Reposición en streaming de “CARMEN” en la Opéra
Bastille de París
UN CLÁSICO SUMAMENTE
ACTUAL
Martha CORA ELISEHT
A falta de espectáculos en vivo,
buenas son las transmisiones de los grandes teatros líricos del mundo por streaming para paliar la sed de los
melómanos y de paso, poder disfrutar una vez más de maravillosas producciones
artísticas. Esta vez le tocó el turno a “CARMEN”
de Georges Bizet (1838 -1875) en una producción de L’Opéra Bastille de París
celebrada el 16 de Julio de 2017, con el siguiente reparto: Elina Garanca (Carmen), Roberto Alagna (Don José), Ildar Abdrazakov (Escamillo), María Agresta (Micaela), François Lis (Zúñiga), Jean Luc Ballestra (Morales), Vannina Santoni (Frasquita), Antoinette Denefeld (Mercedes), François Rougier (El Remendado), Boris Grappe (El Dancairo) y Alain Azérot (Lilas Pastia). Participaron el Coro
Estable y el coro de Niños de la institución, dirigidos por José Luis Basso,
mientras que Mark Elder estuvo a cargo de la dirección orquestal. La dirección
escénica estuvo a cargo de Calixto Bielto, con escenografía de Alfons Flores, vestuario
de Mercé Paloma e iluminación de Alberto Rodríguez Vega.
La
celebérrima historia de amor, celos y muerte compuesta por Bizet sobre la
novela homónima de Próspero Merimée es el superclásico de la opéra comique francesa – donde por
definición, se alternan las arias y la música con diálogo entre los
protagonistas- y además, hoy más que nunca es una obra de candente actualidad
por poner sobre el tapete dos temas clave: la posesión de la mujer como objeto
sexual por los celos de Don José, cuya
degradación moral –de soldado e hijo ejemplar a fugitivo y bandolero con tal de
ganar el amor de Carmen- lo lleva
finalmente al asesinato de la protagonista. Hoy en día, Don José iría preso por feminicidio y seguramente sería sometido a
una pericia psiquiátrica por celos patológicos (“Mía o de nadie”), mientras que Carmen representa a la mujer sujeto: dueña y señora de sí misma, es
ella quién decide cuándo y a quién amar, sin importar su destino.
Lamentablemente –al igual que muchas mujeres víctimas de violencia de género
hoy en día- encuentra la muerte a manos de su ex pareja. De ahí la poderosa
actualidad que encierra esta joya; sobre todo, si se tiene en cuenta que Bizet
la compuso en 1875, unos meses antes de su muerte. Asimismo, marca el fin de la
opéra- comique para dar paso al verismo.
En la
presente versión, la magistral batuta de Mark Elder pone de manifiesto el
ambiente característico de Sevilla con su Plaza de Toros, el Cuartel del
Regimiento de Dragones, la taberna de Lilas
Pastia y las montañas donde los bandidos asaltan a los viajeros. Tanto el
Coro Estable como el coro de Niños de la institución tuvieron una destacadísima
actuación, ya que actúa como un protagonista más. Sin embargo, hay cosas para
objetar. En primer lugar, hubo un corte
del Coro de Niños luego del cambio de guardia por parte de los soldados. Se
pasó directamente a la escena de la salida de las cigarreras (“Nous avons fumée dans les yeux”) y se
intercalaron los diálogos característicos de la opéra- comique en el reencuentro entre Don José y Micaela y
posteriormente, cuando Carmen es
llevada a prisión tras el altercado con Manuelita.
Lo mismo sucede en la escena en las montañas del 3° Acto.
Calixto
Bielto es un régisseur que se
caracteriza por la simplicidad de sus puestas en escena. En este caso, un
círculo –donde se desarrolla prácticamente toda la obra- con un mástil central
en el 1° Acto, donde flamea la bandera del regimiento. Sin embargo, el hecho de
presentar un soldado con el torso desnudo dando vueltas alrededor del mismo
hasta caer exhausto –lo que se conoce vulgarmente como “bailar” a un conscripto- no sólo es chocante, sino además,
violento. Lo mismo sucede con la entrada de Carmen,
a quien los soldados rodean suplicando por su amor. Se dirige a una cabina
de teléfono público, donde se trata de comunicar antes de la Habanera. Y en la escena final, un
bastidor negro semicircular representa el escenario de la Plaza de Toros,
mientras que dentro del círculo central tendrá lugar el fatídico encuentro
entre Carmen y Don José y su trágico final.
