Excepcional presentación de la Filarmónica de Lieja en el Colón por el Mozarteum
EL
ROMANTICISMO EN SU MÁXIMA EXPRESIÓN
Martha
CORA ELISEHT
Cuando
una ya creía que había visto todo en materia de orquestas sinfónicas
extranjeras, el Mozarteum Argentino redobló la apuesta en la materia ofreciendo
al público un espectáculo de nivel superior. Tal fue el caso de la Real
Orquesta Filarmónica de Lieja (OPRL, según sus siglas en francés), que se
presentó en el Teatro Colón dentro del Ciclo de Abono de la mencionada
institución el pasado lunes 27 del corriente, bajo la dirección de Gergely
Madaras y con la participación del pianista ruso Nikolay Lugansky, quienes
interpretaron el siguiente programa:
-
Adagio para cuarteto
orquestal “Las flores pálidas de la memoria”- Guillaume
LEKAU (1870-1894)
-
Concierto n°1 en Mi
menor para piano y orquesta, Op.11- Frederic
CHOPIN (1810-1849)
-
Sinfonía n°2 en Re
mayor, Op.73- Johannes BRAHMS (1833-1897)
La
mencionada agrupación sinfónica es la única orquesta profesional de la Bélgica
francófona y, por lo tanto, uno de sus objetivos es promover la herencia
musical franco belga, además de fomentar la creación y explorar nuevos
repertorios. Durante el transcurso del corriente año se celebra el bicentenario
del nacimiento de César Franck -precisamente, el más famoso de los compositores
belgas y oriundo de Lieja-. Por lo tanto, la OPRL va a participar de numerosos
conciertos y grabaciones en su homenaje.
Otra
de las características que tuvo el concierto fue que el programa estuvo
integrado exclusivamente por compositores románticos, de los cuales, Guillaume
Lekau es el menos conocido. Discípulo de César Franck y fallecido
prematuramente a los 24 años, dejó numerosa música de cámara (una conoció la
obra de este compositor belga precisamente, de la mano de Alberto Lysy), dos
estudios sinfónicos y la cantata Andrómeda -esta última, bajo la tutoría
de Vincent d’Indy-. El Adagio para orquesta de cuerdas fue compuesto en
1891 tras la muerte de César Franck y se cree que el epígrafe “Las flores
pálidas de la memoria” fue elegido en homenaje a su maestro. Consta de dos
temas: uno dramático y oscuro, y el otro, luminoso y romántico, con
reminiscencias wagnerianas, con numerosos solos donde se lucen tanto los
solistas de primeros como segundos violines, viola, violoncello y contrabajo.
El ímpetu y la enjundia impuestos por Gergely Madaras fueron soberbios, al
igual que una excelsa interpretación.
El
mencionado Concierto n°1 para piano y orquesta de Chopin es una obra
emblemática del romanticismo y fue compuesto en 1830, antes de que su autor
partiera hacia el exilio desde su Polonia natal. Sus tres movimientos (Allegro
maestoso/ Romanza: Larghetto/ Rondó: vivace) fueron ejecutados con una
maestría pocas veces escuchada, tanto por parte de la orquesta como del
solista. Nikolay Lugansky cautivó al público argentino merced a su prodigiosa
musicalidad, una interpretación plagada de sutilezas, exquisitez y buen gusto y
a su deslumbrante técnica. Hubo un equilibrio perfecto entre la orquesta y el
piano -tanto en la introducción previa a la presentación del solista como
durante todo el concierto-, donde la orquesta “cantó” con todos los matices
chopinianos típicos, hecho que sobresalió también en la cracoviénne del
3° movimiento -danza típica de dicha región de Polonia, que forma la columna
vertebral del majestuoso Rondó vivace final-, donde tanto Lugansky como
Madaras brindaron una brillante versión del mencionado concierto. Ante un Colón
atiborrado de gente en las localidades de los pisos superiores, el público
estalló en vítores y aplausos y obligó a Lugansky a hacer un bis (no
claramente anunciado), que sonó con una asombrosa pulcritud, dando una lección
de digitación, pulsación y prodigalidad. El público del Mozarteum cayó rendido
a sus pies y agradeció muy gentilmente los aplausos y vítores.
La
Sinfonía n°2 en Re mayor, Op. 77 es una de las más hermosas obras de la
tetralogía sinfónica de Brahms y consta de 4 movimientos: Allegro non
troppo/ Adagio non troppo/ Allegretto grazioso- rondó/ Allegro con spirito. El
tema bucólico del 1° movimiento ha hecho que se catalogue a esta sinfonía como “Pastoral”
sin realmente serlo, ya que es más bien nostálgico, mientras que el Adagio
non troppo es más romántico y envolvente. El vertiginoso Allegretto
grazioso es un rondó con un contrapunto magistral, rico en matices,
fresco y vivaz hasta desembocar en el monumental Allegro con spirito, escrito
en forma de sonata y que representa un desafío para el director de orquesta.
Una ha escuchado innumerables versiones de gran calidad de esta joya sinfónica,
pero cuando quien escribe cree que escuchó todo en materia de esta sinfonía, se
encontró ante una versión descomunal desde todo punto de vista. Perfecto
dominio del contrapunto, una sublime marcación de los tempi, con fuste,
garra, entusiasmo e interpretación con imprompta y sello personal. Hacía mucho
tiempo que no se escuchaba en el Colón una versión de semejante jerarquía -la
última fue en el 2019 durante el Ciclo Brahms realizado en el CCK, bajo la
dirección de Daniel Barenboim-. Para no cortar el repertorio de compositores
románticos, Madaras decidió continuar con la celebérrima Danza Húngara n°5 de
Brahms como bis.
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