Boris Brovtsyn, María Meerovitch y Serguei Nakariakov desplegando sus talentos en el Escenario del Teatro Colón. Fotografía gentileza del Mozarteum Argentino, Créditos de la Sra. Liliana Morsia.
MUY BUENOS
INTERPRETES EN UN PROGRAMA INFRECUENTE
Mozarteum Argentino,
temporada 2024. Presentación de: Serguei Nakariakov (Fliscorno), María
Meerovitch (Piano) y Boris Brovtsyn (Violín). Programa: Obras de Schumann y
Brahms
NUESTRA OPINION: MUY BUENO.
Si en algo se
destacan los ciclos del Mozarteum Argentino es que siempre en sus abonos
anuales encontramos intérpretes de rotunda calidad y en alguna de sus fechas
una programación innovadora. Pues bien, estas dos cualidades se han encontrado
en este concierto en el que intervinieron Serguei Nakariakov, uno de los más importantes
trompetistas del mundo, esta vez interviniendo con un fliscorno (más conocido por
su nombre en alemán: Flügelhorn), a quien acompañaron María Meerovitch en piano
y Boris Brovtsyn en violín para llevar adelante un programa inteligente en la
elección de los autores ya que a través de ellos se pudo establecer una
perfecta cronología en cuanto a composición y estilo . Fueron: Robert Schumann
y Johannes Brahms. El repertorio ofrecido abordó dos composiciones del primero
y una del segundo en transcripciones efectuadas por los propios Nakariakov y
Meerovitch y una de cada compositor en su versión original.
En el comienzo, ante un respetuoso público
que se mantuvo en un contenido silencio, Nakariakov y Meerovitch ofrecieron su transcripción para Fliscorno y Piano de las
tres romanzas que en el original están escritas para Oboe y Piano y que
componen el Op. 94 de Robert Schumann. Compuestas en 1849, su estreno ocurrió
al año siguiente ya con una transcripción para Violín y Piano que paradójicamente
fue la combinación con la que se hicieron conocidas en esa época. Teniendo en
cuenta que alrededor de la época de composición de este trabajo Schumann compuso
también nada menos que seis ciclos de obras vocales denominados “Romanzas” ,
las que claramente tienen inspiración lírico-musical abrevando en el término
originario del medioevo que le da este nombre, para que estas tres páginas instrumentales sea
correlato de las seis obras anteriores. En la primera de ellas, pareció que los
interpretes se acomodaban paulatinamente y que en algunas oportunidades el
Fliscorno se imponía por sobre la melodía del piano. Sin embargo, en las dos
siguientes comenzó a percibirse una amalgama sonora que paulatinamente permitió
apreciar el largo y pleno entendimiento entre dos excepcionales intérpretes quienes
desde hace dos décadas trabajan juntos. Nakariakov sabe dosificar el sonido y
Meerovitch lo complementa con una intervención pulcra y plena de color. Tras
los cerrados aplausos y sin abandonar el escenario, ambos instrumentistas acometieron su transcripción del “Adagio y Allegro” en
original para Corno y Piano que lleva el Op.70 del mismo Schumann. Aquí si
encontramos una total amalgama a lo largo de la obra, con instantes de altísimo
vuelo y absoluto refinamiento. El hecho que la sonoridad del Fliscorno es
cercana a la del Corno Francés hace que se perciba con mucha mayor naturalidad
esta transcripción y que el público la recibiera con mayor entusiasmo.
Meerovitch tuvo su momento de lucimiento
individual con una muy buena versión de la “Arabeske” en Do mayor Op.18, en la
que demostró ser una “Schumaniana” de fuste con tempi preciso, ganándose la
ovación del público.
Para cerrar la primera parte, se tuvo un
primer contacto con Brahms a través de la Sonata para Violín y Piano Nº 2 en La
mayor, Op. 100. Una obra de altísimo vuelo
con un “Allegro Amabile” inicial de extenso e intenso desarrollo. Un “Andante
central” de altísimo vuelo y un “Allegretto Grazioso” de vivaz desarrollo en el
cierre. Boris Brovtsyn es un intérprete de sonido transparente y sumamente
refinado. Logra pasajes de exquisita belleza con las notas que emana desde su
instrumento. Claramente se lo percibió
en el andante central en donde el acople con Meerovitch en el
tratamiento de conjunto más el entendimiento reinante entre ambos fue absoluto,
logrando a mi entender el momento más alto de la noche y en el cierre de esta
composición, demostraron que se puede enfocar de manera sutil y sin caer en
excesos una composición lograda y de exquisita factura.
En la parte final, los tres intérpretes se
unieron para brindar la transcripción
para Fliscorno, Violín y Piano del Trío
en Mi bemol, Op. 40 del original que es para Corno en lugar del aerófono
primeramente mencionado. Una composición que conocí a través de Alberto Lysy en
sus legendarios festivales estivales en San Carlos de Bariloche y en esa
ocasión junto a Charlotte Salto en Piano y a Nuri Guarnaschelli en Corno. A lo largo de los cuatro movimientos, los
intérpretes tuvieron absoluta cohesión entre ellos, Nakariakov desplegando lo
mejor en la noche, Meerovitch como un verdadero sostén de la formación y
Brovtsyn con un bellísimo sonido al que se lo percibió con un caudal sumamente ajustado
al resto del conjunto. La labor fue saludada sostenidamente por el público que
llamó a los músicos tres veces a escena. Sin embargo, llamó la atención que no
tuvieran preparado un “bis”, por lo que saludaron a modo de despedida y
abandonaron el escenario. El público continuó por un breve instante más el aplauso
pero pareció aceptar la decisión. Tal vez ya estaba todo dicho.
Donato Decina
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