domingo, 16 de noviembre de 2025

 


Carla Filipcic Holm y Ligia Amadio durante la interpretación de los "Wesendonck Lieder" de Wagner junto a la Sinfónica Nacional en el Auditorio Nacional. Agradecemos a la Dirección Nacional de Elencos Estables el envío de la presente para graficar este comentario.


LIGIA AMADIO EN PLENITUD DE MEDIOS

 

Dirección Nacional de Elencos estables, temporada 2025. Concierto a cargo de la Orquesta Sinfónica Nacional, Directora: Ligia Amadio. Solista: Carla Filipcic Holm (Soprano). Programa. Obras de Beethoven, Wagner y Tchaikovsky. Auditorio Nacional del Palacio Libertad, 14 de Noviembre de 2025.

 

NUESTRA OPINION: MUY BUENO.

 

 Desde hace más de dos décadas, la Maestra Ligia Amadio ha ido insertándose paulatinamente en el ambiente musical argentino. Desde su titularidad en Mendoza, pasando por las invitaciones a conducir la Filarmónica de Buenos Aires (acompañando nada menos que a Bruno Gelber en los cinco conciertos para Piano y Orquesta de Beethoven), su relación con los intérpretes argentinos a lo largo de sus períodos de titularidad en Montevideo, hasta la actualidad en la que ha construido una relación de respeto y confianza mutuos con la Orquesta Sinfónica Nacional, con la que acaba de desarrollar cursos de perfeccionamiento en Dirección Orquestal y este concierto que debió haber tenido lugar en Julio pasado, el que por otros factores no pudo realizarse en esa fecha, pero que finalmente, aprovechando esta nueva venida, se reprogramó y se llevó a cabo.

 

  Con una precisa y elocuente explicación, la Directora Brasileña se refirió a que el programa elegido rondaba en temas de amor y muerte y que, lejos de todo convencionalismo, estaba compuesto  por obras cuyos finales eran todos en “pianissimo”, lejos de todo efectismo y brillantez. En efecto, el concierto se inició con una  muy buena interpretación de la Obertura “Coriolano” Op. 62 de Beethoven, la ue fue objeto de una versión precisa, enfatizando los pasajes de bravura, contrastándolos con instantes de gran introspección en los que el conjunto respondió con creces a las indicaciones de la Conductora.

 

  Con sostenidos y cerrados aplausos, el público recibió a una de las voces más impactantes de la actualidad como lo es Carla Filipcic Holm. Junto a Amadio y a los Sinfónicos, construyeron una magnífica versión de los “Wesendonck Lieder” de Richard Wagner. Sabido es que ambos (Escritora y Compositor), llevaban una relación que iba más allá del mecenazgo que el esposo de la primera le brindaba al gran genio de la música. Esos poemas que hablan del amor, la nostalgia y de lo que no todo podrá ser, fueron cumplimentados por música excelsa, la que abrió las puertas a que por un cierto tiempo la composición del ciclo “El Anillo del Nibelungo” quedase suspendida para dar paso al final de esta historia de amor prohibido: ”Tristán e Isolda” y justamente, la música de dos de los poemas que se trasladaron a ese gigantesco presente de amor “En el Invernadero” y “Sueños” marcaron el punto más alto de la interpretación, con una Carla Filipcic Holm  que con oficio, técnica y saber decir, sacó adelante un compromiso muy grande para páginas que requieren voces de gran centro y notas bajas. El acompañamiento fue impecable, con gran lucimiento de los vientos y una Maestra Amadio que logró una vez más dar en el punto justo de la interpretación, alcanzando instantes verdaderamente inspirados que culminaron por darle brillo al final de la primera parte del concierto.

 

  La segunda parte  nos deparó una estupenda versión de la Sinfonía Nº 6  en Fa menor, Op. 74 “Patética” de Tchaikovsky. No fue una versión más, gracias a que la intérprete brasileña, impuso su personal enfoque (¡Bravo!) en donde la justeza fue la norma a lo largo de toda la versión.  Pudimos apreciar todos los estados de ánimo que Tchaikovsky plasmó en la partitura: dolor, drama, romanticismo, fuerza y la desgarradora despedida. La Orquesta respondió en estupenda forma a los requerimientos de Amadio, sin desbordes ni excesos hasta llegar a un final en el que por muchos segundos un profuso silencio se impuso, hasta que la propia Maestra hizo un gesto tal que ahí sí, la gigantesca ovación surgió de manera genuina para saludar a este magnífico trabajo.

 

  No cabe dudas de que, afortunadamente, la Maestra Amadio  retornará al podio de la Sinfónica Nacional. Para las conductoras del este lado del continente es una referente indiscutida, y para nuestro ambiente musical, ha llegado la hora de que se la tenga en cuenta para realizaciones mayores.

 

Donato Decina

       


 

Xavier Inchausti, la Maestra Patricia Pouchulu y la Orquesta de la Asociación "La Bella Musica" durante el concierto que dicha entidad llevó a cabo en el Teatro Avenida de Buenos Aires.


Muy buen concierto de la Asociación LA BELLA MÚSICA en el Teatro Avenida


SOLEMNIDAD ROMÁNTICA ALEMANA CON PASIÓN LOCAL

Martha CORA ELISEHT


Con motivo de cumplirse 200 años de presencia alemana en Argentina y de

amistad entre los dos países durante el transcurso del corriente año, la Asociación

Cultural LA BELLA MÚSICA decidió conmemorar este evento mediante un concierto

denominado “LA GRAN TRILOGÍA ROMÁNTICA ALEMANA”, que tuvo lugar el

pasado miércoles 12 del corriente en el Teatro Avenida, donde participó la orquesta

sinfónica de la entidad bajo la dirección de Patricia Pouchulu y el violinista Xavier

Inchausti en calidad de solista. Asimismo, contó con el auspicio institucional de la

Embajada de Alemania en Argentina y la Cámara de Industria y Comercio argentino-

alemana.

Integrada por prestigiosos músicos pertenecientes a las orquestas más

importantes del país (Filarmónica de Buenos Aires, Sinfónica Nacional, Orquesta de

Cámara del Congreso de la Nación, Estable del Teatro Colón, Sinfónica Juvenil

“Libertador Gral. San Martín” y Nacional de Música Argentina “Juan de Dios

Filiberto”) y, con la presencia de Demir Lulja como concertino, la orquesta de la

Asociación interpretó el siguiente programa:

- Obertura de “TANNHÄUSER”, WWV 70- Richard WAGNER (1813-1883)

- Concierto en Mi menor para violín y orquesta, Op.64- Félix MENDELSOHN

BARTHOLDY (1809-1847)

- Sinfonía n°1 en Do menor, Op.68- Johannes BRAHMS (1833-1897)

Inspirada en la leyenda homónima del caballero Tannhäuser, su encuentro con Venus

y en hechos verídicos -el concurso de canto del Wartburg organizado por el Landgrave

Herman I de Turingia y su nuera Santa Isabel de Hungría, quien será el personaje de

Elizabeth en el drama-, la quinta de las óperas de Wagner narra la lucha entre lo sagrado

y lo profano y la redención mediante el amor, motivo recurrente en toda su obra. Su

estreno tuvo lugar en Dresde en 1845, pero no tuvo una buena recepción por su extensa

duración -más de 3 horas y media-, su complejidad dramática y porque no se contaba

con un heldentenor adecuado para interpretar el rol protagónico. Por dicho motivo,

Wagner realizó una revisión de su ópera en 1860 para ser representada en París al año

siguiente (versión de París) en contraposición a la versión de Dresde. Posteriormente, la

obertura se engarzó con la primera escena del 1° acto en 1875 (versión de Viena). En

este caso, se representó la versión de Dresde, que reúne los dos temas descriptos

anteriormente: el sagrado – un Andante maestoso introducido por el clarinete y seguido

por los cornos y fagotes, que representa a los peregrinos y el perdón, introducido por las

violas y violoncellos, de fuerte cromatismo- y el profano, que representa la bacanal

llevada a cabo en el Venusberg y que culmina con el himno que el protagonista entona y

dedica a la diosa del amor durante el 1° acto. Posteriormente, el tema de Venus se va

desvaneciendo para dar lugar y volver a exponer con gran solemnidad el tema de los


peregrinos (ritornello). Pese a algunas imprecisiones en las entradas del tema de

Venusberg, se logró una buena versión de esta célebre obertura, que- como en este caso-

se representa como pieza habitual en los programas de conciertos.

