Espectacular concierto de Xavier
Inchausti y Baldur Brönnimann con la Filarmónica
LA
VANGUARDIA CON MAESTRÍA, A LA ORDEN DEL DÍA
Martha
CORA ELISEHT
La
Orquesta Filarmónica de Buenos Aires está pasando por un muy buen momento
artístico, con numerosos directores de prestigio internacional dentro de su
Ciclo de Abono 2022. Además, cuenta con solistas de primer nivel y fama
internacional. Un buen ejemplo de ello fue el concierto ofrecido por la
mencionada agrupación sinfónica en el Teatro Colón el viernes 10 del corriente
bajo la batuta del suizo Baldur Brönnimann y la participación del concertino
titular Xavier Inchausti en calidad de solista, junto con los cantantes
Daniela Tabernig (soprano) y Alejandro Spies (bajo) en un
programa comprendido por las siguientes obras:
-
Concierto n°2 para
violín y orquesta, Sz. 112- Bela BARTÓK
(1881-1945)
-
Sinfonía n°14 en Sol
menor (“De Cámara”), Op.135- Dmitri SHOSTAKOVICH
(1906-1975)
El director suizo es un viejo conocido
de la Filarmónica y la dirigió en numerosas oportunidades, dejando una
excelente impresión en el público habitué. E hizo gala de su maestría al
conducir la dificilísima obra de Bartók, que representa un auténtico desafío
tanto para la orquesta como para el solista. Fue compuesto entre 1937 y 1938
durante la permanencia de su autor en Europa por encargo del violinista húngaro
Zoltán Székely, quien convenció a Bartók de emplear el esquema tradicional de
tres movimientos (Allegro non troppo/ Andante tranquilo/ Allegro molto), pese
a que el gran representante del nacionalismo musical húngaro lo hubiera
estructurado en un solo movimiento (tema con variaciones). Se inicia con un
bellísimo tema inspirado en aires folklóricos de su país natal, donde el violín
posee pasajes de enorme dificultad técnica en fraseo, cascada, arpegios y
trémolo. Le sigue un segundo tema dentro del mismo movimiento en línea
cromática para lucimiento del solista hasta la irrupción final de la orquesta
en el enérgico tema inicial. El Andante tranquilo sigue la concepción
original de la obra -tema con variaciones- para luego desembocar en el
vivacísimo Allegro molto final, donde se repiten los aires folklóricos
húngaros. No sólo Inchausti lo ejecutó a la perfección, sino que el hecho de
tocar este concierto tan difícil de memoria representó un valor agregado, que
hizo delirar al público. El acompañamiento por parte de la orquesta fue
perfecto y se logró un excelente equilibrio sonoro. Tal así fue: luego del
concierto, Inchausti se vio obligado a hacer un bis: cuando todo el
público escuchó el tema original de Paganini -que da el título a la célebre Rapsodia
de Rachmaninov- creyó que se trataba del famoso Capriccio n°24 del
mismo autor. En realidad, es un tema con variaciones para violín denominado Paganiana
y pertenece a Nathan Milstein, que también tocó de memoria. Pese a que las
luces de la sala se iluminaron antes -una gaffe que no encontró
explicación-, el público permanecía pegado a sus asientos para escucharlo
embelesado. La ovación de vítores y aplausos fue unánime para este gran músico
argentino.
El
programa se completó con otra obra poco ejecutada en los tradicionales
programas de conciertos: la Sinfonía n°14, Op.135 de Shostakovich,
denominada “De Cámara” porque fue compuesta para octeto de violoncellos
en 1969. En realidad, no se trata de una sinfonía propiamente dicha, sino de
una serie de once cantos sobre poemas de diferentes autores traducidos al ruso
(Federico García Lorca, Rainer María Rilke, Guillaume Apollinaire y Wilhelm
Küchelbecker) para bajo y soprano, que versan sobre la muerte prematura. La
elección de los autores no fue casual: García Lorca murió fusilado durante la
Guerra Civil española; Küchelbecker, víctima de tuberculosis a temprana edad
durante su exilio; Rainer María Rilke, de leucemia, y Apollinaire, durante una
pandemia. Debido a que Shostakovich ya
había padecido un infarto, decidió rendir homenaje a todos aquellos que
fallecieron en medio del dolor y la tristeza. La orquestación es para orquesta
de cuerdas reducida, percusión y celesta, que brinda la oportunidad de lucirse
a todos y cada uno de los solistas junto a los cantantes. Respecto de estos
últimos, a Alejandro Spies le sienta de maravilla cantar en ruso.
Independientemente que sea un idioma abierto y dulce, resultó ideal para su
voz, acompañada en numerosos pasajes por el contrapunto del contrabajo
-magistral labor de Javier Dragún-. Daniela Tabernig está pasando por su mejor
momento, ya que se encuentra en plenitud vocal. Es una soprano lírica cuya voz
está adquiriendo timbres dramáticos y, por lo tanto, ideal para este tipo de
interpretación. Su voz también fue acompañada por el violín y el violoncello en
contrapunto -excelente labor de Pablo Saraví y Benjamín Báez, respectivamente-.
El acompañamiento orquestal estuvo muy bien logrado y los percusionistas
Federico Del Castillo y Christian Frette se lucieron en el solo de redoblante y
xilofón, al igual que la solista de celesta. Y como no podía ser de otra
manera, el esfuerzo de los artistas se vio coronado con una multitud de
aplausos.
Como
ya se mencionó en diferentes notas, es muy bueno rescatar este tipo de obras
tan poco representadas (la última vez que quien escribe escuchó la mencionada
obra de Shostakovich fue durante un concierto de la Filarmónica en 1982), al
igual que incluir intérpretes argentinos de primer nivel. También sería bueno
que cuando vienen orquestas extranjeras ejecutaran este tipo de obras y no
quedarse solamente con Mozart, Beethoven, Mahler o Brahms. Personalmente, a una
le gustaría escuchar a un solista extranjero en este tipo de repertorio. Y lo
mejor de todo es que hay músicos muy talentosos en el país como para poder
hacerlo.
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