miércoles, 1 de diciembre de 2021

 

Estupenda versión contemporánea de “EL LAGO DE LOS CISNES” en El Nacional

 

UN THRILLER PSICOLÓGICO EN UN ÁMBITO LACUSTRE

Martha CORA ELISEHT

 

            Los cisnes son uno de los animales más bellos que existen en la naturaleza. Su porte y elegancia lo transforman en una atracción universal, mientras que su nadar majestuoso marca la delicia de los visitantes en jardines zoológicos y estanques de todo el mundo donde los mismos habitan. A pesar de ser la más bella de las aves, su siringe no puede emitir sonido y diera la impresión de estar atrapado dentro de su belleza. 

            Bajo esta concepción psicológica, Jorge Amarante se basó para transformar el clásico ballet de Tchaikovsky -EL LAGO DE LOS CISNES- en un thriller psicológico en versión de danza contemporánea, cuyas funciones se llevaron a cabo los días 23 y 30 de Noviembre pasados en el teatro EL NACIONAL, con auspicio del Mecenazgo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y de la Fundación Julio Bocca, con la participación de los siguientes bailarines: Sofía Menteguiaga (Odette/ Odile), Lisandro Casco (Sigfrido), Nahuel Prozzi (Von Rothbart), Iara Fassi (Reina Madre), Marcone Fonseca (amigo de Sigfrido y Tercero deseado), Sabina Álvarez (Odile transformada), Lorena Sabena (Primera deseada), Manuela Lavalle (Segunda deseada), Agostina Sturla (Tercera deseada) y cuerpo de baile perteneciente a la compañía Jorge Amarante, con participación de alumnos de la Fundación Julio Bocca. La puesta en escena, coreografía y vestuario estuvieron a cargo del mismo Amarante, con realización de vestuario de Stella Maris López; iluminación de Martín Rebello y Christian Richards y producción general de Karina Battilana, con Analía Sosa Guerrero como asistente coreográfico y Gilda Aguirre como asistente de ensayo. Se utilizó pista de audio como acompañamiento musical acorde a las normativas sanitarias vigentes.

            Los cuatro actos que normalmente integran este gran clásico se resumieron en una hora y media de espectáculo, con un intervalo entre los dos primeros actos de 10 minutos de duración para dar paso inmediatamente a los dos segundos y de esa manera, brindar tiempo a los bailarines para el cambio de vestuario. La mayoría de los principales números que integran el ballet se representaron prácticamente en su totalidad. La puesta en escena -sumamente austera y sencilla- comprendió dos colores: blanco, para las escenas de fiesta y negro, para las de misterio. Este último color fue el predominante para los bailarines en las escenas de conjunto, al igual que para Sigfrido -distinguido sólo por portar un chaleco de lamé plateado-, su amigo y el perverso y enigmático mago Von Rothbart al igual que Odile. Por su parte, Odette usa un vestido celeste en el prólogo y ya transformada en cisne, musculosa y falda de tul color gris. Los cisnes usaron musculosas de color gris y polleras de tul del mismo color -simulando un tutú romántico-, mientras que la Reina Madre sorprendió con un enterizo ceñido al cuerpo en tonos de verde botella y negro. A su vez, las figuras deseadas que aparecen en el 3º Acto lucían faldas de tul de diferentes colores (violeta, fucsia y verde) cubiertas de tul negro con musculosa al tono. ¿Por qué esta prenda? Porque permitía no solamente mostrar el trabajo de espalda, sino que también era fácil de quitar en la escena final, donde se rompe el maleficio y los cisnes van tomando nuevamente su forma humana. En este caso, todas las bailarinas quedaron semidesnudas, cayendo de a una tras otra con los últimos compases de música. Un recurso sumamente sencillo y efectivo para mostrar una metamorfosis.

