martes, 28 de junio de 2022

 Excepcional presentación de la Filarmónica de Lieja en el Colón por el Mozarteum

 

EL ROMANTICISMO EN SU MÁXIMA EXPRESIÓN

Martha CORA ELISEHT

 

            Cuando una ya creía que había visto todo en materia de orquestas sinfónicas extranjeras, el Mozarteum Argentino redobló la apuesta en la materia ofreciendo al público un espectáculo de nivel superior. Tal fue el caso de la Real Orquesta Filarmónica de Lieja (OPRL, según sus siglas en francés), que se presentó en el Teatro Colón dentro del Ciclo de Abono de la mencionada institución el pasado lunes 27 del corriente, bajo la dirección de Gergely Madaras y con la participación del pianista ruso Nikolay Lugansky, quienes interpretaron el siguiente programa:

-          Adagio para cuarteto orquestal “Las flores pálidas de la memoria”- Guillaume LEKAU (1870-1894)

-          Concierto n°1 en Mi menor para piano y orquesta, Op.11- Frederic CHOPIN (1810-1849)

-          Sinfonía n°2 en Re mayor, Op.73- Johannes BRAHMS (1833-1897)

La mencionada agrupación sinfónica es la única orquesta profesional de la Bélgica francófona y, por lo tanto, uno de sus objetivos es promover la herencia musical franco belga, además de fomentar la creación y explorar nuevos repertorios. Durante el transcurso del corriente año se celebra el bicentenario del nacimiento de César Franck -precisamente, el más famoso de los compositores belgas y oriundo de Lieja-. Por lo tanto, la OPRL va a participar de numerosos conciertos y grabaciones en su homenaje.

Otra de las características que tuvo el concierto fue que el programa estuvo integrado exclusivamente por compositores románticos, de los cuales, Guillaume Lekau es el menos conocido. Discípulo de César Franck y fallecido prematuramente a los 24 años, dejó numerosa música de cámara (una conoció la obra de este compositor belga precisamente, de la mano de Alberto Lysy), dos estudios sinfónicos y la cantata Andrómeda -esta última, bajo la tutoría de Vincent d’Indy-. El Adagio para orquesta de cuerdas fue compuesto en 1891 tras la muerte de César Franck y se cree que el epígrafe “Las flores pálidas de la memoria” fue elegido en homenaje a su maestro. Consta de dos temas: uno dramático y oscuro, y el otro, luminoso y romántico, con reminiscencias wagnerianas, con numerosos solos donde se lucen tanto los solistas de primeros como segundos violines, viola, violoncello y contrabajo. El ímpetu y la enjundia impuestos por Gergely Madaras fueron soberbios, al igual que una excelsa interpretación.

El mencionado Concierto n°1 para piano y orquesta de Chopin es una obra emblemática del romanticismo y fue compuesto en 1830, antes de que su autor partiera hacia el exilio desde su Polonia natal. Sus tres movimientos (Allegro maestoso/ Romanza: Larghetto/ Rondó: vivace) fueron ejecutados con una maestría pocas veces escuchada, tanto por parte de la orquesta como del solista. Nikolay Lugansky cautivó al público argentino merced a su prodigiosa musicalidad, una interpretación plagada de sutilezas, exquisitez y buen gusto y a su deslumbrante técnica. Hubo un equilibrio perfecto entre la orquesta y el piano -tanto en la introducción previa a la presentación del solista como durante todo el concierto-, donde la orquesta “cantó” con todos los matices chopinianos típicos, hecho que sobresalió también en la cracoviénne del 3° movimiento -danza típica de dicha región de Polonia, que forma la columna vertebral del majestuoso Rondó vivace final-, donde tanto Lugansky como Madaras brindaron una brillante versión del mencionado concierto. Ante un Colón atiborrado de gente en las localidades de los pisos superiores, el público estalló en vítores y aplausos y obligó a Lugansky a hacer un bis (no claramente anunciado), que sonó con una asombrosa pulcritud, dando una lección de digitación, pulsación y prodigalidad. El público del Mozarteum cayó rendido a sus pies y agradeció muy gentilmente los aplausos y vítores.

La Sinfonía n°2 en Re mayor, Op. 77 es una de las más hermosas obras de la tetralogía sinfónica de Brahms y consta de 4 movimientos: Allegro non troppo/ Adagio non troppo/ Allegretto grazioso- rondó/ Allegro con spirito. El tema bucólico del 1° movimiento ha hecho que se catalogue a esta sinfonía como “Pastoral” sin realmente serlo, ya que es más bien nostálgico, mientras que el Adagio non troppo es más romántico y envolvente. El vertiginoso Allegretto grazioso es un rondó con un contrapunto magistral, rico en matices, fresco y vivaz hasta desembocar en el monumental Allegro con spirito, escrito en forma de sonata y que representa un desafío para el director de orquesta. Una ha escuchado innumerables versiones de gran calidad de esta joya sinfónica, pero cuando quien escribe cree que escuchó todo en materia de esta sinfonía, se encontró ante una versión descomunal desde todo punto de vista. Perfecto dominio del contrapunto, una sublime marcación de los tempi, con fuste, garra, entusiasmo e interpretación con imprompta y sello personal. Hacía mucho tiempo que no se escuchaba en el Colón una versión de semejante jerarquía -la última fue en el 2019 durante el Ciclo Brahms realizado en el CCK, bajo la dirección de Daniel Barenboim-. Para no cortar el repertorio de compositores románticos, Madaras decidió continuar con la celebérrima Danza Húngara n°5 de Brahms como bis.

  Es muy difícil encontrar los términos exactos y precisos para no caer en la redundancia cuando se debe escribir la crónica correspondiente a un concierto de excelencia. Una vez más, el Mozarteum se supera a sí mismo y vuelve a deslumbrar a su público realizando un notable esfuerzo para ofrecer siempre lo mejor. En este caso, una combinación perfecta que sonó como los dioses e hizo soñar a la audiencia. Los melómanos y periodistas especializados, de parabienes

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