Impecable versión de Bruckner por la Sinfónica Nacional y el Polifónico en el CCK
UNA INTERPRETACIÓN ANGELICAL Y CELESTIAL
Martha CORA ELISEHT
De más está decir que el Coro Polifónico Nacional constituye algo así como el
dream team en la materia; no sólo por la calidad de sus integrantes -muchos de los
cuales, desempeñan roles solistas en diferentes óperas y conciertos sinfónico- corales-,
sino también por su versatilidad. Participó hace poco junto al Coro Estable y al Coro de
Niños del Teatro Colón en la Sinfonía n°8 (“De los Mil”) de Gustav Mahler y en esta
ocasión, junto a la Orquesta Sinfónica Nacional para interpretar un obra de fuste: la
Misa n°3 en Fa menor, WAB 28 de Anton Bruckner (1824-1896), hecho que tuvo lugar
en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner (CCK) el pasado viernes 20 del
corriente, donde participaron los siguientes solistas: Carla Filipcic Holm (soprano),
Mattea Musso (mezzosoprano), Ricardo González Dorrego (tenor) y Franco Gómez
(barítono). La dirección musical estuvo a cargo de Ezequiel Silberstein y la coral, de
Antonio Domeneghini.
Con motivo de cumplirse el bicentenario de su nacimiento, se eligió una de las
obras más emblemáticas de la primera etapa de este gran compositor austríaco, quien
era organista en la iglesia de St. Florian y un experto en música sacra. Tras el éxito
alcanzado en Linz con su Misa n°1 en Re menor en 1867, se le encomendó componer
una nueva Misa para la Burgkapelle. Bruckner comenzó a escribir la primera versión
entre 1867 y 1868, antes de mudarse a Viena. Sin embargo, su estreno tuvo lugar recién
en 1872 con el compositor al podio, siendo alabada por músicos de la talla de Franz
Liszt y por el crítico Eduard Hanslick. Posteriormente, Bruckner hizo revisiones
sucesivas en 1876, 1877, 1881 y desde 1890 a 1893, corrigiendo aspectos vocales y la
utilización del órgano ad libitum; es decir, permitiendo improvisaciones para acentuar
ciertos pasajes e incrementar el brillo sonoro. Esta última revisión es la que se
representa en la actualidad, cuya duración es de 62 minutos y posee 6 partes:
1) Kyrie – Moderato en Fa menor
2) Gloria- Allegro en Do mayor
3) Credo- Allegro en Do mayor
4) Sanctus- Moderato en Fa mayor
5) Benedictus- Allegro moderato en La bemol mayor
6) Agnus Dei- Andante en Fa menor, que pasa a Fa mayor
Desde el movimiento inicial (Kyrie), pudo apreciarse una orquesta muy bien afinada
y un perfecto equilibrio de la masa coral, cuyas voces sobresalieron por sobre los tutti
orquestales. Las entradas, la marcación y el dominio de los tempi por parte de Ezequiel
Silberstein fueron perfectos, al igual que el contrapunto entre la soprano y el barítono. A
la excelencia y versatilidad de Carla Filipcic Holm se agregó el debut como solista de
Franco Gómez, cuya voz sorprendió por su buen esmalte y color tonal. Por su parte, el
coro actuó siguiendo la concepción wagneriana por la cual, la voz es un instrumento
más. Esto quedó de manifiesto en la brillante entrada al inicio del Gloria, donde debe
cantar al unísono junto con la fanfarria -a cargo de los metales- y el continuo en
cuerdas, en una modalidad que recuerda al canto gregoriano. También se apreció un
equilibrio perfecto entre el tenor, la soprano y la mezzosoprano, mientras que el órgano
-magistralmente ejecutado por Sebastián Aschenbach- brindó el marco perfecto para
una interpretación que sonó de manera angelical. Al igual que en el Gloria, el Credo
también se inicia de manera brillante con una fanfarria en los metales y la percusión,
seguida por el coro y el continuo en cuerdas. Quien se lució en este movimiento fue
Ricardo González Dorrego, demostrando su maestría y experiencia en este tipo de
repertorio acompañado por el excelente solo de violín de Daniel Robuschi. El
movimiento termina con una fuga a cargo de la orquesta, el órgano, coro y cuarteto de
voces solistas. A diferencia de los movimientos anteriormente descriptos, el Sanctus es
un moderato de carácter suave y apacible, donde el cuarteto de solistas se luce en el
Hosanna in excelsis, que sonó verdaderamente celestial. La mezzosoprano Mattea
Musso se lució junto a González Dorrego y Carla Filipcic Holm en el Benedictus, donde
la entrada del órgano fue espectacular. El último movimiento (Agnus Dei) retoma la
tonalidad inicial de Fa menor para pasar luego a Fa mayor (Dona nobis), retomando la
fuga del Gloria y la última frase del Credo. Al finalizar, el público estalló en aplausos y
vítores, que obligaron a los protagonistas a saludar en numerosas oportunidades.
Ha sido uno de los mejores conciertos sinfónico- corales que esta cronista pudo
apreciar durante el transcurso del corriente año y un justo homenaje a Bruckner al
cumplirse el bicentenario de su natalicio con una obra que se escucha en raras
ocasiones. Y que sonó auténticamente angelical y celestial.
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