Yuja Wang en acción como solista y directora interpretando en Concierto para Pianoy Orquesta Nº 1 de Tchaickovsky. Créditos:Prensa Teatro Colón con la impecable fotografía de Juanjo Bruzza.
Espectacular actuación de Yuja Wang al frente de la Mahler Chamber Orchestra
EL AVASALLANTE TIFÓN CHINO ARRASÓ EN EL COLÓN
Martha CORA ELISEHT
Fundada por Claudio Abbado en 1997, la Mahler Chamber Orchestra es una de
las agrupaciones de cámara más prestigiosas del mundo, que funciona como un
colectivo global dirigida por sus propios miembros. Sus integrantes son músicos
provenientes de unos 25 países y cuenta con sede en Berlín, bajo la dirección artística de
Daniele Gatti. Además, realiza giras por todo el mundo con sus dos socias artísticas:
Yuja Wang y Mitsuko Uchida, quienes muchas veces la dirigen desde el piano.
La prestigiosa pianista china se presentó junto a la mencionada agrupación –
dirigida por su concertino José María Blumenschein- el pasado sábado 14 del corriente
en el Teatro Colón dentro del ciclo Grandes Intérpretes Internacionales, donde se
interpretaron las siguientes obras:
- Obertura “Coriolano”, Op.62- Ludwig van BEETHOVEN (1770-1827)
- Concierto n°2 en Fa menor para piano y orquesta, op.21- Frederic CHOPIN
(1810-1849)
- Concierto en Mi bemol mayor “Dumberton Oaks”- Igor STRAVINSKY (1882-
1971)
- Concierto n°1 para piano y orquesta en Si bemol menor, Op.23- Piotr I.
TCHAIKOVSKY (1840-1893)
En la presente crónica se menciona el orden en el cual se interpretaron las obras. La
orquesta decidió comenzar con la célebre obertura de Beethoven, compuesta en 1807
sobre la tragedia homónima de Heinrich von Colin. Tanto Plutarco como Shakespeare
versaron sobre la historia de Coriolano, un general romano exiliado que se unió a los
volscos -enemigos de la República- y sitió a Roma. Las autoridades enviaron una
comisión encabezada por la madre con el objetivo de destrabar el conflicto, motivo por
el cual, Coriolano desiste del asedio y se suicida. Marca el comienzo del período
romántico de Beethoven y, para ilustrar el drama entre el amor y el deber, el genio de
Bonn emplea dos tema y dos tonalidades diferentes: Do menor y Mi bemol mayor
respectivamente. La versión ofrecida por la agrupación de cámara fue sumamente
precisa y compacta, imbuida del espíritu beethoveniano. Un Colón prácticamente
completo avaló con un sostenido aplauso su interpretación.
A continuación, la eximia intérprete china hizo su presentación sobre el escenario
del Colón para interpretar el celebérrimo Concierto n°2 para piano y orquesta en Fa
menor, Op.21 de Chopin como solista y directora de orquesta. Dedicado a la condesa
Delfina Potocka, fue compuesto hacia fines de 1829 y estrenado en Varsovia en 1830
bajo la dirección de Karol Kurpinski con la presencia del compositor al piano, con gran
suceso. Si bien este fue el primero de los dos conciertos para piano que Chopin
compuso, lleva el número 2 porque su homónimo en Mi menor n°1 fue publicado en
primer término. Escrito en forma de sonata, consta de tres movimientos: Maestoso/
Larghetto/ Allegro vivace, que fueron ejecutados con suma precisión, brindando una
versión vibrante de este celebérrimo concierto merced a su prodigiosa musicalidad,
pulsación y su imponente velocidad en la digitación, que le vino de perlas para abordar
la chispeante Mazurka que forma parte del Allegro vivace final. Es una pieza
caracterizada por su pirotecnia en materia de técnica pianística -precisamente, el fuerte
de Wang, que la hizo famosa a nivel internacional- y la interpretó con suma distinción.
Su perfeto dominio de tempi y la calidad de los integrantes de la Mahler Chamber
hicieron el resto para deleitar al numeroso público que se dio cita en el Colón,
coronando la versión con un estallido en aplausos, vítores y algunos gritos (más típicos
de un recital de rock o de un estadio de fútbol que de un teatro lírico o sala de
conciertos).
