Atractivas obras con desbordantes talentos
Por Jaime Torres Gómez
Con
motivo de la celebración por los 30 años de relaciones
diplomáticas entre Chile y Croacia, se ha estado realizando un
intercambio de artistas croatas y chilenos con presentaciones en sendos países.
La
contribución al desarrollo productivo y cultural de la inmigración croata ha sido gravitante, al punto que el actual Presidente de la República es descendiente
de dicha nación. En tanto, plausible reviste engalanar con excelentes valores
artísticos tal celebración, como la venida de un cuarteto de cuerdas de los legendarios Solistas de Zagreb, con
una deslumbrante presentación en el Teatro Oriente de Providencia, asimismo solistas
instrumentales croatas junto a otras instituciones, y la venida del titular de la prestigiosa Filarmónica
de Zagreb con el primer
contrabajo de dicha orquesta,
presentándose junto a la Sinfónica Nacional de
Chile en el Teatro Municipal de Las Condes.
El
concierto de la Sinfónica, con un novedoso repertorio, contó con la dirección del
joven director polaco Dawid
Runtz (30) -quien,
paralelamente a su posición en Zagreb,
es Director Musical de la Real
Opera de Polonia en Varsovia-,
dio cuenta de un desbordante talento,
pudiéndose explicar que a los 28 años
haya sido nombrado Director Musical
de una orquesta de importante trayectoria como la Filarmónica de Zabreb.
Interesante
constituyó el estreno (al parecer latinoamericano) de la Obertura de la Ópera Cómica “Amphitryon”,
del croata de ancestro griego Boris
Papandopulo (1906-1991). La
música de este compositor gradualmente ha ido descubriéndose, existiendo hoy
mayor disponibilidad de acceso a registros sonoros de la misma. Y en Chile, a excepción de su notable ”Pintarichiana”
para cuarteto de cuerdas en marzo
pasado con Los Solistas de Zagreb, no
hay registros de haberse hecho música de Papandopulo,
constituyendo estos hitos todo un descubrimiento.
La
vasta producción papandopulana (música
sinfónica, de cámara, ballet y opera) se inscribe dentro de un eclecticismo
estético de atractivo interés, adscribiendo desde un neoclasicismo hasta directos guiños a exploraciones propias de la música
del siglo 20. En el caso de la Obertura de Amphitryon (estrenada en 1940),
se aprecia un notable manejo de la paleta orquestal (con frondosa orquestación,
incluyendo piano, arpa más una variada gama de percusiones), y con una magistral
explotación de colores y timbres. El trabajo del maestro Dawid Runtz con los sinfónicos,
de primer orden en ensamble, transparencias y belleza de sonido.
De
Giovanni
Bottesini (1821-1889) se
ofreció una excelente versión del Concierto
N° 2 en si menor para Contrabajo y Orquesta. Considerado como uno de
los más importantes conciertos para dicho instrumento, tanto por su equilibrada
construcción formal como a la bestial exigencia al instrumento solista (Bottesini fue un virtuoso contrabajista, al punto que se le ha
llamado “el Paganini del contrabajo”),
no se le suele frecuentar. La versión presenciada utilizó el orgánico orquestal original de una
amplia orquesta (vientos completos, cornos, trompetas y timbal), la que no suele hacerse, recurriéndose más a la versión con
orquesta de cuerdas hecha por el
mismo Bottesini.
Notable
entrega del contrabajista
croata Nikša Bobetko, de amplia trayectoria
internacional, con soberano dominio técnico y estilístico. Magnífica proyección
y belleza sonora, amén de hermosos fraseos y musicalidad a borbotones. El
acompañamiento de Runtz, en perfecta sintonía a la
versión del autorizado solista, a pesar de lo incómodo del orgánico para orquesta grande, en cuanto la dificultad para
proveer debidos balances al instrumento solista, apreciándose en esta
oportunidad un acabado trabajo de equilibrio sonoro y ajuste.
Y como última obra, una deslumbrante versión de la Sinfonía N° 9 “Del Nuevo Mundo” de Antonin Dvorak (1841-1904). No obstante se hubiere
preferido disponer de otra sinfonía dvorakiana
(como la 6ta o 7ma), al ofrecerse previamente -en menos de un año- dos veces la
Nuevo
Mundo en Santiago…,
sin embargo, la potencia interpretativa firmada por Dawid Runtz eclipsó tal prejuicio.
Con gran respeto a la arquitectura formal, Runtz construye un discurso ora de sensibles trazos, ora de
magnética robustez sonora, develando pasajes a veces inadvertidos
(especialmente en el primer y segundo movimiento). Grandes logros en empáticos tempi, calibrados balances más una generosa exposición de
las líneas
melódicas. Sin
duda, una interpretación triunfal y
plenamente correspondida por los sinfónicos nacionales.
En suma, una presentación con atractivos aportes programáticos servida
por desbordantes talentos, de los que se espera un pronto retorno por estas
latitudes…
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