Espectacular transmisión por streaming de la
Tetralogía wagneriana en el Metropolitan
UN ANILLO QUE RELUCE
POR DONDE SE LO MIRE
Martha CORA ELISEHT
Continuando con las transmisiones
por streaming de la Wagner Woche (Semana dedicada a Wagner)
del Metropolitan Opera House de New York, entre los días 7 al 11 del corriente
mes tuvieron lugar las óperas que componen la Tetralogía “EL ANILLO DEL NIBELUNGO” (DER NIBELUNGEN RING) correspondientes a
1990 con producción integral de Otto Schenk, escenografía de Günther Schneider-
Siemessen, vestuario de Rolf Langenfass e iluminación de Gil Wechsler. La
dirección de orquesta estuvo a cargo de James Levine, mientras que John Keenan
tuvo a su cargo la del Coro.
El elenco estuvo integrado por los
siguientes cantantes:
EL ORO DEL RHIN (DAS
RHEINGOLD)
James Morris (Wotan), Christa Ludwig (Fricka), Siegfried Jerusalem (Loge), Marie- Anne Haggander (Freia), Jan- Hendrik Rootering (Fasolt), Matti Salminen (Fafner), Ekkehard Wlaschicha (Albrecht),
Heinz Zednik (Mime), Alan Held (Donner), Mark Baker (Froh), Brigitta Svenden (Erda), Diane Kesling (Wellgunde), Kaaren Erickson (Woglinde) y Meredith Parsons (Flosshilde).
LA WALKYRIA (DIE
WALKÜRE)
Hildegard Behrens (Brünhilde), James Morris (Wotan),
Gary Lakes (Siegmund), Jessye
Norman (Sieglinde), Christa Ludwig (Fricka), Kurt Moll (Hunding), Joyce Castle (Waltraute),
Jagalyn Bower (Rossweise), Katharina
Ikonomu (Helmwiege), Martha Thiegpen (Ortlinde), Diane Kesling (Siegrune), Wendy Hillhouse (Grimgerde), Pyramid Sellers (Gerhilde) y Sondra Kelly (Schwerleite).
SIEGFRIED (SIGFRIDO)
Siegfried
Jerusalem (Siegfried), Hildegard
Behrens (Brünhilde), James Morris (Wotan, el Viajero), Heinz Zednik (Mime), Ekkehard Wlaschicha (Albrecht), Matti Salminen (Fafner), Brigitta Svendsen (Erda) y Joyce Castle (Voz del pájaro del bosque).
EL OCASO DE LOS DIOSES (GÖTTERDÄMMERUNG)
Siegfried
Jerusalem (Siegfried), Hildegard
Behrens (Brünhilde), Matti Salminen (Hagen), Ekkehard Wlaschicha (Albrecht), Anthony Raffall (Günther), Hanna Lisowska (Gutrune),
Christa Ludwig (Waltraute), Gwyneth
Bean (Primera Norna), Joyce Castle (Segunda Norna), Andrea Gruber (Tercera Norna), Kaaren Erickson (Woglinde), Diane Kesling (Wellgunde) y Meredith Parsons (Flosshilde).
PRÓLOGO: EL ORO LUCE EN TODO SU ESPLENDOR
EL ORO DEL RHIN representa el Prólogo de la Tetralogía y
el pecado original. Sólo aquel que abjure del amor podrá ser capaz de forjar un
anillo con el cual domine el mundo, pero al ser robado y permanecer fuera de
las aguas del río, se transforma en un instrumento que no sólo es codiciado por
todos, sino que trae desgracia a aquel que lo posea. Así lo entendió Otto
Schenk en su concepción de la Tetralogía, donde realizó una perfecta
caracterización de todos los personajes, comenzando por el enano Albrecht, un ser despreciable desde todo
punto de vista –mitad hombre, mitad escarabajo- que resbala en los peñascos
donde juegan alegremente las Ninfas del Rhin (Woglinde, Wellgunde y Flosshilde), caracterizadas por sus
trajes verdes y sus largas cabelleras, tan doradas como el oro que ellas
custodian. En cambio, los gigantes Fasolt
y Fafner lucen toscos y pesados,
mientras que los dioses, bellos, gráciles y ricamente ataviados. Mientras que Wotan luce una túnica gris con bordados
y pechera plateados, su típico parche en el ojo y su lanza, su esposa Fricka aparece ataviada de dorado y Freia, impecablemente vestida de blanco,
con una corona de flores al tono. Dado su carácter de semidios, el astuto Loge viste un traje ceñido al cuerpo con
franjas en diferentes tonos de marrón, rojo y dorado, simulando las llamas del
fuego, mientras que el enano Mime está
caracterizado como el herrero torpe. Los diferentes cambios de escena se
realizan mediante efectos de iluminación.