            Tal como se dijo anteriormente, Odette es transformada en cisne como objeto de deseo de Von Rothbart: bella, callada y sumisa. Pero a diferencia del resto de los cisnes -cuya voluntad ha sido quebrada-, ella es capaz de rebelarse y decide terminar con su vida para romper el maleficio y hacer que Von Rothbart se transforme en víctima de su propio odio. En cuanto al resto de los personajes, Sigfrido aparece como el joven y despreocupado príncipe a quien su madre le impone la obligación matrimonial.  El rol del bufón está interpretado por su amigo, quien lo acompaña al lago donde tendrá su encuentro con Odette, de la cual se enamora, pero ella lo rechaza para que no caiga en la trampa de Von Rothbart. En este caso, cuando el malvado hechicero se da cuenta, decide transformar a Odile -una joven víctima cuya voluntad también ha sido quebrantada, en vez de su hija- en una réplica de Odette. Al igual que en la versión clásica, la primera bailarina interpreta ambos roles, y en vez de ser la fiesta de compromiso en palacio, la fiesta transcurre en un lugar donde Sigfrido busca a Odette entre jóvenes privados de su voluntad, ataviados con máscaras. Las mismas permiten que caiga en la trampa de Von Rothbart, quien le presenta a las personas deseadas -en vez de las princesas y sus séquitos-. Por último, en vez de consolar a Odette, los cisnes bailan suplicando volver a ser lo que alguna vez fueron. En el final, Von Rothbart mata a Sigfrido, pretende apoderarse de Odette y ésta cae fulminada por un rayo -efecto logrado mediante un genial recurso de iluminación sobre una tela plateada-. El mago se retuerce sobre el escenario, mientras va siendo cubierto junto con los cisnes mediante un telón negro, bajo el cual, las bailarinas se van cambiando mientras él desaparece y recuperan su forma humana.

            En este tipo de producciones, los personajes secundarios -que solamente aparecen actuando sin danzar- realizan sus solos como cualquier protagonista. Tal es el caso de Iara Fassi, quien con suma elegancia encarnó el rol de la Reina Madre combinando pasos de danza clásica con giros y otros elementos de danza contemporánea. Lo mismo sucedió con Marcone Fonseca, quien asumió el rol del amigo de Sigfrido y del deseado durante el 3ª acto. Es uno de los mejores solistas suplentes de primeros bailarines del Colón en la actualidad y se destacó por su técnica y plasticidad. Las escenas de conjunto estuvieron muy bien logradas mediante movimientos de expresión corporal en una muy buena sincronización. En el caso de los cisnes, se hizo mucho hincapié en el trabajo a espalda descubierta. Y en el caso particular del celebérrimo pas de quatre del 2ª Acto, un par de bailarinas ejecutaba una sucesión de movimientos, mientras que el otro par repetía la misma coreografía, pero “en espejo”, con una perfecta sincronización. Por su parte, Lisandro Castro es un buen bailarín de danza contemporánea, quien se desempeñó con ductilidad, plasticidad y armonía de movimientos. Lamentablemente, se vio un tanto eclipsado por la excelencia actoral de Nahuel Prozzi, quien encarnó a un estupendo Von Rothbart, sobresaliente desde todo punto de vista.  En cuanto a la protagonista, ya se puede considerar a Sofía Menteguiaga como prima donna assoluta en danza contemporánea nacional. Si bien es una bailarina con formación clásica -posee un excelente cambré y una figura longilínea, ideal para este tipo de roles-, su especialidad son las contracciones, relajaciones y giros en técnica Graham. Demostró con creces sobre el escenario su perfecto dominio de la técnica, su plasticidad pero por sobre todas las cosas, sus dotes histriónicas y su expresividad en brazos y manos -simulando las plumas y el vuelo del cisne-. Sus solos, dúos y tríos junto a Lisandro Casco y Nahuel Prozzi fueron de una perfección absoluta y ejerció un juego de seducción perfecto como Odile en el 3ª acto.

            Resulta sumamente difícil traducir en lenguaje contemporáneo un ballet blanco clásico tal como EL LAGO DE LOS CISNES, pero el talento y la maestría de Jorge Amarante lo hicieron posible. Habrá una nueva función el Martes 7 del corriente  (vispera de feriado)para que los amantes del ballet puedan disfrutar esta particular versión, transformada en un interesante thriller psicológico bajo la enigmática belleza de los auténticos habitantes del lago.  

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