La simplicidad del
vestuario tampoco ayuda: Micaela aparece
con un pantalón y una blusa, cuando en la obra original debe llevar una falda
azul –característica de Navarra, de donde son oriundos ella y Don José- . Lo mismo sucede con las
cigarreras, quienes aparecen usando una bata gris sobre vestidos o enaguas,
mientras que los soldados lucían camisas verdes de manga corta con charreteras
y pantalones. Y en la escena final, Carmen
aparece con un vestido corto rosado, con lentes de sol y cartera haciendo
juego. Nada que ver con la vestimenta característica de una sevillana, con sus
habituales peinetón y mantilla. Si bien son sencillos, los atuendos de los
principales protagonistas masculinos fueron bastante adecuados (Escamillo, con traje negro y además de
su uniforme de soldado, Don José con
una musculosa y campera de cuero).
Nadie pone en duda
la extraordinaria voz de Elina Garanca para dar vida a la gitana. Es una de las
mejores mezzosopranos de la actualidad y posee una voz ideal para este rol. Sin
embargo, se nota mucho que no es latina y por ende, faltó gracia y salero en la
actuación. Si bien seduce a sus pretendientes en la Habanera (“L’amour est un oiseau rebélle”), no sobresalió desde el
punto de vista actoral. Por otra parte, lució su cabello rubio en vez de una
peluca morena –que hubiera quedado mucho mejor y la hubiera favorecido, tal
como cuando lo hizo junto a Roberto Alagna en la versión del Metropolitan de
2012- , lo que exacerbó más aún sus rasgos nórdicos. Sí se destacó en la escena
final- de tinte netamente dramático-, donde hubo un muy buen efecto en la
puñalada fatal, simulando la salida de sangre del pecho. En cambio, Roberto
Alagna lució muy seguro como Don José, tanto
desde el punto de vista vocal como actoral. Es un papel donde no sólo se siente
cómodo, sino que está hecho a su medida y representa uno de sus grandes
“caballitos de batalla”. Sus expresiones de amor, celos y rechazo fueron dignas
de uno de los mejores intérpretes de este rol en la actualidad. Ildar
Abdrakazov dio lugar a un magnífico Escamillo
–rol que viene cantando desde los inicios de su carrera- desde todo punto
de vista, con una actuación sobresaliente.
También estuvieron muy bien los intérpretes del famoso quinteto del 2° Acto (“Nous avons en tête un affaire”), al
igual que Vannina Santoni como Frasquita y
Antoinette Dennefeld como Mercedes en
el aria de las cartas del 3° Acto. Lo mismo puede decirse de François Lis como Zúñiga. En cambio, el bajo Jean Luc Ballestra lució un
poco sobreactuado en el dúo entre Morales
y Micaela del 1° Acto, tratando
de seducir a la joven mientras espera la llegada de Don José. María Agresta es un buena soprano lírica que interpretó
correctamente su rol, pero dista mucho de ser una Alexandra Kurzac o una Paula
Almerares –a quienes una pudo apreciar en este personaje-. Su mejor
intervención fue en la cavatina del
3° Acto (“Je dis que rien m’épouvant”) y
en el dúo con Don José (“Parlez- moi de
ma mère”) en el 1° Acto.
Si bien fue una muy
buena versión desde el punto de vista vocal, esta performance del clásico de
Bizet se vio empañada por una puesta en escena demasiado sencilla y un
vestuario pobre. Quizás hubiera sido mejor representarla con un vestuario más
acorde a la época y con una escenografía más tradicional para poder apreciarla
en todo su esplendor. De todas maneras, cumplió con su objetivo y mostró que
tanto la violencia de género como el feminicidio no son temas nuevos. La ópera
también está al servicio del público para ilustrar y concientizar sobre este
tipo de situaciones con una obra maestra.
Marta, como todos tus comentarios, impecaable. Tengo una duda, en virtud del argumento y su connotación ...digo respecto al papel de la mujer ( y el hombre por supuesto) no iban a cambiar el final? ( lo cual no me parecería para nada correcto, dado que hay que tener en cuenta la intromisión de la versión de origen.)
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