sábado, 21 de septiembre de 2024

 André Rieu: ¿con méritos nerudianos…?


                                                                          Por Jaime Torres Gómez

Recientemente le fue conferido el Premio Orden al Mérito Artístico y Cultural

“Pablo Neruda” a André Rieu, galardón entregado por el Presidente de la

Republica en el Palacio de La Moneda junto a la Ministra de las Culturas.

Los alcances de esta distinción, con una institucionalidad claramente definida en

sus aspectos procedimentales, y, ante todo, con una clara definición del perfil de

sus merecedores, huelga señalar los méritos objetivos de quienes contribuyen a la

cultura del país en diversos ámbitos, y con debido valor agregado.

En el caso de marras, el aporte de André Rieu al ámbito musical, definitivamente,

es parcial, no obstante, su innegable mérito de súper ventas en todo el mundo al

acercar la música docta a muchos públicos en un formato de buena calidad,

aunque circunscrito a los parámetros de un “espectáculo” sin mayor gravitancia

intrínseca.

Rieu no ha sido un precursor en la masificación de la música clásica, existiendo

referentes aún más consistentes como Mantovani, André Kostelanetz, Carmen

Dragon, o incluso Waldo de los Ríos, a pesar de la resistencia en ciertos

segmentos doctos. Y no obstante la impresionante masividad de Rieu, de alguna

forma, comparativamente hablando, los anteriores fueron más efectivos en

generar mayor atracción hacia el cultivo más sistemático y profundo de la música

docta, en tanto y cuanto sus propuestas musicales no se circunscribieron a las

coordenadas propias de un espectáculo (en momentos de carácter farandulero),

focalizándose más en el valor propio de grandes obras de la historia de la música

en formatos amables e inteligentemente dosificados.

Considerando los alcances de un premio de la envergadura del “Pablo Neruda” -

máximo galardón del Ministerio de las Culturas-, ha sido un completo despropósito

ponderar el reducido ámbito de André Rieu dentro de una perspectiva

genuinamente cultural, conforme la concepción primigenia de dicho galardón, y, en

consecuencia, no honrando debidamente la interpelante figura del mismo Neruda,

primando así la lógica del fenómeno de “súper ventas” por sobre méritos

“culturales” per se. Y sin menospreciar a los seguidores de Rieu, no hay claridad

de un endoso gravitante en quienes llegan al cultivo más profundo de la música

docta inspirados por este artista, principalmente al no ser su propuesta más que

un fino “divertimento”.

En Chile existen importantes instituciones que han llevado eficientemente la

música docta a grandes audiencias, y con contribuciones de reconocido valor

agregado. Baste ver la labor de todas las orquestas y ensembles de Santiago y

Regiones, asimismo la labor de las universidades, más otras instituciones


culturales y solistas clásicos con debido reconocimiento popular. A todos ellos les

han sido exiguos los reconocimientos a través del Premio “Pablo Neruda”, siendo

frustrante la poca valoración de su quehacer ante una sesgada óptica de una

pseudo masividad subordinada a la lógica del “entretenimiento”.

En suma y en definitiva, es menester mirar los valores existentes en el propio país

como catalizadores agregados en lo genuinamente cultural por sobre lo foráneo

distorsionador… y así honrar debidamente un premio con el nombre del gran

poeta chileno como máximo galardón del Ministerio de las Culturas de Chile…

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