Los grandes protgonístas del Concierto de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires: El Contrabajísta Julián Medina y el Maestro Alejo Pérez. Créditos: Prensa Teatro Colón, Fotografía del Maestro Arnaldo Colombaroli.
Excepcional actuación de Alejo Pérez y Julián Medina junto a la Filarmónica
UNA COMBINACIÓN PERFECTA DE MAESTRÍA Y TALENTO
Martha CORA ELISEHT
Alejo Pérez es uno de los directores argentinos más prestigiosos en la actualidad.
Radicado en Europa desde hace ya muchos años, sus interpretaciones de los principales
compositores de fines de siglo XIX y siglo XX -Gustav Mahler, Richard Strauss, Alban
Berg y Alexander Scriabin, entre otros- se caracterizan por su excelencia y calidad. Lo
ha demostrado recientemente sobre el escenario del Teatro Colón al frente de la
Orquesta Estable en la Sinfonía n°8 (“De los Mil”) de Mahler y volvió a descollar al
frente de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (OFBA) el pasado sábado 14 del
corriente en el Colón, con participación del contrabajista Julián Medina como solista
para abordar el siguiente repertorio:
- Cuatro interludios de “INTERMEZZO”- Richard STRAUSS (1864-1949)
- Concierto para contrabajo y orquesta n°1 en Fa menor- Giovanni BOTTESINI
(1821-1889)
- Sinfonía n°2 en Re mayor, Op.43- Jan SIBELIUS (1865-1957)
Grande ha sido la sorpresa del público por contar con un concertino de lujo: Pablo
Saraví -quien ejerciera dicho rol durante muchos años antes de retirarse a fines del año
pasado-, que fue sumamente aplaudido ni bien apareció sobre el escenario. Durante la
tradicional afinación de instrumentos, pudo apreciarse a una orquesta con un sonido
sumamente compacto, bien afinada y afiatada y fue una de las principales
características del concierto desde los primeros compases de los Cuatro interludios de la
ópera INTERMEZZO de Richard Strauss. Compuesta y estrenada en Dresde en 1924, su
autor la definió como “una comedia burguesa con interludios sinfónicos”, cuyo
argumento se basa en un episodio de la vida real del compositor. Es una comedia de
enredos donde el matrimonio formado por un director de orquesta y su esposa se
tambalea a raíz de un malentendido cuando ella encuentra una carta de amor -que cree
destinada a su marido, pero en realidad, es para otro hombre-. Una vez aclarada la
confusión, la pareja se reconcilia. La maestría y el conocimiento de la obra del
compositor alemán por parte de Alejo Pérez quedaron firmemente demostradas desde
los primeros compases de Reisefeber und Waltzerscene (Fiebre de viaje y escena de
vals), donde se combinan el ímpetu del director de una gran orquesta con un elegante
vals, donde su esposa coquetea con un barón. Por el contrario, el segundo (Träumerei
am Kamin- Soñar junto a la chimenea) es mucho más íntimo y con un estupendo
lirismo, donde la Filarmónica adquirió vuelo y calidad interpretativa hasta desembocar
en la magistral labor por parte de Pablo Saraví, Elías Gurevich y Demir Liuja
(violines), José Araujo y Diego Fainguersch (violoncellos) en el quinteto de cuerdas del
3° interludio (Am Spieltisch/ En la mesa de juego), donde los pizzicatti y acentos
rítmicos evocan la partida de un juego de cartas, hasta la reconciliación de la pareja con
un final feliz en el brillante Fröhlicher Beschluß (Resolución feliz), que permite el
lucimiento de la orquesta en todo su esplendor, así como también el de los solistas de
los diferentes grupos de instrumentos.
De los numerosos conciertos compuestos para contrabajo y orquesta, el n°1 en
Fa sostenido menor de Giovanni Bottesini no sólo es uno de los más conocidos, sino
también uno de los que permiten explorar todos los matices del instrumento. Su autor
pasó a la historia por dos motivos: por haber dirigido el estreno mundial de “AÍDA” de
Verdi en la Ópera de El Cairo (1871) y por ser un virtuoso del contrabajo de 3 cuerdas
hasta tal punto, que recibió el mote de “el Paganini del contrabajo”. Compuesto
durante ese mismo año, sigue la formación tradicional clásica de tres movimientos:
Introducción. Allegro moderato/ Andante/ Finale: Allegro con fuoco, donde explota al
máximo la bravura italiana en los pasajes tanto líricos ccomo los de mayor virtuosismo.