A continuación, Xavier Inchausti hizo su presentación sobre el escenario junto a

Patricia Pouchulu para brindar una brillante, colorida y romántica versión del

celebérrimo concierto de Mendelssohn, cuyos tres movimientos (Allegro molto

appassionato/ Andante/ Allegretto non troppo- allegro molto vivace) fueron ejecutados

en forma attaca (sin interrupción), acorde a la partitura original. Bien es conocida la

maestría del violinista bahiense en el dominio de su instrumento merced a su prodigiosa

digitación, matices y fraseo, pero la versión que logró fue sublime. Si se tiene en cuenta

que una escuchó una muy buena versión de esta misma pieza hace menos de 15 días

atrás por la Filarmónica de Buenos Aires, la interpretación ofrecida por Inchausti fue

netamente superior y, por lo tanto, adquirió un carácter superlativo. Por su parte, la

directora sorprendió por el dominio de tempi y el vuelo que logró la orquesta en la

interpretación de esta obra cumbre del romanticismo alemán, compuesta en 1838 en

honor a su amigo Ferdinand David, quien era un encumbrado violinista. No obstante, se

tardó mucho en componer y, por lo tanto, su estreno se produjo recién en 1845 por la

Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig bajo la dirección de Niels Gade y el propio

David como solista. Su éxito fue inmediato y pasó a ser parte del repertorio de un

virtuoso del instrumento. A su término, el público estalló en una ovación de aplausos y

vítores.

Como obra de fondo, se eligió un clásico sempiterno: la Sinfonía n°1 en Do menor,

Op.68, cuya composición demoró nada más ni nada menos que 15 años, debido a que

Brahms era sumamente autocrítico e inseguro. Por dicho motivo, destruyó muchos de

sus escritos y composiciones de juventud. Además, la impronta de Beethoven todavía

estaba muy fresca tanto en el ambiente musical de la época como en los amigos del

compositor, quienes se preguntaban si iba a ser o no capaz de continuar con su obra.

Quizás por este motivo, en 1877 Hans von Bülow la denominó “la Décima de

Beethoven” por las similitudes que presenta con la oda a la alegría de la Novena

Sinfonía y el tema del Destino de la Quinta Sinfonía del genio de Bonn, pese a que

Brahms era muy sarcástico a la hora de enfrentar este tipo de comentarios. El estreno de

esta obra monumental tuvo lugar en 1876 en Karlsruhe y consta de 4 movimientos: Un

poco sostenuto- Allegro- meno Allegro/ Andante sostenuto/ Un poco allegretto e

grazioso/ Adagio- Piú andante- Allegro non troppo, ma con brío- Piú allegro. Forma

parte del repertorio de las principales orquestas sinfónicas del todo el mundo y goza de

una inmensa popularidad. Si bien posee numerosas influencias beethovenianas, el estilo

de composición es propio del genio de Hamburgo, cuyas tres principales características

son: romántico, solemne y marcial. En este caso, se logró una muy buena versión de

esta consabida obra de repertorio, ccon estupendas intervenciones de los solistas de las

diferentes secciones de instrumentos, destacándose el gran solo de violín a cargo de

Demir Lulja al final del segundo movimiento y el de Matías Tchicourel (clarinete) a

principio del tercero, al igual que el de oboe. También tuvo una destacada actuación el

solista de contrafagot durante el 1° y 2° movimientos, al igual que la cadencia a cargo

de los trombones en el último movimiento. Por su parte, Patricia Pouchulu tuvo una

muy buena marcación de tempi y logró una gran versión de esta magnánima y célebre

sinfonía merced a su labor y al grado de profesionalismo de los músicos a su cargo. La


audiencia coronó su labor con un aplauso firme y sostenido, seguido de numerosos

vítores. La directora aprovechó la oportunidad no sólo para convocar al orgánico de la

orquesta para ofrecer como bis una muy buena versión de la célebre Marcha nupcial del

Sueño de una Noche de Verano de Mendelssohn, sino también de convocar a sus

alumnas para repartir rosas a todos los músicos en un gesto de confraternidad y en

mérito a su labor.

“En estos tiempos de intolerancia y falta de empatía, es maravilloso poder

compartir este momento con ustedes y hacer que prevalezcan valores fundamentales

como el respeto y la amistad”, dijo Pouchulu al finalizar el concierto luego de haber

repartido las flores y despedirse del público hasta el año próximo. También mencionó

que era la primera vez que dirigía este tipo de obras y no solamente lo hizo muy bien,

sino que supo fusionar la trilogía romántica alemana con acento local y pasión

argentina.

sábado, 15 de noviembre de 2025

 Logrado tributo mistraliano…


                                                                                             Por Jaime Torres Gómez

 El tercer Programa Familiar de la actual temporada de la Sinfónica Nacional de

Chile (segundo en la Gran Sala Sinfónica Nacional) estuvo confiado a un tributo por

los 80 años de conferido el Premio Nobel de Literatura a Gabriela Mistral, la primera

mujer latinoamericana en recibirlo.

Cabe destacarse los exitosos programas familiares previos -en contenido y cobertura

de público-, el primero llevado a cabo en la antigua sede del Teatro de Universidad de

Chile y los siguientes en la actual sala de la decana sinfónica nacional.

Titulado “Gabriela. Tierra, Palabra, Silencio”, se trató de una orgánica propuesta

temática que evoca la vida y legado de la gran poetisa chilena, basada en una

narración y actuación de la actriz Claudia Cabezas, quien además trabajó en la idea

original de la misma, asimismo colaborando en el guion junto a Mariana Muñoz.

Sobre la curatoría musical, acertada la inclusión de variopintas piezas conforme el

requerimiento temático, hilvanándose un relato del todo conectado desde las

vivencias de infancia de Gabriela en el Valle del Elqui, su experiencia docente inicial,

sus ideales doctrinarios más su consagración como escritora universal.

Con inteligente criterio, se destaca haber contemplado, como inicio, la “Pavana de la

Bella Durmiente”, de “Mi Madre la Oca”, de Maurice Ravel (etapa de infancia),

continuando con la “Conga”, de la Suite Latinoamericana, de Luis Advis (etapa de

los viajes por Latinoamérica), luego un extracto de El Moldava, de Smetana

(recordando el Rio Elqui), buena parte de “La Bruja del Medio Día (Polednice)”, de

Dvorak (aludiendo a cierto esoterismo en la vida de la Mistral), la Marcha Fúnebre del

segundo movimiento de la “Sinfonía Eroica”, de Beethoven (aludiendo a la muerte

de Yin Yin), un estupendo arreglo de Guillermo Riffo de la canción “Si somos

Americanos”, de Rolando Alarcón (evocando el americanismo de Gabriela), el

segundo movimiento de la Sinfonía Pastoral, de Beethoven (recordando, en clave

retrospectiva, los bucólicos paisajes de su tierra natal) y El jardín de las hadas, de “Mi

Madre la Oca” (como inmortalización de la gran poetisa al estadio de las grandes

figuras de la intelectualidad mundial), esto último bien engarzado previamente con la

voz en off de la misma Gabriela.

