Rescate de la representación de “LOHENGRIN” de 1986
en el Metropolitan de New York
CON LA MAGIA Y EL
HEROÍSMO DEL UNIVERSO WAGNERIANO
Martha CORA ELISEHT
Durante el transcurso de esta
semana, dentro de las transmisiones por streaming
que ofrece el Metropolitan Opera House de New York tuvo lugar una auténtica
gema que enjoya la corona formada por las óperas de Wagner: nada más y nada
menos que una versión magistral de “LOHENGRIN”
de 1986 el pasado miércoles 20 del corriente, con el siguiente reparto: Peter
Hoffmann (Lohengrin), Eva Marton (Elsa von Brabant), Leif Roar (Friederich von Telramund), Leonie
Rysanek (Ortrud), John Mc Curdy (Rey Heinrich) y Anthony Raffle (Heraldo). Participaron el Coro Estable
y el Coro de Niños de la Institución bajo la dirección de Donald Palumbo, con dirección
orquestal de James Levine. La puesta en escena estuvo a cargo de August
Everding, con escenografía de Ming Cho Lee, vestuario a cargo de Peter Haul e
iluminación de Gil Weschler.
Debido a que en aquella época se filmaban
las transmisiones directamente desde el escenario, en este caso no hubo ni
presentador ni la clásica transmisión de lo que sucede en el backstage del gran teatro lírico
neoyorquino. No obstante, el video resultó ser de excelente calidad fílmica y
sonora. En aquella época no existía la high definition (HD), motivo por el cual se utilizaba el Betacam como formato televisivo y
equivalía a una transmisión HD actual.
Por lo tanto, es doblemente meritorio haber podido realizar una transmisión por
streaming con un material próximo a
cumplir 35 años de antigüedad, conservado en perfecto estado.
Con una escenografía sencilla –una
rampa inclinada, rodeada por paredes altas con balcones en sus puntas-, Ming
Cho Lee y August Everding permitieron una magnífica recreación del clásico
wagneriano. Esta escenografía sólo tuvo un cambio en la primera escena del 3°
Acto, correspondiente a la cámara
nupcial luego de haberse celebrado la boda entre Lohengrin y Elsa. Tras el
interludio orquestal correspondiente, se produce el cambio de escenografía para
desembocar en el cuadro final, donde tiene lugar la coronación de Elsa como Reina de Brabant y se revela
la identidad del protagonista antes de abandonar el reino montado en su cisne (“Mein lieber Schwann!”), no sin antes
presentar al hermano de Elsa y futuro
soberano del reino –a quienes todos creyeron muerto luego de su desaparición,
acusando falsamente a Elsa de la
muerte del mismo hasta que el Caballero del Cisne se ofrece para defenderla-.
Los efectos de iluminación y vestuario se basan en un recurso muy simple: el
claroscuro. En medio de las sombras y la intriga urdida por Friederich von Telramund sobre una
acusación falsa, tanto el Coro como los principales protagonistas lucen ropa de
colores oscuros, mientras que Elsa y Lohengrin – símbolos de pureza, virtud e
inocencia- aparecen íntegramente vestidos de blanco. Sólo después de la escena
de la cámara nupcial, Elsa –quien ya
ha sido contaminada por la duda- asume su breve reinado vistiendo corona y capa
de colores oscuros, mientras que el protagonista se mantiene impoluto. La
excelente iluminación de Gil Wechsler hizo el resto.
En lo personal, quien escribe no
puede ocultar su admiración por la música y la obra de Wagner; por lo tanto, ha
sido un auténtico –e inmenso- placer de poder volver a apreciar la historia del
Caballero del Cisne, hijo de Parsifal con
un auténtico heldentenor (tenor heroico) de los quilates de Peter
Hoffmann. Una lo descubrió en 1980, cuando la vieja Radio Municipal transmitía
directamente desde el Festival de Bayreuth (¡Qué
tiempos aquellos!) precisamente,
interpretando este rol. A pesar de su diminuta estatura, ha sido uno de los más
grandes tenores que ejecutó este papel, de inmensa dificultad técnica e
interpretativa. La presente versión confirma la regla, ya que las
características y los bellísimos matices de su melodiosa voz resultaron ideales
a la hora de componer este célebre personaje. Y fue otro inmenso placer
escuchar y poder apreciar a una diva de los quilates de Eva Marton dando vida a
la cándida, traumatizada y doliente Elsa –rol con el que debutó en 1979 en el Colón, dirigida por Peter
Maag- . Actoral y vocalmente perfecta, supo brindar a su personaje todas las
características que el mismo necesita. Y otro que también hizo su debut en el
Colón en esa magistral función del’79 fue el barítono Leif Roar, quien dio vida
al malvado e intrigante Telramund.
Vocal e histriónicamente perfecto, al igual que la gran soprano austríaca
Leonie Rysanek como su esposa Ortrud, quien
es la encargada de sembrar la duda en el corazón de la noble Elsa sobre la identidad de su futuro
esposo. El bajo John Mc Curdy –recientemente fallecido- también interpretó un
muy buen Rey Heinrich, quien actuará
como mediador en el conflicto. Un personaje cuya voz debe tener suficiente
intensidad dramática para actuar con prudencia y justicia. La ovación al
terminar cada uno de los actos y la ópera fue total.
Por su parte, un muy joven James
Levine dirigió la Orquesta del Met de manera sublime, dándole todo el brillo y
los matices que la música de Wagner necesita para su correcta recreación. Y el
Coro actuó como un personaje más –requisito fundamental en el drama wagneriano,
donde la voz actúa como un instrumento más-. También tuvo una muy destacada
actuación el Coro de Niños de la institución durante la escena previa a la
boda, cuando Elsa se dirige feliz
hacia el altar –sin que aún Ortrud le
siembre la cruel duda que la llevará a su perdición-.
Voces
antológicas, que han hecho historia y que quedarán para siempre guardadas en la
memoria colectiva y que es posible volver a escucharlas y revivirlas, merced a
las grabaciones y a la tecnología. Una gran producción al mejor estilo
Metropolitan y un gran director de orquesta para recrear el encanto y el
heroísmo del drama wagneriano son los ingredientes ideales para poder volver a
admirarlo hasta el éxtasis. Y poder volver a vivir una época dorada del Colón,
cuando estas grandes figuras de la lírica hicieron su aparición en el escenario
de nuestro mayor coliseo
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