Reposición por streaming de “PETER GRIMES” en
el Metropolitan de New York
SOLO CONTRA TODO Y
CONTRA TODOS
Martha CORA ELISEHT
Durante la pandemia de coronavirus
COVID-19, las transmisiones por streaming
hacen las delicias de los melómanos, operómanos y periodistas
especializados para disfrutar de un buen espectáculo cómodamente sentados en
casa. En el día de la fecha, el Metropolitan Opera House de New York ha
ofrecido “PETER GRIMES”, el clásico
de Benjamin Britten (1913-1976) en una producción de 2008, que contó con una
presentadora de lujo: la soprano francesa Nathalie Dessay y un elenco compuesto
por los siguientes intérpretes: Anthony Dean Griffey (Peter Grimes), Patricia Racette (Ellen Orford), Anthony Michaels Moore (Balstrode), Jill Grove (Auntie),
Felicity Palmer (Mrs. Sedley), Teddy
Tahu Rhoddes (Ned Keene), John Del
Carlo (Swallow), Greg Fedderly (Bob Boles), Erin Morley/ Leah Parridge (las sobrinas de Auntie), Dean Peterson (Hobson), Bernard Fitch (Reverendo Horace Adams), y Logan
William Ericson (John). La dirección orquestal estuvo a cargo de
Donald Runnicles y participó el Coro Estable de la institución, dirigido por
Donald Palumbo.
Esta producción contó con la régie de John Doyle, quien realizó una
puesta en escena extremadamente simple: una pared con ventanas que se abren y
se cierran, donde tienen lugar todas las escenas que se representan durante los
tres Actos que componen esta ópera (la sala del juicio, el Bourough, la taberna de Auntie,
la salida de la iglesia, la habitación de Grimes y la escena final frente a la costa). Los tonos son lúgubres
–lo que crea un clima perfecto para la tragedia del pescador acusado de la
muerte de un aprendiz, que si bien es absuelto, todos lo creen culpable y lo
desprecian, salvo la maestra Ellen Orford y el Capitán Balstrode - con excepción de la última
escena, donde despunta un nuevo día, luminoso y cargado de esperanza. La tenue
iluminación de Peter Mumford crea el clima perfecto para la representación de
esta tragedia, dando un aire de misterio y suspenso a la vez. Sólo se centra la
luz en los principales protagonistas y cambia en la última escena, con el
comienzo de un nuevo día. Por su parte, Ann Houldward creó un vestuario en
tonos oscuros y sobrios (con predominancia de negros, azules, grises y
marrones), correspondiente a la vestimenta de una aldea de pescadores en 1830.
Las únicas personas vestidas en colores claros son la tabernera Auntie y Ellen Orford en el segundo acto, luciendo un traje de iglesia
típico de aquella época.
Britten compuso esta ópera en 1945
con libreto de Montagu Slater basada en el poema The Bourough de George Crabbe. Es un pueblo imaginario basado en la
aldea pesquera de Aldeburg en Inglaterra, donde tiene lugar la dramática
historia del pescador que es acusado y vituperado por todo el pueblo.
Representa el sufrimiento y la discriminación hacia un hombre solo contra todo
y contra todos, pero que en vez de probar fortuna en otra parte luego de la
muerte de su aprendiz, decide quedarse en su lugar de origen, hacerse rico para
tapar los rumores y las habladurías en contra de su persona y casarse con Ellen. Al no lograrlo y abrumado por la
muerte de su aprendiz John, cae en la
locura. Como Britten era nativo de Suffolk, se sintió muy identificado con el
personaje. Según palabras del propio compositor –conocido por su
homosexualidad- “…Es un tema muy próximo
a mi corazón: la lucha del individuo contra las masas. Cuanto más despiadada es
la sociedad, más despiadado es el individuo”. Luego de su estreno en
Londres, la primera ópera de Britten (Opus
33) se transformó en un suceso rotundo y se representó en los principales
escenarios del mundo. Posteriormente, el compositor escribió una orquestación
en 1948 de los célebres Interludios
Marinos que lleva el Opus 33a del
catálogo de sus obras y que se representan habitualmente en las principales
salas de conciertos. La Passacaglia del
3° Acto lleva el Opus 33b y se
representa sola o conjuntamente con los mencionados Interludios.
El coro juega un rol fundamental en esta
ópera, ya que se erige como juez, jurado y verdugo en contra de Grimes. En este caso, actúa como un
personaje más y sonó muy compacto merced a la magistral preparación de Donald
Palumbo –director del Coro Estable del Met-, quien durante el reportaje
realizado por Nathalie Dessay mencionó que hubo prácticamente 26 horas de
ensayo para lograr una preparación adecuada. La dirección orquestal del
británico Donald Runnicles fue
estupenda, destacándose en la mencionada Passacaglia
y los Interludios Marinos. Por
otra parte, sonó muy bien el solo de redoblante correspondiente al 2° Acto. Una
también pudo apreciar ciertas reminiscencias de índole minimalista al estilo de
la Sinfonía n°5 de Carl Nielsen en
los pasajes orquestales del 2° Acto. Con
respecto de los principales intérpretes, el tenor Anthony Dean Griffey brindó
una magistral interpretación del rol protagónico, dando vida al torturado e
infortunado pescador. Posee una muy buena voz, potente y caudalosa, que le
permite sobrellevar las notas agudas con total comodidad. Y encarnó a Grimes con gran versatilidad –magistral
en el diálogo con Ellen Orford en el
2° Acto y cuando le pega una bofetada en el rostro-, siendo muy rudo y a la
vez, mostrándose consternado por la muerte de John. Por su parte, Anthony Michaels Moore dio lugar a un muy buen Balstrode, destacándose en sus diálogos
con el protagonista y junto a Ellen en
el 3° Acto, quienes son los únicos que lo amparan. Patricia Racette es una
soprano lírica que se destaca por la dulzura y los matices de su voz y supo
brindar una muy buena Ellen Orford, mientras
que la mezzosoprano Jill Grove encarnó una estupenda Auntie. La contralto Felicity Palmer interpretó una intrigante e
inquisidora Mrs. Sedley y lo hizo con
gran maestría vocal. Y en cuanto a los roles secundarios, todos tuvieron
destacadísimas actuaciones y sobresalió el bajo Dean Peterson dando vida al
intrigante e impío cochero Hobson. Por
su parte, el bajo John Del Carlo también hizo un muy buen papel como el abogado
Swallow. Mientras que el barítono
Teddy Tahu Rhoddes se lució como el boticario Ned Keene.
Ha sido un placer poder volver a
apreciar esta obra, que se encuentra fuera de los escenarios porteños desde
hace bastante tiempo. Y que si bien está ambientada en la época victoriana,
posee una tremenda actualidad por el tema que trata: la discriminación y la
lucha de un hombre solo en un ambiente que le es adverso y hostil.
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