Magnífico trabajo de actuación de Claudia Cabezas, logrando recrear con entera

naturalidad las distintas facetas de la historia y aporte de Gabriela Mistral, proveyendo

una narrativa de celebrada organicidad con la música, asimismo, un continuum de

permanente atención.

En cuanto a la preparación musical, del todo grato el debut en Chile del maestro

colombiano Jorge Mario Uribe González (actual titular de la prestigiosa Sinfónica de

Salta, Argentina), con un trabajo que denotó completo dominio de las obras, y

obteniendo un buen rendimiento de los sinfónicos nacionales.

Formidables versiones en las piezas de Ravel y especialmente en La Bruja del

Mediodía, al parecer debut en la Sinfónica (se recuerda sólo haberla presenciado con

la Filarmónica años atrás). Sin duda, una obra fabulosa con no menores exigencias


musicales, y que debiera ser ofrecida con más frecuencia. Asimismo, del todo

apreciable contar con más colaboraciones del maestro Uribe González, ante sus

buenas capacidades musicales y calidad de resultados.

Por último, sólo lamentar la poca llegada de público para una presentación a todas

luces consistente y transversal a una amplia diversidad generacional, en esta

oportunidad seguramente por la víspera del fin de semana largo, esperándose en lo

pronto una reposición de esta lograda propuesta temática no sólo en Santiago, sino

extendida a otras regiones.

 “Wagnerfest…


Por Jaime Torres Gómez

Programáticamente potente ha sido la actual temporada de la Orquesta

Filarmónica de Santiago, contemplando estrenos y reposiciones de obras

largamente ausentes, tanto en la Filarmónica como en otras agrupaciones.

El último programa de abono, realizado en el Teatro Municipal de Santiago, el

decano coliseo artístico nacional y sede de la Filarmónica, contó con la dirección

de Paolo Bortolameolli, actual Director Titular Designado de este organismo,

contemplándose el estreno en Chile del denominado “Anillo sin Palabras”, una

suerte de suite orquestal del Anillo de los Nibelungos de Richard Wagner en

una compaginación y arreglo del afamado director norteamericano Lorin Maazel.

El formato de suite orquestal de óperas es opinable según los puntos de vista,

aunque eficaz para efectos de una temporada de conciertos, por mucho que

pudiera incomodar a cierto segmento de operáticos ortodoxos… Así, del todo

interesante el aporte musical de estupendas suites (hechas por los mismos

compositores originales o bien arreglos de otros) como la del Caballero de la Rosa

(R. Strauss), Lulú Suite (Alban Berg), los extractos orquestales del Wozzeck

(Alban Berg), los Interludios Marinos de Peter Grimes (Benjamin Britten), la Suite

de La Muerte en Venecia (Britten), la Suite de La Mujer sin Sombra (R. Strauss) el

Cuadro Sinfónico de Porgy and Bess (George Gershwin), la compaginación

orquestal del Pelléas y Mellisande (C. Debussy), la Suite de El Gallo de Oro

(Rimsky Korsakov), la notable suite orquestal (de 44 minutos) de arias de diversas

óperas puccinianas, disponible en una aclamada grabación de los años 60 del

sello London (al parecer poco o nada hecha en conciertos) y la recientemente

difundida Suite de Parsifal (Wagner) compaginada y grabada por Andrew Gourlay.

Si bien el Anillo sin Palabras ya se ha ofrecido en Latinoamérica, y no obstante sus

propias limitaciones, su aporte musical es gravitante, recibiéndose con beneplácito

su estreno (algo tardío) en Chile, y constituyendo así una buena alternativa

principalmente para introducir a nuevos públicos hacia una obra capital de Richard

Wagner como es la Tetralogía del Anillo de los Nibelungos, felizmente traducido en

una alta convocatoria de público en los dos días de presentaciones.

Este trabajo de Maazel, concebido para ser grabado en no más de 75 minutos,

que es la duración máxima que permite un compact disk, inevitablemente posee

limitaciones no menores al quedar excluidos una serie de fragmentos

fundamentales para una debida organicidad de la pieza. Y si bien no es el único

arreglo disponible del Anillo, como la compaginación hecha por Henk de Vlieger,

que incluso dura menos pero contemplando otras partes estratégicas que Maazel

omite, empero, para efectos de una presentación en vivo, a futuro sería oportuno

contemplar alguna propuesta que combine ambos arreglos, incluyendo, por

ejemplo, el final del Oro del Rhin (entrada de los dioses al Walhalla) y muy

especialmente la Música del Fuego (completa) del final de La Walkiria, lo que no

sumaría más de 15 minutos de muy buena música…

Minucioso trabajo del maestro Bortolameolli junto a los filarmónicos, denotando

absoluto dominio del lenguaje wagneriano y obteniendo máximo rendimiento

posible de sus músicos, teniendo en cuenta el importante recambio generacional


de estos últimos luego de transcurrir casi 30 años que la Filarmónica abordó la

Tetralogía completa bajo una antológica dirección de Gabor Ötvös.

Grandes momentos en la Despedida de Wotan a Brunhilde (La Walkiria), como el

Viaje de Sigfrido por el Rhin, la Marcha Fúnebre de Sigfrido y la Inmolación de

Brunhilde (El Ocaso de los Dioses), dando cuenta de una celebrada maduración

musical de la Filarmónica actual, y estando preparada para relevantes desafíos.

En suma, una presentación que validó el gran interés que sigue concitando la

música de RIchard Wagner, ameritando disponer de una mayor periodicidad local

de futuras producciones de óperas de este gran compositor. Inapelablemente: un

verdadero Wagnerfest…

 


La Soprano So Young Park, el Maestro Emmanuel Siffert y la Sinfónica Nacional durante la interpretación de "Las Cuantro Ultimas Canciones" de Richard Strauss en el Auditorio Nacional del Palacio Libertad.Fotografía de la autora del Presente Comentario.



Gran desempeño de Emmanuel Siffert al frente de la Sinfónica en el Palacio Sarmiento


CONJUNCIÓN PERFECTA ENTRE SENSIBILIDAD ARTÍSTICA Y


CALIDAD INTERPRETATIVA


Martha CORA ELISEHT


Nacida en Pusan (Corea del Sur), So Young Park es una de las sopranos ligeras

del momento que ha tenido actuaciones de gran relevancia en diferentes escenarios de

su país y del mundo. Debutó como la Reina de la Noche en LA FLAUTA MÁGICA nada

más ni nada menos que en el Metropolitan Opera House de New York y realizó

numerosas giras por Estados Unidos cantando los principales roles de su cuerda: Julieta

(ROMEO Y JULIETA), Zerbinetta (ARIADNA EN NAXOS), Gilda (RIGOLETTO) y

Blondchen (EL RAPTO EN EL SERALLO). También participó en conciertos sinfónico-

corales bajo la dirección de Gustavo Dudamel y Esa- Pekka Salonen en Estados Unidos

y fue condecorada en su país de origen en 2024 con el Korea New Artist Award.

