas por su gran despliegue escenotécnico y sus magníficas
puestas en escena. En este caso, la presente versión se caracterizó por estar
muy bien interpretada –tanto desde el punto de vista vocal como actoral- y por
un magnífico vestuario, donde contrastaban el blanco del vestido de Pamina (que representa pureza y la
luminosidad del reino de Sarastro,
donde reinan la sabiduría y la paz) con el negro usado por la Reina de la Noche y sus tres Damas (oscuridad, sombra y tinieblas, en
contraposición con lo anterior). Por otra parte, la alegría y la comicidad de Papageno se vieron reflejadas en un
traje de vívidos rojo, naranja y azul, que fueron los mismos para confeccionar
el traje de Papagena. Pero además,
todas las faldas largas estaban armadas como alas de murciélago, que permitían
ocultar o proteger- acorde a las escenas- al ser desplegadas. Por ejemplo: en
el caso de las Damas de la Reina de la
Noche, de su interior salieron tanto la flauta mágica de Tamino como las campanillas de Papageno, además del candado que sella
la boca de este simpático personaje por
haber mentido. Lo mismo sucede cuando Pamina
intenta proteger a su amado cuando atraviesan juntos el reino de las
sombras al compás de la flauta, o cuando la Reina
de la Noche decide vengarse de Sarastro.
Pese a ser sencilla, la
escenografía permite dar paso a las numerosas escenas en las que se divide la
ópera, con un excelente juego de luces para ilustrar los momentos donde los
personajes pasan de la oscuridad a la luz; de la transición de las tinieblas
donde habita la Reina de la Noche hacia
la luminosidad que caracteriza el reino
de Sarastro.
Hernán Schvartzmann demostró ser un
magnífico director de orquesta, logrando muy buenos matices y algunos efectos
sonoros usando instrumentos desde fuera de escena (ej: tabla metálica, bombo,
platillos) como también, desde el escenario (ramas de papel, cascos) más los
silbatos para emular el canto de los pájaros en el aria de Papageno. Además de ser un gran cantante, Gabriel Carasso se llevó
los laureles por ser un gran actor cómico, que dio vida al célebre e inquieto
cazador de pájaros. Inclusive, se dio el lujo de improvisar junto a Hernán
Schwartzmann una escena cómica ofreciéndole vino e invitándolo a beber, donde
hizo desafinar la orquesta a propósito. Fue muy bien celebrado por el numeroso
público presente y muy aplaudido. Además, él mismo tocaba la flauta de pan con
la que Papageno emula el canto de las
aves. Y junto a Ana Sampedro como Papagena,
formaron un dúo inolvidable. Además de una buena cantante, la mencionada soprano se manifestó como una
comediante estupenda, haciendo de las suyas sobre el escenario. Obviamente, fueron los más aplaudidos hacia el
final junto con su prole de Papagenitos. Nazareth
Aufé brindó un excelente Tamino, con
muy buenos matices vocales y una interpretación soberbia de su rol. También fue
muy destacada la actuación del bajo Walter Schwarz, quien ofreció una estupenda
interpretación de Sarastro,
alcanzando perfectamente las notas más graves. Felipe Cudina Begovic también se
lució como el Spracher que aconseja a
Tamino cómo comportarse para entrar
al reino de la sabiduría, al igual que el sacerdote
que guía a los forasteros al rito de iniciación. El trío formado por Laura
Penchi, Verónica Canaves y Rocío Arbizu fue espléndido, ya que las Tres Damas funcionan prácticamente como
una sola voz, con diferentes matices. Todas hicieron gala de sus dotes
histriónicas y fueron muy aplaudidas.
Enfundada en un bellísimo vestido
negro con falda de alas de murciélago, Oriana Favaro hizo su presentación en
escena como la Reina de la Noche presentando
a Tamino el retrato de Pamina. Lamentablemente, en la célebre cavatina de la primera de las arias del
personaje, sufrió una indisposición que la dejó sin voz, motivo por el cual se
cerró el telón y se produjo un breve
lapsus que fue solucionado rápidamente. Hernán Schvartzmann retomó desde
donde había dejado pendiente y Favaro no sólo cantó nuevamente la difícil aria
de exigente coloratura, sino que además, lo hizo con maestría y dio
perfectamente las notas –un tanto ajustada-, motivo por el cual recibió un
cálido aplauso por parte del público. Por suerte, estuvo en franca mejoría para
interpretar la célebre aria de su personaje en el 2° Acto y siguió sin
problemas hasta el final. Y Jaquelina Livieri tuvo a su cargo una brillante
interpretación de Pamina desde el principio hasta el final. Por su parte, Patricio
Olivera también brilló como el odioso Monostatos, mientras que los Tres Niños Sabios lograron una bella
versión, con voces que sonaron angelicales.
Las producciones de Juventus Lyrica son de alta
calidad sonora e interpretativa, y en este caso, LA FLAUTA MÁGICA lo confirma. Un excelente trabajo de preparación
vocal y actoral junto a un vestuario espléndido, de muy buen gusto, una
escenografía sencilla –pero muy efectiva- junto a un brillante director de
orquesta forma la combinación perfecta para gozar de un espectáculo apto para
todas las edades, donde el bien triunfa sobre el mal y la luz brilla sobre la
oscuridad. Y, por sobre todas las cosas, de la mano del genio de Salzburgo,
cuya fama perdura a través de los tiempos y cuya música es una caricia para el
alma, imbuida de su espíritu
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