Requiere un amplio dominio del instrumento en cuanto al fraseo, pero también, en
expresividad. Un solista de los quilates de Julián Medina lo hizo posible con una
formación camarística de la Filarmónica, donde el ganador del Premio Bottesini 2022
hizo gala de su talento, maestría, fraseo y calidad interpretativa; principalmente, en el
Allegro con fuoco final. También hubo lucimiento de los principales solistas
instrumentales bajo la estupenda dirección de Alejo Pérez, logrando una magistral
versión de dicho concierto. El público estalló en aplausos al final de su interpretación,
donde Julián Medina aprovechó la oportunidad de efectuar un bis: una transcripción
para contrabajo de la Siciliana para violín y piano de María Theresia von Paradis
(1759-1824), compositora austríaca que vivió en la misma época que Johann Sperger –
el gran compositor y compilador de las obras para contrabajo en el siglo XVIII- y quien
fue una eximia pianista, pese a haber quedado ciega a los tres años de edad. Es uno de
los “caballitos de batalla” del contrabajista y sonó de manera exquisita y sutil, lo que le
valió otra ovación por parte del público.
Desde su estreno en 1902 a cargo de la Sociedad Filarmónica de Helsinki con el
propio compositor al podio, la Sinfonía n°2 en Re mayor, Op.43 de Jan Sibelius no sólo
ha gozado de inmensa popularidad desde su estreno, sino que contó con el apoyo
masivo del público, quien la consideró como una obra de carácter patriótico. En aquel
entonces, Finlandia era un gran ducado bajo el dominio de Rusia, que había prohibido el
uso del idioma y la cultura finesas. Por lo tanto, el público asoció el grandioso final de
la obra con la lucha por la independencia y la apodó “Sinfonía de la Independencia”.
Consta de 4 movimientos (Allegretto en Re mayor, 6/4; Tempo andante, ma rubato (Re
menor, 4/4 y 3/8); Vivacissimo (attaca) en Si bemol mayor (6/8) y Finale: allegro
moderato (Re mayor, 3/2)), donde el ambiente pastoral inicial se sucede con un segundo
tema, donde el motivo de tres notas ascendentes se repite en toda la sinfonía. En el
segundo movimiento, en cambio, la dulzura inicial se ve interrumpida por un tema
lúgubre, introducido por el fagot y que alcanza su clímax en los metales, mientras las
cuerdas ejecutan un pizzicato. Una perfecta descripción sonora del yugo al cual estaba
sometido el país y una sucesión de notas que se repite en el poema sinfónico Finlandia
– compuesto con antelación y que posee el mismo carácter patriótico (Despierta,
Finlandia)-. El enérgico scherzo del 3° movimiento da una imagen de preparación
frenética hasta el tema lírico, introducido por un bellísimo solo de oboe, seguido por los
clarinetes y las trompetas hasta desembocar en el movimiento final, donde se vuelve a la
tonalidad inicial mediante un gran pasaje puente retórico que desemboca en Re menor,
siguiendo la gran tradición romántica. Una ha escuchado innumerables versiones de esta
bellísima sinfonía por la propia orquesta, pero la de Alejo Pérez fue memorable. Hizo
brillar y “cantar” a la Filarmónica en una interpretación pocas veces escuchada sobre el
escenario del Colón desde el principio hasta el final, con un grado superlativo de
expresividad. Todos los solistas de los principales grupos de instrumentos se lucieron
para brindar una versión de fuste, excelsa y brillante, galardonada por una ovación de
aplausos y vítores por parte del público.
Ha sido una auténtica noche digna de la Filarmónica, donde todo salió a las mil
maravillas merced a la calidad del director, solista e integrantes. Una perfecta ecuación
entre maestría, talento y virtuosismo, tres ingredientes fundamentales para lograr una
verdadera noche de Colón.
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