Acorde a la partitura, la
introducción suena en pianissimo y va
in crescendo a medida que avanza la
melodía, hasta llegar a su clímax en el Andante
ondulante que precede la aparición de las Ninfas del Rhin. El telón cambia de colores simulando las aguas,
mientras que el brillo del oro se resalta mediante un efecto de iluminación
perfectamente logrado. Una vez que el mismo es robado, se pasa al peñasco desde
donde los dioses admiran el Walhalla.
Una vez que los gigantes se llevan a Freia
como parte de pago, el envejecimiento de los dioses está perfectamente
bien logrado, al igual que el descenso al Nibelheim
mediante el interludio orquestal y el coro de yunques. La dirección de
Levine resultó sumamente rica, sorprendente y versátil, logrando muy bien los
diferentes efectos sonoros y los leitmotives
característicos de cada uno de los personajes y las instancias –maldición
del anillo, ocaso de los dioses luego de la advertencia de Erda-. Esta última aparece mediante una tarima elevada, que le
permite emerger desde las profundidades de la Tierra cuando le ordena a Wotan que entregue el anillo a los
gigantes. Por último, una vez que Donner insta
a los dioses a ir hacia la nueva morada cruzando el arco iris, el efecto del
trueno está muy bien logrado –simulando el martillo de Thor en la mitología escandinava- , mientras las Ninfas del Rhin lloran la pérdida del
oro.
La constelación de estrellas
convocadas para el Prólogo no pudo haber sido mejor seleccionada. James Morris
es uno de los más grandes intérpretes de Wotan
de todos los tiempos y lo demostró con creces, al igual que la magnífica
labor de Christa Ludwig como Fricka, donde
su excelsa voz sonó magistralmente. El bajo Ekkehard Wlaschicha deslumbró con
sus dotes vocales e histriónicas al encarnar al odioso Albrecht, mientras que el tenor
Heinz Zedlik hizo lo mismo con su hermano Mime. Los bajos Jan- Hendrik Rootering y Matti Salminen fueron dos
extraordinarios Fasolt y Fafner respectivamente, disputándose entre el amor de Freia y el poder del oro. Por su parte,
la soprano Marie- Anne Haggander encarnó a una loable Freia, mientras Alan Held y Mark Baker hicieron lo mismo con Donner y Froh, respectivamente. La
labor de Siegfried Jerusalem fue fantástica al interpretar al astuto y
multifacético Loge –personaje central
en esta obra- y fue quien se llevó los laureles junto a Morris. También estuvo
muy bien la mezzosoprano Brigitta Svendsen como Erda, mientras que el trío formado por Diane Kesling, Meredith
Parsons y Kaaren Erickson descolló en su interpretación de las Ninfas del Rhin. Una producción escénica
y vocal despampanante, de alto vuelo y perfectamente dirigida de la mano de un
joven y entusiasta James Levine.
1° JORNADA: REBELDE CON MÚLTIPLES CAUSAS
Debido a que la representación de LA WALKYRIA (“DIE WALKÜRE”) correspondiente
a la presente Tetralogía ya fue
analizada minuciosamente como ópera representada individualmente en la crítica
realizada el 1° de Julio pasado, quien escribe sólo hará mención a la excelencia
de la régie, producción integral y a
la jerarquía de los intérpretes que participaron de la misma. Es un placer
poder apreciar este clásico dentro del marco que ofrece la Tetralogía, con una
puesta en escena y un elenco que es fiel a la mejor tradición wagneriana, con
el marco perfecto que brinda la música. Es Wagner en estado puro y un deleite
audiovisual.
