sábado, 2 de julio de 2022

 

Actuación algo despareja en el Ciclo de Abono de la Filarmónica en el Colón

 

A BUEN ENTENDEDOR, POCAS PALABRAS

Martha CORA ELISEHT

 

            A fines del presente año culmina la vinculación de Enrique Arturo Diemecke como director de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (OFBA), tras estar al frente de la misma durante prácticamente 20 años. Luego de varios conciertos durante el presente Ciclo de Abono donde participaron directores invitados, el mexicano volvió a tomar la batuta el pasado viernes 1° del corriente al frente de la misma durante su Ciclo de Abono en el Teatro Colón, con la participación del guitarrista Pablo Sáinz- Villegas como solista.

            El programa estuvo comprendido por las siguientes obras:

-          Suite de “Don Quijote en las bodas de Camacho”- Georg Phillipp TELEMANN (1681-1767)

-          Concierto de Aranjuez- Joaquín RODRIGO (1901-1999)

-          “Noche Transfigurada”, Op.4- Arnold SCHÖNBERG (1874-1951)

Durante el desarrollo del presente concierto se supo acerca del fallecimiento de Pedro Pablo García Caffi, quien fuera director general del Colón entre 2009 a Enero de 2015, motivo por el cual se pidió un minuto de silencio en su memoria seguido de un aplauso, como corresponde cada vez que muere un artista

Una vez que los músicos tomaron su ubicación en el escenario, tras la correspondiente afinación de instrumentos a cargo del concertino Xavier Inchausti, Diemecke hizo su habitual presentación sobre el escenario con sus consabidos gestos antes de tomar el micrófono para dar su habitual explicación de las obras comprendidas en el programa -acto totalmente innecesario a juicio de esta cronista, ya que el Colón cuenta con programas de mano impresos donde se da una breve reseña de las obras, escrita por un músico-. Comenzó con la suite de Telemann, que pertenece a una ópera compuesta en 1761, cuando el compositor tenía 80 años y que permite disfrutar de sus principales números: el sueño de Don Quijote, la aventura contra los molinos de viento, la aparición de Dulcinea del Toboso, la cabalgata junto a Sancho Panza y la escena final, donde Telemann emplea elementos humorísticos. En este caso, se empleó una orquesta de cuerdas con acompañamiento de clave -a cargo de Felipe Delsart-, que sonó correctamente, pese a que hoy en día, se prefiere la música barroca con orquesta reducida, instrumentos de época y cuerdas de tripa para recuperar su sonido característico.

Posteriormente, luego del ingreso del guitarrista Sáinz- Villegas, Diemecke tomó nuevamente el micrófono para decir unas breves palabras sobre el celebérrimo Concierto de Aranjuez para introducir la presentación de la obra y el significado de sus movimientos por el solista -algo nunca visto por quien escribe sobre el escenario del Colón tras 45 años de concurrencia-. ¿Desde cuándo un instrumentista tiene que dar explicaciones sobre una obra?... Un intérprete no debe emitir palabras, sino tocar correctamente su instrumento, cosa que sí sucedió desde los primeros compases del Allegro con spirito inicial en ritmo flamenco, típicamente español. Lo bueno fue que el sonido de la orquesta estuvo muy equilibrado para permitir el lucimiento de la guitarra, pero también se destacaron los principales solistas de los diferentes instrumentos (Fernando Chiappero en corno, Fernando Ciancio en trompeta, Mariano Rey en clarinete, Natalia Silippo en oboe, William Thomas Genz en fagot y Gabriel Romero en flauta, con una excelente labor en el 3° movimiento). Y sobre todo, la bellísima introducción del corno inglés luego de los acordes de la guitarra en el Adagio central -magnífico desempeño de Michelle Wong al respecto-. El Allegro Gentile final -en ritmo de danza cortesana- también estuvo muy bien logrado y el público aplaudió la labor de los músicos con creces, lo que obligó al guitarrista a hacer un bis: la Jota de Francisco Tárrega, que fue ejecutada de manera impecable por Sáinz- Villegas, que demostró su maestría creando el efecto del redoblante punteando las cuerdas sobre el puente. Un estallido de aplausos y vítores coronó la labor de este gran músico español y fue lo mejor de la noche.

Luego del intervalo, Diemecke volvió a dirigirse al público -ya sin micrófono- para explicar Noche transfigurada de Schönberg y su historia. (A esta hora, la paciencia de esta cronista ya estaba más que colmada y harta de tanta sanata innecesaria). Basada sobre el poema homónimo de Richard Dehmel, es una obra bisagra dentro de la historia de la música y fue compuesta en 1899 como sexteto original para cuerdas. No es en sí una obra dodecafónica, sino postromántica, donde se prescinde de un centro tonal estable sin caer en la atonalidad. La música describe la caminata a la luz de la luna de una pareja por un bosque, cuando ella le confiesa que espera un hijo de otro hombre. Tras una situación de perplejidad y cierto rechazo ante tamaña noticia, finalmente existe la comprensión, el perdón y la reconciliación. Posteriormente, Schönberg realizó una transcripción para orquesta de cuerdas en 1917 y una última revisión en 1943 -que es la que se escucha en la actualidad-. La obra transcurre en 5 secciones sin solución de continuidad, donde la orquesta debe “cantar” para expresar los sentimientos de los protagonistas. Pese al buen desempeño de las secciones de cuerdas de la Filarmónica, le faltaron matices -en los cuales, justamente se basa su riqueza- y por momentos, sonó tediosa y aburrida. Hubo un buen dramatismo al principio y un final correcto, pero nada más. (En lo personal, una prefiere la versión original para sexteto de cuerdas).

Cuando alguien está a punto de terminar un ciclo, se esmera por dejar el mejor recuerdo posible dentro de la institución para la cual trabajó. Pero cuando se pretende tener un protagonismo que no se tiene, se cae en la interpretación de un personaje que, a esta altura del partido, está tan desgastado que ya no convence a nadie. En este caso, los refranes son la mejor expresión de la sabiduría popular: Lo que Natura non da, Salamanca non presta. Y como existen programas de mano donde se brinda una adecuada explicación de las obras, si uno quiere profundizar, apela a las enciclopedias o a los libros, pero no a las explicaciones vanas y fútiles. A buen entendedor, pocas palabras.

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