Con motivo de cumplirse 60 años de inmigración coreana en el país, la Asociación

Civil de Coreanos en Argentina decidió actuar como sponsor para que la soprano

pudiera presentarse y actuar junto a la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la dirección de

Emmanuel Siffert, hecho que sucedió el pasado viernes 7 del corriente en el Auditorio

Nacional del Palacio Domingo F. Sarmiento dentro del ciclo de conciertos del

organismo, donde se interpretó el siguiente programa:

- “ESTAMPAS”- Pía SEBASTIANI (1925- 2015)

- Cuatro últimas canciones- Richard STRAUSS (1864-1949)

- “Macbeth”, Op.23- Richard STRAUSS (1864-1949)

Asimismo, el concierto contó con el auspicio de la Fundación Beethoven con

motivo de rendir un homenaje a la pianista, pedagoga y compositora argentina Pía

Sebastiani en el centenario de su nacimiento. Para ello, se decidió interpretar

ESTAMPAS, cuyo estreno se produjo en el Teatro Colón en 1946 por la Orquesta Estable

bajo la batuta de Erich Kleiber. Se trata de tres bocetos sinfónicos compuestos para gran

orquesta (Fiesta- Nocturno- Carnaval), donde se fusionan elementos de la música

académica europea con ritmos folklóricos argentinos. En el caso de Fiesta, predominan

el gato y la huella en un primer tema de carácter dinámico que alude al título, donde los

violoncellos desarrollan una muy buena cadencia en contrapunto con los metales. Luego

del solo de arpa, el tema principal adquiere un tempo más lento -en coincidencia con el

tutti orquestal- para que, posteriormente, las cuerdas y las maderas introduzcan un

segundo tema de carácter lírico. Seguidamente, se retoma el primer tema con un

desarrollo contrapuntístico brillante, donde Emmanuel Siffert demostró su maestría

mediante una perfecta marcación y dominio de tempi. En cambio, el Nocturno es un

triste en tono menor introducido por clarinetes y arpas seguido de los violines y violas

hasta la entrada del corno, que lleva la melodía. Los matices en cuerdas le dan esa

sensación de misterio en la oscuridad, acentuada por el oboe y un magnífico solo de

violoncello con ribetes de vidalita – magistral interpretación de Esdras Campos-. La


melodía se desvanece hacia el final. El último (Carnaval) se inicia con un glissando en

maderas y contrapunto en cuerdas de carácter festivo, impetuoso, con ribetes de ritmos

del norte argentino como el carnavalito o el taquirari hasta la introducción de un

segundo tema por el corno inglés, mucho más lento y romántico. Finalmente, se

recapitula sobre el primer tema in crescendo, impetuoso y dinámico seguido de una fuga

antes de un tutti orquestal brillante que cierra la obra. Permitió el completo lucimiento

de los músicos y fue intensamente aplaudida al final. Un placer poder apreciar esta

pieza y la labor de Pía Sebastiani como compositora, ya que quien escribe siempre la

escuchó y admiró como la eximia pianista que fue.

Seguidamente, So Young Park hizo su presentación sobre el escenario para

interpretar una muy buena versión de las Cuatro últimas canciones de Richard Strauss,

compuestas en 1948 cuando el músico alemán decide establecerse en Suiza luego de

finalizar la Segunda Guerra Mundial, con textos de Hermann Hesse en las tres primeras

(Frühling (Primavera), September (Septiembre), Beim Schlafhengen (Al irme a dormir)

y de Joseph von Eichendorff en la última (Im Abendrot /Al atardecer). Posee un

hermoso timbre y color vocales al igual que una buena línea de canto, pero costó mucho

poder apreciarla en las notas graves. Si bien Emmanuel Siffert acompañó perfectamente

a la soprano en cuanto al balance sonoro y los ajustes necesarios para permitir el

lucimiento de la voz -esta cronista observó que cantaba las letras junto con la solista-,

hubo momentos donde apenas se la escuchó, mientras que en otros se apreció mucho

vibrato. Sí se destacó por los matices y el buen gusto en materia de interpretación para

lograr ese carácter íntimo e introspectivo de la obra. La orquesta sonó magnífica, con

lucimiento de los principales solistas de las diferentes secciones de instrumentos, donde

se destacaron el concertino Daniel Robuschi y el flautista Guillermo Irusta, cuyos trinos

en la última (Im Abendrot) sonaron estupendos. El público coronó la labor de la

intérprete, el director y los músicos con numerosos aplausos.

MACBETH fue el primer poema sinfónico compuesto por Richard Strauss entre

1886 y 1888, luego de que el músico asistiera a una representación teatral de la obra de

William Shakespeare. Sin embargo, no tuvo la contundencia temática de otras obras de

este género de su autoría compuestas durante esa misma etapa tales como Don Juan,

Op.20 y Tod und Verklärung (Muerte y Transfiguración), Op.24. Por dicho motivo, lleva

el Op.23 de su producción y fue sometido a numerosas revisiones en cuanto a su

orquestación a fines de resaltar los temas principales y restringir las voces internas antes

de su estreno, sucedido en 1890 en Weimar. Escrito en forma de sonata, su duración

aproximada es de 21 minutos y la orquestación lleva cuerdas, 3 flautas (la 3° alterna con

piccolo), 2 oboes, corno inglés, 2 clarinete, clarinete bajo, 2 fagotes, contrafagot, 4

corno, 2 trompetas, trompeta baja, 3 trombones, tuba, bombo, timbales, caja, platillos y

gong. La apertura está a cargo de la trompeta baja, que introduce el tema de Macbeth

(Allegro un poco maestoso), de carácter fogoso y trágico, donde Siffert puso alma y

vida en la interpretación desde los primeros compases para continuar con el tema de

Lady Macbeth en La mayor, introducido por las maderas y seguido por las cuerdas. Un

sempre piú furioso describe el diálogo entre los cónyuges y su proyecto de matar al rey

Duncan seguido de un presto que anuncia el asesinato del rey en alternancia con el

leitmotiv del protagonista y su ambición de poder. Las fanfarrias a cargo de los metales

y los tutti orquestales sonaron perfectos, al igual que el tema de las alucinaciones

(moderato maestoso), muy bien desarrollado y atemperado, al igual que el furioso que


narra la locura del protagonista. Los matices sonoros fueron estupendos, al igual que la

impecable marcación por parte del director, logrando una versión de gran calidad. Los

solos de corno inglés y clarinete bajo anuncian el desenlace, donde la reexposición

deformada del tema de la locura aparece antes de la muerte del protagonista (un poco

allargando e molto tranquilo). Una obra que se representa en escasísimas ocasiones y

que una pudo disfrutar merced a la soberbia labor del director y los músicos, quienes se

retiraron sumamente aplaudidos y vitoreados tras finalizar el concierto.

Entre las múltiples virtudes que tienen los conciertos de la Sinfónica Nacional, la

versatilidad, el rescate y la incorporación de este tipo de obras al repertorio son las que

más se destacan. Fue un auténtico acierto incorporar Macbeth de Strauss y despertarla

de un largo letargo, al igual que rendir un justo y merecido homenaje a Pía Sebastiani

como compositora al cumplirse el centenario de su nacimiento. El sentido de

sensibilidad artística y la calidad interpretativa al frente del organismo por parte de

Emmanuel Siffert lo hicieron posible.

 Espléndida actuación de la Sinfónica Juvenil Gral. San Martín en el Palacio Sarmiento


UNA AUTÉNTICA EXPLOSIÓN DE TALENTO JUVENIL

Martha CORA ELISEHT


Para celebrar sus 31 años de existencia dentro de la presente temporada, la

Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil “Libertador Gral. San Martín” cuenta con

directores y solistas invitados de primer nivel. El pasado fin de semana se produjo un

intercambio de directores: el titular de la agrupación -maestro Mario Benzecry- fue

invitado a dirigir a la Orquesta de UCASAL (Universidad Católica de Salta), mientras

que la Juvenil fue dirigida por Jorge Lhez -titular de la mencionada orqueta salteña- en

un concierto que tuvo lugar en el Auditorio Nacional del Palacio Domingo F. Sarmiento

el pasado domingo 2 del corriente. En esta ocasión, participó el violinista Nehuel

Aguirre como solista y se interpretaron las siguientes obras:

- Fantasía para orquesta (estreno)- Juana ZAPATA

- Concierto en Re mayor para violín y orquesta, Op.35- Piotr I.

