EL REENCUENTRO CON
LOS SONIDOS QUE VIENEN DESDE LEJOS
Mozarteum
Argentino, temporada 2021/22. Presentación de la Orchestre Philarmonie Royal de
Liège (Bélgica). Director: Gergely Madaras. Solista: Nicolay Lugansky (Piano).
Programa: Obras de Lekeu, Chopin y Brahms. Teatro Colón, 27/06/22.
NUESTRA OPINION: EXCELENTE.
Tras casi tres años, forzados por las consabidas razones y en
un contexto económico muy comprometido, el Mozarteum Argentino, fiel a su
compromiso con sus Asociados y Abonados ha mantenido su tradición y como tantas
otras veces en los ciclos económicos más desfavorables para Ntro. País, ha logrado
presentar a una agrupación sinfónica extranjera de notable nivel como lo ha
sido en esta oportunidad la Orchestre Phlilarmonique Royal de Liêge, la que ha
llegado al escenario de Ntro. primer
Coliseo con la conducción de su titular, el joven Mtro. Húngaro Gergely Madaras
y junto a ellos un excepcional solista como lo fue el pianista ruso Nicolay
Lugansky abordando un programa con dos obras centrales que no por conocidas no
sean un desafío ya que justamente de haber existido deslices quedan todos los
interpretes expuestos ante el público. Sea por el retorno de orquestas
extranjeras al escenario del Colón, como por la oportunidad de escuchar a un solista
de primerísimo orden o por volver a escuchar el sonido mate
típico de los conjuntos europeos, este concierto habrá justamente de quedar en
el recuerdo porque han vuelto a resonar entre Ntros. expresiones de excelencia.
En el comienzo, la agrupación visitante
abordó una obra de un compositor de su país, en este caso Guillaume Lekeu, quien
vivió tan solo 24 años, discípulo de Cesar Franck y de Vincent D’Indy. Se pudo
escuchar “Las Flores Pálidas de la Memoria” una composición concebida para
cuarteto orquestal de cuerdas que data aproximadamente de 1891 y del que se
presume que ha sido un homenaje a la memoria de Franck, su primer maestro
fallecido meses antes. Es una obra de notable factura, música densa, por
momentos melancólica, con solos reservados a Violín, Viola y Violonchelo, donde
luego de una primera sección “pesante” casi por completo da paso a un segundo
tema más vibrante para luego retomar el discurso lúgubre con el que dio comienzo.
Madaras ofreció una versión intensa en donde se pudo apreciar el sonido mórbido
y homogéneo típicamente europeo de las cuerdas, frente a un público que por
momentos hizo sentir alguna incomodidad con las clásicas toses. Sin embargo
con el contexto de reaparecer tras la
pandemia, sumado a la actual tensión bélica en la Europa del este con sus
secuelas de muerte y destrucción para
ambos casos, ha sido un acierto la inclusión en el programa, aun cuando a
muchos no les guste reflexionar sobre todo lo vivido y lo que se esta viviendo.
Con un orgánico más completo, pudo apreciarse
luego la que haya sido la versión más homogénea entre Orquesta, Solista y
Director del Concierto Nº 1 en mi menor de Friederic Chopin que se recuerde en
mucho tiempo, en el que Nicolay Lugansky descolló como formidable solista. En
el comienzo lució el conjunto abordando la introducción completa con un vuelo
interpretativo notable a partir de las indicaciones de Madaras. Pocas veces se
escuchó una interpretación así de este fragmento para que la versión crezca
aún más a partir de la entrada del solista con un formidable entendimiento y perfecta conexión. Lugansky es un intérprete
exquisito. Posee una formidable sonoridad, adopta tiempos muy personales los
que son absolutamente valederos, muy seguro en la digitación y llega al fondo
de la obra como pocos. Al extenso movimiento inicial se sumó una descollante
interpretación del segundo movimiento en donde el lirismo surgió en toda su
expresión y en donde Lugansky recreó el clima exacto para que la concurrencia
quede en cerrado silencio. Finalmente con un rotundo movimiento de cierre en
donde se repitieron todas las características antes señaladas, se escuchó una
de las más grandes ovaciones que en materia de conciertos sinfónicos hacía mucho
tiempo que no se verificaba, prueba de todo lo que expuse líneas más arriba.
Ante semejante reacción e incluso a pedido del Director (Que siguió desde los
atriles del fondo del escenario lo que ocurría) y de los propios músicos, Lugansky
retribuyó con una magnífica y arrolladora versión del Preludio Nº 5 del Op. 23
de Serguei Rachmaninoff en donde mostró su autoridad, su perfección
interpretativa y su fuerte personalidad.
En la parte final, Madaras y la Orquesta
ofrecieron una muy interesante versión de la Sinfonía Nº 2 en Re mayor, Op. 73 de Johannes Brahms, la
que si bien es ámpliamente conocida, aquí tuvo momentos de sumo interés.
Madaras transmite al conjunto desde la forma en que empuña la batuta. No es
simplemente una guía, ni marca y nada más. Forma parte de su gestualidad, por
lo tanto hacia donde llega la extensión hacia allí van los músicos y entonces
nos encontramos con realce de frases, instantes de sumo refinamiento, dejar
hacer a los solistas como por ejemplo Corno, Oboe, Flauta y Clarinete, hasta
llegar a un movimiento de cierre pleno de belleza sonora. Ha sido una verdadera
revelación la presencia de este muy buen maestro húngaro en este ciclo del que
comenzaremos a seguir su trayectoria con detenimiento.
No podía faltar un bis y aquí se conjugaron Brahms,
el conjunto y las raíces del conductor: Una exquisita versión de la Danza
Húngara Nº 5 con una transparencia de sonido pocas veces lograda. Habrá sido muchas veces abordada, solo que
aquí fue “de paladar negro”.
Donato Decina
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