2° JORNADA: UN JOVEN GRAN HÉROE
SIEGFRIED
es un canto a la
libertad. Ha nacido libre, sin miedo e inquieto por naturaleza y es lo
suficientemente inteligente como para darse cuenta que no es hijo de Mime. Ansioso por no poseer una espada
lo suficientemente fuerte como para recorrer el mundo en busca de aventuras,
inquiere al nibelungo sobre sus orígenes hasta que consigue sacarle la verdad. Mientras
tanto, Wotan recorre el mundo como el Viajero hasta encontrarlo. Para ello,
porta su lanza y está caracterizado con un
traje negro, con larga capa y chambergo del mismo color, mientras que el
héroe luce su clásica vestimenta en tonos marrones. Por su parte, los enanos Mime y Albrecht poseen las mismas vestimentas que en EL ORO DEL RHIN. Tras su letargo, Brünhilde presenta un vestido blanco, que marca el pasaje de ser
una walkyria a una mujer mortal. Los cambios de escena también se logran
mediante efectos de iluminación, predominando el claroscuro en las escenas más
sombrías y enfocándose la luz en los protagonistas en las principales. El
efecto de Fafner transformado en dragón
está muy bien logrado, al igual que el aria de la forja de la espada Nothung y el pasaje del héroe a través
de las llamas para llegar a la roca de la walkyria.
La orquesta sonó magistral en todos
los pasajes principales, pero donde más se destacó fue en el Preludio del 2° Acto, donde se destacó
el solo de tuba que marca el leitmotiv de
Fafner y el de la maldición del
anillo, al igual que el solo de corno del protagonista llamando al pájaro del
bosque –ejecutado por el solista Howard Howard- y el pasaje de la 2° a la 3°
escena del 3° Acto, una vez que Siegfried
quiebra la lanza de Wotan.
En cuanto a las voces principales, Heinz Zednik no
sólo es un gran tenor wagneriano, sino también un magnífico actor, que supo
encarar perfectamente bien a Mime y
sus siniestros planes de matar al héroe luego de apoderarse del anillo,
mientras que tanto Ekkehard Wlaschicha como Matti Salminen –este último, fuera
de escena en “Lass mich schlaf”- estuvieron
extraordinarios. Por su parte, James Morris brindó un Wotan de excelencia, al igual que la mezzosoprano Brigitta Svendsen
como Erda, quien vaticina al dios
sobre su destino. Joyce
Castle sonó muy bien como la voz del
pájaro del bosque, quien le revela a Siegfried
las intenciones de Mime y el
camino hacia la roca de la walkyria. Siegfried Jerusalem es un gran intérprete
de este rol y lo demostró con creces en la presente versión, destacándose en
las arias principales (“Nothung! Nothung!
Neidliges Schwert!”; “Mein Vater ist ihm nicht”; “Erwache! Erwache!....Sie hört
mich nicht”) y en el dúo de amor junto a Brünhilde (“Heil dein Mutter, Sie mich/ dich gebracht”; “Erwache, Brünhilde!”), magistralmente
interpretada por Hildegard Behrens (“Heil
dich, Sonne! Heil dich, Liebe!”… “Lang war mein Schlaf, ich bin erwacht” y
la bellísima “Ewig var ich”). Una
interpretación excelsa desde todo punto de vista y una versión sublime.