TCHAIKOVSKY (1840-1893)

- Cuadros de una exposición (orquestación de Maurice Ravel)- Modesto

MUSSORGSKY (1839-1881)

En esta ocasión, participó como concertino Santiago Bravo, quien tuvo a su

cargo la afinación de instrumentos antes de la entrada del director para iniciar el

concierto con un estreno: la Fantasía para orquesta de Juana Zapata, quien se

desempeñó como trombonista hasta fines del año pasado “en la orquesta que me vio

nacer”, según sus palabras. Actualmente, se dedica a la composición y su estilo es

tonal, armónico, de línea melódica agradable. La fantasía se inicia con un tema lento en

tono menor a cargo de los instrumentos graves (fagotes, contrabajos), seguidos por las

cuerdas y las maderas hasta la entrada de toda la orquesta. Posteriormente, los metales

ejecutan una fanfarria que retoma la melodía original y las cuerdas responden en

contrapunto hasta la introducción de un segundo tema de carácter triunfal y heroico por

parte de las maderas. Ambos temas se engarzan y se desarrollan en forma alternada

hasta el solo de trompeta, que marca la introducción de un tercer tema con

reminiscencias españolas por las cuerdas. La fanfarria en los metales vuelve a retrotraer

el primer tema en tono mayor, desarrollado por toda la orquesta previamente al final.

Fue muy bien recibida por parte del público y se invitó a la compositora a subir al

escenario.

El célebre Concierto para violín y orquesta en Re mayor fue el único que

Tchaikovsky compuso para dicho instrumento en 1878 durante su estadía en Clarens

(Suiza), donde se encontraba trabajando en la composición de una sonata para piano

luego de sufrir una depresión como consecuencia de su fallido matrimonio con

Antonina Miliukova. Por dicho motivo, carecía de suficiente inspiración hasta que

recibió la visita de uno de sus alumnos de composición: el violinista Iósif Kotec, quien

le propuso tocar una transcripción para violín y piano de la Sinfonía Española de


Édouard Lalo (1823-1892). Tchaikovsky quedó tan fascinado con la obra, que decidió

suspender la composición de su sonata y la reemplazó por su concierto para violín bajo

asesoramiento de Kotec. Estuvo listo en tan sólo un mes y quería que Kotec lo

estrenara, pero éste no se sintió lo suficientemente seguro como para poder hacerlo. En

consecuencia, se lo ofreció al talentoso Leopold Auer, pero lo rechazó considerándolo

“intocable”, motivo por el cual hubo que buscar otro solista. Finalmente, Adolf

Brodsky lo estrenó en 1881en Viena, pero la crítica fue adversa por falta de ensayo y

por su extrema complejidad. Recién en 1888, la obra gana popularidad merced a la

memorable interpretación de Karel Haliř y, a partir de ahí, forma parte del repertorio

habitual de los programas de conciertos.

Alumno de Rolando Prusak, Nehuel Aguirre es un joven violinista de un talento

excepcional. Fue concertino de la Libertador Gral. San Martín y actualmente integra la

fila de primeros violines de la Sinfónica Nacional. Su versión de este famoso concierto

fue descollante: impecable fraseo, excepcional musicalidad en las cadencias y pasajes

en cascada en las notas agudas de extrema dificultad técnica en el Allegro moderato

inicial. El acompañamiento y el diálogo por parte de la orquesta fue estupendo, al igual

que la correspondencia entre solista y director. El violinista se destacó por brindar un

sonido netamente romántico y puro en el 2° movimiento (Canzonetta: Andante), muy

preciso y con numerosas sutilezas, para pasar de manera attaca súbito (sin interrupción,

de golpe) al impetuoso Allegro vivacísimo final, donde Tchaikovsky inserta una drushba

como tema principal hasta la introducción del 2° tema (Poco meno mosso), que luego

crece en intensidad a medida que el solista acelera el tiempo (Poco a poco stringendo)

hasta la monumental coda final, donde hubo un más que perfecto diálogo entre solista y

orquesta. Si se tiene en cuenta que una escuchó la excepcional versión de este célebre

concierto ofrecida recientemente por Pilar Policano, puede decirse que, prácticamente,

Nehuel Aguirre no se quedó atrás y estuvo en un nivel similar. Su interpretación se

caracterizó por su virtuosismo y pureza de sonido. El público lo ovacionó al finalizar su

interpretación y Aguirre provechó para hacer un bis: parte de la sonata n°4 para violín

de Eugène Ysaÿe, que sonó sumamente precisa, brillante y romántica. Una nueva

ovación para este joven y talentosísimo intérprete.

Compuesta originalmente en 1874 como una suite para piano, Cuadros de una

Exposición de Mussorgsky se basa en una exhibición póstuma de 10 pinturas de su

amigo y artista plástico Viktor Hartmann (1834-1873) organizada por el crítico de arte y

asesor del Grupo de los Cinco Vladimir Stásov (1824-1906). Posteriormente, Maurice

Ravel realiza su célebre orquestación en 1922 por encargo de Sergei Kusevitski, quien

era director de los Concertes Symphoniques de París. Forma parte del repertorio

habitual de toda orquesta sinfónica y está integrada por los siguientes cuadros: Gnomos,

El viejo castillo, Tullerías, Bydio (cabeza de ganado), Ballet de los polluelos en sus

cáscaras, Samuel Goldenberg y Schmuyle, El mercado de Limoges, Catacumbas, La

cabaña de Baba Yaga (sobre patas de gallina) y La gran puerta de Kiev. A esto se le

suma el motivo conductor (Promenade), donde el visitante entra al salón donde se

exhiben los cuadros. Escrito en estilo diatónico, este pasaje describe la acción y crea la

tensión. Luego de la quinta repetición del motivo, da la impresión que el visitante se

ensambla con los cuadros y forma parte del universo pictórico. La suite posee dos tipos

de armonización: la diatónica, para los cuadros poéticos, y la cromática, mediante

escalas de tonos enteros, octatónicas y yuxtaposición de pasajes para los cuadros de


tono fantástico y misterioso. En cuanto a la orquestación, intenta mantenerse fiel a la

estructura original. La única licencia que toma es la de eliminar la quinta Promenade

que precede a El mercado de Limoges y en El viejo castillo, Ravel hizo que el fagot y el

saxofón compartieran una melodía apaciguada y melancólica con el acompañamiento de

las cuerdas. La versión ofrecida por Jorge Lhez al frente de la Juvenil fue sublime:

desde el impecable solo de trompeta y trombón bajo iniciales en la Promenade que abre

la obra hasta la colosal coda y capitulación final en La gran puerta de Kiev. Se lucieron

todos los solistas de los principales grupos de instrumentos, destacándose Uriel Romano

(tuba), Mariel Caño (saxofón) en El viejo castillo, Lázaro Martín (clarinete) y Esteban

Panchi (fagot). Una versión fantástica, donde la orquesta se lució en toda su plenitud

merced al impecable equilibrio sonoro y la marcación impuestos por el director, quien

previamente al inicio de la obra, invitó al público a apreciarla como “un paseo desde el

dolor” como elemento que aparece en todos los cuadros, caracterizado por los matices

dramáticos y las variaciones en acordes en tono menor de la Promenade. Una mirada

diferente y otra manera de apreciar esta colosal composición, que es un auténtico

“caballito de batalla” de toda orquesta sinfónica de prestigio. La muchachada se puso

las pilas y la tocó con la maestría habitual, la enjundia y el sonido brillante de fuste a la

que tiene acostumbrada a la audiencia. A su término, una ovación de vítores y aplausos

coronó la labor de todos. Otro logro más de la larga lista de éxitos de la Sinfónica

Juvenil Libertador Gral. San Martín y una auténtica explosión de talento.

