Ecos del Concierto de la Filarmónica en el Colón,
bajo la batuta de Emmanuele Baldini
UN CONCIERTO MEDIOCRE Y UN SOLISTA
DESLUCIDO
Martha CORA ELISEHT
Se dice que el título de una nota periodística es la
mejor síntesis de la misma. Y eso fue, precisamente, lo que sucedió el pasado
jueves 16 del corriente dentro del Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de
Buenos Aires en el Teatro Colón, bajo la dirección del italiano Emmanuele
Baldini, quien –a su vez- fue solista en el Concierto
nº 1 para violín y orquesta en Si bemol mayor, K.207 de Wolfgang Amadeus
Mozart (1756-1791). El concierto se completó con las siguientes obras: la Sinfonía Burlesca en Sol mayor de
Leopold Mozart (1719-1787) y la Sinfonía
nº4 en Do menor, D.471 (“Trágica”) de Franz Schubert (1797-1828).
No es la primera vez que Baldini pisa los escenarios de
Buenos Aires, ya que ha dirigido en más de una oportunidad a la Orquesta
Académica de Buenos Aires y a la del Instituto Superior de Arte (ISA) del
mencionado teatro. Esta vez le tocó demostrar sus dotes de director de orquesta
de cámara para la ejecución de la mencionada obra de Leopold Mozart –de quien
este año se cumple el 250º aniversario de su nacimiento-, con un grupo reducido
compuesto por dos violas, dos violines, cuatro cellos, un contrabajo y un
fagot. Sus cuatro movimientos (Sinfonía/
Hanswars- Minuetto/ Il Signor Pantalone- Andante y Arlecchino- Allegro) toman sus nombres de personajes cómicos del
teatro alemán y de la Comedia dell’Arte,
respectivamente. De ahí deriva su mote y se caracteriza por ser una obra
fresca, de carácter animado y distendido. Fue una versión correcta, donde
Baldini brindó una buena marcación de los tempi
y un sonido preciso, pero carente de emoción, que no se correspondió con el
título de la obra. Si bien contó con una orquesta más amplia para la ejecución
del citado Concierto para violín de
W.A. Mozart, dio la impresión que estaba más concentrado en la dirección que en
la interpretación del instrumento solista –pese a que contó con la invalorable
presencia de Xavier Inchausti como concertino
invitado, en reemplazo de Pablo Saraví-. Es un concierto donde no existe
una integración entre el instrumento solista y la orquesta, sino una
alternancia entre ambos -al estilo del barroco italiano-. Sin embargo, fue una
interpretación floja, deslucida e impura, donde Baldini cometió numerosos
errores en las notas agudas –donde por momentos, sonaron chirriantes-, no
logrando ese sonido prístino característico del universo mozartiano. Baste
recordar la excelente versión ofrecida por el inolvidable Uto Ughi en el Colón
en la década del ’80 junto a la Filarmónica del mencionado concierto. Fue una
cátedra de exquisitez y buen gusto, donde el espíritu de Mozart brotó en su
máxima expresión (cosa que no sucedió durante la presente versión).
Pese a ser lo mejor de la noche, la versión de la Sinfonía nº4 (“Trágica”) de Schubert
tampoco pasó desapercibida. Si bien la orquesta logró un sonido compacto, faltó
emoción en el Allegro vivace que
sigue al Adagio molto en el 1º
movimiento, que debe sonar con mucho énfasis, acorde a las especificaciones
puestas por el compositor. Sonó algo mejor en el Andante del 2º movimiento y en el Menuetto- Allegro vivace del 3º, pero sin lograr la efervescencia
característica de esta obra. Por el contrario, se trató de una versión correcta
desde el punto de vista instrumental y el equilibrio sonoro, pero de escaso
vuelo y lirismo.
Si bien quien escribe no se encuentra tan familiarizada
con esta última obra respecto de las Sinfonías
nº 4 de otros compositores, no deja de considerarla bellísima. Y,
precisamente por dicho motivo, hay que resaltar la belleza de su sonido con una
versión dinámica, romántica y apasionada, y no con una versión tibia y
plana. En resumen: lo más flojo de la
Filarmónica que una apreció durante el transcurso del corriente año.
No hay comentarios:
Publicar un comentario