martes, 12 de abril de 2022

 

Muy buena versión de “EL ELIXIR DE AMOR” en el Espacio Cultural QUETREN

 

UN GUALICHO DE MUY BUENA CALIDAD

Martha CORA ELISEHT

 

            En la cultura popular, la palabra gualicho -derivada del vocablo originario pampa wa’llichú- posee una connotación negativa y muy a menudo se la usa como sinónimo de embrujo o sortilegio. Nada más alejado de la realidad. Era la diosa de la vida en la cultura de los pampas gúnnüna küna -grupo étnico que habitaba la Patagonia entre los márgenes sur del río Negro hasta el norte del río Chubut, que no tenía nada que ver con su homónimo de la provincia de Buenos Aires- y para poder ejercer su acción benéfica, había que pagarle un tributo. Caso contrario, se provocaba el enojo de la diosa y el gualicho se volvía en contra. De ahí la connotación negativa de dicho término.

            El Ensamble Lírico Orquestal decidió presentar una de las óperas más conocidas del bel canto que versa perfectamente sobre este tema: EL ELIXIR DE AMOR de Gaetano Donizetti (1797-1848), cuyas representaciones se llevaron a cabo los días 19 y 26 de Marzo pasado y 3 y 10 de Abril en el Espacio Cultural QUETREN, sito en el barrio de Belgrano bajo la dirección musical de Gustavo Codina, con escenografía de José Andrukowicz, iluminación de Luis Bolster, vestuario de Daiana Fiaschi, dirección de escena de Raúl Marego y coordinación de producción de Cecilia Layseca.

            Quien escribe tuvo la oportunidad de asistir a la función del domingo 10 del corriente, donde participaron los siguientes cantantes: Sebastián Russo (Nemorino), Ximena Farías (Adina), Mirko Tomas (Belcore), Mario De Salvo (Dulcamara) y Belén Petasne (Giannetta). Participó el Coro de la institución, con producción general del mismo Ensamble Lírico.

            El mencionado melodramma giocoso compuesto por Donizetti con libreto de Felice Romani está basado en la novela Le philtre (El filtro) de Eugêne Scribe. Fue estrenada en el Teatro della Canobbiana de Milán en 1832 y gozó de una inmensa popularidad desde su estreno. Junto con Las Bodas de Fígaro y El Barbero de Sevilla integra el trío de óperas bufas más representadas y populares en todo el mundo. Posee bellas arias y un buen libreto, donde la ingenuidad del enamorado y despechado Nemorino contrasta con la frivolidad de Adina, el descaro y la vulgaridad del sargento Belcore y el charlatán Dulcamara, un farsante que va de pueblo en pueblo engañando a la gente y vendiendo un simple vino como poderoso brebaje capaz de modificar los sentimientos de las personas. Estos diferentes arquetipos humanos son reflejo directo de los caracteres de la comedia dell’arte.

            El mencionado espacio cultural es lo suficientemente amplio como para permitir la circulación de los personajes, que se sitúan frente al público respetando los protocolos sanitarios de distanciamiento social. Y pese al ruido del tren elevado o aquellos provenientes de la calle, posee una excelente acústica, que permitió lucirse a los cantantes sin necesidad de amplificación. Los intérpretes principales se situaron sobre tarimas ubicadas estratégicamente para tal fin usando una vestimenta sencilla -con excepción de Dulcamara, ataviado con un largo sobretodo azul con faja, sombrero y echarpe multicolor, que remeda los colores del arco iris-. El coro aparece vestido de negro con zapatos acordonados en colores flúo y ese detalle se va a repetir durante toda la obra. Para los cambios de escena, los integrantes se cambian ocultos tras paraguas de diferentes colores, que es un elemento común en todos los protagonistas. Mientras los paraguas de Adina y Nemorino son transparentes, Belcore tiene uno floreado; el de Dulcamara, multicolor y Giannetta, rosado -al igual que su chalina-. Los coreutas cantaron con barbijos decorados -las damas, con unos labios rojos y los caballeros, con unos bigotes pegados sobre los mismos-. Estos recursos brindaron frescura, espontaneidad y fueron sumamente efectivos.

 Debido a que esta ópera se representó hace un año en contexto de plena pandemia, se usó una versión reducida que nuclea los principales números de la misma. Por dicho motivo, el acompañamiento musical a cargo de Gustavo Codina se hizo con teclado amplificado en vez de orquesta. Exhibió sus dotes de pianista, director musical y de la compañía con creces y brindó un acompañamiento perfecto. El coro también tuvo una destacada actuación merced a la preparación de Cecilia Layseca, quien también hizo la presentación del espectáculo y la trama de la ópera.

Por lo general, en las óperas que se representan en el circuito off Colón suele haber auténticas revelaciones en materia vocal. En este caso, la actuación y la interpretación de la mezzosoprano Belén Petasne en el rol de Giannetta fueron sorprendentes. Posee una voz de bello timbre, buen esmalte, caudal y brillo, además de una hermosa coloratura apta para el bel canto. Por su parte, Mirko Tomas ofreció un simpático y arrogante Belcore. El barítono es un intérprete ideal para este tipo de roles y se lo escuchó muy afianzado y firme en escena. Sebastián Russo fue un muy buen Nemorino desde lo actoral y vocal de principio a fin, destacándose desde la primera aria (“Quanto é bella, quanto é cara” y “Caro elisir…Sei mio!”), pasando por los dúos con Adina en el 1° Acto (“Chiedi all’aura lusinghiera” y “Esulti sur la bárbara”) hasta llegar a su apoteosis en la célebre romanza “Una furtiva lacrima”, donde loa aplausos y vítores coronaron el aria más conocida de esta ópera. La soprano Ximena Farías fue otra de las sorpresas de la tarde: manifestó soltura, gracia y espontaneidad sobre el escenario para encarnar a la frívola y coqueta Adina y también se destacó vocalmente en sus arias (“Della crudele Isotta”en el 1° Acto y “Prendi! Per me sei libero”, en el 2°) y en los mencionados dúos no sólo con Nemorino, sino también con Dulcamara (“Quánto amore! Una tenera occhiatina”).Su voz también es caudalosa, con buena coloratura, brillo y fiato, impecable en los agudos.  Y Mario De Salvo fue lo mejor: se llevó los laureles en actuación y vocalmente para dar vida al pícaro y astuto Dulcamara desde su presentación junto al coro presentando su mágico licor en su cavatina (“Udite, udite, o rustici”) hasta su primer dúo con Nemorino (“Voglio dire…Obbligato, ah!”), la barcarola del 2° Acto (“Io son rico e tu sei bella”) y el mencionado dúo junto a Adina. Una magnífica labor que se vio premiada por numerosos aplausos y vítores al final de la obra.

El Ensamble Lírico Orquestal ha dado el puntapié inicial en adaptar ópera dentro de un contexto de pandemia y lo logró con creces; más aún, en un momento donde es muy difícil abrir nuevas salas para interpretar ópera. Es bueno saber que Buenos Aires cuenta con este tipo de lugares para desarrollar espectáculos líricos de corta duración o donde participen artistas de otras disciplinas, ya que también funciona como espacio donde desarrollan sus actividades artistas de circo. Por lo tanto, ¿por qué no aprovecharlo para I Pagliacci, alguna otra joya del verismo o inclusive, alguna ópera de Mozart?... Son iniciativas interesantes a tener en cuenta.  

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