 Muy buen recital de CLÁSICA GENERACIÓN Z en el Palacio Sarmiento


DIVINO TESORO DOTADO DE BRILLO


Martha CORA ELISEHT


El ciclo CLÁSICA GENERACIÓN Z es una iniciativa cuyo objetivo es

promocionar y brindar oportunidad a músicos jóvenes menores de 28 años para que se

presenten en público y poder ser reconocidos mediante su talento. Cuenta con la

curaduría y coordinación de José Luis Juri y, por lo general, los conciertos tienen lugar

los domingos por la tarde en el Salón de Honor del Palacio Domingo F. Sarmiento.

Casualmente, el pasado domingo 2 del corriente tuvo lugar en dicho Salón un concierto

donde participaron los pianistas Pablo Guillermetti y Lucía Haffner y el guitarrista

Mateo Astrisky Pecker, quienes ofrecieron el siguiente programa:

- Grande ouverture pour la guitarre, Op.63- Mauro GIULIANI (1781-1829)

- Zamba y malambo (Pampereada) de la Suite argentina- Eduardo FALÚ (1923-

2013)

- Elogio de la danza- Leo BROUWER (1939)

- “Verano porteño” (transcripción para guitarra)- Astor PIAZZOLLA (1921-

1992)

Intérprete: Mateo ASTRISKY PECKER

- Nocturno n°3 “Sueño de amor”, S/G 541- Franz LISZT (1811-1886)

- Estudio n°2 de concierto, S.144 “Danza de los Gnomos”- Franz LISZT

- Momento musical n°4 en Mi menor, Op.16- Sergei RACHMANINOV (1873-

1943)

Intérprete: Pablo GUILLERMETTI

- Estudio de concierto n°3, S.144 “Un suspiro”- Franz LISZT (1811-1886)

- Preludio en Sol mayor, Op.32, n°5- Sergei RACHMANINOV (1873-1943)

- Estudio n°12, Op.8 (“Patético”)- Alexander SCRIABIN (1872-1915)

Intérprete: Lucía HAFFNER

Por razones de operatividad, el guitarrista actuó en primer lugar y luego, los

pianistas. Todos anunciaron las obras que iban a interpretar ante la ausencia de

programas de mano. Alumno de Pablo González Jasey, Mateo Astrisky es un músico

joven que demostró su talento y dominio del instrumento desde la primera de las obras.

La Grande ouverture pour la guitarre, Op.63 es una obra comprendida dentro del vasto

repertorio que Mauro Giuliani compuso para dicho instrumento desde 1808 en adelante

(dejó unas 150 obras con número de opus y otras 70 sin numerar) tras el éxito obtenido

con el estreno de su Concierto para guitarra y orquesta, Op.30 en Viena. Luego de una

breve introducción, la obertura posee dos temas con reminiscencias mozartianas que

alternan entre sí, desarrollados mediante una serie de variaciones, con muy buen

dominio del punteo y rasgado. Seguidamente, brindó una muy delicada interpretación


de la zamba de la Primera suite argentina, donde Eduardo Falú demostró su

conocimiento de música académica volcado a los ritmos folklóricos. En este caso, logró

un sonido envolvente, con muy buenos matices y lo mismo sucedió con el malambo de

dicha suite. Continuó con Elogio de la danza del compositor cubano Leo Brouwer, obra

contemporánea de línea tonal con ciertas disonancias, donde además del punteo y

rasgado lleva efecto strappata (golpes de percusión) en la caja del instrumento y

vecinos al puente. Se despidió con una muy buena versión del tradicional Verano

porteño de Las Cuatro Estaciones Porteñas, de Astor Piazzolla.

A continuación, se presentaron dos pianistas: Pablo Guillermetti y Lucía Haffner.

Ambos son alumnos de Mónica Zubczuk y el primero se destacó por su dominio técnico

y precisión desde los primeros compases del celebérrimo Sueño de amor (Nocturno n°3)

de Franz Liszt. Es el más célebre de la serie de tres nocturnos (Liebestraum)

compuestos en 1850 y concebidos originalmente como canciones sobre poemas de

Ludwig Uhland y Ferdinand Freiligrath. Es un poco allegro en La bemol mayor,

dividido en tres partes separadas por cadencias rápidas que exigen cierto grado de

destreza y habilidad técnica. Siguió con otra obra mucho más compleja del mismo

Liszt: el Estudio de Concierto n°2, S.144 “Danza de los Gnomos”, donde sorprendió

por su digitación, pulsación y precisión desde el arpegio inicial dividido en terceras y

sextas de este quasi allegretto en Fa sostenido menor, con escalas cromáticas ágiles y

ligeras. Por último, se despidió con una versión vibrante del Momento musical n°4 en

Mi menor, Op.16 de Rachmaninov, escrito como un presto en dicha tonalidad que va in

crescendo a medida que avanza en desarrollo. Se retiró muy aplaudido luego de su

interpretación.

Para comenzar su presentación, Lucía Haffner también eligió otro Estudio de

concierto de Liszt: el n°3 en Re bemol mayor, “Un suspiro” que se caracteriza por el

cruce de manos. La melodía es cantada por alternancia de manos y arpegios y el fraseo

se realiza con ambas manos. Esta joven pianista logró una interpretación sumamente

exquisita y refinada, precisa y sutil de esta bellísima pieza. Siguió con el Preludio n°5

en Sol mayor, Op.32 de Rachmaninov, compuesto en 1910, donde logró una

interpretación delicada y sutil, con perfecto dominio de trinos y glissandi. El cierre no

pudo haber sido mejor: una versión magistral del encore predilecto de Vladimir

Horowitz: el Estudio n°8 en Re sostenido menor, Op.12 (“Patético”) de Scriabin, cuya

línea melódica y cadencia son muy similares a las del 2° movimiento de su Sinfonía n°1

(“Himno al Arte”). Compuesto en 1894, posee numerosos saltos en mano izquierda y

abundantes octavas en mano derecha, que le brindan complejidad. La interpretación fue

magnífica, con excelente dominio de pasajes, pulsación y digitación. Se retiró

sumamente aplaudida y vitoreada tras su interpretación y puede decirse que fue de

menor a mayor en cuanto a la complejidad de las obras comprendidas en el programa.

Tres músicos muy jóvenes -18, 23 y 20 años, respectivamente-, talentosos y de

mucho nivel, que demostraron ser eximios intérpretes. Tienen todo para triunfar y un

gran futuro por delante.

lunes, 3 de noviembre de 2025

 

El Maestro James Judd la solista Amalia Hall y la Filarmónica de Buenos Aires durante el concierto del pasado Sábado en el Teatro Colón.