3° JORNADA: LOS DIOSES TAMBIÉN SON FINITOS
Inspirada en el Ragnarok de la mitología escandinava, EL OCASO DE LOS DIOSES es la jornada crucial de la Tetralogía e
imperiosamente necesaria para que el bien triunfe sobre el mal y que el
fatídico anillo regrese a su origen. Pero para ello, hace falta mucho
sufrimiento por parte de la protagonista (Brünhilda)
para que pueda entender cómo funciona el mundo real. En este caso, mediante
una serie de patrañas y engaños que harán que se sienta traicionada por parte
del hombre que ama –el cual, también ha sido engañado bebiendo una mágica
poción acorde a los siniestros planes de Hagen
para apoderarse del anillo por orden de su padre Albrecht- . Al razonar como una mujer mortal, no puede discriminar
que el anillo que Siegfried le deja
como prueba de amor es el causante de todos los males, pese a la visita y la
advertencia de su hermana Waltraute, quien
le recomienda que lo devuelva a las aguas del Rhin. Por su parte, Siegfried también será víctima del
complot de Hagen – ofreciéndole una
poción que hará que se enamore de Gutrune
y olvide a Bünhilde- y luego, de
un segundo complot tramado por la propia Brünhilde,
el rey gibich Günther y el propio
Hagen. Mientras que los dos primeros
lo hacen por cuestiones de ofensa personal a
instancias del malvado Hagen, este
último necesita matar imperiosamente al héroe para apoderarse del anillo. Esta obra posee la música más hermosa
y fascinante de toda la Tetralogía, cuyos interludios orquestales suelen
ofrecerse a menudo como piezas de concierto (Escena
de amor y Viaje de Sigfrido por el Rhin, Marcha Fúnebre de Sigfrido y la Escena Final, que representa un perfecto
resumen de casi 16 horas de música en sólo 18 minutos). Pese a su larga
duración (4 horas 50 minutos) no se puede dejar de escuchar, ya que posee bellísimas arias (“Zu neuen Taten, teurer Helde”: “Hör mich, Schwester!”; “Erwache, mein
Sohn” y el aria final: “Starke
Scheite schictet mir dort”). Naturalmente, los magníficos efectos de
iluminación permiten los numerosos cambios de escena; sobre todo, en el 1° Acto
(Trío de las Nornas, Amanecer, Palacio de
los Gibich, Roca de la Walkyria y Escena de la Traición, donde Siegfried usa el Tarnhelm –yelmo mágico- para ganar a Brünhilde como novia para Günther).
Lo mismo sucede en el 3° Acto, donde los interludios orquestales permiten
los cambios. Luego de encender la pira funeraria donde Brünhilde llevará a cabo su inmolación junto a los restos de Siegfried, la escena se enciende en
llamas, pero se pasa rápidamente a las aguas del Rhin, donde las Ninfas se hallan alegres por haber
recuperado el oro y ahogan a Hagen. Por
último, el tema de la redención por el
amor se ilustra con un nuevo amanecer mientras arde el Walhalla con el leitmotiv característico
del ocaso.
Independientemente de la pareja
protagónica integrada por Hildegard Behrens y Siegfried Jerusalem –perfectos
desde todo punto de vista en las escenas de mayor carga dramática-, la dupla
formada por Anthony Raffall como Günther y
Hanna Lisowska como Gutrune también
funcionó perfectamente dando vida a los hermanos de la estirpe de los Gibich, mientras que el finlandés Matti
Salminen encarnó un perfecto Hagen desde
todo punto de vista. Siniestro e intrigante desde lo actoral y excelso desde lo
vocal, supo conjugar ambas cualidades para dar vida al villano. Además de las
cantantes que dieron vida a las Ninfas
del Rhin, el trío formado por Gwyneth
Bean, Joyce Castle y Andrea Gruber también se lució dando vida a las Nornas, hábiles hilanderas que vieron
romperse el hilo del destino. Christa Ludwig encarnó una magnífica Waltraute, mientras que Ekkehard
Wlaschicha hizo lo mismo como Albrecht. Además
de los solistas, la preparación del coro masculino por parte de John Keenan fue
soberbia en el 2° Acto. Es la única de las cuatro óperas que requiere la
presencia del Coro. La magistral dirección de James Levine hizo el resto.
La destrucción del mundo y creación
de uno nuevo está presente en todas las
mitologías: Ragnarok para la
escandinava y el Apocalipsis para la
cristiana. Y sobre todo, mediante la redención por el amor, un tema recurrente
en el universo wagneriano. En este caso, con una versión de antología, que
demuestra que los dioses –al igual que los seres humanos- también son
finitos. El anillo brilla por donde se
lo mire y dentro de su contexto original.
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