Excelente reposición de “AÍDA” en
el Teatro Argentino de La Plata
EL
ENCANTO DEL ANTIGUO EGIPTO, SIEMPRE VIGENTE
Martha
CORA ELISEHT
Siempre
surgen ideas creativas en los momentos de crisis y, en particular, en los de
crisis económicas, donde el ingenio aflora para ofrecer espectáculos de buena
calidad con un presupuesto escaso. Y en caso de que se decida no arriesgar,
siempre está vigente el recurso de utilizar una producción realizada en años
anteriores, que ha sido exitosa. En el caso del Teatro Argentino de La Plata,
las autoridades del Centro Provincial de las Artes decidieron colocar
nuevamente en cartel AÍDA, de Giuseppe Verdi (1813-1901), que se
representará entre los días 7 al 16 del corriente en la Sala Alberto Ginastera
de dicho coliseo, con puesta en escena de María Concepción Perre y María de la
Paz Perre; escenografía de María José Besozzi; iluminación de Gabriel Lorenti;
diseño audiovisual de Hernán Arreseygor; asistencia de dirección escénica de
Lucía Portela; vestuario de Stella Maris
Müller, coreografía de María Colusi y la
participación de los siguientes maestros internos: Diego Censabella, Cecilia
Prieto, Lucía Zapata, Emilio Rajmilchuk y Eduviges Picone. La dirección musical
estuvo a cargo de Carlos Vieu al frente de la Orquesta Estable del Teatro, y de
Santiago Cano, al frente del Coro Estable.
Quien
escribe tuvo la oportunidad de asistir a la función del pasado domingo 9 del
corriente, con el siguiente reparto: Monserrat Maldonado (Aída), Enrique
Folger (Radamés), Guadalupe Barrientos (Amneris), Fabián Veloz (Amonasro),
Juan Barrile (Ramfis), Oreste Chlopecki (Faraón), Arnaldo
Quiroga (Mensajero) y Rocío Giordano (Sacerdotisa). Las danzas
del 1° y 2° acto estuvieron a cargo de integrantes del Ballet Estable del
Centro Provincial de las Artes y contó con un importante cuerpo de figurantes
para las escenas de conjunto bajo la coordinación de Vanesa Tempone.
El
gobernador (jedive) Ismail Pashá decidió mostrar a Egipto ante los ojos
del mundo como escenario de la mayor obra de ingeniería construida hasta ese
momento: el canal de Suez. Para ello, tuvo la idea de construir un teatro de
ópera en El Cairo con motivo de emular a las principales capitales europeas,
motivo por el cual se contrató a dos arquitectos italianos -Avoscani y Rossi-,
quienes la construyeron en tan sólo 6 meses durante 1869. Para inaugurar su
fastuosa obra, el jedive le encargó a Verdi que escribiera una obra
inspirada en la gloria del antiguo Egipto. Ante el rechazo de componer obras
por encargo, Ismail Pashá no se dio por vencido, sino que decidió redoblar la
apuesta: se reunió con el egiptólogo francés Auguste Mariette para que lo
ayudara a escribir el argumento. Como este último carecía de experiencia en el
tema, se reunió con el escritor Camille Du Locle, quien había colaborado con
Verdi en el libreto inicial de Don Carlo en 1867. Al reevaluar la
propuesta, Verdi se dio cuenta que era un trabajo realizado por gente de
prestigio y le solicitó a Antonio Ghislanzoni que compusiera los versos en base
al argumento ofrecido por la dupla Mariette/ Du Locle. Si bien el jedive quería a toda costa
que Verdi estrenara su obra maestra en El Cairo en tiempo y en forma, no fue
posible por varios motivos. En primer lugar, el estallido de la guerra franco-
prusiana impidió que la escenografía, los decorados y el vestuario hechos en París
pudieran llegar a tiempo. En segundo lugar, bien son conocidos los
contratiempos que tuvo Verdi en cuanto a la elección del director de orquesta y
los cantantes. Por lo tanto, la Khedival Opera House no abrió sus
puertas en 1869 con AÍDA, sino con otro gran título verdiano: RIGOLETTO.
De esta manera, se transformó en el primer teatro de ópera del continente
africano, donde finalmente, allí se produjo el estreno mundial de AÍDA en
1871 con dirección musical de Giovani Bottessini, que gozó de gran éxito y
popularidad desde su primera representación.
Posteriormente, se produjo la segunda representación en la Scala de
Milán en 1872 con la presencia del compositor y fue todo un suceso,
difundiéndose rápidamente en los principales teatros líricos del mundo.
La
producción fue íntegramente realizada en los talleres del Teatro Argentino,
caracterizada por una escenografía compuesta por columnas egipcias y una
escalinata, donde se desarrollaron todas las escenas. Los cambios de escena se
realizaron mediante un telón con motivos de jeroglíficos y una muy buena
iluminación. Se utilizó proyección de video para simular las aguas del Nilo en
el 3° Acto y en las escenas del 4° acto. La lápida subterránea donde Radamés
encontrará la muerte en compañía de la protagonista se ambientó usando un
marco vertical y un muy buen efecto de iluminación. El vestuario fue íntegramente de época,
respetando la concepción original de la obra y la caracterización de los
personajes.
La
preparación del Coro Estable a cargo de Santiago Cano fue impecable, con un rol
preponderante en las escenas que requieren su intervención y actuando como un
protagonista más. Y la ventaja de poseer un director especializado en lírica de
los quilates de Carlos Vieu hizo que la orquesta sonara brillante: sobre todo,
en la célebre Marcha Triunfal del 2° acto, donde las trompetas
fuera de escena sonaron perfectas. Más allá de algún error en las notas de las
trompetas provenientes del foso, fue magistral desde todo punto de vista. Hubo
un cambio en la coreografía de las danzas en el 2° acto, donde los integrantes
del Ballet Estable demostraron un excelente trabajo de coordinación y
disciplina.
En
cuanto a los roles protagónicos, Monserrat Maldonado fue una Aída con mayúsculas.
Su caudalosa voz, rica en brillo, matices y esmalte le permitieron encarnar con
creces a la doliente princesa etíope devenida en esclava en sus principales
arias (“Ritorna, vincitor” y “O Patria mía”), siendo sumamente
aplaudida luego de cada una de sus intervenciones. Independientemente del physique
du rôle, Enrique Folger posee una voz potente, caudalosa y una impecable
línea de canto para componer un rol como Radamés desde la celebérrima “Celeste
Aída” del 1° acto hasta el dúo con Aída en el 3° acto (Aria del
Nilo) y con Amneris en el 4°. La voz de Guadalupe Barrientos se
encuentra en un proceso de transformación y se ha tornado mucho más dramática,
lo que le permitió cantar sin dificultad un rol tan exigente y complejo como el
de Amneris. Por su parte, Fabián
Veloz brindó un excelente Amonasro merced a su legato y su línea
de canto. Una pudo apreciarlo por primera vez en este rol, ideal para un
barítono lírico. No sucedió lo mismo con Juan Barrile como Ramfis, donde
se lo pudo apreciar con algunas dificultades en la emisión. En cuanto a los
roles secundarios, tanto Rocío Giordano como la Sacerdotisa y Arnaldo
Quiroga como el Mensajero se lucieron en sus breves intervenciones, al
igual que Orestes Chlopecki como el Faraón.
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