Buena interpretación de obras de Mendelssohn por James Judd con la Filarmónica


UN REPERTORIO CLÁSICO DE BUENA CALIDAD

Martha CORA ELISEHT


Prácticamente en las postrimerías de la Temporada, Noviembre se inicia con

invitados extranjeros en el Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires

(OFBA). En esta ocasión, le tocó el turno al director británico James Judd y la violinista

neozelandesa Amalia Hall, quienes se presentaron en un concierto temático denominado

“MUNDOS ROMÁNTICOS III” que tuvo lugar el pasado sábado 1° del corriente en el

Teatro Colón y que estuvo integrado exclusivamente por obras de Félix Mendelssohn

Bartholdy (1809-1847), que se detallan a continuación:

- Concierto en Mi menor para violín y orquesta, Op.64

- Sinfonía n°3 en La menor, Op.56 (“Escocesa”)

Previamente al inicio del concierto, quien escribe pudo apreciar la formación de la

orquesta a la alemana, pero con una distribución un tanto particular: segundos violines a

la derecha del escenario, violoncellos al costado izquierdo de los primeros violines y los

contrabajos, detrás de los primeros violines sobre el lado izquierdo del escenario. Un

tipo de formación que está ganando terreno dentro de las agrupaciones de cámara o en

caso de no contar con la suficiente cantidad de instrumentistas, permite una mejor

distribución del sonido.

Luego de la tradicional afinación de instrumentos a cargo del concertino Xavier

Inchausti, James Judd y Amalia Hall hicieron su presentación sobre el escenario para

brindar una versión muy correcta del celebérrimo concierto de Mendelssohn, que contó

con una particularidad: sus tres movimientos (Allegro molto apassionato/ Andante/

Allegretto non troppo- allegro molto vivace) fueron ejecutados en forma attaca (sin

interrupción), acorde a la partitura original. Esta obra cumbre del romanticismo alemán

se compuso en 1838 en honor a Ferdinand David, amigo personal del compositor y un

encumbrado violinista. No obstante, se tardó mucho en componer y, por lo tanto, su

estreno se produjo recién en 1845 por la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig bajo la

dirección de Niels Gade y el propio David como solista. Su éxito fue inmediato y pasó a

ser parte del repertorio de un virtuoso del instrumento. Amalia Hall no sólo lo tocó de

memoria, sino que también sorprendió por su impresionante velocidad de digitación,

fraseo y manejo de trinos y cadencias. No obstante, su interpretación sonó un tanto fría

al comienzo y fue mejorando el canto de su instrumento a medida que transcurría el

concierto. James Judd desempeñó una muy buena labor en cuanto a marcación y

matices en los tutti orquestales, aunque hubo algunas imprecisiones. La velocidad de

digitación y precisión de Amalia Hall en el movimiento final fueron impresionantes y el

público la aplaudió intensamente. Volvió a sorprender al auditorio anunciando el bis en

un impecable castellano: una transcripción para violín solo de La Cumparsita, de

Gerardo Matos Rodríguez. El público sonrió al reconocer los primeros compases de este

himno nacional rioplatense y se retiró muy aplaudida tras su interpretación.


La Sinfonía n°3 en La menor, Op.56 (“Escocesa”) es la última obra sinfónica que

Mendelssohn completó en 1842. Sin embargo, su fuente de inspiración fue el primer

viaje del músico alemán a Inglaterra en 1829. Luego de visitar Londres, se dirigió a

Escocia en compañía de Karl Klingemann y se inspiró en el paisaje y las brumas de la

región en vez de sus melodías folklóricas típicas. Por otra parte, Mendelssohn había

leído los poemas de Sir Walter Scott, conocía los falsos poemas bárdicos de Ossian,

recorrió los Highlands y visitó la isla de Staffa, que le sirvió para componer su Obertura

“Las Hébridas”. Pero no fue hasta la visita de las ruinas del Palacio de Holyrood en

Edimburgo – donde fue coronada la reina María Estuardo- que Mendelssohn encontró

su verdadera fuente de inspiración. Escribió los primeros compases iniciales, pero tuvo

muchísimas dificultades para progresar debido a su viaje a Italia, donde se dedicó de

lleno a componer su célebre Sinfonía n°4 “Italiana” y no fue hasta Enero de 1842

cuando retomó el proyecto. La obra fue terminada en tan sólo 20 días y se estrenó en

Marzo de ese mismo año por la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig con el

compositor al podio, logrando un éxito y popularidad rotundos desde su estreno.

Inclusive, Mendelssohn dedicó la obra a la reina Victoria I de Inglaterra tras una

interpretación exitosa en Londres y fue también la única de sus sinfonías publicada en

vida. Sus cuatro movimientos (Andante con moto (La mayor, ¾)- Allegro un poco

agitato (La menor, 6/8) / Scherzo: vivace non troppo (Fa mayor, 2/4) / Adagio cantabile

(La mayor, 2/4) y Allegro vivacissimo (La menor, 2/2)- Allegro maestoso assai (La

mayor, 6/8) se interpretan en forma attaca (sin interrupción), acorde al concepto de

unidad y continuidad característicos del romanticismo. Comienza con una introducción

lenta y evocativa que presenta el tema inicial de carácter sombrío que, posteriormente,

sufre variaciones y sigue con el Allegro un poco agitato, de gran fuerza expresiva

dramática. Recién en el 2° movimiento (scherzo: vivace non troppo) se puede apreciar

influencia de música escocesa típica a partir del solo de clarinete -magistral

interpretación de Mariano Rey-. El adagio cantábile se destaca por su profundidad,

orquestación y riqueza melódica, mientras que en el allegro de sonata final reaparecen

las reminiscencias folklóricas de Escocia hasta lograr un final triunfal en La mayor. La

presente versión fue correcta, con buen balance sonoro, pero careció del canto interno y

matices típicos de una orquesta del nivel de la Filarmónica. Por momentos, la marcación

de James Judd era electrizante y, en consecuencia, pudo haber contribuido a la

dispersión y a ciertas imprecisiones. Hubo momentos de mucha precisión -impecable

labor de las maderas en el 2° movimiento- alternando con momentos donde el sonido se

hizo pesado y monótono. No fue de las mejores versiones que esta cronista haya

escuchado en materia de esta sinfonía, pese a que el público respondió favorablemente a

su término.

Cuando se incluyen obras muy conocidas dentro del repertorio romántico, tienen

que sonar a la perfección, con brillo y enjundia, cosa que no sucedió durante el presente

concierto. No se logró el canto interno ni el desarrollo de la orquesta en todo su

potencial. La Filarmónica está para mucho más que un repertorio trillado y reiterativo.

 

El Público, el Maestro Emmanuel Siffert y los miembros de la Sinfónica Nacional en pleno, ovacionan a Pilar Policano luego de su extraordinaria interpretación del Concierto para Violín y Orquesta de Tchaikovsky.  Agradecemos a Gonzalo Quintás el facilitarnos la fotografía tomada por Santiago García de la Dirección Nacional de Elencos Estables.


Sublime interpretación de Pilar Policano junto a la Sinfónica Nacional en el Palacio

Sarmiento


EL AUDITORIO NACIONAL SE RINDIÓ A SUS PIES

Martha CORA ELISEHT


Con tan sólo 17 años, la violinista argentina Pilar Magalí Policano no sólo es una

eximia intérprete, sino también uno de los tantos jóvenes talentos argentinos que están

triunfando en el exterior. Radicada en este momento en Lichtenstein, sigue

perfeccionándose y superándose continuamente para incorporar a su repertorio los

grandes conciertos que se han compuesto para dicho instrumento y retorna

periódicamente a la Argentina para actuar con los principales organismos sinfónicos del

país. Se presentó como solista la semana anterior con la Orquesta Sinfónica de San Juan

bajo la dirección de Wolfgang Wengeroth y el pasado viernes 31 de Octubre, en el

Auditorio Nacional del Palacio Domingo F. Sarmiento junto a la Orquesta Sinfónica

Nacional dirigida por Emmanuel Siffert.

