martes, 17 de junio de 2025

 Estupenda actuación de Nicolás Agulló y Mariano Manzanelli en el Palacio Sarmiento


DOS BRILLANTES DE MÁXIMA PUREZA


Martha CORA ELISEHT


Dentro del ciclo de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), participan directores

sumamente prestigiosos -tanto argentinos como extranjeros- en calidad de invitados.

Dicha responsabilidad cayó el pasado viernes 13 del corriente sobre un compatriota

radicado en Francia: Nicolás Agulló, quien tuvo la oportunidad de dirigir a la Sinfónica

en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Palacio Domingo F. Sarmiento junto al

pianista Mariano Manzanelli en calidad de solista para desarrollar el siguiente

programa:

- Obertura “FAUSTO”, n°6, Op.46- Emilie MAYER (1812-1883)

- Concierto para piano y orquesta n°4 en Do menor, Op.44- Camille SAINT-

SAËNS (1835-1921)

- Sinfonía n°2 en Re mayor, Op.79- Johannes BRAHMS (1833-1897)

Tras la tradicional afinación de instrumentos a cargo de la concertino invitada

Alma Quiroga -una verdadera revelación y una grata sorpresa-, Nicolás Agulló hizo su

presentación en el podio para brindar una muy buena versión de la mencionada obertura

de Emilie Mayer, quien fuera una compositora alemana muy prolífica y talentosa -en su

época, se la conoció como “la Beethoven con faldas”-, cuya música cayó

posteriormente en el olvido. Por lo tanto, ha sido un gran mérito el hecho de rescatarla e

incluirla dentro del presente programa. Fue compuesta en 1880, estrenada en 1881 y

describe muy bien la historia de Fausto y su pacto con el Diablo mediante dos temas:

uno inicial, misterioso y el otro, brillante y descriptivo. Es un perfecto ejemplo de

narración musical del romanticismo alemán tardío, que fue abordada de manera brillante

por Nicolás Agulló mediante una excelente marcación de tempi con mucho vuelo y

enjundia. Pese a que era la primera vez que una la escuchaba, pudo apreciar la

impecable labor del director frente a la orquesta, cuyos gestos estaban destinados hacia

los músicos. No sólo gustó mucho, sino que, además, fue muy bien recibida por parte

del público.

Junto con su homónimo n°2, el Concierto n°4 en Do menor para piano y

orquesta, Op.44 es el más popular que Camille Saint- Saëns compuso para dicho

instrumento. Data de 1875 y se estrenó ese mismo año en el Châtelet de París con el

compositor al piano. La particularidad es que, a pesar de poseer sólo dos movimientos

(Allegro moderato- Andante/ Allegro vivace- Andante- Allegro), el andante central está

ligado a la sección anterior; por lo tanto, puede interpretarse como un solo movimiento.

No sólo Mariano Manzanellli lo tocó de memoria, sino que brindó una interpretación

magistral, caracterizada por el brillo, la precisión en la digitación y la pulsación como

también los matices sonoros, la finura y las sutilezas. Tras una abreve introducción del

tema principal por parte de la orquesta, se produce la entrada del piano. Posteriormente,

se invierte el orden: el piano desarrolla una serie de variaciones sobre el tema principal,


que posteriormente, retoma la orquesta. El dominio del teclado por parte de Manzanelli

fue excepcional en cuanto a la resolución de pasajes de gran dificultad técnica, así como

también los trinos, arpegios y cadencias. El diálogo entre solista y orquesta fue

perfecto, con un gran equilibrio sonoro y correctísima marcación de tempi por parte de

Agulló, logrando una versión vibrante, brillante y luminosa. Tal así fue, que, a su

término, el Auditorio Nacional estalló en aplausos y vítores. Como no podía ser de otra

manera, el pianista ofreció como bis una improvisación sobre “Adiós, nonino” de Astor

Piazzolla, que también sonó magistral. Mariano Manzanelli no sólo es un eximio

director coral, sino también un extraordinario pianista de tango. Participó del disco

Impresiones sobre Buenos Aires, motivo por el cual ganó el Premio Gardel en dicho

rubro. Una nueva ovación de aplausos para el pianista, quien se retiró sumamente

satisfecho tras su interpretación.

Como obra de fondo se eligió la Sinfonía n°2 en Re mayor, Op. 79, una de las más

hermosas de la tetralogía sinfónica de Brahms, compuesta en 1877 y que consta de 4

movimientos: Allegro non troppo/ Adagio non troppo/ Allegretto grazioso- rondó (quasi

andantino) / Allegro con spirito. El tema bucólico del 1° movimiento ha hecho que se

catalogue a esta sinfonía como “Pastoral” sin realmente serlo, ya que es más bien

nostálgico, mientras que el Adagio non troppo es más romántico y envolvente. El

vertiginoso Allegretto grazioso es un rondó con un contrapunto magistral, rico en

matices, fresco y vivaz hasta desembocar en el monumental Allegro con spirito, escrito

en forma de sonata y que representa un desafío para el director de orquesta. Una ha

escuchado innumerables versiones de gran calidad de esta joya sinfónica por parte de

orquestas extranjeras, pero la versión ofrecida por la Sinfónica Nacional bajo la

dirección de Nicolás Agulló fue una de la mejores realizada por una orquesta argentina:

perfecto dominio del contrapunto, una marcación de los tempi, con garra, enjundia,

entusiasmo y una interpretación caracterizada por su impronta y sello personales. Una

nueva ovación de aplausos puso punto final a uno de los mejores conciertos ofrecidos

por la Sinfónica durante el transcurso del corriente año.

Es sumamente importante que se invite a dos músicos vernáculos muy talentosos a

participar de los conciertos de la Sinfónica Nacional, así como también convocarlos

para interpretar obras que se representan en escasas ocasiones. En este caso, el mérito

fue por partida doble, porque se trató de dos brillantes de máxima pureza.

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