martes, 21 de diciembre de 2021

 CRECIENTE “PASO A PASO” DE SINFÓNICA NACIONAL…

 

                                Por Jaime Torres Gómez

 

Sistemáticas han sido las presentaciones de la Sinfónica Nacional con público en los últimos dos meses, y con un creciente orgánico de músicos.

 

No obstante esta celebrada política por re-articular las actividades abiertas a la comunidad, aún no se ha ampliado el aforo del público, contemplándose todavía una cantidad menor al tercio de la capacidad del Teatro de la Universidad de Chile, situación explicable ante el carácter “experimental” y de “adecuación” a un formato más definitivo dentro del contexto pandémico. Paralelamente, es menester destacar la cobertura digital de los conciertos de la Sinfónica, al transmitirse en vivo las presentaciones desde el canal de internet del CEAC, pudiéndose ampliar eficazmente la cobertura.

 

De los últimos conciertos presenciados “in situ” en octubre, se contó con un orgánico promedio de 50 músicos, dando cuenta de una inmejorable oportunidad por retomar un trabajo de conjunto mayor, inevitablemente desmedrado ante las restricciones de aforo, coadyuvando así a recuperar el nivel histórico.   

 

No obstante con deslumbrantes direcciones de los destacados maestros nacionales Francisco Rettig y Rodolfo Fischer, sus presentaciones dieron cuenta de aciertos y desaciertos programáticos respecto a la realidad actual. De hecho, programar “en modo Covid” implica ponderar con extremo realismo la dimensión de las obras a abordar en términos de duración y de dificultad técnica, puesto que las limitaciones de poder rendir a cabalidad ante el uso (inmisericorde…) de las mascarillas, uso no compartido de los atriles y las inusuales distancias entre los músicos, inevitablemente demanda una exigencia sin duda bestial…

 

Luego de dos años, retorna a la Sinfónica como invitado Francisco Rettig, abriendo con la Suite de Mi Madre la Oca (Ma Mère l'Oye) de Maurice Ravel, originalmente para piano a 4 manos, y posteriormente orquestada e incorporada como parte del ballet homónimo. Para esta obra de exquisita delicadeza y fuertes exigencias en timbres y colores, Rettig imprimió idiomatismo a borbotones…, captando la esencia del carácter en cada uno de los 5 números de la suite, y obteniendo una respuesta de inusual jerarquía de los sinfónicos en ajuste grupal más excelentes rendimientos solísticos.  

 

Como segunda y última obra, se contempló la Sinfonía N° 35 “Haffner” de W.A. Mozart, también de importantes exigencias ante una fuerte exposición en todas las familias instrumentales, amén de representar una innegable madurez del género “sinfonía” per se. Con una adopción (absolutamente válida) de lentos tempi, a priori esta opción pudiera incurrir en ciertos riesgos de diluir la tensión interna. Empero, muy felizmente, la interpretación del maestro Rettig dio cuenta de todo lo contrario…, no fagocitándose en ningún momento la linealidad de la “trama discursiva”, y por tanto su vigor intrínseco. La respuesta de los sinfónicos, no obstante algunos pasajes no siempre bien ensamblados, estuvo atenta a los requerimientos de la batuta, transmitiéndose, con calibrada eficacia, las bondades de la autorizada versión del maestro invitado.

   

Por último, el programa dirigido por Rodolfo Fischer (también regresando a la Sinfónica luego de dos años) sirvió para replantear los criterios de programación (tiempo y dificultad de las obras), al evidenciarse un rendimiento variable de la orquesta, discurriendo de menos a más…

 

Abrió con una desarmada Obertura de la ópera Fidelio de L.V. Beethoven, pieza exigente en elementos rítmicos y expuestos pasajes instrumentales (en especial para los cornos). Si bien la lectura de Fischer puso énfasis en una debida claridad expositiva -con debidos contrastes y matices-, sin embargo no fue posible apreciarlos en plenitud ante una débil respuesta generalizada de la orquesta, evidenciándose falta de ensayo, seguramente debido a la extensión y complejidad del programa en su conjunto.

 

Como segunda obra se ofreció la Cantata Nänie de J. Brahms, con el debut de la Camerata Vocal de la Universidad de Chile en pandemia junto a la Sinfónica, conformando así el más numeroso orgánico de artistas -músicos y coreutas- en el escenario del teatro universitario desde el inicio de la crisis sanitaria. A diferencia de la obertura, se percibió con más organicidad por parte de la orquesta, amén de una excelente preparación de la Camerata.             

  

Y sin mediar intermedio (muy necesario contemplarlo a futuro…), una superlativa versión de la Tercera Sinfonía “Escocesa” de F. Mendelssohn. Inspirada en el primer viaje que el compositor hiciera a Gran Bretaña, su tiempo de escritura tardó más de 10 años, dando cuenta de un acabado oficio en el manejo de la armonía y orquestación. De un raro encanto y atrapante progresividad auditiva, constituye en sí una experiencia presenciarla en vivo, y más aún ante una interpretación con novedosos hallazgos.

 

El dominio del maestro Fischer de esta cautivante obra es cabal, desde los primeros compases hasta el término de la misma. La gran virtud de esta interpretación radicó en una síntesis de emotividad e intelecto, con una galería de detalles raras veces percibidos. La respuesta de los sinfónicos fue de máxima concentración general, constituyendo una triunfal interpretación en todo orden…

 

En suma, dos presentaciones de la Sinfónica Nacional que dieron cuenta de un creciente “paso a paso” en lo artístico y operativo, asimismo una buena coyuntura de retroalimentación para los criterios programáticos futuros

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