A PESAR DE TODO
SIGUE FIRME EN LA BRECHA
Orquesta
Sinfónica Nacional, temporada 2022. Director: Ezequiel Silberstein. Solista:
Claudio Espector (Piano). Programa: Alberto Williams: Obertura de Concierto Nº
2, Alfred Schnittke: Concierto para Piano y Orquesta de Cuerdas, Antonin
Dvorak: Sinfonía Nº 7. Centro Cultural
Kirchner, Auditorio Nacional, 22 de Abril de 2022.
NUESTRA OPINION: MUY BUENO.
En mi opinión
le corresponde a este concierto esta calificación final porque más allá de las
serias vicisitudes que Ntra. Orquesta Sinfónica Nacional atraviesa, el empeño
puesto por sus integrantes (incluyendo a los jóvenes refuerzos que este año
están cubriendo lugares vacantes que deben concursarse por jubilaciones o
renuncias de sus titulares), el rescate de obras que su programación está ofreciendo
y la estupenda predisposición de Directores y Solistas invitados, dan por
resultado un nivel digno en las presentaciones sumado all apoyo que el público
le brinda en cada presentación traducido en sostenidos aplausos que inundan la
sala del Auditorio Nacional.
La velada fue confiada al Mtro. Ezequiel
Silberstein actual regente de la Academia Orquestal del Instituto Superior de
Arte del Teatro Colón y se inició con la siempre bienvenida Obertura de
Concierto Nº 2 de Alberto Williams, dentro del ciclo de interpretación de
muchos de sus trabajos al cumplirse el 70º aniversario de su fallecimiento. Silberstein
ofreció una versión muy depurada, trabajada en todos los detalles, desde las
sutilezas del inicio en “pianissimi” hasta los “crescendos” con notables
respuestas no solo de las cuerdas sino también por parte de los vientos de la
orquesta. Obra que responde a los cánones del post-romanticismo, con fuerte
influencia no solo de su formador, Cesar Franck, como de Chausson o la
presencia elementos Bramhsianos, fue recibida con notable entusiasmo por el
público que tributó el primer
reconocimiento de la noche.
El gran acierto de este programa lo
constituyó la versión del Concierto para Piano y Orquesta de Cuerdas de Alfred
Schnittke con el concurso de Claudio Espector como solista. Obra que parte
desde los más bajos sonidos, torna hacia contrapunto entre el solista y una
cuerda que trabaja en disonancia y crece hasta momentos de suma fuerza
interpretativa tanto para el solista como para la orquesta. El trabajo fue
ofrecido en una versión notable en donde la cuerda brilló y acompañó en
extraordinario nivel a la titánica labor de Espector, que fue decididamente
consagratoria. Aun en los momentos en donde los silencios se imponían aunque
una parte del público intentara aplaudir, obviamente fuera de lugar (cuánto cuesta procesar el que por un
instante no se escuche nada), igualmente se decía mucho. Aquí si hubo una estupenda
labor de equipo y Silberstein en el final priorizo (correctamente) la labor del solista a la hora del aplauso.
Una batalla claramente ganada a la hora de ofrecer un trabajo de un gran
creador del siglo XX que llegó a un público
neófito, con un solista estupendo, por entrega, garra, apasionamiento y técnica
impecables que le permitieron superar
los escollos que la partitura presenta. Llamado a saludar en un par de
ocasiones, Espector incluyó a manera de bis un recuerdo hacia Ucrania en esta difícil
situación que atraviesa, interpretando una miniatura para Piano de sencilla y
penetrante melodía de la que no pudo escucharse a quién pertenecía, dado que el
público comenzó a aplaudir la mención cuando aun Espector no había culminado de
decir el apellido.
La parte final la ocupó la Sinfonía Nº 7 de
Antonin Dvorak. Página de finales de siglo XIX, se inscribe en una de las obras
más apasionantes de esa época. Ya sea por el intenso movimiento inicial, la
belleza del discurso en el segundo, el endiablado y sentido Vals que ocupa el
tercero y el brioso final, es un trabajo que de ninguna manera pasa desapercibido.
Silberstein ofreció la más pulcra versión posible, aun cuando el rendimiento
del conjunto fue desparejo. Mientras las cuerdas respondían pese a un desbalanceo
provocado por la falta de instrumentistas, los bronces sonaron un tanto
desparejos ante una hilera de cornos que no estuvo en su noche más feliz. Aun
así, las ganas y la entrega pudieron más y se pudo plasmar una aceptable
versión, saludada por todo lo antedicho por el público con el sostenido y
fervoroso aplauso
Pude apreciar la presencia en la sala del
Ministro de Cultura de la Nación, Tristán Bauer, quién se acercó al borde del
escenario para saludar a los interpretes al final de la Sinfonía. Espero (y
creo que será así) que haya tomado nota de lo sucedido al igual que Yo, y que
las soluciones lleguen lo antes posible.
Donato Decina
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