El programa estuvo integrado por las siguientes obras:

- Kikimora, Op.63- Anatoly LIADOV (1855-1914)

- Concierto en Re mayor pr violín y orquesta, Op.35- Piotr I, TCHAIKOVSKY

(1840-1893)

- Escenas de ballet, op.52- Alexander GLAZUNOV (1865-1936)

Luego de la tradicional afinación de instrumentos a cargo del concertino Daniel

Robuschi, Emmanuel Siffert tomó su lugar en el podio para iniciar el concierto con la

primera de las obras. Compuesto en 1910, Kikimora es un poema sinfónico basado

sobre una leyenda de la mitología eslava. Las kikimoras son espíritus femeninos que

habitan las casas escondiéndose tras las paredes y son protectoras cuando la casa está en

orden; caso contrario, hacen ruidos, rompen la vajilla y es muy difícil poderlas sacar. Se

presentan en las pesadillas como mujeres hermosas que torturan a los hombres con sus

deseos (casualmente, en inglés, el término nightmare deriva de dicha raíz, al igual que

cauchemar en francés). La obra se inicia en tono menor en los instrumentos graves

hasta la introducción de una melodía típicamente rusa a cargo del corno inglés, que

alterna con un segundo tema a cargo de las cuerdas en trémolo, flauta y clarinete bajo.

La alternancia de estos dos temas da el clima de suspenso y misterio anteriormente

descripto hasta desembocar en un Allegro giocoso que posee reminiscencias de El

Aprendiz de Brujo, de Paul Dukas. En este caso y, merced a la gran sensibilidad del

director, se logró una versión sumamente precisa y expresiva en matices, planos sonoros

y entradas instrumentales, que fue muy aplaudida.

El célebre Concierto para violín y orquesta en Re mayor fue el único que

Tchaikovsky compuso para dicho instrumento en 1878 durante su estadía en Clarens

(Suiza), donde se encontraba trabajando en la composición de una sonata para piano

luego de sufrir una depresión como consecuencia de su fallido matrimonio con

Antonina Miliukova. Por dicho motivo, carecía de suficiente inspiración hasta que


recibió la visita de uno de sus alumnos de composición: el violinista Iósif Kotec, quien

le propuso tocar una transcripción para violín y piano de la Sinfonía Española de

Édouard Lalo (1823-1892). Tchaikovsky quedó tan fascinado con la obra, que decidió

suspender la composición de su sonata y comenzó a componer su concierto para violín

bajo asesoramiento de Kotec. Estuvo listo en tan sólo un mes y quería que el mismo

Kotec lo estrenara, pero éste no se sintió lo suficientemente seguro como para poder

hacerlo. Por dicho motivo, se lo ofreció al talentoso Leopold Auer, pero lo rechazó

considerándolo “intocable”, razón por la cual hubo que buscar otro solista. La elección

recayó finalmente en Adolf Brodsky, quien lo estrenó en 1881en Viena. No obstante, la

crítica fue adversa por falta de ensayo y por su extrema complejidad. Recién en 1888, la

obra gana popularidad merced a la memorable interpretación de Karel Haliř.

Cuando Pilar Policano hizo su presentación junto con Emmanuel Siffert antes de

tomar sus puestos sobre el escenario, el público comenzó a vitorearla y aplaudirla.

Luego de la majestuosa introducción por parte de la orquesta en el Allegro moderato

inicial, Pilar Policano sorprendió no sólo porque lo ejecutó de memoria, sino por su

notorio crecimiento profesional. Brindó una versión sublime y excelsa de este famoso

concierto merced a su impecable fraseo, con muy buena musicalidad en las cadencias y

pasajes en cascada en las notas agudas de extrema dificultad técnica en el movimiento

inicial. El acompañamiento y el diálogo por parte de la orquesta fue soberbio, mientras

que la solista se destacó por brindar un sonido netamente romántico en el 2°

movimiento (Canzonetta: Andante), muy preciso y con numerosas sutilezas, para pasar

de manera attaca súbito (sin interrupción, de golpe) al impetuoso Allegro vivacísimo

final, donde Tchaikovsky inserta una drushba como tema principal hasta la introducción

del 2° tema (Poco meno mosso), que luego crece en intensidad a medida que el solista

acelera el tiempo (Poco a poco stringendo) hasta la monumental coda final, donde hubo

un más que perfecto diálogo entre solista y orquesta. Se notó en todo momento una

perfecta correspondencia entre director y solista tan sólo con intercambiar un gesto o

una mirada. No hay que olvidar que Siffert es violinista y, por lo tanto, se encontraba

perfectamente compenetrado con la obra, además de poseer un perfecto conocimiento

sobre la misma. Un Auditorio Nacional completamente atiborrado de público la

ovacionó de pie al finalizar su interpretación. Luego de tan sostenido aplauso, la

violinista agradeció no sólo al director y a los músicos, sino que ofreció junto a la

orquesta un bis: una magnífica y bellísima versión de Oblivion de Astor Piazzolla,

donde Pilar Policano demostró ser una genial intérprete de tango. El público se puso de

pie una vez más, lo que obligó a Policano a ofrecer un bis para violín solo: Applemania,

del compositor austríaco Alexei Ibudesman -un sonido nuevo para el público local-,

donde la solista se lució una vez más haciendo gala de su maestría y dotes

interpretativas. Una nueva ovación de aplausos para coronar una velada inolvidable.

Escenas de Ballet, Op.52 de Glazunov es una suite orquestal de 7 números

compuesta en 1894 que -pese a su título- no fue prevista como obra coreográfica. Lleva

un orgánico que incluye cuerdas, arpa, piano, celesta, maderas por 3, 4 cornos, 2

trompetas, 3 trombones, tuba, abundante percusión -que incluye xilofón, bombo,

glockenspiel y otros-. Se inicia con una brillante fanfarria a cargo de los metales,

seguida por una melodía que posee ciertas reminiscencias italianas, mientras que el

segundo número abre con un glissandi en piccolo, arpa, xilofón y triángulo que logra un

sonido similar al de una caja de música, seguido por las cuerdas. El tercero es una


mazurka y el cuarto, una fuga a cargo de los cornos, madera y cuerdas en escalas

ascendentes y descendentes desarrollada magistralmente, que culmina con un final

suave. La quinta escena es un bellísimo adagio que se inicia con un tema de carácter

lírico y romántico a cargo del arpa y posteriormente desarrollado por la orquesta,

mientras que la sexta se caracteriza por una serenata a cargo de las cuerdas en pizzicato,

donde se insertan dos bellísimos solos a cargo del oboe y el corno inglés

respectivamente. La última escena es un vals de hermosa línea melódica, con amplio

vuelo en cuerdas, arpa y maderas. Finalmente, la obra cierra con el tema inicial

desarrollado de manera brillante en ritmo de polonesa/ mazurka por toda la orquesta y

culmina con la fanfarria inicial a cargo de los metales de modo brillante en la coda y

capitulación final. La versión ofrecida fue magistral, donde se lo aprecio a Emmanuel

Siffert con una entrega absoluta en cuerpo y alma en materia de interpretación y canto

interno de la orquesta, muy bien afinada, afiatada y gran lucimiento de todos los solistas

de los principales grupos de instrumentos. Una obra poco frecuentada, pero de línea

melódica exquisita para poner punto final a una noche mágica en el Auditorio Nacional.

Una vez más, la mejor orquesta sinfónica del país dio prueba de su capacidad

merced a la perfecta interacción y correspondencia entre los músicos y el director. Si a

esto se le suma una intérprete en ascenso de eximia jerarquía, se completa el equipo

ideal para ofrecer un gran concierto. En este caso, el Auditorio Nacional cayó rendido a

los pies de una pequeña gigante.