En la segunda parte del concierto, la orquesta adoptó la típica formación de cámara
para interpretar una obra muy poco conocida en el medio local: el concierto en Mi
bemol mayor “Dumberton Oaks” de Igor Stravinsky, compuesto en 1938 entre Ginebra
y París antes de trasladarse a Estados Unidos y dedicado al matrimonio Woods Bliss con
motivo del 30° aniversario de su matrimonio. Precisamente, la fastuosa residencia sita
en Georgetown (Washington D.C.) fue la que dio el nombre a este concierto de cámara
compuesto originalmente para 15 instrumentos (flauta, clarinete, fagot, dos cornos y
cuerdas) siguiendo el modelo de los Conciertos Brandemburgueses de Bach. Consta de
tres movimientos (Tempo giusto/ Allegretto/ Con moto) que se interpretaron sin
interrupción. El concertino José María Blumenschein dirigió a la agrupación con un
soberbio y perfecto manejo de tempi, donde los intérpretes de instrumentos de vientos
tuvieron una actuación excelente, con un estupendo balance sonoro en las partes donde
se conjugan las líneas clásicas con elementos de jazz (síncopa) y espléndidos
contrapuntos entre vientos y cuerdas. Sin dudas y, a juicio particular de quien escribe,
representó el clímax y lo mejor de una auténtica noche de Colón.
Como obra de cierre, Yuja Wang eligió el celebérrimo Concierto n°1 para piano y
orquesta en Si bemol menor, Op.23 de Tchaikovsky. No ha sido casual, porque permite
el lucimiento del solista en términos de complejidad, pirotecnia y velocidad sobre el
teclado en los pasajes de los tres movimientos que lo integran (Allegro non troppo e
molto maestoso- Allegro con spirito/ Andantino semplice- Prestissimo- Tempo I/ Allegro
con fuoco). Al igual que en Chopin, ejerció el doble rol como intérprete y directora y lo
hizo perfectamente bien, pero la versión ofrecida comenzó con un tempo más rápido que
lo habitual en los primeros compases del movimiento inicial, que se compensó con el
tempo caracterizado por la sucesión de arpegios del primer tema de dicho movimiento.
Lo mismo sucedió con el glissando del prestissimo en el 2° movimiento, mientras que el
allegro con fuoco final permitió el lucimiento de la pianista china en su máxima
expresión. Una versión particular donde su extraordinaria velocidad de digitación le
jugó en contra esta vez, pero que se vio parcialmente compensada por el
acompañamiento de la orquesta y por la precisión y calidad en la interpretación.
Tampoco faltaron los bises, donde Wang apeló a una partitura electrónica desde una
tablet: Jazz Ensembles, Op.53, de Nikolai Kapustin, donde Yuja Wang introdujo el tema
principal en el piano y, posteriormente, fue tomado por la orquesta. La interpretación
fue magistral, pero hubo un segundo encore: una magistral versión para piano y
percusión del Danzón n°2 del mexicano Arturo Márquez, donde los contrabajistas
acompañaron mediante efecto strappata -golpes de percusión sobre la caja del
instrumento-. Fue un broche de oro para coronar la noche, donde el público se quedó
saludando a los músicos que aún permanecían sobre el escenario. Pese a que el
concierto había llegado a su fin, nadie se quería ir.
Fue una auténtica noche de Colón en cuanto a la asistencia de público -sala
prácticamente llena, con gran afluencia en las localidades superiores y de pie- y calidad
de las interpretaciones, pero todavía falta educar a aquellos que asisten por primera vez
a una sala de conciertos; probablemente, atraídos por conocer el Colón merced a la
inmensa publicidad callejera y la difusión que tuvo este evento. Existe un código de
vestimenta y de comportamiento apropiado que se debe respetar en una sala de
conciertos, como el hecho de no aplaudir entre movimientos. Basta sólo con grabar un
simple anuncio por parte del locutor instando a no hacerlo. Desde su implementación en
el Auditorio Nacional del Palacio Domingo F. Sarmiento, fue una medida que logró un
muy buen resultado. Por lo tanto, también es factible para ponerlo en práctica en un
teatro como el Colón. Es inconcebible que todavía no se haya hecho.
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